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10.- Prensa republicana en la Guerra Civil española.

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Periódicos y diarios

Durante los años de paz de la II República, la prensa fue casi, casi, libre, aunque algunas cabeceras se comportaban deslealmente, tanto de derechas como de izquierdas. El artículo 34 de la Constitución de 1931 garantizaba la libertad de prensa dejando meridiano que ningún periódico podía suspenderse sin sentencia firme. Pero la realidad se impuso pronto. La Republica comenzó a navegar y todos sus enemigos, que se encontraban al pairo, iniciaron los ataques en periódicos de su titularidad. Salieron dos leyes para defender la República. La propia Ley de Defensa de la República de octubre de 1931, un mes antes que la publicación de la Constitución de 1931, y la Ley de Orden Público de julio de 1933. Esto posibilitó el cierre "temporal" de cabeceras durante periodos concretos. Así, ya tempranamente, fueron suspendidos ABC y Mundo Obrero (en 1931, los comunistas eran unos sectarios) por dar voz a conspiradores contra la II República. También se implantó la censura previa que se aplicó en periodos especiales de terrible virulencia dialéctica por elecciones o graves sucesos. La guinda la puso el derechista gobierno republicano durante la Huelga Revolucionaria de Octubre de 1934, donde la gran mayoría de las cabeceras de izquierda fueron suspendidas.

Desde el comienzo de la guerra civil  la prensa diaria republicana inició un proceso de transformación hacia prensa de guerra y revolucionaria. Este cambio de medios informativos y políticos a prensa militante se fraguó en el proceso del 18 de julio (en ambos bandos) y se cimentó en las incautaciones de medios conservadores por sus nuevos promotores, más la prensa de izquierdas de siempre. El caso es que el numero de diarios descendió, al menos un tercio en Madrid y en las grandes capitales republicanas. Los rotativos supervivientes hubieron de centrar su actividad, principalmente, en la crónica de guerra, pues era obligado para cualquier ciudadano consciente saber que estaba pasando, dónde y cómo. La prensa republicana de guerra cumplió medianamente esta labor, principalmente por la censura de prensa, la adversa suerte de las armas y la necesidad de hacer propaganda para elevar la moral de la retaguardia que es donde primero cae en picado la moral en cuanto empiezan las penurias y las incomodidades de la guerra.

 La ideología de los medios siguió siendo, en el caso de los periódicos republicanos y de izquierdas, la misma, pero completamente mediatizada por los hechos revolucionarios y bélicos que estaban ocurriendo y sobre todo, insistimos, por la censura. De este modo, las informaciones políticas y las bélicas pasaron de lleno a ser informaciones en tiempos de guerra, con el gran contenido de mera propaganda que ello conlleva. Las informaciones militares, por ejemplo, no daban datos precisos de los frentes ni de los mandos ni unidades, era muy difícil seguir el curso de los acontecimientos a través de la prensa, los mapas militares brillaron por su ausencia. Esto era lógico, en cierto modo, por cuestiones de seguridad y principalmente porque se iba perdiendo (los rebeldes se hartaban de poner mapas). No obstante y dejando a un lado la información meramente militar, los editoriales continuaron expresando la políticas de los partidos o de las fracciones de esos partidos de la que eran portavoces (caso del PSOE), siempre de alguna forma, bien rotundamente en el caso de hechos muy señalados, bien con más moderación en el día a día.  Se ha dicho a menudo que en ambas zonas, realmente la prensa tenía una voz única y un sólo modelo de prensa. Esto es una verdad a medias en la zona republicana. La censura gubernamental actuó más en la opinión política que en la información bélica, donde se comportó de forma rutinaria, como diría Arturo Barea, que fue censor en el sitio de Madrid, limitándose a tachar las malas noticias militares. En la zona rebelde sí que es cierto que las diferencias entre cabeceras se diluyen en el triunfalismo y la adulación y que sólo en algunos escasos momentos, alguien habla con voz propia, normalmente para ser más franquista que el propio Franco. En la zona gubernamental llegaron a convivir, Republicanos de centro izquierda, socialistas, anarquistas, comunistas y hasta comunistas heterodoxos.

El modo informativo más pujante fue el reportaje gráfico y la crónica social y bélica, que es dónde se producía la mayor competencia entre las cabeceras. Los partes de guerra, a menudo ni siquiera publicados por la prensa diaria, tenían escasa credibilidad. En esta tesitura, enormemente propagandística y fuertemente encorsetados por lo que ideológicamente representaban y sobre todo por la censura de guerra, la prensa republicana informó todo lo que pudo, opinó bastante, dadas las circunstancia, y una infinitud si la comparamos con la prensa rebelde, pero, sin duda, no fueron buenos tiempos para la libertad de expresión, la que todavía quedaba en la zona gubernamental, pues en la rebelde no existía en ningún modo.

Señalemos que en el Madrid de 1939 sólo quedaban una docena de periódicos que sacaban 2-4 hojas.

Publicaciones y revistas de guerra

Las publicaciones y revistas de interés general y las especificas sufrieron un gran auge durante la guerra civil española. La prensa gráfica periódica anterior a la guerra aguantó la incautación y las nuevas directrices como pudo. En cualquier caso, las grandes, Estampa y Crónica siguieron su andadura informativa, llevando el reportaje gráfico a su mayor nivel, que no esplendor, pues la mayoría dejaban mucho que desear en cuanto a información, veracidad y precisión de las informaciones. El reportaje gráfico propagandístico y partidario era la norma, cuya función estaba justificada por la necesidad de imágenes del conflicto, y como decimos, mediatizada por la propaganda.

La prensa gráfica permitió la supervivencia de los reporteros, tanto redactores como gráficos siempre que no fueran contrarios al Frente Popular. Pero la fiebre alcanzó el paroxismo, cuando toda institución, sindicato de oficio, unidad militar o lo que fuera en guerra, quiso tener su publicación, semanal, mensual u ocasional.

Las cabeceras fueron innumerables como veremos, e iban, de la espontaneidad, a la agencias de prensa, o a los reporteros propios. Según avanzaba la guerra, el entusiasmo se fue enfriando, los recursos cayeron bajo mínimos y sobrevivieron sólo las más fuertes. Como en la vida.

Corresponsales de guerra y periodistas españoles

El corresponsal de guerra venía de muy antiguo. Se trataba de un periodista o escritor acompañando a uno u otro ejército. Destacaron en esta labor, escritores, médicos e incluso militares. La crónica de los hechos bélicos pasó por mejores y peores épocas, pero fue la Gran Guerra la que le dio la alternativa. En España, el corresponsal de guerra se cría en las Guerras de África, sobre todo tras el desastre de Annual. Muchos corresponsales españoles en la campaña de África de los años posteriores al desastre participaron en el encumbramiento personal que promocionaba la Corona (ascensos por méritos de guerra) y que los militares llamados africanistas (Sanjurjo, Mola, Franco, etc...) supieron aprovechar tan bien, convirtiendo escaramuzas en batallas campales. Pero también hubo corresponsales de tronío, como el mismo Indalecio Prieto para El Liberal de Bilbao.

Con la guerra civil los corresponsales nacionales nacieron obligados y los extranjeros vinieron y se fueron, como el gran Koltsov, y todos cumplieron con su labor. Podemos clasificar a los corresponsales en dos categorías: Los profesionales, su ideología (o su extranjería) no le impidió continuar su labor en el mismo medio en el que trabajaba antes de la guerra sin destacar en nada en su militancia. Y los militantes (soldados de la pluma) periodistas, o no, de prensa militante que alternan su condición de soldado voluntario de la República con la de informador o corresponsal. De ambas clases hubo muchos y variados corresponsales, extranjeros incluidos.

En cuanto a los periodistas, y una vez que los periódicos derechistas fueron cerrados o incautados, los periodistas a pie de rotativa se convirtieron en periodistas de raza que asumieron, aunque fuera a regañadientes, la censura de guerra, y trataron de hacer periodismo en guerra. Fue uno de los gremios más represaliados por Franco. De los 80 redactores que quedaban en Madrid cuando la rendición, sólo 12 consiguen escapar, el resto encarcelados, encausados y muchos, muchos fusilados. Javier Bueno que había acudido a refugiarse en la embajada de Panamá (esas embajaditas que habían estado llenas de espías y traidores y que la República respetó), pues Javier Bueno fue expulsado a golpes de la embajada y llevado posteriormente ante el pelotón de fusilamiento. Eduardo de Guzmán fue condenado a muerte y consiguió salvar la vida con grandes esfuerzos. Mauro Bajatierra, otro grande como Javier Bueno, fue asesinado a la puerta de su casa recién entraban las tropas franquistas en Madrid. Navarro Ballesteros, director de Mundo Obrero, fue fusilado, Augusto Vivero director del ABC republicano, también fue fusilado Y Cayetano Redondo, Julián Zugazagoitia y Cruz Salido, del El Socialista, fusilados igualmente.

Corresponsales de guerra y periodistas extranjeros

Los corresponsales extranjeros en la España republicana no podían librarse de su personal forma de entender la política y, muchos de ellos, de sus enormes prejuicios contra las ideologías populares. No obstante, salvo excepciones, trataron de ser veraces y justos con la República, que también los censuró sin piedad, en una política poco realista, como nos cuenta Barea en la "Forja de un rebelde", que fue precisamente censor de prensa en el edificio de la Telefónica, desde donde se transmitían las crónicas al extranjero del frente de Madrid. Mención especial tienen los corresponsales rusos que muy pendientes de su gobierno y probablemente muy bien vigilados, oficiaban casi a la par tanto de periodistas como de consejeros. Los franquistas y sus servicios de propaganda difamaron a muchos de ellos implicándolos en acciones y crímenes sin más pruebas que crónicas y comentarios dichos en público sobre una u otra cuestión. El mundo no ha cambiado mucho desde entonces como se puede ver en la actualidad al leer ciertos noticiarios digitales financiados por empresarios o por publicidad gubernamental.

Fotógrafos en guerra - Españoles

Al estallido de la Guerra Civil, las bellas artes, las artes gráficas, y otros oficios artesanales relacionados con el grafismo, la plástica y el periodismo, se encontraban en una autentica Edad de Plata de la cultura española. En el caso del foto periodismo padre reconocido de la fotografía de guerra, las grandes capitales disponían de muchos profesionales, entusiastas de su profesión, económicamente pobres muchos de ellos, pero llenos de ingenio y de creatividad. Un entusiasmo que se tradujo en una creación que iba pareja con el desarrollo del oficio y del arte fotográfico pues su quehacer era sin duda grandemente artesano. De un puñado de elitistas revistas gráficas con que contaba el país al acabar la monarquía y diarios con verdaderas posibilidades gráficas, se paso al advenimiento de la II República a decenas de ellas que se impulsaban en los adelantos técnicos de la, industria gráfica y de la industria fotográfica. Los reporteros pasaron de arrastrar sus pesadas cámaras y su más pesados trípodes, a cámaras portables, aun pesadas, y a la cámara compacta de carrete de película perforada de paso universal usualmente de 35 mm. tipo Leica de finales de los veinte y finalmente a las cámaras reflex de principios de los treinta tipo la soviética Exakta. Con una cámara tan ligera y tan cómoda cualquiera podía acercase al hecho bélico, más con aquellos obturadores tan rápidos y aquellas películas tan sensibles. El principio de los años treinta fue el nacimiento verdadero del reporterismo de guerra.

A los foto periodistas españoles que oficiaron en la zona gubernamental no les faltó tarea, en realidad no daban abasto en aquella cruel guerra contra los civiles española. Y según su profesión les adentraba en la fotografía de denuncia del horror, y sin pretenderlo se fueron alejando de la neutralidad profesional, lo que con la derrota les costaría muy caro. El perfil del fotógrafo republicano con la llegada del franquismo, es, exilio y perdida de sus archivos, o pérdida del derecho a ejercer su profesión y confiscación de sus archivos. En algunos casos extremos, cárcel, como le ocurrió al fotógrafo asturiano Constantino Suárez. De haberse quedado los exiliados, sin duda hubieran sido fusilados, como los hermanos Mayo (en la imagen), Centelles o Francesc Boix.

Fotógrafos en guerra - Extranjeros

Hasta el nacimiento de la cámara fotográfica portátil, los fotógrafos, fotografiaban la guerra, pero no eran fotógrafos de guerra. Caso de la Guerra civil americana, de la de los Boers, de la de Crimea e incluso de la Gran Guerra. El fotógrafo llegaba y fotografiaba maniobras antes de la batalla, o paisajes tras la batalla. La fotografía precisaba entonces de objetos inmóviles o lo que es peor, inertes. Pero la invención de la película y de la cámara portátil, normalmente Leica, posibilitó al fotógrafo el convertirse en fotógrafo de guerra, aquellos que corren detrás de la violencia y con sus nuevas y maravillosas cámaras sacan instantáneas de todo lo que se mueve. El fotógrafo de guerra nació en la Guerra Civil española, salvo algunas excepciones en lejanas guerras de Oriente. Fue entonces cuando los fotógrafos de guerra comenzaron a morir en los combates. Caso es el de la bella e inspirada Gerda Taro (en la imagen), compañera del no menos inspirado Robert Capa, ambos muertos en acción de guerra.

Mensaje a los autores

Rel. 1.00 May 2000. Rev.  5.01 agosto. 2018 - SBHAC Nº 1.10