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Tiempo de Historia nº 27, noviembre 1977 Asturias, 1936-1937. La frágil unidad del Frente PopularAlberto Fernández |
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Se ha querido conservar intacta, entre los vencidos de 1939, la imagen de una Asturias íntimamente unida en la adversidad frente al destino, imagen que parte ya de la «huelgona» de 1917 y de la tentativa revolucionaria de octubre de 1934. La verdad nos obliga a decir que no siempre reinó la concordia entre los que, unánimemente, se opusieron desde sus comienzos a la sublevación de julio de 1936. A cuarenta años de distancia, se puede echar la vista sobre el acontecer político de la región sitiada en el Norte de España, ya que los aspectos militares han sido abundantemente tratados por especialistas eminentes, lo que no quiere decir que acaso un día no volvamos nosotros, actores y testigos, sobre el tema. Abre este debate importante, y por primera vez, el que fuera joven Comisario de Guerra del Frente Popular, Juan Ambou, con la publicación en París de un libro con marcado carácter polémico, al que debieran suceder otros, escritos por quienes, aún en vida, tuvieron su parte importante de responsabilidad en la dirección de la guerra y de la economía en Asturias. No puede ya cubrirse con el espeso manto del silencio o del olvido lo sucedido en el reducido territorio leal a la República. Que cada cual ocupe el lugar que le corresponde en la Historia, es lo que pretendemos hoy. EL DOMINGO 19 DE JULIO EN OVIEDO. Reunidos en torno al Gobernador Civil, Liarte Lausín, estaban los socialistas Amador Fernández, Ramón González Peña, Graciano Antuña e Inocencio Burgos, todos dirigentes del potente Sindicato Minero Asturiano; los comunistas Juan José Manso, diputado, y Juan Ambou; José Maldonado, de Izquierda Republicana, diputado y actual Presidente de la República en el exilio; los cenetistas Avelino González Manada y Avelino G. Entrialgo; y los médicos Carlos Martínez y Laredo, más el jefe de la Guardia Civil, Lapresa. «Amadorín» (diminutivo de Amador Fernández), sostenido por Peña, los cenetistas y el Gobernador, creía que se debía depositar toda la confianza en el coronel Aranda, del que Prieto respondía, al parecer, como inclinado hacia la República, mientras que los comunistas sostenían lo contrario y pedían su detención inmediata. En vano. Aranda se presentó, en las condiciones ya conocidas, acompañado del jefe de Estado Mayor, Loperena. Escuchó y, enigmático, se fue convencido de que no se debía armar al pueblo. Mientras tanto, se concentraban en Oviedo los guardias civiles de la provincia al grito de «Viva la República» y con el puño en alto. A partir de entonces, empieza la sublevación, se produce la encerrona del cuartel de Santa Clara, la muerte de algunos bravos e incautos combatientes y la caída de las caretas. El Gobernador continuó desmintiendo durante unas horas aún que hubiera sublevaciones en la provincia, pronunciándose frases despectivas e injuriosas en dirección de los «jovenzuelos» del PC. Al salir del Gobierno Civil, Ambou dice a Antuña: —¿Qué pasa, Graciano? ¿Insisten en enviar 10.000 mineros a Madrid? —Creo que sí —contesta el interpelado, nervioso. —Pues mi Partido —el PC— ha ordenado que ningún militante se incorpore a la columna. ¿Quién y con qué se asegura que Oviedo queda en manos republicanas? —¿Qué quieres? Prieto insiste en que el coronel es leal, lo mismo que Pozas. El diálogo es tenso. El gigantón de Antuña dice que ya Burgos ha salido para la cuenca minera para organizar la columna. «Y Aranda está de acuerdo», añade. Ambou le acusó de «estar entregando Oviedo», a lo que respondió Antuña que todo el mundo estaba de acuerdo, menos los comunistas. «Además—añadió—el capitán Ros va a distribuir armas a los mineros» en Santa Clara. Ros, Liarte y Antuña fueron muertos por los sublevados poco después... Las columnas mineras volvieron a Asturias sin poder llegar a la capital de España, Oviedo fue ocupado por insurrectos y nace ya el primer desacuerdo entre asociados del Frente Popular. Y las cosas se agravarían aún hasta alcanzar proporciones dramáticas. CONSTITUCIÓN DEL COMITÉ PROVINCIAL DEL FRENTE POPULAR. No obstante, el peligro une a todos y, con iniciativas (disparates a veces) individuales o colectivas, se organiza la resistencia, se cierran las brechas en el dispositivo y se estabilizan ya algunos frentes. Acuerdo total en cuanto a la creación de una dirección política y administrativa, exigencia apremiante. Parecía evidente también que había que terminar con el cantonalismo que reinaba en algunas zonas: en Sama estaba el Comité del Frente Popular para Asturias; y en Gijón funcionaba el Comité de Guerra, de -influencia anarco-sindicalista. Tarea difícil la de unificar, pero tarea que había que emprender. Esta situación era, sin embargo, explicable en sus principios teniendo en cuenta que las relaciones con las autoridades centrales eran esporádicas, irregulares, salvo por radio. Y la ocupación de locales, las «requisas» por parte de organismos políticos o sindicales, fueron un hecho al que se tenía que poner término y pronto, puesto que en los me-dios dirigentes se pensaba que la guerra sería larga. Que cada cual, pues, dejara de tomar por su cuenta decisiones, ocupaciones y requisas más o menos legales. Así las cosas, el 6 de septiembre de 1936 se constituye en Gijón, bajo la presidencia del socialista Belarmino Tomás, el Comité Provincial del Frente Popular, dividido en Departamentos, con la siguiente composición: Guerra: Juan Ambou (PC); Interior: Amador Fernández (PSOE); Obras Públicas: José San Martín (I. R.); Hacienda: Rafael Fernández (JS, luego JSU); Industria: José Turman (CNT); Comunicaciones: Angel González (FAI); Asistencia Social: Eladio Fanjul (FAI); Agricultura: José García Alvarez (PC); Sanidad: Joaquín F. Paredes (I. R.); Instrucción Pública: Manuel Suárez Vázquez (JS); y Marina Mercante y Pesca: Eduardo Vázquez (CNT). El reparto de «carteras» fue cuidadosamente estudiado de acuerdo con la respectiva influencia de cada cual. UGT y Juventudes Libertarias estaban ausentes, pero indirectamente representadas. Cuatro días más tarde se reunieron en Grado, en torno al Consejero de Guerra, los representantes provinciales del F. P. Reunión ésta de gran interés político y que sentó las bases de la militarización de los milicianos y donde se concretaron algunos aspectos en vista de la unidad de mando político-militar. Lo cual, hay que decirlo de pasada, no impidió que el Comité de Gijón continuara funcionando hasta noviembre. En el curso de la reunión, los representantes de la FAI se opusieron a las medidas propuestas (instrucción militar, servicio obligatorio, responsabilización de los jefes que recibían las armas, elección de mandos, etc.), mientras que jefes anarco-sindicalistas prestigiosos (Carrocera, Onofre, Víctor Alvarez y otros) defendían el punto de vista de los demás participantes. PRIMERA CRISIS GRAVE. Operación militar de envergadura de la Asturias republicana, y, concordancia, en cuanto al objetivo, fueron uno de los motivos de la polémica entablada: el PC quería que se operara contra la columna «gallega»; los demás, que había que terminar con la resistencia en Oviedo «para dar satisfacción a Prieto», dirá Ambou. Y terminaron los combates sin que se rindieran los sitiados y quedara abierto el «pasillo» Grado-Oviedo, con la consiguiente preocupación para el «Gobiernín» asturiano y el enfrentamiento entre sus componentes. La crisis se produjo en diciembre, una vez que las autoridades competentes hubieran nombrado, después de delicadas consultas con los mandos de batallones y jefes superiores, 980 jefes y oficiales, que dejaban de ser milicianos para incorporarse a la escala activa del Ejército. En la segunda quincena del mes, Madrid oficializa el organismo dirigente de la provincia y, cuando se creía que este reconocimiento mejoraría la situación, estalla, sorprendiendo a todos, el conflicto, el enfrentamiento, el choque entre dos concepciones de la dirección a seguir, de los objetivos político-sociales. Pero, principalmente, el choque es contra «el proselitismo, la política partidista» del PC, según Amador Fernández y Segundo Blanco (CNT), mientras que los comunistas acusan a los demás de ser blandos. Al margen, los jóvenes socialista unificados, a quienes se debe la iniciativa de un manifiesto-llamamiento al PC y al PSOE para forjar la unidad de acción, manifiesto que logró la firma de acuerdos en este sentido. La Historia conservará el recuerdo de frases y actitudes agresivas, principalmente aquéllas de «Amadorín» respecto a Juan Ambou. Pero el anticomunismo casi visceral del primero y de algunos socialistas y anarco-sindicalistas del Consejo, no fue la única razón de la crisis. El PC acusaba a la CNT de no respetar los acuerdos del Frente Popular sobre la pequeña y mediana burguesía (en esto Amador coincidía con los comunistas) y de hacer que el control obrero en las empresas se convirtiera en «derecho absoluto y privado de propiedad». El Comité provincial del PC, con fecha 27 de diciembre de 1936, afirmaba que «la crisis encubría todas las incalificables anormalidades que se daban en la retaguardia». La crisis se resolvió... en ausencia de los representantes del PC, con la reorganización del Consejo el cambio del titular de Guerra. A finales de enero, sin embargo, PC y PSOE firmaban el acuerdo de unidad de acción. EL CONSEJO INTERPROVINCIAL DE ASTURIAS Y LEON. Esta reorganización consistió en denominar al Consejo «interprovincial de Asturias y León» y en cambiar titulares de Departamentos. Presidido igualmente por Belarmino Tomás, que ocupaba también la Consejería de Guerra, el Consejo quedó así constituido: Comercio: Amador Fernández; Marina: Valentín Calleja (UGT); Comunicaciones: Aquilino Fernández Roces (UGT); Hacienda: Rafael Fernández (JSU); Justicia: Luis Roca de Albornoz (JSU); Industria: Segundo Blanco (CNT-FAI); Asistencia Social: Maximino Llamedo (CNTFAI); Trabajo: Onofre García Tirador (FAI); Pesca: Ramón Alvarez Palomo (FAI); Propaganda: Antonio Ortega (IR); Obras Públicas: José Maldonado (IR); Instrucción Pública: Juan Ambou (PC); Agricultura: Gonzalo López (PC), y Sanidad Civil: Ramón Alvarez Posada (JJLL). Quince consejeros en total; los representantes de la UGT son un socialista (Calleja) y un comunista (Roces). Se dividen algunas «Carteras» y se crean otras, como la de Propaganda. El ambiente por el momento había cambiado, pese a los sorprendentes acontecimientos anteriores, debido a la situación del Norte en general y a la fusión juvenil más los acuerdos unitarios PSOE-PC. Se cierra felizmente este período de incertidumbre, pero no por mucho tiempo. Constituido el XVII Cuerpo de Ejército de Asturias, es preparada la ofensiva de febrero sobre Oviedo con el apoyo de brigadas vascas y santanderinas, que resultó fracasada y ocasionó perdidas importantes. Empezaba una nueva fase, los asturianos convencidos, al fin, de que Oviedo resistiría por mucho tiempo aún. Ahora, a ayudar a Euskadi. EL PERIODO «UNITARIO»: UNIDAD SINDICAL UGT-CNT. Aparecieron las resquebrajaduras en el Comité provincial del FP a medida que se precisaban los objetivos de cada uno de los grupos participantes. Inevitables, pero que pudieron ser superadas en tan dramática situación. De no haber triunfado la razón, se hubiera dado en Asturias el tristísimo espectáculo que se dio en Madrid al final de la guerra entre «casadistas» y «negrinistas» en lucha fratricida. Apaciguamiento que terminó con la creación del Consejo citado anteriormente. En esta curva ascendente y descendente entre comunistas y socialistas, al igual que en el resto de la Península, el periodo ascendente se manifestó, ya declarada la guerra, en el Pleno de Federaciones de la UGT, celebrado durante el mes de septiembre de 1936. La nueva CE de la veterana organización reunía a socialistas y comunistas. siendo un miembro del PC, Manuel Fernández Valdés, el secretario general. En plena euforia unitaria se hizo una proposición a la CNT para la unidad de acción, pacto que fue aprobado, después de largas discusiones, el 5 de enero de 1937 y ratificado en abril. «No es el momento de hacer experimentos de comunismo libertario o estatal», se decía en la declaración común, salvando así el escollo y facilitando el entendimiento. Se establecen los controles obreros, se promete respetar a los pequeños propietarios de la ciudad y del campo, etc. Firman el acuerdo Silverio Tuñón (CNT) y Valdés (UGT). Pero, en abril, el Congreso de la UGT desplaza a los comunistas de la dirección; las acusaciones no varían. Posteriormente se crea la Alianza Sindical, formando parte de la dirección Moisés Carballo, Manuel Martínez e Inocencio Burgos (UGT), y Avelino G. Manada, Acracio Bartolomé y Silverio Tuñón (CNT). FUSIÓN DE LAS JUVENTUDES SOCIALISTAS Y COMUNISTAS. La juventud, politizada hasta el extremo límite por aquel entonces, había iniciado ya su acercamiento antes de la guerra, concretamente durante el movimiento revolucionario de 1934. La guerra no había hecho más que aumentar el acercamiento. Los jóvenes estaban menos marcados que los mayores por las prolongadas querellas. Y, apenas iniciadas las conversaciones el, el plano nacional, avanzaron en la región asturiana las negociaciones, estableciéndose rápidas etapas para llegar a la fusión. Hubo algunas resistencias, si mal no recordarnos, en la región langreana, pero fueron superadas fácilmente durante el Congreso unificador celebrado en el Teatro Robledo, de Gijón, el 15 de octubre, en el que participaron los frentes y la retaguardia. Se respiraba ambiente de unidad por doquier y, en este clima apasionado y combativo, nació la Federación asturiana de las JSU, que eligió para el secretariado general Rafael Fernández, al que acompañaban en la Comisión, Ejecutiva Francisco Fernández («Pancho»), Lucio Losa, Andrés Ibargüen, Emilio Bayón, Luis Roca de Albornoz, Federico Patán, Purificación Tomás, Ángel León, Valentín Calleja, Marino Granda, Luis Coca y, más tarde, ya herido en el frente de Oviedo, se incorporo al trabajo el autor de estos apuntes. Conviene destacar el hecho de que los jóvenes unificados contribuyeron más que nadie a distender la atmósfera a veces irrespirable en que se debatían PC y PSOE. Fueron los consejeros JSU, acusados de «submarinos» comunistas (injustamente como lo probaría la actuación ulterior de cada uno de ellos), quienes desdramatizaron la tensa situación. Esta afirmación merece san consignada para que se comprenda hoy el grado de madurez de la juventud en aquella época. COMITÉ DE ENLACE PSOE-PC. En abril de 1937, el CC del PC y la CE del PSOE publican una declaración en Madrid anunciando la creación de un Comité Nacional de Enlace, e instando a los Comités provinciales a imitar este gesto, que no tuvo, al parecer, el beneplácito de Largo Caballero, paladín, a la sazón, de la unidad de acción. Habían empegado ya las maniobras que conducirían al tan respetado líder a abandonar la presidencia del Gobierno. En Asturias, a pesar de los pesares, este espíritu se adelantó al manifestado en Madrid. En efecto, dejando de lado los sinsabores de la «crisis„ de diciembre, se constituye en enero un Comité provincial, compuesto por Antonio Llaneza, Dutor y López Mulero (PSOE), y Ángel Alvarez, Félix Llanos y Juan Ambou (PC), este último nombrado secretario general. El programa marca los objetivos, entre los cuales figuran «asegurar la unidad de voluntad y de acción de todo el pueblo», «asegurar la autoridad del Frente Popular», «acatar las órdenes del Estado Mayor», «reforzamiento de la disciplina», «mando único en la vanguardia y la retaguardia», «condena de la red de pequeños comités que entorpecen», más «la lucha contra los que debiliten la unión sagrada de la clase obrera». Los firmantes se comprometen a publicar un periódico en común. Demasiadas cosas. Si el documento fue bien acogido por civiles y militares, su aplicación no se llevó a efecto más que en sus grandes líneas. Las disensiones internas se escondían tras la fachada de la unidad antifascista y proletaria. NUEVA ALERTA A LA CRISIS. El 17 de abril, el Gobierno central envía un telegrama a Belarmino, ordenando que cesara en sus funciones de Consejero de Guerra y que desapareciera la Consejería como tal. No se trataba, al parecer, de una censura o desautorización dirigida al Gobernador o al Consejo, sino el deseo de la Administración de incluir Asturias en el proceso de centralización y establecimiento de un mando único. Belarmino Tomás manifestó ruidosamente su desacuerdo y presentó su dimisión del cargo de Gobernador. El Consejo, no obstante la disposición, conservaba toda su autoridad, el Góbernador seguía siendo el representante del Gobierno central. ¿Por qué, pues, esta dimisión? Acaso la respuesta estribe en que, si Tomás continuaba aplicando en la región el programa político, las leyes y disposiciones que emanaban de Valencia, se había creado el Comisariado que trabajaba conjuntamente con el EM del XVII Cuerpo mandado por Linares. Y nadie, al parecer, ignoraba que entre el PC y el Teniente coronel existían las mejores relaciones. Se discutió en el Consejo la dimisión y, al final, Belarmino decidió continuar. La crisis no se había producido. Tormenta en un vaso de agua. EL CONSEJO SOBERANO DE GOBIERNO. ¿HACIA EL ENFRENTAMIENTO TRAS LA RUPTURA? Se esperaba la caída inminente de Santander después de la desbandada consecutiva a la toma de Bilbao por los nacionalistas, la concentración de «gudaris», desobedeciendo al Gobierno central, en Santoña, la rendición de estas fuerzas a los italianos, etc. Se enfrentan entonces los partidarios de dos políticas totalmente opuestas: la de resistir contra viento y marea, y la de buscar una salida airosa evacuando al mayor número de soldados (para lo cual no había, a pesar de las promesas oficiales, barcos suficientes ni la preparación indispensable). En tan difícil situación política y militar, se produce el hecho singular de la transformación del Consejo interprovincial en Consejo Soberano de Gobierno por la publicación de un «decreto» que, textualmente, dice así: Artículo 1º —El Consejo interprovincial de Asturias y León, a partir de la fecha de este decreto, se constituye en Consejo Soberano de Gobierno de todo el territorio de su jurisdicción; y a él quedan íntegramente sometidas las jurisdicciones y organismos civiles y militares que funcionan y funcionen en lo sucesivo dentro del referido territorio. Artículo 2.°—El propio Consejo Soberano, a la vista de los acontecimientos favorables que se produzcan en el curso de la guerra, determinará el momento de despojarse de las funciones soberanas que hoy asume. Artículo 3.°—De este decreto se dará cuenta al Gobierno para su convalidación, sin perjuicio de su absoluta vigencia, impuesta por el imperio de las circunstancias, desde este mismo momento de su promulgación. La fecha del decreto: 24 de agosto de 1937. La hora: medianoche. La proclamación del Consejo Soberano, quien se atribuye poderes que competen únicamente al Gobierno de la nación, crea una nueva tirantez entre los asociados en la dirección de la guerra y de la economía de la región referida. Máxime cuando una parte importante de las organizaciones del Frente Popular no están de acuerdo con esta medida, que estiman perjudicial, antiunitaria y cantonalista. En la reunión celebrada inmediatamente después de la proclamación de la "soberanía", el enfrentamiento se produce de manera inacostumbrada, más violento e incorrecto tanto para con las personas como para con las organizaciones que éstas representaban. El Partido Comunista se lanza el primero a criticar duramente la decisión. Rafael Fernández, secretario general de las Federaciones asturianas de las JSU y del PSOE, apoya esta posición y —en términos tan duros, pero en lenguaje menos ácido— condena el decreto y la pretendida "soberanía". En cuanto a los representantes de la UGT, como uno era comunista y el otro socialista, cada uno adoptó una posición diferente. Sucedió algo parecido con los consejeros de Izquierda Republicana, según le hicieron saber a Azaña los señores Menéndez y Laredo: «Reprueban —dice el que fue Jefe del Estado— la formación de este Gobierno extravagante y su conducta,» La idea había partido, al parecer, de «Amadorín», y era compartida por la mayoría de los dirigentes del PSOE y por Berlarmino, así como por Segundo Blanco y otros responsables de la CNT. Al producirse una crisis interna en el PSOE, Rafael Fernández perdió la secretaria general de la Federación asturiana. En el curso de la discusión, cada vez más apasionada, se llegó al insulto personal: Segundo Blanco acusó a Rafael Fernández de apoyar a los comunistas en términos como éste: «¡Por culpa vuestra!», lo que significaba que, por culpa de las JSU, no se había aislado a los comunistas. Amador Fernández llegó a tratar de «hijo de p...» al joven unificado por las mismas razones. De ello podemos dar fe, puesto que así se nos informó en reunión de la Comisión Ejecutiva de la JSU, posteriormente a la del Consejo. «Vivimos días de gran tensión —escribe Juan Ambou—. Las reuniones del Consejo eran borrascosas. En una de ellas levantó Blanco una silla en alto para descargarla sobre Rafael Fernández...» «Y corno la tensión subía de punto y las amenazas eran cada vez más evidentes, tanto los dirigentes del Partido Comunista corto los de la JSU no tuvieron más remedio que ser protegidos por compañeros armados.» «Es más: hubo un momento en que se pusieron en estado de alerta algunas unidades con mandos comunistas que estaban reorganizándose en la retaguardia. Y a buen seguro que las JSU tomarían también sus medidas. Esa era la angustiosa situación de aquellos días, que pudo haber tenido un desenlace trágico en Asturias v de funesta repercusión en el resto de la zona republicana.» Añadiremos por nuestra cuenta a lo que dice el ferroviario de Oviedo que, en efecto, se movilizaron varios batallones, y alguno de entre ellos, hallándose en el frente camino de Santander, se preparó a volver hacia Gijón para intervenir militarmente. De haber habido enfrentamiento armado, la tierra asturiana se hubiera cubierto de sangre antifascista. No hay que olvidar que, en su mayoría, las unidades estaban mandadas por jóvenes unificados v comunistas (lo que era uno de los reproches lanzados por los partidarios de la «soberanía» en dirección del PC y de las JSU). El Gobierno censuró esta actitud, sobre todo cuando tuvo conocimiento de que el Consejo Soberano se había dirigido «soberanamente» a la Sociedad de Naciones, denunciando los bombardeos facciosos y amenazando con ejecutar a los presos políticos. El Ministro de la Gobernación manifestó a Berlarmino «su sorpresa y su disgusto». El Gobernador contestó con un largo telegrama, que nunca leyó en reunión plenaria del Consejo. En este testo importante, se dice: «Iniciativa funciones plenas Gobierno fue obligada, debido a deserciones Ejército, cuyos mandos eran primeros en incumplir órdenes militares. Tal acto no puede interpretarlo Gobierno como rebeldía. Deben conocernos suficientemente...». «Ejército hallase situación moral derrota, careciendo medios hacerle pelear...» Más adelante, esta afirmación sorprendente y que no corresponde, cono hemos visto, a la realidad: «No existe discrepancia alguna entre partidos. Todos estamos de acuerdo.» Se calmaron, al fin, los ánimos y comenzó de nuevo el trabajo conjunto. En el Consejo se creó un vacío: Amador Fernández se había marchado a los pocos días de la publicación del decreto, según parece para vender sidra en Inglaterra; otros afirman que para avanzar negociaciones con vistas a conseguir apoyo británico y francés para organizar una evacuación por mar. Los restantes consejeros se constituyeron en estas Comisiones: Comisión militar: Berlarmino Tomás (Delegado del Gobierno y Presidente del Consejo), Teniente coronel Linares (Jefe del E. M. del C. de Ejército), Segundo Blanco (Industria), Juan Ambou (Instrucción Pública) y Onofre García Tirador (Trabajo). Comisión de Abastecimientos, Evacuación y Transportes: Amador Fernández (Comercio, ausente), Ramón Alvarez Palomo (Pesca), Calleja (Marina) y José Maldonado (Obras Públicas). Comisión de Justicia, Orden Público, Propaganda y Comunicaciones: Luis Roca de Albornoz (Hacienda), Aquilino Fernández (Comunicaciones) y Antonio Ortega (Propaganda). Comisión de Asistencia Social y Sanidad (civil): Maximiliano Llamedo (Asistencia Social) y Ramón F. Posada (Sanidad). Comisión de Economía: Gonzalo López (Agricultura) y Rafael Fernández (Justicia). Así se fueron organizando los diversos servicios, con mayor o menor éxito, hasta que llegó la evacuación en la noche del 20 de octubre de 1937. A. F. |