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JULIÁN BESTEIRO

Declaración de Julián Besteiro ante el tribunal franquista que le juzgó.


Abrid al pueblo los ojos de la verdad, pero con precaución, no sea que le, irrite demasiado la luz, después de un período tan largo de tinieblas.

La verdad real: Estamos derrotados por nuestras culpas (claro que hacer mías estas culpas es pura retórica). Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido, quizá, los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin, y tal vez como reacción contra su estado de fracaso interior, se ha convertido en un crimen monstruoso que supera en mucho a las macabras concepciones de Dostoievski y de Tolstoi (Los hermanos Karamazov y El poder de las tinieblas). La reacción a este error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representaban genuinamente, sean cuales sean sus defectos, los nacionalistas, que se han batido en la gran cruzada anti-Komintern.

Pero la grande o pequeña cantidad de personas qué hemos sufrido las consecuencias del contagio bolchevique de la República, no solamente tenemos un derecho, que no es cosa de reclamar, sino que poseemos un caudal de experiencia triste y trágica, si se quiere, pero que por eso es muy valiosa. Y esta experiencia no se puede desperdiciar, sin grave daño para la construcción de la España del porvenir. Esta experiencia, la reacción de liberación, es lo que representa el 5 de marzo de 1939. El Consejo Nacional de Defensa representa la única legalidad subsistente en el derrumbamiento de la España republicana. (La dimisión del presidente ha hecho manifiesto e indudable ese derrumbamiento, que ya existía antes.) Además, ese Consejo Nacional de Defensa, vino a tiempo. Antes hubiera chocado con ese Himalaya de falsedades (que la Prensa bolchevizada ha depositado en las almas ingenuas) y se hubiese estrellado. Pero no ha sido contra una montaña ingente y dura, sino contra un montón de arena, acumulado por un huracán del desierto. El percance, en estas condiciones, no ha tenido proporciones graves y ha podido ser superado. Si el acto del 5 de marzo no se hubiese realizado, el dominio completo de la España republicana por la política del Komintern hubiera sido un hecho y los habitantes de esta zona hubieran tenido que sufrir probablemente durante algunos meses más no sólo la criminal prolongación de la guerra, sino el más espantoso terrorismo bolchevique, único medio de mantener tan enorme ficción, contraria evidentemente al deseo de los ciudadanos.

El drama del ciudadano de la República es éste: no quiere el fascismo y no lo quiere no por lo que tiene de reacción contra el bolchevismo, sino por el ambiente pasional y sectario que acompaña a esa justificada reacción (teorías raciales, mito del héroe, exaltación de un patriotismo morboso y de un espíritu de conquista, resurrección de las formas históricas, que carecen de sentido en el orden social, antiliberalismo y antiintelectualismo, etc.). No es, pues, fascista el ciudadano de la República con su rica experiencia trágica. Pero tampoco es en modo alguno bolchevique. Quizás es más antibolchevique que antifascista, porque el bolchevismo lo ha sufrido en sus entrañas y el fascismo no.

¿Con este interesante estado de ánimo y esta rica experiencia, puede contribuir a la edificación de la España de mañana?

He aquí el gran problema. Porque pensar en que media España pueda destruir a la otra media sería una nueva locura, ya que acabaría con toda posibilidad de afirmación de nuestra personalidad nacional, peligro que hemos corrido y del cual hemos escapado.

Para construir la personalidad española de mañana, la España nacional vencedora habrá de contar con la experiencia de los que han sufrido los errores de la República bolchevique o se expone a perderse por caminos extraviados que no conducen más que al fracaso. La masa republicana útil no puede pedir sin indignificarse una participación en el botín. Pero sí puede y debe pedir un puesto en el frente de trabajo constructivo.


Palabras de Julián Besteiro ante el Tribunal que le sometió a Consejo sumarísimo.