S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Artistas plásticos en la Guerra Civil española |
Luis Quintanilla (Santander 1893 - Madrid 1978) Quintanilla venía de una rica familia santanderina con sobrados recursos, lo que permitió al joven pintor en ciernes correr mundo y hacerlo además con el desenfado de los hijos de la burguesía liberal. Quintanilla llegó a Paris, jovencísimo y con ganas de marcha. Una conocida madam parisina se encaprichó del joven y le presentó a lo mejor de vanguardia parisina. Su protectora le puso un estudio, le presento a Juan Gris y le dijo que pintase. Durante la gran guerra regresó a España, pero en los felices veinte se le ve de nuevo en Paris, ignoramos si con su antigua protectora. En el Paris de posguerra. Quintanilla intima con Picasso, con Modigliani y con Hemingway. En el 24 se larga para Florencia y estudia la técnica de los frescos, arte que le apasiona. En 1929 ya ha regresado a España y visto lo visto se afilia al PSOE buscando una solución a los males de la patria (el PSOE de entonces no era como el de ahora). Junto al escultor Emiliano Barral, se le encargan los frescos del monumento a Pablo Iglesias. No se conserva nada de él excepto la cabeza de Pablo Iglesias en la sede del PSOE, el resto fue destruido por orden de la autoridad militar recién "ya hemos pasao" cuando ya no había nadie para impedirlo. Metido en política, la vorágine de la España republicana torpedeada por la España medieval, le lleva a la cárcel en el 34, hecho del que hay documento gráfico. Al parecer escondió al Comité de Huelga en su estudio. Como todos los artistas en prisión, se puso a pintar presos que siempre son modelos de facciones complejas y un reto. La guerra le permite recorrer los iniciales frentes, La Sierra, El Alcázar, Santa María de la Cabeza, y dejar constancia con su sabía pluma (mejor lápiz) de lo que por allí acontecía. Como Sim (Rey Vila), Quintanilla es también testigo veraz del momento. Ambos dibujaban de rechupete a la velocidad de nuestras cámaras digitales, lo que, por cierto, demuestra que los artistas no las necesitan para nada. Pero volvamos a la vida de Quintanilla. Afirman sus biógrafos, que nuestro joven pintor también oficio de espía pro-republicano en la Francia del Frentín Popular (lo digo por el poco frente que hacían). Ya tenía mérito para un artista. Pero estaba claro que la elección era buena, de joven había trasnochado por todos los antros de Paris. Ya al final de la guerra, recibió el encargo del gobierno de pintar los murales del pabellón español de la Exposición Universal de Nueva York. Cuando terminó de pintarlos, la República había caído, no tenía un céntimo, y custodiaba cuatro inmensos murales totalmente apátridas como el propio autor. Quintanilla pasaría 18 años en América, enseñando en la Universidad de Kansas, en el mismo Hollywood, en Nueva York, etc... En la madurez partió para su amado Paris, donde su pintura cobró nueva vida. Finalmente volvió a España donde murió en 1978. Todos sus murales, excepto los cinco de Nueva York que fueron repatriados y restaurados por la Universidad de Santander, y uno que quedó intacto en Madrid, fueron destruidos. Pese a su fama internacional, Quintanilla fue ignorado por los memos de la cultura franquista hasta muy entrada la transición, y fue la Universidad de Santander lo que propició un merecido reconocimiento, labor que se debió principalmente a la historiadora Esther López Sobrado, verdadera experta en el personaje y que recientemente rescató los cuentos del pintor, que en su faceta literaria, además, escribió el alegato, La España Negra de Franco. Textos y dibujos terribles. |
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