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Agustí Centelles (1909-1985)


El gran Centelles, fotógrafo excepcional, nació en el popular barrio de El Grao de Valencia. Pronto quedó huérfano de madre, que era de ascendencia catalana. Su padre, con el niño de apenas un año partió para Cataluña en busca de oportunidades. Allí el padre volvió a casarse en segundas nupcias. No sabemos la relación del tierno infante con su madrastra pero seguro que le marcó. Desde pequeño Agustí fue un niño espabilado, inquieto y de salud precaria (esto era muy corriente en los niños pobres de la monarquía alfonsina). La escuela la pisó poco por lo que decimos y porque Agustí detectó pronto su mala calidad. Afortunadamente, Agustí tenía una capacidad de aprendizaje personal insuperable, era un autodidacta con método. Así que siendo todavía un niño se puso a trabajar de aprendiz de electricista, que era la profesión de su padre, en una importante empresa de suministro eléctrico. A los quince años se despidió de esta empresa harto de ser maltratado por personal miserable que siempre abunda entre los mandos intermedios. Por causas del rebote que cogió en esta empresa, se hizo reivindicativo y rebelde, el normal proceso de concienciación de aquellos tiempos tan crudos para los trabajadores.

En un cumpleaños, su padre le regaló una cámara fotográfica de aquellas de fuelle y de negativos individuales de 6x6. La fotografía era entonces muy popular y Agustí se aficionó tanto que se apuntó a cursos de perfeccionamiento y en consecuencia buscó trabajo de aprendiz en un estudio de fotografía, en concreto con el afamado Ramón de Baños. Agustí aprendió muy pronto y las nuevas relaciones profesionales le permitieron pasar a trabajar de aprendiz de fotografía en el periódico El Día Gráfico. Cumplidos los 18 años se colocó en el estudio fotográfico de Josep Badosa que intuyendo la valía del chico le dio absoluta libertad. Lo que no era nada corriente en el reporterismo gráfico, muy encorsetado en aquellos tiempos. Tras la mili ingresó en otra empresa fotográfica donde no hizo buenas migas ni evaluaron su trabajo adecuadamente. Tras dos años, la empresa, Sagar y Torrents, le despidió. El pobre Agustí que estaba endeudado por la adquisición de material fotográfico a crédito hubo de espabilar y pronto se independizó y lo que es mejor, sus instantáneas gustaban y se hizo un nombre y empezó a ganar el dinero que se merecía. De modo que en 1935 pudo casarse y plantarse una familia.

La rebelión militar en Barcelona le cogió alerta y dicen que fue el primer periodista gráfico que salió a la calle cámara en ristre. Dicho en términos castizos, se puso las botas. De las centenas de imágenes que capturó esos días, media docena pasaron a la historia de fotografía española y universal. también acompañó a las improvisadas columnas catalanas en ruta por Aragón.

La Generalitat, como hiciera la Delegación de Propaganda de la Junta Delegada de Defensa de Madrid, reguló tempranamente, a través del Comisariado de Propaganda, toda la producción de imágenes de guerra para su uso gubernamental en campañas de propaganda y para su archivado oficial, y también reguló las actividades periodísticas gráficas, dando a los fotógrafos un carácter oficial que les permitiera trabajar en los frentes. Al frente de la publicación de este órgano estaba el también afamado fotógrafo Pere Català Pic.

Producto de esta actividad de corresponsal de guerra, Centelles produjo reportajes extraordinarios, como el del bombardeo franquista de Lérida, donde se encontraba de paso. La imagen doliente de la leridana contemplando los restos de su marido, víctima de la barbarie fascista, dio la vuelta al mundo.

La guerra se perdía y cercana la caída de Barcelona, Centelles recibió el encargo oficial de salvar los archivos militares del Ejército Popular en Cataluña y de paso los suyos propios. Montó el archivo en una camioneta y empaquetó en una maleta (que se haría famosa, como la mejicana de Capa) sus negativos y su cámara Leica. En Figueras entregó el archivo militar y como no había transporte hasta la frontera cargó con su maleta durante más de 30 kilómetros, de noche y con nieve.

Fue internado en el infausto campo provisional francés de Argeles sur mer donde pasó, como todos los internados, un hambre y un frío terribles que le produjeron severas disfunciones intestinales. Desde allí les mandaron a Bren donde contactó con el fotógrafo Pujol con el que hizo buenas migas y que mediante un cuarto oscuro desmontable revelaban las fotos clandestinas que ilustraban las penosas condiciones en que vivían los republicanos españoles en los campos de la bendita Francia. Él mismo, era un ejemplo de las malas condiciones sanitarias de estos campos.

Centelles consiguió salir del campo con un permiso de periodista, y lo primero que hizo fue poner a buen recaudo su famosa maleta. Tras la invasión nazi y la agonía de Francia, como diría Manuel Chavez Nogales, Centelles se apuntó a la resistencia, en este caso, prácticamente española, donde con sus buenas artes se encargaba de falsificar carnés de identificación. Uno de los oficios más perseguidos por la Gestapo en la clandestinidad.

Tras una caída colectiva y recibiendo aviso por sus compañeros, supo que su estudio clandestino iba a ser asaltado por la Gestapo, donde precisamente escondía su archivo. Así que desmantelaron el estudio y reempaquetó sus negativos y se los confió a unos campesinos de la cercana Carcasona. No quedaba otro remedio, los alemanes le hubieran entregado a Franco, y con tal botín de negativos, Centelles hubiera sido fusilado en semanas, y los negativos hubieran dado pistas y pruebas para capturar y probablemente fusilar a centenas de republicanos, como se demostró y ocurrió con las fotografías incautadas por los franquistas y depositadas en el Archivo de Salamanca con fines represivos, y donde los personajes de las imágenes eran numerados y posteriormente identificados por la policía política franquista.

Al terminar la guerra en Francia, pasó clandestinamente a Cataluña, su familia sobrevivió como pudo y pero harto de no poder ejercer su profesión, aunque fuera precariamente, se presentó a la policía. Ignoramos en qué condiciones quedó, aunque se sabe que tenía que presentarse en el juzgado, una especie de libertad condicional. Como no podía ejercer de fotógrafo se colocó en tiendas de fotografía y gracias a sus contactos pudo trabajar en la fotografía industrial y comercial, donde la firma personal es de menor relevancia, pues la que cuenta es la de la agencia.

El pasado volvió a presentarse (el franquismo era cruel y tenaz hasta el paroxismo en sus persecuciones) y en 1950 fue condenado a 12 de años de cárcel, ¡tiene bemoles!, once años después de terminada la guerra y a un fotógrafo, ¡12 años! Luego le conmutaron la pena por prisión domiciliaria, que cumplió durante seis años.

Tuvo que morir Franco, para que en 1976 y acompañado de Eduardo Pons Prades, otro héroe republicano y que se habían conocido en un campo francés, pudieran, digo, recuperar sus negativos dejados en custodia en Carcasona en 1944. A partir de esta fecha, las cosas volvieron a su ser (en la guerra civil, casi todo está al revés de como fue). Centelles se registró como Fotógrafo y junto con la miríada de periodistas republicanos represaliados fueron admitidos en las Asociaciones de Prensa. Así que Centelles se dedicó a positivar sus negativos y a reivindicar la autoría de todas aquellas imágenes, que como a todos los fotógrafos republicanos, les fueron negadas la autoría y los derechos.

Las exposiciones se sucedieron y Centelles recobró algo de su anterior fama y hasta recibió el más preciado galardón del oficio, el Premio Nacional de Artes Plásticas. Era un poco tarde, pero seguro que a Centelles la noticia le supo de perlas. Un año antes se lo habían concedido a Pere Català Pic, otro grande de la profesión. En todo caso, las nuevas autoridades catalanas tampoco mostraron mucho interés por su archivo, premios aparte, y además Centelles, con la frágil salud que da la dura vida de preso y exiliado, enfermó y no pudo estar presente en la ceremonia de su premio, que recogieron sus hijos de las manos de Alfonso Guerra. Meses después, este héroe de la II República, fallecía el primer día de diciembre de 1985. Que la diosa razón lo tenga en su seno.

Pasado algunos años, las quejas de Centelles sobre el poco interés que las autoridades catalanas de la democracia mostraron por su obra, ser plasmaron en la controversia que levantó la Generalitat, cuando los hijos de Centelles, cansados del abandono oficial, ofrecieron los negativos al Archivo Histórico de Salamanca (entonces mandaba Zapatero) (1) en noviembre de 2009.

En la actualidad, algunos historiadores señalan que su archivo contiene obras de otros fotógrafos catalanes de la Guerra Civil y que al parecer Centelles pudo recolectar al final de la guerra para salvarlos en su famosa maleta o incluso durante la posguerra y que cuestionan la autoría de alguna de sus más significadas fotografías. (2)

M.B.

Notas.-

(1) En realidad los vendieron.

(2) Al respecto de esta penosa polémica, por lo que Centelles significa para los republicanos, El País publicó un artículo de Manuel Morales donde apunta a realidades de la profesión de fotógrafo reportero al principio del siglo pasado que explican un poco la maleta de Centelles y la reacción de sus familiares, artífices de la venta. A nosotros nos duele esta historia que no viene sino a reforzar como era el mundo de los fotoperiodistas antes de la guerra civil, para lo bueno y para lo malo. Sabemos que Centelles cuando cruzó la frontera francesa llevaba en su maleta negativos de otros fotógrafos, de un fondo que el administraba como responsable sindical y donde había negativos de Puig Ferran, de Gonsanhi y probablemente de otros. Algunos apuntan que este préstamo de fotografías era corriente entre fotoperiodistas y que esto explica que un negativo de Centelles se publicara como obra de Gonsanhi en el diario Ahora el 29 de julio de 1936, cuyo director entonces el gran Chávez Nogales, era intimo amigo de Gonsanhi. Y así, Centelles regaló a Gonsanhi la consabida foto de los guardias de asalto sobre el caballo muerto y el espontáneo con su pequeño revolver. Vamos a dejarlo, claro, ningún fotógrafo regala una obra maestra a otro fotógrafo. Y Centelles era lo suficientemente profesional y más para saber que la instantánea era de las que marcan época. Por ello dudo que Centelles le regalara a Gonsanhi la mejor de todas las que ese 19 de julio se tiraron en Barcelona. Pero además, ¿regaló Centelles a Gonsanhi también en resto del reportaje del diario Ahora? Ambos estuvieron allí, ambos publicaron sus reportajes pero el famoso negativo de la calle Diputación estaba en la maleta de Centelles al final de la guerra. Otras de las fotografías emblemáticas de esa jornada en Barcelona, es la del Guardia de asalto en camiseta que en una esquina y con el casco colgando del codo parece disparar al enemigo. También aparece firmada por Gonsanhi en el reportaje de Ahora.

Se dice, incluso se sabe, que esta foto es una pose y que los fotoperiodistas habían hablado con los guardias para que tras terminar la faena, por decirlo así, les hicieran algunas poses. Dado que este guardia es el mismo que aparece en la más famoso de las fotografías, hay quien piensa que la foto de la calle Diputación en una pose en la que se coló un espontáneo:

Nuestro querido amigo, que de ser real la imagen tiene más valor que el guerra, no sólo avanza hacia el supuesto enemigo sino que además lleva una bala en la mano izquierda. El revolver, yo diría que no lo lleva cargado, y ningún dedo en el gatillo. El republicano, que no es ningún jovencito, se apresta a cargar su arma. Y una de dos, o era un valiente o el también quería salir en la foto. En cualquier caso, fuera quien fuera el autor, esta fotografía representa como nadie como fue en Barcelona el 19 de julio. Fuerzas de orden público leales entusiastamente apoyadas por los trabajadores. Deberíamos titular su autoría como Gonsanhi/Centelles.

Barcelona 19 de julio. El curtido y severo rostro del guardia se va ablandando y compone una fraternal sonrisa. Los trabajadores, todos pendientes, le ofrecen comida.

Bombardeo franquista de Lerida.

Cuartel Lenin de las milicias del Poum. Al fondo de la formación el amigo Orwell