S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Fuerzas Armadas de la República |
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Opinión de Memoria republicana La polémica sobre las armas importadas por la República viene de muy atrás. En realidad nace con la publicación del catálogo de la exposición de material tomado al enemigo en el palacio Kursaal de San Sebastián en 1938, donde sin reparo de ningún tipo se hacen las afirmaciones más peregrinas sobre el armamento republicano que nadie se pueda imaginar. Naturalmente se trataba de una exposición propagandística y corriendo los tiempos que corrían, la cosa tienen fácil disculpa. Lo malo fue la impronta que esta publicación hizo en los aficionados a la historia militar del ejército franquista, contribuyendo a los manidos tópicos que durante décadas han circulado por las academias militares españolas, los círculos de aficionados, e incluso las monografías de sesudos y rigurosos analistas, como Martínez Bande. Son los tópicos de mil carros rusos, de mil aviones, de miles de cañones, etc... Para botón de muestra una foto del SB-2 en el Kursaal, donde además de llamarle "Martin Bomber", se afirma que hasta la fecha iban derribados 104, como todo aficionado sabe, las pérdidas por derribo en una fuerza aérea en guerra solo son una parte de las pérdidas generales, por accidente, avería, baja, etc..., pues bien, los republicanos sólo recibieron 92 bombardeos SB-2 "Katiuska" de los que se perdieron 40 por derribo. Lo mismo pasaba con el I-15 "Chato", el caza polivalente republicano, en el Kursaal, un hermoso cartel, que amén de llamarle caza "Curtiss", afirmaba que habían sido derribados hasta esa fecha, 364, prácticamente el total de "Chatos" adquiridos y fabricados por los republicanos (368, 237 fabricados más 131 recibidos). Bueno, la propaganda es la propaganda. Cierto, el problema surge cuando los cronistas de la guerra, en vez de hacer historia, siguen haciendo propaganda. Desafortunadamente, algo de esto les ocurrió a los estudios de los historiadores militares Ramón y Jesús, Salas Larrazábal (1). Se trata de unos monumentales estudios sobre el Ejército Popular y las Fuerzas Aéreas republicanas publicados entre 1973 y 1986, donde los autores consolidan la tesis, ya existente, por cierto, en el pensamiento histórico militar del ejército franquista, de que la República había importado más material e incluso mejor, que el del ejército rebelde, y que por tanto, y aquí subyacía la importancia de esta tesis, la derrota obedecía a factores humanos, como la falta de moral e instrucción de los soldados y aviadores republicanos, más la excelente moral del ejército rebelde, y su profesional aprovechamiento del mismo o parecido material. Durante décadas, estas tesis fueron mayoritariamente aceptadas por historiadores propios y extraños, configurando unas premisas básicas que determinaban grandemente cualquier aproximación a la historia militar de la GCE y de las fuerzas armadas de la República. Curiosamente, y pareja a esta tesis, estos mismos historiadores mantenían la mismo en cuanto a la represión en ambos bandos, dando altas cifras para la represión republicana y más bajas para la franquista ("Los datos exactos...", 1980 ). Pasó mucho tiempo antes de que historiadores independientes se cuestionaran estas cifras, pues incluso, reputados hispanistas, ingleses y americanos, aceptaban ambas tesis, armas y represión, como ciertas. Las cifras de la represión fueron rebatidas pronto. A la muerte del dictador, lenta pero persistentemente, los estudiosos independientes vinieron a desmontar, provincia a provincia, la idea de que la represión republicana había sido mayor, y de paso, dando luz a la terrible represión franquista, que día a día fue quedando en evidencia que no sólo era mucho mayor y cruel, sino que considerando la falta de estudios completos o parciales en muchas provincias, podría triplicar a la represión republicana. Sin embargo, no ocurrió así con la cuestión armamentística, pues al ser un tema, aparentemente menor, los estudios nacientes solo tocaban de lado esta cuestión, aunque también aportaron datos esclarecedores, como es el caso del excelente historiador Ángel Viñas en 1976 (2). Así las cosas, y pese a la muerte del dictador, las publicaciones especializadas seguían citando como fuentes básicas los estudios de los Salas, publicados en la década de los setenta, y que como ya sabemos, contenían errores cuantitativos y cualitativos, cosa natural por otro lado y que en nada desmerece su trabajo. Como botón de muestra diremos que en 1977, Javier de Mazarrasa, (3) experto en carros blindados del ejército español mantenía como ciertas cifras de más de 600 carros T-26 (se llegó a hablar de 1000), incluso 120 unidades para el Norte, donde no les vieron el pelo. Además afirmó con desparpajo que los republicanos habían recibido 100 BT-5, 30 BA-10 (?), etc... La historia de este experto en carros es de curiosa evolución: en 1991 en una publicación mucho más cuidada (4), y con cifras revisadas, evita comprometerse con los T-26, ni habla ya de los 120 llegados al norte, pero sigue dando 80 BT-5, 50 BA-I (20 para el Norte), desaparecen los BA-10 y aparecen nada menos que 80 BA-6. La cosa no termina aquí, Francisco Marín (5), otro experto en carros del ejército español, afirma en un estudio publicado por la revista Defensa en junio de 1996, que 4 batallones de carros T-26 habían combatido con las fuerzas republicanas del Norte (y eso que ya estaban publicados los datos rusos). Pero eso no es nada, según fuentes fiables que no especifica, afirma que sólo en el último trimestre de 1936 llegaron 360 carros T-26. (Recordamos al lector que el número total de carros T-26 recibidos por la república fue de 281 de los 321 enviados, cifras que en la actualidad no son discutidas por nadie). Pero aún abunda más, y para el primer trimestre del 37, da otros trescientos carros más, con un total aproximado de mil unidades. Es decir, ni siquiera se molestó este experto en leer las cifras de las Academia de las Ciencias Soviética (1974), sobre los envíos de material ruso a la República. Comprendemos que Ramón Salas tuviera que trabajar exclusivamente con archivos españoles (1973), y que le salieran más carros, cañones, aviones, etc...de los que en realidad vinieron, aspecto que nadie nunca pudo rebatirle en vida de Franco, pero las afirmaciones de los señores Mazarrasa y Marín en 1991 y 1996 no tienen explicación. Otro tanto de lo mismo le pasa al historiador Infiesta Pérez (6) que en el volumen 10 de la excelente colección, "La Guerra Civil Española" de Folio coincide prácticamente con las listas de armas de Ramón Salas Larrazabal, reiterando los 600 T-26 y otros errores. Y este era el panorama de la historia militar de la GCE a principios de la década de los noventa, casi veinte años después de la muerte del dictador. Así las cosas, especialistas en armas de tierra e historiadores españoles aportaron nuevos estudios en esta década, donde las cifras fueron revisadas, según fueron siendo sistemáticamente estudiados los archivos españoles (pero no los extranjeros) de la GCE. En este nuevo grupo de historiadores destaca del tandem Artemio Mortera - Jose Luis Infiesta (7), que a través de revistas especializadas y de sucesivas publicaciones de la editorial Quirón fueron aportando datos más fiables especialmente del material artillero. No obstante, la dependencia de estos especialistas de los estudios originales de los pioneros historiadores militares españoles, seguía siendo muy alta y la tesis original evolucionó de la superioridad republicana a la equiparación de medios, tesis que seguía ofreciendo a los lectores las mismas conclusiones de la anterior, es decir superioridad en moral de combate y profesionalidad de los ejércitos rebeldes. No obstante, nacientes investigaciones de periodistas, aficionados y de historiadores expertos avisaban de que los datos de los estudios económicos de las finanzas republicanas ya publicados no casaban con las cifras de material aceptadas por los historiadores. Más aún, la caída de la URSS, propició la irrupción de documentación jugosísima que demostraba lo que ya los historiadores soviéticos de este aspecto de la GCE habían afirmado: unas cifras sorprendentemente bajas, en comparación con las publicadas en España, aunque en España no habían calado entre el público aficionado, si bien, historiadores jóvenes, algunos nada sospechosos de simpatizar con la República, ya incorporaban a sus libros las cifras rusas. En este punto se pudo afinar mejor los materiales provenientes de la Unión Soviética, especialmente de material aéreo, cuyos nuevos valores, habían tomado ya el lugar de los anteriores. Sin embargo, los materiales terrestres rusos, y otras dos grandes partidas de suministros bélicos quedaban pendientes de mayores investigaciones: las armas compradas a países europeos, Polonia, países bálticos y Checoslovaquia, principalmente, y las adquiridas a países americanos, Méjico y Uruguay, etc... Es entonces cuando en 1994 un extraordinario equipo de investigación de TV3 dirigido por la periodista catalana María Dolores Genovés consiguió fotografiar gran parte de los documentos de los Archivos Militares Estatales Rusos que tuvieran relación con la guerra civil española. De este arduo trabajo nació el inapreciable documental L´or de Moscú. El historiador inglés Howson pudo acceder a ellos y también a los del Archivo Polaco del Museo Sikorski de Londres. Con ellos y consultando el shiping Index de la Lloyd, Howson reconstruyó la pista de la mayor parte de los envíos marítimos de armas para la República Española. A partir de ahí nació su magnífico libro: "Armas para España" que acabó con la tesis de equiparación de medios, aportando además, lo que también se sabía en las filas republicanas, el abandono y estafa de la República en la perentoria necesidad que ésta tenía de adquirir armas para afrontar la rebelión militar sustentada con armas y hombres por las dos potencias fascistas del momento. El libro de Howson es en verdad esclarecedor de las dificultades que tuvieron los agentes de compras republicanos para hacerse con materiales. Los traficantes internacionales de armas exprimieron las arcas republicanas, en un descarado "lo tomas o lo dejas", hasta límites descomunales, pero no sólo ellos, los soviéticos estafaron a la República sin ningún pudor. El estudio de Howson no es definitivo, quedan todavía muchas áreas por investigar, sobre todo de las armas ligeras, pero creemos que todo se andará. Una reciente publicación titulada "El oro de Moscú y el oro de Berlín" (8) concluye que los gastos monetarios de ambos bandos fueron equiparables, si bien los rebeldes trabajaron fundamentalmente a crédito, en el caso italiano, en bonísimas condiciones, los republicanos, sin embargo, gastaron, según este estudio, un porcentaje muy alto de sus reservas en sobornos, comisiones, etc... que no se tradujeron directamente en armas (unos 100 millones de dólares de la época), además, las armas que compraron eran más caras y peores que las que Italia y Alemania, principalmente, suministraron a los rebeldes. Con la excepción de dos tipos de aviones rusos (SB-2 "katiuska" e I-16 "Mosca"), de los carros T-26 y BT-5 y de los cañones contracarro soviéticos (45L46 mm.), todos los materiales adquiridos por los republicanos era de peor calidad que las de sus oponentes, pero les habían costado mucho más. Llegados a este punto, las tesis de los historiadores militares españoles deben evolucionar, pues no parece que la República y los rebeldes estuvieran equiparados en la adquisición de armas por lo que hasta hoy sabemos, pero, además, las de la República eran substancialmente peores y más caras. Nuestro trabajo en este capitulo ha sido estrictamente recopilatorio, hemos acudido a todas las publicaciones que hemos podido, hemos tomado notas y hemos criticado todos los datos recogidos a la luz del estado actual de cuentas. Sorprendentemente, el conteo, reconociendo que aún quedan lagunas por estudiar y que podemos haber cometido errores, arroja un balance distinto al mero recuento de materiales, no sólo las armas de la República eran mas caras y peores: a) Creemos que llegaron menores porcentajes de las armas adquiridas a las unidades republicanas de primera línea que a los de los rebeldes, de los totales adquiridos, independientemente de su calidad y origen. La explicación puede estar en la necesidad que tenía la República de defenderse de los bombardeos aéreos y marítimos, derivando gran parte de la protección AA a las ciudades y también muchas piezas artilleras a la defensa de costas, igualmente la aviación. También las fuerzas de retaguardia, milicias, sindicatos, cuerpos de seguridad, etc... absorbieron mayor porcentaje de armas de guerra que sus oponentes. b) Muchas armas se perdieron en los primeros meses de la guerra por motivos obvios de desorganización e inexperiencia de las milicias, que abandonaban el material en las retiradas. El sabotaje de la quinta columna también parece haber afectado a la calidad de las armas. Algo similar, aunque a una escala algo menor, pudo ocurrirle a los rebeldes en sus fábricas de municiones. c) Al tener la República su territorio partido, la coordinación y la racionalización de la compra, distribución y encuadramiento de los materiales, fue muy difícil. d) La mala marcha de la guerra para la República, alimentaba los parques rebeldes con material republicano y mermaba las escasas reservas republicanas, cuyos parques siempre sufrieron penuria independientemente de la continuidad del flujo de adquisición de materiales, que, en realidad, no lo hubo. e) La recepción de materiales no fue nunca equiparable en ambos bandos por cuestiones geográficas y de política internacional. Señalaremos como los impedimentos más destacados las malas rutas terrestres y la fluctuante política de fronteras francesa, la mala disposición de los puertos republicanos, la presencia de la base naval rebelde de Mallorca, y sobre todo la política de No Intervención, y el eficiente bloqueo italo-germano-rebelde de las rutas marítimas de aprovisionamiento republicanas. Naturalmente, esto le ocurría a la República porque iba perdiendo, pero señala indiscutiblemente que la adquisición de armas debe ser valorada con criterios más abiertos que los meros expedientes de compra y recepción Y en cuanto a la polémica entre el experto en artillería de la GCE Artemio Mortera (un excelente especialista, sin duda) y el historiador Howson, nuestra opinión quiere ser objetiva. Nadie ha hecho tanto por investigar el material artillero de la GCE como el Sr. Mortera, cierto, pero también es cierto, que nadie ha hecho tanto como Howson por clarificar cuantitativa y cualitativamente el estado de la investigación de las armas adquiridas por la República. Las malas formas que a veces ha adoptado esta polémica, fundamentalmente por parte del Sr. Lucas, no son asunto nuestro y las consideramos irrelevantes a la hora de enfocar la cuestión, de la misma manera que consideramos irrelevante la ideología (en realidad las desconocemos) del Sr. Mortera y del Sr. Howson. Sin embargo, al respecto del señor Molina, señalar que no ponemos en duda la validez documental de su revista (pese a su simpatía por el bando rebelde, cosa que a nosotros nos pasa a la inversa), ni la validez de sus publicaciones (al menos documentalmente, y por ese motivo la compramos y la leemos con mirada crítica, pero con interés), lo que verdaderamente obvia en su crítica al artículo de Santos Juliá, es que el señor Molina ha mezclado su ideología con sus opiniones, acusando, además, a este historiador, precisamente de su propio pecado. En cuanto al fondo de la polémica, es decir, las cifras, creemos necesario advertir al lector que no está todavía estudiada al 100% una considerable parte del material recibido. Y es muy probable que en sucesivos estudios, las cifras de material adquirido por la República, varíen, nosotros pensamos que a la baja. Además, las erratas de imprenta envenenan estas polémicas y dejan en mal lugar costosos estudios de años, como Howson aclara en sus contestación a Mortera, respecto de unos totales dados por éste en su primera intervención. Y es que las guerras de cifras nunca se acaban y lo que suelen hacer es ahuyentar al público aficionado, quedando las polémicas circunscritas a reductos de aficionados especializados. Para el paciente lector que nos ha seguido hasta aquí, resumiremos nuestra opinión sobre este capítulo de la GCE en los siguientes puntos: 1) La República, es decir, el gobierno legal constituido, democrático y parlamentario, fue abandonado por las democracias europeas, fundamentalmente por Inglaterra y seguidamente por Francia, y por los Estados Unidos, favoreciendo esto desde un primer momento, a la rebelión militar. 2) La necesidad del gobierno de adquirir armas en los mercados negros de armas, permitió la estafa y el engaño consiguiente. La calidad de las armas, principalmente , las compradas vía SEPEWE era ínfima, pero la disyuntiva era lo tomas o lo dejas. 3) La venta de armas rusas tuvo una dura contrapartida política y puso a la República en la tesitura de tener que aceptar las injerencias político-militares soviéticas (en todo caso exageradas por los historiadores franquistas). 4) El gobierno recibió menos y peor material que su contrincante, a excepción (única) del carro de combate T-26. Los envíos estuvieron condicionados por cuestiones ajenas a los hechos militares y dificultados por la efectiva intervención naval italo-alemana. El año 1938, que fue militarmente el más desastroso para la República, fue el que menos material se recibió, contrariamente a los rebeldes, que fue el año que más y mejor material recibieron. Todas estas cuestiones contribuyeron decisivamente a la derrota militar de la II República. Notas.-
Grupo Memoria republicana. |