S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Segismundo CasadoAsi cayó Madrid Guadiana de Publicaciones. Madrid, 1968. Texto Seleccionado. Para convencerse de que el ejército republicano, después de la pérdida de Cataluña, carecía de capacidad de resistencia, basta leer en este libro la célebre reunión que tuvieron, en el aeródromo de Los Llanos, el presidente Negrin y los Altos Mandos militares. El pueblo de Madrid, cuya gesta heroica ya tiene reservado un.relevante puesto en la Historia de la guerra civil, después de la caída de Cataluña, no deseaba seguir luchando, porque estaba convencido de la inevitable derrota y pedía la paz públicamente. Esto es notorio. Ahora, que el doctor Negrín y los comunistas querían imponer la consigna de resistir, eso ya es otro cantar. El pueblo odiaba al Gobierno Negrín, gobierno bautizado por los comunistas con el pomposo nombre de «GOBIERNO DE UNIÓN NACIONAL, presidido por el doctor Negrín. Realmente no era un Gobierno, no existía unión y carecía de sentido nacional. Era simplemente una dictadura al servicio de una potencia extranjera, que contrajo grandes responsabilidades y que siguió una política de espaldas a la opinión del pueblo español y contraria a la conveniencia de España. Este era el Gobierno que imponía la consigna de resistir, con objeto, según se creía entonces, de alargar la lucha en espera de un desequilibrio internacional. Después nos hemos enterado que este criterio tan generalizado estaba equivocado. La realidad era que, en enero de 1939, Alemania y Rusia comenzaron a negociar el célebre pacto de no agresión y a Rusia le interesaba alargar la guerra para facilitar la negociación. Para imponer la consigna de resistir, el doctor Negrín tuvo suspendidas las prerrogativas del jefe del Estado, por el siguiente procedimiento criminal: Si era favorable la marcha de las operaciones o si se producía un movimiento de protesta de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales o, en fin, si el jefe del Estado, en uso de sus facultades constitucionales, pretendía retirar la confianza al doctor Negrín, éste lanzaba una consigna ordenando a los mandos militares que dirigieran al jefe del Gobierno un mensaje de adhesión personal. Como el 70 por 100 de los mandos pertenecían al Partido Comunista, el jefe del Estado recogía la impresión de que todo el Ejército estaba solidarizado con el doctor Negrín. Esta abominable conducta, admitiendo esas adhesiones delictivas, hizo posible que un Ejército Popular permaneciera en rebelión contra el Poder Moderador de la Nación. Muchas son las responsabilidades contraídas por el doctor Negrín, pero ésta tiene rango preferente. En el orden administrativo, la conducta de este Gobierno rebasa los limites de lo tolerable. Cuando el Partido Socialista preguntaba a su afiliado, el doctor Negrín, por qué no daba cuenta de la situación de la Hacienda, contestaba con su tan conocida frase: «Eso no se lo digo yo ni al cuello de mi camisa.» Pero lo verdaderamente monstruoso de este Gobierno, que revela de manera elocuente la traición al pueblo español y el desprecio a España, se ve en el hecho que voy a relatar: En la reunión del aeródromo de Los Llanos, bajo la presidencia del doctor Negrín y la asistencia de todos los Altos Mandos del Ejército, éstos opinaron que había que terminar la guerra rápidamente, mediante la negociación con el enemigo y el doctor Negrín mantuvo el criterio de resistir. Esta reunión histórica se celebró el día 16 dé febrero de 1939. Pues bien, con anterioridad a esta fecha, el doctor Negrín, antes de haber renunciado a la consigna de resistir, había dado orden al coronel Trejo, encargado de compras de material aeronáutico en los Estados Unidos, para que procediera con urgencia a la reventa del material comprado recientemente en dicho país, poniendo como precio de venta tope la mitad de su valor de compra. El día 4 de marzo —es decir, un día antes de la caída del Gobierno Negrín—, don Fernando de los Ríos, embajador de España en los Estados Unidos, envió a don Indalecio Prieto, que, a la sazón se encontraba en México, el siguiente despacho: «Por los 22 Bellanca y 61 motores y recambios que tienen un valor de un millón seiscientos ochenta mil dólares, el señor Sherover ofrece el 10 por 100. Como no se ha admitido semejante oferta, por tener orden de venderlos en el 50 por 100 de su valor límite, ruego a usted gestione la venta en México en estas condiciones.» Aunque con lo escrito hay pruebas y argumentos suficientes para demostrar que era urgente negociar la paz, voy a reforzarlo con los siguientes razonamientos: Cuando intervine para acabar la guerra, solamente tenía dos caminos a seguir: o suspendía la lucha o la continuaba. Si se negociaba la paz, con mayor o menor éxito, es evidente que se ahorraban los efectos de la ofensiva que el enemigo preparaba. Esta ofensiva causaría considerables bajas tanto en las fuerzas armadas, como en la población civil. Además, teníamos la seguridad de que no se producirían hechos catastróficos originados por una ola de miedo colectivo, que acarrearía la desmoralización de un Ejército de 600.000 hombres en derrota. E] enemigo no encontraría pretexto para una represión dura y cabría la probabilidad de conseguir la evacuación de la totalidad o una parte de los que desearan abandonar España. Si en lugar de negociar la paz se hubiera mantenido la consigna de resistir, aparte de que se contrariaba de manera notoria la voluntad del pueblo, los estragos hubieran sido tanto mayores cuanto mayor hubiera sido la resistencia estéril de nuestras fuerzas, tratando de contener el avance del enemigo. Muchos miles de bajas entre las fuerzas del Ejército y la población civil, posibles actos de locura por pánico colectivo en los grandes núcleos de población, así como en los puntos de paso de nuestras tropas alocadas en repliegues de desbandada, dando pretexto al enemigo para terribles represalias. Además, en el caso de oponer resistencia, nadie podría expatriarse, pues si Francia e Inglaterra no acudieron en nuestra ayuda cuando terminó la guerra, mucho menos podríamos esperar después de estos dos países, que mucho antes de terminada la lucha tenían sendos embajadores oficiosos cerca de los nacionalistas. Con todas estas reflexiones, llegué a la conclusión de que continuar la lucha era un delito de lesa humanidad. Ante esto no vacilé, y los hechos me han demostrado que no estaba equivocado. La prueba de que yo no estaba equivocado, lo demuestra de manera elocuente el siguiente hecho: desde el día que se iniciaron las negociaciones de paz, entre los nacionalistas y nosotros, no tuvimos que lamentar el derramamiento de una sola gota de sangre, ni un solo acto de violencia, y en esta forma se hizo la entrega. De haber estado la España republicana en poder del doctor Negrín y los comunistas, ¿cuál hubiera sido el trágico final de la guerra? A las doce de la noche del 5 de marzo de 1939 cayó el Gobierno Negrín, asumiendo el Poder el Consejo Nacional de Defensa. A las cinco de la tarde del día 6, es decir algunas horas después, el doctor Negrín, todo su Gobierno y los dirigentes comunistas españoles huyeron como ratas en aviones que tenían preparados y dejaron abandonados a los hombres que lucharon con las armas en la mano, defendiendo la consigna de resistir. Mi pregunta es ésta: «¿Creen ustedes que, en caso de resistencia ante el ataque enemigo, no hubieran huido las mismas ratas dejando abandonado al pueblo y al Ejército republicano en tan trágica situación? Yo les aconsejo que mediten sobre este hecho abominable. Segismundo Casado, Asi cayó Madrid. |