S.B.H.A.C.

Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores

Memoria Introducción Carteles Fuerzas Personajes Imágenes Bibliografía Relatos Victimas Textos Prensa Colaboraciones

Testimonios y textos recuperados por su interés.

Enlaces

Entrevista con Mary Nash.

Una gran conciencia feminista

Publicado en Tiempo de Historia nº 18 de mayo de 1976

—¿Cuál fue la postura del Gobierno republicano respecto al movimiento de «Mujeres Libres»?

—«Mujeres Libres» era un movimiento anarquista y, como tal, no aceptaba la idea misma de Gobierno. Hablar de movimientos femeninos en relación con el Gobierno sería cuestión de hablar de movimientos que no fueran libertarios; por ejemplo, Mujeres Antifascistas. En Cataluña, formaban parte de este grupo militantes de la Esquerra, Estat Catalá y PSUC, mientras en el resto de España lo hacían mujeres de tendencia republicana, aunque se puede decir que el partido dominante era el comunista y en Cataluña el PSUC. Hubo relación entre «Mujeres Libres» y Mujeres Antifascistas, pero las primeras rechazaron siempre fusionarse por considerar que hubiera supuesto ser absorbidas por el partido comunista. Dolores Ibarruri hizo un llamamiento a «Mujeres Libres» en una carta abierta a la prensa para que se integraran en la organización de Mujeres Antifascistas, pero la secretaría nacional de «Mujeres Libres» no aceptó. El apoyo oficial del Gobierno respecto a las organizaciones femeninas se otorgó siempre a Mujeres Antifascistas. Por lo tanto, «Mujeres Libres» tuvieron que enfrentarse no sólo a la falta de apoyo de sus propias organizaciones libertarias, sino también a la de los organismos oficiales del Estado.

—¿Llegaron las «Mujeres Libres» a formar una federación nacional y a tener relación con los movimientos anarquistas, aunque éstos no acabaran de aceptarlas?

—Si bien existió alguna colaboración con la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, lo cierto es que las mujeres se vieron siempre obligadas a insistir para ser invitadas o apoyadas. Por ejemplo, es bastante significativo que cuando en octubre del 38 «Mujeres Libres» entregó un informe al Pleno Regional del movimiento libertario pidiendo ser reconocida como organización autónoma dentro del movimiento anarquista y como rama integral del mismo, sólo pudiera asistir al final del congreso y ni siquiera en calidad de miembro. La petición no fue aceptada.

—¿Llegaron a tener conexión con otros países?

—Sí, tenían contactos con algunos países de Europa, Sudamérica y EE.UU. y habían propuesto, en un congreso propio, formar una «Confederación Internacional de «Mujeres Libres». Naturalmente, el proyecto se quedó sobre el papel. Más bien lo que se mantenía eran contactos a través de cartas, solidaridad y envío de ayuda para la guerra.

EL TRÁGICO MES DE MAYO DEL 37

-¿Contribuyeron a los esfuerzos de la guerra desde su postura ideológica? ¿Cuál fue ésta en los sucesos de mayo del 37?

—Respecto a la primera parte de la pregunta, «Mujeres Libres» se revelaba en sus escritos consciente de que lo que ocurría no era una guerra civil sino una guerra social. Guerra que en modo alguno había que ganar para luego fortalecer una democracia burguesa, sino para alcanzar el objetivo último de la revolución. En este sentido criticó «Mujeres Libres» la postura colaboracionista de los anarquistas que aceptaron entrar como ministros en el gobierno de Largo Caballero. En noviembre del 36, cuatro militantes ocupan las carteras de Industria, Comercio, Justicia y Salud Pública (Federica Montseny). Pero los sucesos de mayo del 37 —que enfrentaron a comunistas y anarquistas con un saldo de doscientos muertos y mil heridos— significaron para «Mujeres Libres» la pérdida de las libertades conquistadas, ya que el gobierno de Largo Caballero tuvo que dimitir y los anarquistas abandonaron el gobierno, comenzando su declive.

«Mujeres Libres» intentó arreglar la situación de los sucesos de mayo desde su posición de mujeres. Concretamente intentaron llegar a un acuerdo con mujeres de otras tendencias políticas para hacer un llamamiento por la radio desde la Generalitat a todas las mujeres. Esta iniciativa fracasó porque las representantes de otras tendencias políticas simplemente no respondieron. Otro de los objetivos importantes de este grupo —ya que como mujeres se encontraban en la retaguardia— era el de fortalecer las conquistas revolucionarias y ayudar a conseguir nuevas conquistas.

SIEMPRE EN LA RETAGUARDIA

—En tanto que feministas, ¿llegaron a ser conscientes del hecho de que ellas estaban en la retaguardia y los hombres iban al frente?

-No, realmente no. Lo que sí puede decirse es que en Madrid, por ejemplo en el Frente de Guadalajara, llegaron a participar muchas, pero no como organización sino a título individual y en contacto después con «Mujeres Libres». La mayoría de ellas tenían tareas tales como planchar y lavar la ropa y todo aquello que podía considerarse como «cargas específicas femeninas». Estaban también las milicianas, igualmente a título individual, pero este es otro tema. Mujeres Libres» emprendió diversas campañas de solidaridad con los frentes republicanos, visitando y ayudando a los hombres, pero no llegó a considerar la idea de quedarse allí. No hay que olvidar que ésta era la actitud general del movimiento libertario, que en sus mensajes escritos a las mujeres no duda en hacer un llamamiento a todas las milicianas para que vuelvan a casa.

-Y ¿participó «Mujeres Libres» en las comunas de mujeres?

—Este hecho no ha podido estudiarse suficientemente, pero se sabe que participaron en colectividades agrícolas en las que habia mujeres, e incluso llegaron a integrarse en ellas algunos miembros del movimiento.

— ¿Existía algún movimiento feminista paralelo de tipo burgués?

— En esos años, no. El movimiento feminista burgués es típico de principios de siglo. Hay que hacer una distinción importante respecto al movimiento feminista proletario de »Mujeres Libres» que, a la vez que reivindicaba la emancipación de las mujeres, también luchaba por unas reivindicaciones generales dentro de todo el sistema económico y social existente, mientras que las mujeres del feminismo burgués nunca pusieron en cuestión no ya solamente las estructuras económicas y sociales, sino tampoco el papel mismo de la mujer. Para ellas el lugar de la mujer era el llar y la familia. Lo que sí querían era mejorar la situación de la mujer, ya que muchas esposas de pequeños burgueses se habían visto obligadas a trabajar por necesidad económica. La Biblioteca Popular de la Dona de Cataluña recogía sobre todo este tipo de problemas. Por otra parte, y este tema habría que profundizarlo más, no parece que las secciones femeninas de los demás partidos políticos tuvieran un nivel de conciencia feminista similar al que habían llegado ciertas militantes de «Mujeres Libres». En este período, todo esfuerzo y trabajo se dedicaba a la guerra. No había tiempo para ocuparse del problema de la mujer.

FAMILIA Y RELIGIÓN

—¿Cuál fue la postura de «Mujeres Libres» respecto a la familia?

—Las mujeres anarquistas no se plantearon a fondo los problemas de la familia tradicional, aunque estuvieron en contra de cualquier forma de matrimonio institucional. Las mismas «Mujeres Libres» rebatieron una campaña de educación sexual que se había llevado a cabo porque llegaron a la conclusión de que había servido para reforzar la idea dominante de libertinaje y, en consecuencia, había resultado perjudicial para la mujer, ya que muchos hombres, sobre todo jóvenes, acudían a las reuniones del partido en busca de relaciones amorosas fáciles. Pese a su crítica, «Mujeres Libres» no ofreció una alternativa válida.

Las feministas anarquistas no rechazaban la familia por considerarla un elemento susceptible de recoger la ideología anarquista. Apreciaban la unión monogámica y no prosperaron las alternativas comunales. Respecto al papel de los padres en la educación de los hijos, los anarquistas en general no superaron el núcleo familiar. Federica Montseny consideraba muy importante la relación madre-hijo y rechazaba el cuidado comunal de los hijos. Sustentaba el concepto del hijo como «obra de arte», aunque ella en particular creía estar dotada para cuidar hijos y trabajar al mismo tiempo, cosa que no esperaba de las demás mujeres. Despreciaba la masa femenina de su tiempo y hablaba de un prototipo ideal de mujer futura. La Montseny se situaba, pues, en una posición individualista, mientras «Mujeres Libres» quería ser una organización de masas y era más realista respecto al nivel cultural de las mujeres obreras de la época, el cual se esforzaron en elevar por todos los medios a su alcance.

—¿Y la cuestión de la religión, tan determinante en el país?

—Aunque «Mujeres Libres» no habló apenas de ella ni se hizo un planteamiento específico de la cuestión, sí levó a cabo una crítica de la influencia de la religión en las obreras y pretendió darles una cultura laica.

—¿Queda algo de este movimiento en la actualidad?

—«Mujeres Libres» todavía funciona, pero no en España, como puede suponerse, ya que sus miembros emigraron a Inglaterra y Francia al terminar la guerra junto con otros exiliados políticos. Son las mismas militantes de entonces y siguen sacando su revista.

—¿Puedes dar nombres?

—Prefiero no hacerlo.

—La no superación en el seno del movimiento anarquista de las contradicciones entre teoría y práctica respecto a la mujer, cosa que ocurre también en los partidos socialistas, ¿justificaría la existencia de movimientos autónomos femeninos aún en la actualidad, era contra de las posturas políticas que niegan la legitimidad de tales movimientos alegando que se trata de un problema de liberación común?

—Sí. Creo que tanto los organismos anarquistas como los de tendencia marxista no se han planteado el problema de las mujeres y no han logrado integrar a la mujer en la lucha social. Este es un problema que hay que tener en cuenta si realmente se quiere llegar a algún resultado práctico dentro de la lucha feminista.

«Mujeres Libres» puede volver a cobrar actualidad porque un grupo de mujeres anarquistas quieren poner en práctica en 1976 aquel programa feminista todavía pendiente...

(Entrevista realizada por Marina Pino)