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IGNACIO AGENJO CAÑIZARES:  Una vida Truncada.

Por Javier de la Puerta.

 

Isabel Agenjo Cañizares, en la foto, fue encarcelada, rapada y sacada en procesión por las calles de Villanueva en abril de 1939

Había nacido en Villanueva de Alcardete en 1910. Durante la Guerra Civil luchó con el Ejército de la República y algún tiempo después de terminar la contienda regresó a su pueblo,  siendo inmediatamente denunciado,  por  varios paisanos,  y  detenido el 10 de agosto de 1939. Su militancia  en  el PCE  fue  determinante  en su largo cautiverio, que empezó en la iglesia parroquial  y en la ermita de la Virgen de Gracia, de Villanueva, continuando en la iglesia parroquial y en la cárcel de partido de Quintanar, terminando en la  cárcel de Ocaña, denominada  oficialmente  Reformatorio de Adultos,  aunque  si  la realidad hubiera sido determinante en el nombre, tendría que habérsela denominado "Matadero y  Reeducatorio Mental de los Vencidos".

Aunque Ignacio pasó  por un consejo de guerra, que no juicio,  colectivo y  simultáneo para una veintena de individuos,  el 17 de abril de 1940,  la ausencia de abogado defensor le dejó sin ninguna posibilidad real de eludir  la pena de muerte,  ya que  no le dejaron presentar ningún testigo, con los que hubiera podido echar por tierra las burdas acusaciones que le habían sido imputadas.  A fin de cuentas, Ignacio fue condenado a muerte y fusilado en Ocaña el 11 de julio de 1940. Mientras Ignacio estaba todavía en  el campo de concentración situado en la iglesia parroquial de Quintanar, a finales de noviembre de 1939, recibió una comunicación de la Escuela de Comercio*1, dependiente de la incautada Institución Libre de Enseñanza, recordándole sus deseos de mejorar profesionalmente  y  animándole a terminar los estudios de comercio, después de años de esfuerzo y sacrificio. Tanto su ansiada mejora profesional, como su deseo de formar una nueva familia con su amada Isabel, fueron arrancados de cuajo. Ignacio era un idealista,  fuertemente convencido de sus ideas,  que en ningún momento se doblegó ante la muerte, como dejó reflejado en las dos cartas que escribió despidiéndose de su familia y de sus compañeras de partido*2. Unos días después de ser ejecutado, varias compañeras de  prisión,  enviaron una esquela *3 (carta sacada clandestinamente de la cárcel)  a  su familia, relatando  su salida  de  la prisión,  camino del cementerio de  Ocaña.  Ignacio se despidió a gritos, citando los nombres de sus amigos y compañeros,  acusando a los funcionarios  y  al sacerdote  que lo acompañaban  al cadalso de connivencia con el crimen que se iba a cometer  y  cantando una canción  a  través  de la cual se despedía de la vida,  de las cosas bellas que nunca volvería a ver:

 

Sal estrella matutina

que no te voy a ver más,

pues me sacan de la celda

y me llevan a matar.

 

 

 

¡Ignacio, contigo hasta la eternidad!

 

 *1 Carta de la Escuela de Comercio, de la incautada Institución Libre de Enseñanza, escrita en Madrid,  Año de la Victoria, 25 de noviembre de 1939. 

*2  Carta de Ignacio  escrita en la Prisión de Ocaña,  el 28 de mayo de 1940, despidiéndose de sus compañeras de partido y de presidio.

Reformatorio de Adultos (Ocaña),   28 de mayo de 1940

Queridísimas paisanas: después de una horrorosa noche oscurecida por el terror más criminal que jamás se conoció en  la Historia desde la más remota antigüedad,  con la serenidad más lícita que yo nunca pensé alcanzar me pongo a noticiaros por ser sumamente cortas nuestras horas de existencia en este Suplicio lleno de asco  y repugnancia de todo ser humanitario, en las formas y condiciones que estoy presto para la muerte:

Primero,  moriré con la serenidad más grande que se haya conocido, porque las fuerzas de mi voluntad me la tienen proporcionada.

Segundo,  por encima de todas las barbaridades  que contra mí se cometan tendré palabras ensordecedoras para mis verdugos, con la completa seguridad de que con los mismos fusiles que hoy nos asesinan vilmente,  serán huellas imborrables en las conciencias criminales de estos que nos ejecutan y se convertirán en máquinas ejecutivas contra todos ellos.

Tercero, me voy con la conformidad de  que la máquina  que un día  liberará  al mundo de la esclavitud está ya en marcha que sin duda alguna el repugnante "yugo" y degeneradas flechas se verá amenazado  de una tempestad  que el pueblo español emprenderá contra él donde saldrán victoriosos,  porque nuestra roja sangre no morirá y brotará por encima de nuestras  tumbas que ahogará  la poca  resistencia que traten de hacer  estos asesinos, porque este pueblo martirizado y gobernado con la pistola no es fascista ni lo fue ni lo será,  porque tiene un concepto claro de lo mucho que vale la libertad y la justicia de los leales españoles. Y por todas estas razones, queridísimas hermanas,  nuestra sangre se convertirá en el más invulnerable y asfixiante gas  que no les dejará lugar ni refugio donde albergarse, porque les asfixiará su mismo órgano degenerativo.

Y cuarto, con la sonrisa en mis labios y el corazón lleno de pasión hacia todas vosotras, como también hacia mis inseparables hermanas, Invencible y me despediré de este cautiverio, como dijo aquel poeta "La muerte es un manojo de flores en una vida esclava". Iré a por este manojo de flores  con la certeza en mi corazón de que voy a consumirme en lo más profundo de la tierra y a convertir mis pocas carnes en cenizas, que quizás algún día  serán jugo de sabia de alguna planta florida y vosotras, mis buenas hermanas, os veáis hermosamente engalanadas y adornado vuestro pecho con estas bonitas flores de la planta que yo alimento con mi cenizas y pocos restos.

No os  imaginéis nunca  que yo soy a la hora de mi muerte un timorato que renuncio de mi ideal. No, eso que no pase ni tan siquiera por la sombra de aquellas personas que me conocen, porque yo en esa hora aterrada de dolor estaré como lo estoy ahora,  más orgulloso que nunca de haber formado parte de mi glorioso partido, que en la actualidad es la admiración de todo el mundo por su obra reconstructora  en la civilización. Y con todo el cuento que nos dice la "German" propaganda de su doctrina, yo me voy de esta vida con la seguridad que hice todos como ellos dicen, en recobrar luz, sonido, olfato y gusto, sino a convertirse en polvo, como ya os digo de nuestra única madre adoptiva que es la tierra.

No quiero cansaros más  para no daros más pena y como confío en todas vosotras, Teresa, Piedad, Florencia, Francisca y todas las demás que no menciono, no os digo lo que tenéis que hacer para vengarnos,  porque de sobra lo sabéis vosotras, pero sí os pido que permanezcáis fieles a nuestra honrada organización y ciegamente obedezcáis las órdenes que se cursen y en torno a una férrea disciplina; seréis el símbolo y el baluarte de la nueva generación que inmortalizará a sus héroes.

A todas queridas mías os envío con todo mi corazón el abrazo más apreciado y cariñoso, como a Juanita y a Paca, que eternamente estaréis conmigo.

Vuestro hermano,

 

*3 Carta de Piedad, compañera de prisión de Ignacio en la cárcel de Ocaña, dirigida a su propia familia y, también,  a la familia de Ignacio, contando los últimos días de éste. Ignacio fue fusilado en el Cementerio de Ocaña el 11 de julio de 1940.

Mis queridas madre y hermana,

Cuatro letras para decirles que estamos pasando unos días muy malos, pues llevamos todo este mes que no dejan de sacar, pues el día 11 a las 5 de la mañana sacaron al pobre Ignacio y se despidió de nosotras, nos nombró a las tres; a los oficiales y al cura los puso verdes; Él  iba cantando este cantar:

Sal estrella matutina

que no te voy a ver más,

pues me sacan de la celda

y me llevan a matar.

Madre Dolores e Isabel, no les pido nada más que una cosa,  que tengáis resignación  para sufrir todo y para si nosotras no vamos,  porque estamos en unos momentos muy peligrosos, que vosotros podáis vengaros de las muertes de nuestros hermanos y de nosotras. Madre, todavía no he pasado por el consejo de guerra, pero aguardo salir de un día para otro, pues Marcelino ha salido y le habían echado pena de muerte y también Milagros.

Isabel, que días más malos que estamos pasando, tú tienes que estar fuerte y anima a tus padres, qué vamos a hacer, esto ya no tiene remedio. Les mandamos una esquela que nos mandó tu hermano a nosotras para que os enteréis. Yo la conservaré, para que si nosotras vamos ya sabemos lo que tenemos que hacer. Nada más Isabel, muchos recuerdos a tus padres y hermanos y para ti. Y usted, mi querida madre, y hermana reciben el cariño de su hija que no las olvida ni un momento.

 Piedad