S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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JULIAN GORKINCaníbales políticos. Hitler y Stalin en España. Ediciones Quetzal, México, D. F. México, 1941. Texto Seleccionado. Después de Munich, Stalin preparó un nuevo viraje de 180 grados. Nunca había roto del todo las relaciones secretas con Berlín; a partir de entonces, decidió activar sus negociaciones con Hitler. Es indudable que la primera consecuencia fue el envalentonamiento del Führer en sus visados imperialistas y sus preparativos de guerra. Las ofertas secretas de Stalin a Berlín fueron dictadas por el pánico. El dictador del Kremlin había hecho todo lo posible por alejar la guerra de sus fronteras tratando de provocarla, en torno a los problemas de España y del Mediterráneo, entre las cuatro grandes potencias; éstas habían llegado a un acuerdo provisional que fortalecía a Hitler en el Este y pronunciaba el peligro contra la URSS. La segunda consecuencia fue... el sacrificio de Cataluña. Yo nunca he dudado de la turbia maniobra estaliniana que representaba el derrumbamiento del frente catalán; hoy me afirmo más que nunca en esta convicción. Trataré de explicar mis razones. A su regreso de Munich, donde su socio del Eje había obtenido un triunfo tan señalado, Mussolini planteó violentamente sus reivindicaciones de Córcega y Túnez. Francia dio a entender que prefería la guerra con Italia antes que ceder esas posiciones. Stalin aguzó el entendimiento. La «salvación» podía venir de ese lado. Quizá se acercaba el desenlace que venía buscando desde hacía tiempo: la guerra entre las potencias en torno al Mediterráneo. Si además de poseer las Baleares y la costa del Marruecos español, los totalitarios llegaban a ser dueños de toda la frontera pirenaica, mediante la caída fulminante de Cataluña, no cabía duda que las reivindicaciones del Duce se harían más precisas y violentas, aumentando los peligros de guerra por ese lado. Estos cálculos son muy propios del cerebro de Stalin. Examinemos ahora, aun cuando sea someramente, el desarrollo de la campaña de Cataluña. Me basaré para ello en un libro de indiscutible interés, firmado por el general Vicente Rojo, ex jefe del Estado Mayor Central de la República. Rojo no es anticomunista; más bien manifiesta ciertas simpatías por los comunistas, sin duda por la influencia que sobre él ejercía el doctor Negrín. Por eso pueden tener mayor valor sus datos. Aun cuando no fuere necesaria, empecemos por registrar esta afirmación: «...y aquella pugna que de largo tiempo venían sosteniendo los partidos, celosos del predominio que en el Ejército tenían los comunistas». Era evidente, indiscutible, esa preponderancia. Prieto, ex ministro de Defensa Nacional, también la reconoce en su folleto sobre las «intrigas de los rusos en España». Otra premisa interesantísima, que establece también el propio Rojo: «El mejor aliado lo teníamos en la URSS, tanto en el orden espiritual como en el material; pero sea por dificultades del Gobierno, financieras o de trámite, o por otras causas, el apoyo material solía llegar tarde o con pobreza.» ¿Cómo no ha llegado a comprender Rojo, por mucha que sea su ignorancia de las cosas políticas, que el material ruso llegaba «tarde y con pobreza» porque así convenía a Stalin? El material para la defensa de Cataluña llegó... cuando ya Cataluña estaba perdida. Pero hay todavía más. Rojo reconoce que «la Subsecretaría de Armamentos funcionaba muy mal». ¿Quién la regentaba, independientemente —¡cosa inconcebible!— del Estado Mayor Central?: el coronel Cordón, comunista e instrumento ciego del estalinismo. Tanto lo era, que no dudó en venir a deshonrarse en nuestro proceso, por orden de la GPU, con un cúmulo de mentiras comprobadas, que tenían el inocente fin de hacernos fusilar. Luego no sólo el material llegaba tarde y con pobreza, sino que todavía los comunistas lo administraban conscientemente mal. Así se explica el hecho monstruoso, confesado por Rojo en su libro y confirmado por Negrín ante la Comisión Permanente de las Cortes, reunida en París, de que al producirse la ofensiva franquista «el armamento disponible en Cataluña no llegaba a 60.000 fusiles. Y el 40 por ciento de la artillería estaba en reparación». Conviene añadir otra cita de no menor importancia: «Faltaban hombres y armas, sobre todo éstas. Los primeros los había absorbido una organización viciada que tendía a reforzar los organismos del interior en perjuicio de las unidades combatientes...» Así era en efecto. El estalinismo llegó a hacerse tan impopular y odioso, que sólo podía mantenerse en el poder a fuerza de aumentar los órganos represivos en la retaguardia. El daño causado a los frentes, por la falta de esos hombres —casi todos jóvenes—y de esas armas —las mejores—, era incalculable. En esas condiciones hubo que afrontar la campaña de Cataluña. Pero pasemos a examinar ahora otros aspectos. El ex jefe del Estado Mayor Central dice: «El ataque a Cataluña lo habíamos previsto desde que el Gobierno eligió como sede de su residencia la ciudad de Barcelona...» Muy bien. ¿Qué medidas se tornaron para prevenirlo? El Estado Mayor elaboró todo un plan, cuyo inicio debía consistir en un ataque sobre Motril, posición clave, con el fin de obligar al enemigo a llevar hacia el Sur buena parte de sus reservas de Andalucía y Extremadura. Se trataba de una distracción estratégica de extraordinaria importancia. El jefe del Grupo de Ejércitos del Centro —el general Miaja—conocía el plan desde el 20 de noviembre. Lo conocía y le había dado su aprobación. El ataque a Motril debía realizarse el 11 de diciembre. El mismo día Rojo recibió una carta de Miaja negándose a realizar dicho plan. Y Negrín, que lo había aprobado, aprobó entonces la suspensión del ataque y del plan. Rojo dice: «La batalla de Cataluña comenzamos a perderla al suspender la operación sobre Motril. Hubiera bastado ese ataque, en relación con las subsiguientes maniobras de Extremadura y Madrid, para desarticular el plan adversario o, cuando menos, si Franco sacaba tropas de Cataluña, para ganar algún tiempo más del que nos concedió el temporal de lluvias y lograr que el ansiado armamento hubiera llegado oportunamente para ser útil, en Cataluña y en la región Central.» Recapitulemos un momento. Rojo afirma, en uno de los párrafos de su libro, que «Miaja era comunista». Yo diré que era un instrumento, más o menos consciente, de los comunistas, aun cuando él se obstine ahora en negarlo. Al lado de Miaja, jefe del Grupo de Ejércitos del Centro, actuaba como comisario general Jesús Hernández, el elemento más turbio del estalinismo español. Y ahora conviene formular algunas preguntas: ¿Por qué se negaron a aplicar el plan el mismo día en que debía empezar a aplicarse? ¿Cómo se atrevieron a desobedecer las órdenes del Estado Mayor Central y del propio ministro de Defensa Nacional? ¿Quién les movió a ello y quién les cubría? ¿Por qué el doctor Negrín, en lugar de tomar las debidas sanciones contra su desobediencia, se apresuró a cubrirla y a desaprobar el plan que antes había aprobado? Es éste uno de los «misterios» de la última fase de la guerra española. ¿Por qué no contribuye a aclarárnoslo el general Miaja, ahora que se dice —me lo ha dicho a mí mismo— un «acérrimo anticomunista»? «También debería aclararnos esta otra cita de Rojo` "Se insistió en el envío de hombres des-de la región central y se pidió que vinieran armados, en vista de que no llegaban las armas del exterior. Estas expediciones de hombres eran muy laboriosas y además, por un espíritu de colaboración muy mal entendido, cuando a las unidades se les pedía un con-curso no solían dar lo mejor. Así resultó que los primeros hombres llegados de la zona central eran francamente defectuosos corno combatientes." Luego los mandos de la zona central no sólo se negaron a utilizar a tiempo los abundantes y buenos elementos de que disponían, sino que se negaron a mandarlos para la defensa de Cataluña. ¿Por qué?» Pero lleguemos a las operaciones militares. Se inicia el ataque franquista el 23 de diciembre. Parecia lógico que, tratándose de una ofensiva que tenía por objetivo fundamental Barcelona, el ataque se hubiera efectuado por Balaguer hacia Igualada y Barcelona, por ser más llano el terreno y más corta la distancia. Pero en Balaguer actúa el XVIII Cuerpo, que no esta mandado ni influenciado por los estalinistas y que ha dado pruebas de iniciativa y arrojo. En Tremp, donde se produce un ataque fuerte, la División 26, de ideología libertaria —o cenetista—, resistió muy bien. ¿Por dónde fueron rotas las líneas e irrumpieron las tropas enemigas? Oigamos a Rojo: «El Cuerpo XII (dos Brigadas de la División 56) flaquea de una manera absoluta en la primera jornada, abriendo la puerta por la que irrumpirá francamente el enemigo. Hubo una desbandada. El fracaso lo había motivado la División 56 y, dentro de ésta, la Brigada 179, de la cual no quedó en línea absolutamente nada.» Digamos en seguida que la División 56 era estalinista y estaba mandada por jefes pertenecientes, desde hacía años, al Partido Comunista. Es decir, por militantes de confianza, obedientes a las órdenes de su partido y capaces de ejecutar cualquier misión sin chistar. «La maniobra de Tarragona se inicia decididamente por el enemigo tras la ruptura de Borjas-Vinaixa. Ocupados estos puntos, las tropas italianas prosiguen su avance hacia Montblanch y Santa Coloma, mientras el Cuerpo Navarro lo hace paralelamente, desbordando Montblanch por el Sur, para caer sobre Valls.» Y luego: «Se abandonan las poblaciones de la provincia sin resistencia y sin ni tan sólo destruir los puentes ni nada.» Todo esto es muy grave. Y por demás claro para mí. Los franquistas han dado un rodeo formidable por Tarragona para seguir desde allí hacia Barcelona. La comarca Montblanch-Valls es montañosa y está llena de obstáculos naturales. Pues no han encontrado ninguno. Los mandos estalinistas no se han parado ni tan sólo a destruir los puentes. El avance franquista ha sido tan sorprendente, que apenas ha dado tiempo para que se retiraran los soldados que había en el Ebro... ¿Qué pensar de todo esto? He aquí mi hipótesis, creo que bastante fundada. Hitler, en negociaciones secretas con Stalin, sabía que Cataluña sería sacrificada, que el armamento ruso no llegaría a tiempo para defenderla, que los mandos estalinistas de la zona central sabotearían la diversión estratégica de Motril y el envío de refuerzos y de armas al frente catalán, que las líneas mandadas por los comunistas no opondrían la menor resistencia... Y sabiendo esto Hitler no podía dejar de saberlo Franco. La conquista de Cataluña fue para él un paseo militar. Después de la evacuación de Cataluña, y antes de salir para la zona central, con el fin de dar un golpe de Estado y poner todos los mandos dictatorialmente en manos de los estalinistas, lo que provocó el contragolpe Casado-Besteiro, Álvarez del Vayo, en función todavía de ministro de Estado, declaró según mis informes : «La cuestión es resistir un par de meses. En el transcurso de este tiempo tendremos la guerra, sin duda alguna, entre Francia e Italia.» Era la voz de Moscú. Del Vayo interpretaba la esperanza —y la maniobra— de Stalin y de Litvinof, a cuyo favor debía sus altos cargos en España. También Rojo nos confirma todo esto en su libro. En Francia sigue a la disposición del jefe del Gobierno y ministro de Defensa. Le dirige varios escritos. Negrín no se digna contestar. Se entera, sin embargo, de que al margen suyo, sin su conocimiento —sin el conocimiento del jefe del Estado Mayor Central—, salen para la región central varios jefes y comisarios de la plena con-fianza de Negrín. Consigna: «persistir en la resistencia porque ésta podía dar pie a un cambio de la conducta internacional». Y Rojo añade en la página 241: «Era indudable para mí que algo se había interpuesto entre el presidente y su jefe de E.M., abriendo quizás un abismo infranqueable.» Se había interpuesto, sin duda, la creencia de que Rojo no se prestaría a ser instrumento en el golpe de Estado que, preparaban Negrín y del Vayo de acuerdo con los comunistas. El propio Rojo lo reconoce más adelante cuando dice: «Veamos, ahora, cómo se desarrollaron los acontecimientos en la región Central. El doctor Negrín asume el mando supremo (que ya tenía) y realiza una serie de nombramientos, a base de los jefes y comisarios comunistas llegados a la zona. Tal manera de proceder dio la sensación de que se ponían los jalones para un golpe de fuerza, más que para sanear el ambiente y mejorar la situación, y tal conducta, lejos de resultar beneficiosa iba a acentuar las dificultades y servir de pretexto para otros más graves sucesos.» No se produjo la guerra cuando Stalin y sus subordinados en España lo esperaban. Lo que se produjo fue el hundimiento del Centro en condiciones particularmente trágicas y vergonzosas. Los principales responsables pudieron huir a Francia o a Rusia. (...) Las condiciones para el pacto Hitler-Stalin se prepararon —que nadie lo dude— en la pobre España, sobre una inmensa montaña de cadáveres. Hitler trató de justificar su intervención en nombre de la lucha contra el comunismo. Pero en el discurso del 30 de enero de 1939 no hizo ya una sola alusión a Stalin y al comunismo. Y en su discurso de recepción de la Legión Cóndor, a su regreso de España, resultó que había ido a luchar contra «el imperialismo plutocrático inglés» y no contra el comunismo. Y Stalin, que había cometido sus crímenes en nombre de «la democracia contra el hitlerismo», no vaciló en cometer después su crimen más monstruoso: su alianza con el hitlerismo. Los dos totalitarismos debían encontrarse, tras el ensayo general que fue el asesinato del pueblo español, en el asesinato de casi todos los otros pueblos de Europa. El hecho de que ahora tengan que enfrentarse con las armas en la mano, no puede borrar los crímenes pasados del uno y el otro. Julián Gorkín, Caníbales políticos. Hitler y Stalin en España. |