S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Las tropelías de Dupont Historia 16 nº 97 mayo de 1984 Por José Calvo Poyato Catedrático de Geografía e Historia Cabra (Córdoba) Antecedentes cordobeses al confinamiento de los prisioneros franceses en la isla de Cabrera Por José Calvo Poyato Catedrático de Geografía e Historia. Cabra (Córdoba) El 22 de julio de 1808 se rendía en Bailén el general Dupont y al día siguiente lo hacía su ayudante Vedel. Hubo unos 18.000 prisioneros; de las desventuras de unos 8.000 en la isla de Cabrera ya dio cuenta HISTORIA 16 (*). Hoy llega a nuestras páginas la otra parte de la historia. Las andanzas y desmanes del ejército de Dupont antes de aquella derrota en modo alguno justifican el atropello de los vencidos, pero dejan claro el clima que lo propició y la altanería con que reaccionaron los jefes franceses cuando en sus impedimentas se amontonaba el botín, fruto del saqueo de Córdoba y otras poblaciones andaluzas. (*) HISTORIA 16, n.° 52, agosto de 1980, Cabrera, -la isla de la muerte, por Jean-René Aymes. Tras los sucesos madrileños de los días 2 y de mayo de 1808, importantes contingentes de tropas francesas al mando del general Dupont marcharon en dirección al sur con el objetivo de someter a Andalucía. En concreto se trataba del denominado Segundo Cuerpo de Observación de la Gironda, compuesto por veinte mil hombres. De ellos, trece mil vendrían con Dupont y su destino sería la siempre codiciada plaza de Cádiz, lo que permitiría la salida de la escuadra del almirante Rosily, fondeada en este puerto desde el desastre. de Trafalgar. Otros tres mil hombres dirigidos por Avril se incorporarían al cuerpo desde el Algarve portugués, donde se encontraban, y los cuatro mil restantes estarían integrados por los regimientos suizos de Reding y Traxler. ¡A las armas! En el mediodía peninsular, Sevilla se había convertido en cabecera de la resistencia al invasor extranjero y levantaba la defensa de los derechos al trono español de Fernando VII, frente a la usurpación napoleónica. Desde esta ciudad se invitó a otras capitales andaluzas a tomar las armas contra los franceses. A Córdoba llegó la resolución el 28 de mayo, y según un contemporáneo, testigo presencial de los hechos, la ciudad se electrizó con la noticia: ¡Viva Fernando VII!, exclamó don Ramón Gavilanes, oficial de España, a su entrada en Córdoba, y al instante toda la ciudad se puso en conmoción: corrió la voz, cual rayo o centella, por las calles de la ciudad, y aunque era la una del día, hora de general reposo, muy pronto resonó un grito de universal alegría en toda ella: numerosas partidas de gente de todas clases, sexos y edades corrían con diligencia de una a otra parte (1). A las dos de la tarde se reunió el ayuntamiento cordobés y a las cinco de aquel mismo día se celebró una junta abierta en la que se proclamó rey a Fernando VII y se declaró la guerra a los franceses. A continuación se despacharon postas a todos los pueblos de la jurisdicción para que se efectuasen alistamientos y se recogiera todo tipo de armas para aprovisionar al ejército que se improvisaba. En Priego se recibió esta comunicación el día 29, pidiendo el alzamiento de la villa y la recluta de cuantos hombres de dieciséis a cuarenta años hubiese en ella. El cabildo municipal se reunió en sesión extraordinaria a las once y media de la noche y acordó sumarse a la rebelión y transmitir esta decisión a las abundantes aldeas y cortijadas de su término. Al día siguiente, mientras clero y nobleza local ofrecían armas y dinero, se iniciaba el alista miento y se recibían numerosas donaciones de caballos, armas, municiones y pólvora. En pocos días salieron más de cuatrocientos hombres con destino a Córdoba, capitaneados por don Pedro Alcalá-Zamora (2). A estas alturas ya circulaban todo tipo de comentarios sobre la proximidad de las tropas de Dupont. Corría el bulo de que los franceses habían entrado en Lucena y Rute, y que se dirigían a Priego. El 6 de junio el alcalde de Fuente Tójar (aldea del término de Priego) informó que una partida de franceses se dirigía a Alcaudete (villa limítrofe con la provincia de Córdoba perteneciente a Jaén) con el fin de buscar alojamiento a unos setecientos hombres que llegarían desde Alcalá la Real. El día 7 se supo que los franceses llegados a Alcaudete fueron veinticinco y que el alborotado pueblo los había apresado y muerto. Tras ello, atemorizados, pedían ayuda ante la inminencia de una represalia francesa. En la Puente de don Gonzalo se produjeron escenas parecidas. En el enardecimiento del vecindario desempeñaron un papel fundamental fray Andrés Gaitán y fray Alonso Cardera que predicaron incansablemente contra el invasor francés, mientras recorrían el pueblo con un crucifijo en la mano y arrastrando grandes cadenas, como símbolo de la opresión napoleónica (3). En Cabra, respondiendo a la petición de Córdoba, también se efectuó el correspondiente alistamiento. En total fueron quinientos uno los hombres que llegaron a la capital el 2 de junio. Asimismo se enviaron 68 caballos para la remonta del ejército (4). Todos los voluntarios que acudieron a Córdoba para intentar frenar la marcha del ejército de Dupont, procedentes de la comarca sur de la provincia, se elevaron a 3.195 y la mayor parte de ellos se integraron en el regimiento que mandaba el lucentino conde de Valdecañas. Al igual que en Priego, también en Lucena circuló el bulo —el día 2 de junio— de que había tropas francesas en Rute. Comprobada la falsedad de la noticia, las autoridades ordenaron la detención de todos los franceses existentes en la población —medidas similares se tomaron por otras partes— y la apertura del correo en público, para evitar toda intriga que pudiese alterar la pública tranquilidad (5).
Saqueo de Córdoba Así pues, a comienzos de junio de 1808, el ejército francés del general Dupont franqueaba Sierra Morena, tomaba posiciones en la actual provincia de Jaén y establecía su cuartel general en Andújar, el 2 de junio. Desde esta ciudad algunas partidas se habían dirigido a diferentes pueblos buscando y exigiendo a sus habitantes dinero y víveres. Desde Andujar marcharon, siguiendo el curso del Guadalquivir, en dirección a Córdoba, ocupando El Carpio y avanzando sobre Alcolea. Este avance se realizó rápidamente y sin ningún tipo de dificultades. Factor en principio tan ventajoso terminó siendo fatal para los franceses, ya que al llegar a las inmediaciones de Córdoba habían dejado a sus espaldas más de trescientos kilómetros, sin un punto de referencia en que apoyarse. El paso de Despeñaperros, verdadera llave de Andalucía, había sido cruzado sin precauciones, y por allí se podían cortar fácilmente las comunicaciones del cuerpo expedicionario con Madrid (6). Por su parte, las autoridades cordobesas habían organizado la defensa de la ciudad y dirigieron su improvisado ejército en dirección a Alcolea, en un desesperado intento de detener a los franceses. El choque se produjo el 7 de junio, con ambas fuerzas situadas a uno y otro lado del puente que hay sobre el Guadalquivir. La mayor organización y disciplina de las tropas de Dupont se impusieron sin graves dificultades a los heterogéneos y poco aguerridos contingentes que mandaba el general Echévarri, que se replegaron —en muchos casos fue una huida y deserción— en dirección a Córdoba. La antigua capital de los califas quedó indefensa ante las tropas francesas. Un contemporanéo describió su llegada: Entraron, pues, las enemigos disparando y matando á quantos encontraban, mugeres, ancianos y demás que hallaban. Aunque grupos aislados trataron de enfrentarse a las columnas francesas, hospitalizándoles en algunas calles y plazas, la resistencia fue inútil. Y continúa nuestro anónimo narrador: Perdido ya el lance, fue indispensable que cada uno se recogiese en su casa, y empezó el saqueo y desolación más terrible (7). El saqueo de Córdoba efectuado por los soldados de Dupont ha pasado a la posteridad como un modelo de violencia (como también lo son los realizados por las tropas de Carlos V en Roma o el de los tercios españoles en Amberes. Los ejemplos tristemente podrían alargarse en una variada gama de nacionalidades). Las violencias cometidas con los vecinos de Córdoba por las tropas de Dupont tuvieron una profunda repercusión en los soldados franceses, que, tras la derrota de Bailén, fueron a parar a la isla de Cabrera (8). Sobre la actuación de los soldados napoleónicos en Córdoba puede servirnos de muestra este testimonio: Rompen las puertas que no están prontas al imperio de su voz, y corren ansiosos y desatinados por todas partes: hiriendo a unos, apaleando a otros, y amenazando a todos, se llevan cuanto hallan; piden más de lo que hay; quiebran, derraman y destrozan quanto cargar no pueden... Los depósitos y fondos públicos quedaron exhaustos; los tesoros de las Obras Pías y del Cabildo de la Catedral, vacíos; el Palacio del Señor Obispo en esqueleto, asolado y limpio en los cuatro lienzos de pared... (9) Aunque el mando francés concedió oficialmente el saqueo durante algunas horas, en la práctica duró mientras sus soldados permanecieron en la ciudad. Las iglesias cordobesas fueron usadas para los más variados fines, y todo tipo de cálices y copones, utilizados en tabernas y mesones. Bailén La presencia francesa en Córdoba se prolongó hasta el 16 de junio. Durante este día y el siguiente se evacuó la ciudad en dirección a Andújar, ante la noticia de la proximidad de tropas españolas. Dupont estableció su cuartel general en Andújar, mientras su compañero de armas Vedel, al frente de otra división, cruzaba Despeñaperros, obstaculizado por las tropas españolas del conde de Valdecañas. A lo largo de un mes, todo se redujo a movimientos tácticos de ambos ejércitos, hasta que el 19 de julio la división de Dupont atacó a las tropas españolas que se encontraban en Bailén. Vedel, que estaba en Guarromán, intentó caer sobre los españoles, sin conseguirlo, mientras la división que mandaba Dupont era duramente castigada por la artillería española. Los franceses acabaron rindiéndose, por capitulación, a Francisco Javier Castaños, general en jefe del Ejército español. El día 22 se entregaron las tropas de Dupont, compuestas por 8.242 hombres, siendo sus bajas, entre muertos y heridos, más de dos mil quinientos. La división de Vedel, con diez mil hombres, rindió sus armas al día siguiente. A partir de esta rendición surge la escabrosa historia de los varios miles de soldados franceses confinados en Cabrera. Creemos que, a estas alturas, deben tenerse en cuenta dos aspectos para conocer los elementos que influyeron en la decisión final de las autoridades españolas. Por un lado, la capitulación que comprendía la rendición de los franceses recogía el traslado de las tropas vencidas a puertos gaditanos, desde donde se embarcarían con destino al puerto francés de Rochefort. Dicho transporte se tornó problemático por la falta de barcos y las exigencias inglesas, por lo que al final no se cumplió. Por otro lado, los soldados franceses vencidos en Bailén hacía sólo unas semanas que habían asesinado, robado y violado sin ningún género de contemplaciones en diferentes ciudades andaluzas, siendo Córdoba la más duramente afectada. Después de Bailén, los prisioneros franceses fueron distribuidos, en calidad de tales, en diferentes ciudades. Un importante contingente fue a parar a Lucena, y de allí a otras poblaciones del sur de Córdoba. He aquí algunas disposiciones de las autoridades españolas (Junta de Defensa de Córdoba) sobre estos prisioneros. Se precaverán con todo esmero los insultos con que el vulgo ignorante quiera desaogar inoportunamente la justa cólera que merece una Nación, que dirigida por un hombre pérfido e ingrato que paga con engaños y crueldades nuestra amistad y fina correspondencia ... Se guardará un medio racional entre darles una libertad absoluta para que salgan de su quartel y el rigor de obligarlos a que no salgan de él (10). Fueron alojados en casas y conventos y se les dio la posibilidad, si alguno lo deseaba de forma voluntaria, de trabajar en el campo o en diferentes oficios mecánicos con vecinos de la localidad. Las autoridades de los pueblos donde hubo soldados franceses prisioneros hicieron verdaderos esfuerzos para evitar que el furor popular se desatara contra ellos. Cuando a primeros de diciembre de 1808 llegó a Cabra la noticia de nuebo alistamiento y demas que se dibulgan de los ejércitos, se comunicó a las autoridades de Córdoba que ello había exitado a estos vecinos la mal abersion para con dicha tropa prisionera, y aunque la Junta procura en general y particularmente aplacarles... (11).
A finales de 1808 aquellos soldados fueron trasladados a Morón de la Frontera, vía Puente Genil, para ser conducidos a Santa María. De Priego, donde también el pueblo recibió sombríamente a los saqueadores de Córdoba, salieron dos oficiales y 65 soldados unos días antes de Navidad. De Cabra, entre el 13 y el 17 de diciembre, 12 oficiales y 87 soldados, más otros 11 oficiales que habían llegado a esta localidad procedentes de Baena. Correspondencia Después de la batalla de Bailén se cruzó una curiosa correspondencia entre el general Dupont y los mandos militares españoles en Andalucía. Desde los primeros días de agosto el hombre que había ordenado el terrible saqueo de Córdoba exigía el cumplimiento de la capitulación de Andújar. A estas exigencias, manifestadas por escrito en una carta fechada el 9 de agosto en Lebrija, respondió, al día siguiente, el capitán general de Andalucía con unos párrafos que arrojan bastante luz sobre el destino futuro de los vencidos en Bailén: Ni la capitulación, ni la aprobación de la Junta, y ni una orden expresa de nuestro amado Rey, pueden hacer posible lo que no es: no hay buques ni medios de tenerlos para el transporte de nuestro exercito... El general Castaños guando prometió obtener Pasaporte de los Ingleses para el paso de vuestro exercito no pudo obligarse a mas que á pedirlo con insistencia: así lo ha hecho: ¿mas como pudo VE. creer que la Nacion Britanica accediese a dexarlo pasar, cierta de que iba á hacerle la guerra en otro punto ó en el mismo? (12). Es decir —como ya apuntó J. R. Aymes en el citado artículo de HISTORIA 16— la falta de medios materiales y las presiones del almirantazgo británico tuvieron una indudable influencia en el destino de los prisioneros franceses. Es, en buena medida, la ley de la necesidad. Ahora bien, en la misma carta de respuesta a Dupont aparece claramente expresado el otro factor que tuvo no menos influencia en el mismo asunto: ¿que derecho tiene a exigir cumplimientos imposibles de una capitulación, un exercito que ha entrado en España publicando intima alianza y union, ha aprisionado a nuestro Rey y Real Familia, saqueado sus Palacios, asesinado y robado sus Vasallos, destruido sus pueblos y quitado su Corona? Si VE. no quiere atraerse mas y mas la justa indignación de los pueblos, que tanto trabajó por reprimir, dexese de seméjantes intolerables alegatos, y procure por su conducta y conformidad mitigar la viva sensación de los horrores que recientemente ha cometido en Córdoba.
La falta de escrúpulos de ciertos militares españoles para cumplir algunos puntos bajo los que los franceses se rindieron quedó más que compensada con la actuación francesa que había desencadenado la guerra. Los españoles seguían —no entro en la ética de esta conducta—la forma de actuar de los franceses. Por otra parte, en Andalucía se había creado un ambiente de animadversión contra unos prisioneros que poco antes habían actuado más como ladrones y asesinos que como soldados. Las autoridades españolas, a todos los niveles, hicieron verdaderos esfuerzos para evitar que se cometieran graves desmanes contra los franceses. La pregunta dirigida a Dupont sobre este asunto en la citada carta es elocuente: ¿Qué estímulo para el Populacho saber que un solo soldado llevaba dos mil ciento y ochenta libras tornesas? Uno de esos desbordamientos populares se produjo el 13 de agosto en el Puerto de Santa María, donde el vecindario atacó y destrozó el equipaje de los generales franceses que llegaron a la ciudad. La protesta de Dupont, reclamando con un cinismo increíble lo que él llamaba su equipaje, e invocando los principios de honor y probidad, fue contestada de forma contundente. Dichos equipajes estaban formados con el producto de los saqueos, robos y violencias cometidos en las semanas anteriores a la derrota de Bailén. Con una gran ironía, el capitán general de Andalucía respondía a Dupont sobre sus exigencias de devolución: ... sus extraordinarias demandas vienen a ser equivalentes a esta proposición: Saquee VE. los Templos y Vecindario de Cádiz, para resarcirme de lo que el populacho del Puerto me ha tomado, y que yo había con toda atrocidad, violencia y torpeza quitado en Córdoba. A la vez, le recomendaba: Deponga VE. semejantes ilusiones, y conténtese con que la Nación Española por su noble carácter se abstendrá de hacer, como dexo dicho, el vil oficio de verdugo (13). El saqueo efectuado por los vecinos del Puerto de Santa María sobre el fruto de la rapiña de los generales franceses se efectuó ante la pasividad de un regimiento de protección que se había mandado a dicha población para evitar alborotos. En esta ocasión, lo que refleja la documentación es que las autoridades españolas —a diferencia de otros casos— no mostraron mucho interés en evitar la acción del vecindario. Tal vez, como decía Dupont, el gobernador militar de Cádiz tenía claro que jamás fue mi intención, y menos de la Suprema Junta, que V.E. y su exercito sacasen de España el fruto de su rapacidad, crueldad e irreligiosidad (14). Epílogo dramático Los generales y jefes del Estado Mayor francés pudieron regresar a Francia en 1809 (15), no así sus soldados, que en su mayoría siguieron su peregrinaje andaluz, para terminar encerrados en varios pontones anclados en la bahía de Cádiz. Una parte de ellos, la más afortunada, fue embarcada hacia las islas Canarias. Allí la población les trató bien y a cambio de desempeñar trabajos agrícolas o artesanales recibieron un salario. Algunos contrajeron matrimonio y se quedaron para siempre en las islas. Otra parte fue enviada a la desértica isla de Cabrera. Allí llegaron en número de 8.000 a partir del 5 de mayo de 1809. Cinco años pasaron en esa isla, de unos 20 kilómetros cuadrados, en medio de grandes sufrimientos, faltos de agua, escasos de alimentos, casi desprovistos de ropa. A causa del abandono en que vivieron aquellos infelices, hubo 2.500 muertes, la mayoría debidas a infecciones y pestes provocadas por la desnutrición.
J. R. Aymes, autor del citado artículo, reconoce que influyó en esta situación la propia escasez que vivía España entera y, concretamente, las Baleares: Ya en diciembre de 1809 se han agotado las reservas de trigo; también escasean el arroz y el aceite... Otro factor será la enemistad, la ira e, incluso, el odio hacia aquellos prisioneros franceses, invasores y depredadores y miembros de un ejército que combatía por toda la Península Ibérica, causando muerte, destrucción y estragos... Más aún, súbditos de un emperador que tenía prisionera a la familia real española. Todo esto, que jamás puede justificar los malos tratos inferidos a unos prisioneros indefensos, debe tenerse en cuenta para comprender cómo y por qué sucedieron las cosas. NOTAS (1) Relación circunstanciada de lo ocurrido en Córdoba desde el 28 de mayo hasta el 17 de junio de este año, en carta remitida por un cordobés a un amigo suyo. Esta Relación es un impreso de 35 páginas en cuarto, de autor anómino y sin pie de imprenta. Al final aparece fechada el 16 de agosto de 1808. (2) M. Peláez del Rosal y J. Tivas Carmona, Priego de Córdoba. Guía histórica y artística de la ciudad, Salamanca, 1979, págs. 156-160. (3) Antonio Losada Campos: Historia de la Villa de Puente Genil, Madrid, 1971, pág. 230. (4) Archivo Municipal de Cabra, Actas Capitulares del año 1808. (5) Fernando Ramírez de Luque: Servicios de Lucena a la Religión y a la Patria, Málaga, 1812, pág. 4. (6) Arturo Gutiérrez Castillo: El combate del Puente de Alcolea (7 de junio de 1808). Aportación cartográfica al estudio de la historia. Actas del I Congreso de Historia de Andalucía, Andalucía Contemporánea (Siglos XIX y XX) tomo I, Córdoba, 1979, págs. 115-124. (7) Relación circunstanciada de lo ocurrido en Córdoba..., pág. 24. (8) Ver Jean René-Aymes, Cabrera, la isla de la muerte, HISTORIA 16 número 52. (9) Relación circunstanciada... (10) He consultado las instrucciones dadas al Ayuntamiento de Cabra. Archivo Municipal de Cabra, Actas Capitulares del año 1808. (11) Archivo Municipal de Cabra, Actas Capitulares, Junta de Gobierno, año 1808. (12) Respuesta que el Excelentísimo Señor Capitán General de Provincia y Gobernador de esta Plaza dio a la carta que el General Dupont le dirigió desde Lebrija. Fechada en Cádiz el 10 de agosto de 1808. Impreso en dos folios en la Imprenta Real de Córdoba. (13) Contestación del Excmo. Señor Capitán General de Provincia y Gobernador de esta Plaza, a la carta que le dirigió el General Dupont, con motivo del suceso ocurrido el día 13 en el Puerto de Santa María. Fechada en Cádiz el 14 de agosto de 1808. Impreso en dos folios, según acuerdo de la Junta de Córdoba, el 17 de agosto. (14) Ibidem. (15) El general Dupont, héroe de Marengo y Ulm, cayó en desgracia tras su derrota en Bailén, y al ser repatriado a Francia fue encerrado en el fuerte de Joux. Luis XVIII le rehabilitó y le nombró ministro de la Guerra en 1814. (16) CPLSB |