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LLUÍS COMPANYS

(Ángel Ossorio Gallardo )

Vida y sacrificio de Companys

Editorial Losada, Buenos Aires, 1943. Texto Seleccionado.


Y ahora me corresponde aportar una referencia personal. Me refiero a mi último contacto con Companys consistente en una carta que me envió a Buenos Aires desde Neuilly en 26 de junio de 1939 contestando otra mía de 30 de marzo anterior. He dudado si debía silenciarla por las mismas consideraciones que he silenciado otros extremos pero, bien pensado, creo que debo darla a conocer porque fotografía un estado de ánimo y porque es el último dato personal que del gran amigo me queda.

Dice así : Mi querido amigo Don Ángel : A los pocos días de llegar a París recibí una carta de usted, después, una tarjeta. No supe de la carta hasta más tarde. Quise luego, tuve siempre en el pensamiento, escribirle. En el estado de ánimo que supondrá usted y ante tanta desventura y sentimientos múltiples, me acordaba siempre de usted, lo he ido aplazando por un gran abandono, deseoso de no decir nada; de no recordar de política. Hubiese podido escribir a usted dos líneas de afecto, pero no quería eso, sino decirle y explicarle. Y de ahí que lo fuera aplazando.

Mi hija con su marido y el nene salieron para México. Su joven marido tiene el deber y la necesidad de abrir nuevos horizontes. Iba a México relacionado, con proyectos y alguna oferta, etc. En suma, mi hija salió tranquila y ya me ha escrito que está bien. Mis hermanos Pepe, Manuel y Camilo en una residencia refugio de Montpellier. Nosotros aquí en Neuilly y este verano iremos a la Bretaña a una villa que mi amigo Casanellas tiene alquilada.

Barcelona no podía defenderse, la debía defender el ejército en todo caso. Habían sido llamados a filas desde los 17 a los 45 años y hasta los 50 para fortificaciones. En Barcelona sólo heridos, viejos y niños. Ni armas. Días antes hubimos de entregar para el frente hasta los fusiles de la policía, a la que se dio revólveres; se recogían y se buscaban fusiles de uno en uno. No los había. Negrín ya sabía que Barcelona no podía defenderse ni unas horas.

Tres o cuatro días antes estuve yo a verle y le encontré con Rojo. Allí supe que Negrín había estado toda la noche en vela.

—«Usted me dijo que me avisaría en el caso de no poder establecer la línea, y he esperado aquí vestido, pensando verlos asomar de un momento a otro, e impaciente por escuchar su voz.» Rojo contestaba que «no le había avisado porque la línea se había podido establecer, aunque no aguantaría, pero de momento se había obligado a una detención». Negrín replicaba que, de todas maneras, debía habérselo dicho «porque no se tiene así a un hombre».

Al día siguiente me pidió que hablase por radio afirmando la resistencia. Lo hice. Más tarde, ya todos en Figueras, en una reunión de ministros, dijo que iba él a hablar aquella noche, que no estaba todo perdido, etc. Que él ya sabía que Barcelona no podía defenderse ni una hora, pero que ahora había mucho que hacer, etc. Yo le pregunté por qué me pidió a mí que hablase en Barcelona y no lo había hecho él. Me contestó: «Porque yo era ministro de la Guerra y presidente y sabía cómo estaba todo. Usted sí, porque no tenía el deber de conocer cómo estaba todo militarmente.» En efecto, las fuerzas estaban deshechas. La operación del Ebro fue un golpe poético pero destrozó todo el ejército del Ebro. Perdimos 30.000 hombres y quedó todo disperso y deshecho. El Estado Mayor en el Ebro y en el Este, no sabía ni el emplazamiento de las unidades. Pugnas políticas entre los comunistas, etcétera. Todo un viejo proceso que yo veía venir. No dejé de preverlo, decirlo, vocearlo en el oculto de los responsables.

Al pueblo catalán se le había, además, quitado su contenido. La Vanguardia había hecho más daño que cinco divisiones italianas. Todo previsto porque era claro, pero inútiles ruegos ni apremios.

La crisis última, con tanques, aviones y soldados del frente, para coaccionar a Azaña y a la población, fue la muerte de la dignidad civil, y el camino abierto al capricho y a la coacción. Traté de responder como ciudadano, pero ante los interrogantes del mañana, y los mil problemas de cada hogar, era difícil la lucha, porque era demasiado fácil la captación, la división. En fin, ¿ve usted? Escribo nervioso y no digo lo que querría decir reposadamente, citando hechos, aclarando cosas. Ya vendrá. He dejado allí todo, pero he traído documentos de archivo, pocos, pero suficientes y elocuentes. Ya vendrá.

A ustedes mis afectos más vivos si es posible ante esa situación dolorosa. Afectos de mi esposa. Para la suya, y sus hijos toda nuestra devoción. Le abraza su ya viejo amigo Lluís Companys.»


Ángel Ossorio Gallardo, Vida y sacrificio de Companys