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Margarita NELKEN

Por Antonina Rodrigo

Publicado en Historia y Vida nº 127 octubre de 1978

Entre las contadas mujeres que alcanzaron el acta de diputado durante la República —lo cual fue una novedad para la época figuran algunas de considerable personalidad: Clara Campoamor, Victoria Kent, Margarita Nelken. En este artículo se esboza la biografía de esta diputada socialista que, durante la guerra civil, se afilió al Partido Comunista

El último día de 1931, los campesinos de Castilblanco (Badajoz) se dirigen en manifestación al Ayuntamiento para protestar por la demora en la aplicación de la Reforma Agraria, único medio para salir de una situación que los tiene sumidos en la desesperación del paro y el hambre. Camino de la alcaldía la Fuerza Pública sale al paso de los labriegos e intenta disolver la manifestación. Al ser rechazados por el pueblo, la Guardia Civil hace uso de las armas matando a un labrador e hiriendo a varios de ellos. En la refriega, los manifestantes, provistos de viejas escopetas de caza, acribillan a un cabo de la Benemérita y a los tres números que lo acompañan.

El suceso impresiona hondamente a la opinión nacional y la prensa de todos los matices analiza los desgraciados hechos, unos desde el punto de vista social y otros desde el político. Los campesinos rebeldes son de la UGT y del Partido Socialista, el cual no sólo tiene la minoría más importante en las Cortes Constituyentes sino también tres ministros en el Gobierno. La primera acusación contra los socialistas parte del diario de Badajoz La Voz Extremeña. Hace responsables, en particular, a los diputados socialistas Manuel Nuiño y Margarita Nelken, los cuales, en los mítines por la provincia, según el periódico derechista, no han hecho más que soliviantar los ánimos de los campesinos. Otras publicaciones nacionales corean la acusación e incluso el teniente general don José Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, en unas declaraciones, responsabiliza a la diputado Margarita Nelken de los trágicos hechos de Castilblanco. ¿Cómo los «discursos incendiarios» de esta mujer eran capaces de provocar tales disturbios? Oigámosla en una intervención ante los micrófonos de «Unión Radio»:

«Es preciso subrayar en la gesta incomparable, sin precedentes en la Historia, del pueblo español en lucha por su libertad y por la libertad del mundo, la epopeya de los campesinos, de los que en Extremadura, en Andalucía, en la Mancha, en Aragón, representan lo más desheredado del suelo patrio; y no teniendo nada que perder, se alzan con toda su miseria, marcada con las vejaciones y atropellos sufridos, a lo largo de generaciones y de siglos, para conquistar para todos, para sus hijos y para los hijos de los que no carecían de nada, un porvenir de dignidad ciudadana y de justicia social».

«Y bien mirado, no es extraño que sean ellos, precisamente ellos los siervos de la tierra sierva, quienes con más fervor heroico se hayan levantado y hayan opuesto al fascismo la barrera infranqueable de su voluntad».

«¡El fascismo! Nadie como los campesinos para conocerlo. Para los trabajadores de la ciudad, el fascismo podrá ser el enemigo que llama a la puerta y al que hay que aplastar para que no lo devore todo. Para los trabajadores del campo el fascismo representa la serie de las estampas de la vida sufrida cotidianamente, exaltadas en un dolor más agudo, más desesperanzado; es la entronización sin freno y sin ley del amo, del que ha heredado una tierra de sus antepasados de la cual aquellos, sin aportarles ningún sudor sacaban, a expensas del trabajo de los demás, las posibilidades de su holganza, del que se hizo con la tierra por medio de la usura o de la fuerza servilmente puestas al servicio de sus latrocinios: es el horizonte cerrado por una culata de fusil o por la cárcel a que iban a parar los que en las elecciones no se avenían a venderse o los que para dar de comer a sus hijos, robaban un puñado de bellotas disputadas a los cerdos en una finca mal adquirida por sus dueños».

«Queipo de Llano es hoy como una síntesis del señoritismo andaluz: pero no hay quien tuviera contacto con la realidad de nuestro campo, que ignorase el grado de relajamiento moral de ese señoritismo. Leguas y leguas sin cultivar dedicadas a cotos de caza, a dehesas de cría de toros bravos o simplemente baldías, para no dar de comer a los de la Casa del Pueblo».

«Pueblos sin rudimento de asistencia social, sin una maternidad, sin una guardería de niños, sin un dispensario, sin nada que revelara la menor preocupación de generosidad humana; pueblos que producían para el amo rentas que se cifraban por millones, sumidos en el agobio del que nadie lograse sacar a los miserables...»

«Y frente a esto, el cuadro de los que mandaban. El señorito, sentado al atardecer en la acera del casino, divirtiéndose en idear alguna juerga bárbara de esas en que la borrachera y un caciquismo degenerado tenían que auxiliarse para mayor diversión con el atropello brutal cometido en la persona de alguna hija de un trabajador; luego, cacería, con muchedumbre regional, para dar ocasión a las dignas hermanas e hijas de esos señoritos a expansionarse con ellos y motivo a ensalzar esta olla podrida, en la más simple acepción de la palabra...»

«¡¡Batallones de campesinos!! Quisiera citarlos a todos, como quisiera citar a todos sus componentes y reunirlos en un abrazo fraternal de gratitud y admiración».

«Se han puesto en pie los esclavos sin pan. Por el pan, por la libertad, por el porvenir humano para sus hijos, están decididos a todo. Para el triunfo del Gobierno legítimamente constituido, para el establecimiento de la República democrática ¡¡a todo con tal de no volverse a sentir más esclavos!!» («La Vanguardia», día 27 de agosto de 1936).

Estudiante en París.

Margarita Nelken nació en Madrid en 1896 de padres judíos alemanes emigrados a España. Desde muy joven, se sintió atraída al campo del arte: la pintura y la música. Marcha pronto a París y alterna los estudios de pintura con cursos de composición, armonía y piano. En los primeros tiempos trabaja sus lienzos en el estudio de Eduardo Chicharro. Allí se encuentra con otra pintora española: la gran María Blanchard. Participa en exposiciones colectivas, como la «Secesión», celebrada en Viena en 1914. En Barcelona expone individualmente, en la «Sala Parés», en el mes de junio de 1916. Sus cuadros figuran también en la «Sala de Artistas Vascos» de Bilbao. Pero el fantasma de la ceguera, erizado de los más vivos temores, obliga a Margarita Nelken a renunciar a la pintura definitivamente. En 1911 se había iniciado en la critica de arte, con la publicación de «Los frescos de Goya», en la revista londinense The Studio y «El espíritu del Greco», en el Mercure de France. Margarita Nelken que cuenta apenas quince años, sorprende por sus planteamientos vanguardistas y su estilo sobrio y directo. Al dejar la pintura intensifica sus colaboraciones en publicaciones francesas, inglesas, alemanas, italianas y argentinas: Mercure de France, L'Art et les Artistes, L'Art Decoratif, La Renaissance Contemporaine, La Gazette des Beaux Arts, Arts, The Studio, Uber Land und Meer, Die Kunst, Gótebogs Handelstidning, Vita D'Arte, La Razón, La Prensa y El Hogar, de Buenos Aires. En España escribía en las revistas ilustradas Blanco y Negro, La Esfera, Nuevo Mundo, La Ilustración Española y Americana. La actividad de Margarita Nelken durante unos años sigue centrada en los temas artísticos. A su vuelta a España le confían el curso anual de pintura del Museo del Prado, encargo que asumirá durante 15 años. El Museo de Arte Moderno, de Madrid, la nombra vocal, función que conservará hasta 1936. El Ateneo madrileño es, con frecuencia. la tribuna donde diserta sobre arte. En 1917 ve la luz una obra suya titulada Glosario (Obras y Artistas), que dedica «A mi maestro y amigo Eduardo Chicharro». En ella estudia a Gauguin, a Rodin, a Maunirer, a Mestrovic, al Greco, a Zuloaga, a Mir, a Charles Cottet, a Gustav Klimt y al escultor Julio Antonio entre otros. La temprana muerte de Julio Antonio, de quien la Nelken estaba enamorada, la sumió en una gran desesperación, guardando siempre el recuerdo de aquel amor. Margarita era una muchacha «rubia de ojos azules, cara de damisela versallesca, bonita y buena moza, gentil y alada, cual si fuese una de sus muñecas de época que, después de una noche de sombras, al lucir el sol, saltarina, con su encanto de  muñeca, tomó vida y echó a andar», al decir del periodista de La Calle, J. Benjumea Román.

Hermana de Margarita Nelken fue Marta Donato, seudónimo de Carmen Eva Nelken. Marta comenzó escribiendo artículos y reportajes de tipo sensacionalista, que publicaba en El Imparcial. Después se dedicó al teatro como autora y actriz. Colaboró con Salvador Bartolozzi —introductor en España de los célebres personajes italianos Pinocho y Chapete— escribiendo cuentos e historias de héroes infantiles. Convertidos en marido y mujer cultivaron el teatro para niños. En 1939, exiliados en México, prosiguieron allí su labor literaria y teatral siempre dedicada a la infancia.

Margarita Nelken con su hijo.

Espectadora de la revolución alemana.

Margarita Nelken según sus propias declaraciones (en la revista izquierdista «La Calle») empezó a interesarse por los temas sociales al vivir de cerca los problemas de la revolución alemana. Mujer de gran cultura y temperamento apasionado, estaba llamada a triunfar en todas las aventuras intelectuales, sociales y políticas en las que empezó su vida. A partir de entonces, en sus charlas y conferencias, la Nelken dosifica inteligentemente el arte y el socialismo. Se sentía atraída en particular, por los ateneos obreros, tanto de los centros industriales como de las cuencas mineras. Con frecuencia tiene encuentros con la Fuerza Pública, por la vehemencia de sus palabras, lo incontrovertible de sus exposiciones y su gracia para establecer paralelismos de épocas y circunstancias. Como en Oviedo, durante la Dictadura, al hablar de los validos y de los monarcas. El resultado fue el cierre del Ateneo por orden gubernativa. Más tarde, en Bilbao, dio otra conferencia sobre Goya, en la que de paso, traía a colación la degeneración de los Borbones y el favoritismo que gozó Godoy. Este día la Guardia Civil tenía orden de detenerla, en caso de «que difamara». En Madrid la policía suspendería una charla que iba a dar a las cigarreras. A la temible oradora la censura, a veces, le tachó íntegros sus artículos, como ocurrió con un trabajo sobre la muerte de Layret, destinado a «La Libertad».

El feminismo de la Nelken.

Otra de las grandes preocupaciones de Margarita Nelken fue La condición social de la mujer en España. Bajo este titulo publicó una obra que fue calificada de revolucionaria. Con un criterio digno de nuestros días, hablaba de la necesidad imperiosa de desarrollar el feminismo en España. Ponía de relieve la explotación a que era sometida la mujer, la desigualdad laboral, el peligro de la ignorancia, la hipocresía sexual, la nociva obsesión del pecado, la falta de educación sexual, el problema de los hijos ilegítimos y el de la prostitución, así como el de la ignominiosa situación de las madres solteras y la necesidad de instituir el divorcio... La obra provocó escándalo e incidentes que retratan fielmente la exasperada mentalidad machista imperante y la humillante condición social de la mujer. Una profesora de la Normal de Lérida fue perseguida por dar a conocer la obra a sus alumnas. Enterado el obispo de la diócesis se apresuró a condenar la obra, sobre todo el capitulo dedicado a la prostitución. Pero el hecho tuvo mayores repercusiones: enterado el Ministro de Instrucción Pública, suspendió a la profesora de empleo y sueldo. El incidente llegó hasta el Parlamento por conducto de un diputado socialista. En aquella memorable sesión la propia autora estaba presente en una tribuna de las Cortes y, cuando pidieron que se leyese el capitulo anatemizado, el ministro lo impidió, alegando «que había señoras en las tribunas y podrían oírlo».

Margarita Nelken escribía en su libro: «... cuando se piensa en la situación que aquí le espera a una pobre muchacha abandonada: cuando se piensa que en el primer día que se levanta después del parto la echan del hospital sin que nadie le tienda una mano, y que lo único que aquí se hace por los niños sin padre es instalar tornos en las Inclusas, y que lo único que hace la Junta de Damas para la represión de la Trata de Blancas es cantar salves en San Juan de Dios, y en encerrar a algunas desgraciadas en los conventos, se mide toda la distancia que nos separa de las mujeres que han podido hacer triunfar el feminismo. Y no hablemos de nuestra lucha antituberculosa, que consiste en construir algunos sanatorios para un reducidísimo número de enfermos y no cuida —cosa mucho más importante— el proporcionar a los trabajadores viviendas higiénicas que impedirían el desarrollo del germen».

«Una de las maneras más directas y más radicales de remediar la miseria, es elevar y dignificar el trabajo. Más importante que el organizar distribuciones de socorros es organizar el trabajo de manera que estos socorros sean innecesarios.» (La condición social de la mujer en España»).

Autorizada por la Dirección General de Seguridad, la Nelken pudo examinar los archivos de higiene del madrileño hospital de San Juan de Dios. Al mismo tiempo mantenía conversaciones con las profesionales de la prostitución que utilizaban aquel servicio. De la encuesta dedujo que «nuestra mujer era una de las nobles del mundo, pero donde existía más prostitución clandestina». Margarita Nelken era partidaria del abolicionismo, por considerar intolerable, para la dignidad del ser humano, que existiera un comercio con sus reglamentos de impuestos y tarifas. La Nelken creía que el problema podría solucionarse: «Estableciendo la investigación de la paternidad, el delito sanitario y las leyes de trabajo para la mujer. Disolviendo las órdenes religiosas de mujeres que establecen una competencia inaudita. ya que en los conventos no se cuenta con el factor tiempo ni con la mano de obra. Una muchacha que gana tres pesetas de jornal, si no se hace prostituta es deliciosa, porque aquí está empujada a la prostitución y ha de elegir entre esto o la tuberculosis».

El espíritu altruista de Margarita Nelken la llevó a fundar en 1919. en Madrid, La Casa de los Niños de España. Allí se acogían a los hijos legítimos o ilegítimos de las madres trabajadoras. La Casa llegó a albergar hasta 80 niños. Aquella experiencia de sana convivencia para las criaturas, ausente de credos, donde se ignoraba el carácter de la relación de los padres, provocó una viva reacción en los me-dios clericales. Las interpretaciones malévolas de la campaña promovida lograron influir en el ánimo de las personas que aportaban su ayuda para el mantenimiento de la institución. Un aristócrata se comprometió a sufragar todos los gastos pero con la condición de que se sustituyese el personal laico por religioso. Margarita Nelken optó entonces por cerrar La Casa de los Niños de España.

Diputado por Badajoz.

El 12 de abril de 1924 la Gaceta de Madrid publicaba un Real Decreto, otorgando el voto político a la mujer soltera y viuda, excluyendo a la mujer casada, ya que podían ejercerlo contra la opinión del marido. En 1931 la mujer accede a las Cortes por primera vez, con la paradoja que la República, al convocar Cortes Constituyentes, excluye a la mujer del derecho a ser electora otorgándole ¡el de ser elegida! Pero como había que coger el toro por los cuernos, presentaron su candidatura: Margarita Nelken, Carmen de Burgos, Victoria Kent, Clara Campoamor, María Martínez Sierra, Isabel de Palencia, Matilde Huici, Concha Peña... En las Constituyentes de 460 actas presentadas sólo salieron dos diputadas: Victoria Kent y Clara Campoamor. En el Congreso se discutió acaloradamente el acta de la Nelken a causa de la nacionalidad de sus padres. La legalidad de su candidatura fue defendida por Victoria Kent y por Casanueva. Y se llegó a un acuerdo: antes de jurar el cargo, Margarita Nelken debía responder a la pregunta que formularía, con rutinaria solemnidad, el presidente de las Cortes Constituyentes: «¿Solicitáis expresamente el reconocimiento de vuestra nacionalidad como española?».

Margarita Nelken no había jurado todavía su cargo cuando se planteó en el Parlamento el sufragio femenino. En las decisivas sesiones de 30 de septiembre y del 1 de octubre de 1931, Victoria Kent, diputada republicana por la provincia de Madrid, se enfrentaba a su colega Clara Campoamor, socialista, que defendía el derecho a otorgar el voto a la mujer, afirmando que «una Constitución que concede el voto al mendigo... y al analfabeto» no podía negárselo a la mujer. Mientras que la Kent sostenía que, la falta de madurez y de responsabilidad social de la mujer española, podía poner en peligro la estabilidad de la República, ya que un porcentaje muy elevado, antes de votar, lo consultaría con su director espiritual. La Nelken, a pesar de su vehemente feminismo, también compartía este temor: «... las mujeres españolas —decía—, espiritualmente emancipadas, son hoy todavía insuficientemente menos que las que irán a pedirle la orden al confesor o se dejarán dócilmente guiar por los que explotan su natural conservadurismo familiar femenino».

La guerra civil.

Cuando estalla la sublevación militar de julio de 1936, Margarita Nelken es la única mujer que ha logrado renovar su candidatura por la provincia de Badajoz, en las tres legislaturas republicanas: 1931, 1933 y 1936. La actitud de la Nelken durante la Guerra Civil iba a ser indesmayablemente combativa a todo lo largo de la contienda. Seria una de las principales protagonistas de aquellas «trágicas y gloriosas» jornadas de la Defensa de Madrid, una más entre los hombres y las mujeres que, al lado del general Miaja, en las heroicas jornadas del 6 al 9 de noviembre de 1936, orientaron y estimularon la resistencia del pueblo madrileño. La Nelken solicitó su ingreso en el Partido Comunista en diciembre de 1936.

La huida del Gobierno Re-publicano hacia Valencia, en el avance de las tropas fascistas, desconcertó y llenó de indignación a los madrileños que habían estado escuchando, día tras día, las consignas de resistencia a ultranza. El peligro de derrumbamiento moral rondó durante breves horas a la población civil. Margarita Nelken, de acuerdo con el general Miaja, lanzó un llamamiento por la radio a las gentes amedrentadas. Con el apasionamiento que la caracterizaba, con su explosiva palabra, pidió a los madrileños que se agrupasen en torno al defensor de Madrid, asegurando que «... los que debían merecerle confianza, allí estaban y allí estarían, pasara lo que pasara». En la obra "General Miaja, defensor de Madrid" leemos: «En esta campaña de levantamiento del espíritu ciudadano se distinguía una señora de nombre bien conocido. Se trataba de la diputado Margarita Nelken, que, visitando los frentes de batalla y recorriendo el casco urbano de Madrid, arengando a los militares y civiles, en contacto permanente con el Estado Mayor de la Defensa, prestó eficaces servicios e inapreciable ayuda. También ayudó en esta función, con singular efectividad, Federica Montseny».

Congreso internacional de escritores antifascistas.

Margarita Nelken se movió en todos los frentes. Su cultura y el conocimiento de varios idiomas le permitió servir de anfitrión a ilustres visitantes extranjeros que venían a nuestro país a conocer de cerca la situación de la España republicana. En septiembre de 1936 llegó a Madrid una delegación del Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Facismo: Clara Malraux, Marta Huysmans, hija del alcalde de Amberes y Bernardette Cattaneo, secretaria del Comité Internacional. Venían a informar de la creación en París de una Comisión Internacional de coordinación para recibir los envíos que remitían las compañeras de todos los países para ayudar a las mujeres y a los hijos de milicianos.

En julio de 1937 Margarita Nelken asistió al célebre Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, celebrado en Madrid, Valencia y Barcelona, en representación de los escritores españoles, con Antonio Machado, Rafael Alberti, Corpus Barga, María Teresa León, Constancia de la Mora, José Bergamín, Ramón J. Sender... Durante él se adoptaron importantes resoluciones en defensa de la cultura. Testigos de sus jornadas fueron, entre otros, Pablo Neruda, César Vallejo, Octavio Paz, Nicolás Guillén, Julien Benda, André Malraux, Dos Passos, Hemingway... Se recibieron centenares de adhesiones; la del sabio Albert Einstein decía:

«La única cosa que, a la vista de las circunstancias que enmarcan nuestra época, puede conservar viva en nosotros la esperanza de tiempos mejores, es la lucha heroica del pueblo español por la libertad y la dignidad humanas.»

Y Romain Rolland: «Yo envío a los camaradas escritores reunidos en Valencia, Madrid y Barcelona, mis más ardientes saludos. En estas capitales está reunida en estos momentos la civilización del mundo amenazada por los aviones y las bombas de los bárbaros fascistas, como lo estuvo en la Antigüedad por la invasión de los bárbaros... ¡Gloria a ese pueblo de héroes, a esos caballeros del espíritu, a esta alianza de dos fuerzas: el poder de las masas populares, y de sus elegidos! ¡Sirva de ejemplo esa alianza a las grandes democracias de Europa y América! ¡Que esta alianza fortalecida en el combate asegure el progreso y la libertad del mundo!»

Salvar a los niños.

En enero de 1937, a las mujeres se les daba una nueva consigna: Salvar a los niños. Consigna dolorosa a pesar del enunciado, ya que suponía obligarles a abandonar sus hogares y en muchos casos separarse de sus hijos. Margarita Nelken, el día 13 de enero desde las columnas del Mundo Obrero espoleaba a las madres con palabras vehementes y no exentas de dureza: «¡Ah, no! A mi no me ha dado pena ninguna de las madres que clamaban con un desgarro de bestias heridas la pérdida o el sufrimiento de sus hijos. Es más: yo les hubiera metido a puñetazos su dolor en el cuerpo, ese dolor que no supieron, que no quisieron evitar.»

Apelando a su más alto deber de madres les pedía cuentas: «¿Con qué derecho, vamos a ver, con qué derecho disponéis de la suerte, del riesgo y de la vida de vuestros pequeños, vosotras que sois de ellos, y que al echarlos al mundo contrajisteis el sagrado deber de ser siempre, ante todo y por encima de todo, su amparo, su resguardo, su seguridad?» Otras veces su apasionamiento adquiere matices persuasivos: «¿Que os duele abandonar al compañero? No son los momentos para equiparar dolores; pero no lo hay, no puede haberlo mayor que el de pasar ante el cuerpo exánime de un chiquitín y saber que aquello se podía haber evitado... Sí, mujer; enfréntate de una vez con la realidad. Date cuenta. Aquí en Madrid estáis, tú y tus pequeños, en el campo de batalla; la guerra no es cosa de un juego, ni siquiera de serenidad; con serenidad y con valor se puede también recibir una bomba...

Enfréntate con la realidad, mujer, como si hubiera fuego en tu casa: coge a tus chiquitines en tus brazos, apriétalos contra tu pecho que los sustentó y, sin mirar hacia atrás, con la visión loca en los ojos del incendio devorador, echa a correr, deprisa, más deprisa, y aléjalos del posible peligro...».

Margarita Nelken estaba investida de autoridad moral para hablar así a las madres de España, ya que ella fue la primera en alejar a sus niños Magda y Santiago Paúl Nelken, del peligroso escenario madrileño. Y poco tiempo después, su hijo, un adolescente, formaría entre aquellos «críos» que se alistaron voluntarios en el ejército Republicano, participando en la batalla más larga y cruel de España: la del Ebro. Y, después de nuestra guerra, el joven Santiago participaría en la Segunda Guerra Mundial, como teniente de Artillería, en las filas del ejército soviético, muriendo en el campo de batalla.

La Nelken, reportero en los frentes.

 Otra publicación, donde se refleja la actividad periodística y militante de la Nelken, es la célebre revista gráfica La Estampa. Asiduamente aparece su firma en reportajes de candente actualidad. En los frentes de Brihuega y Trijueque, recorriendo las trincheras, en plena batalla de Guadalajara, la primera ganada al fascismo en el mundo, al lado de los comunistas Enrique Líster y Manuel Rodríguez, jefes de la 11 División Republicana, y de Cipriano Mera, libertario, jefe de la 14 División, héroes de aquellas jornadas. En los frentes de Madrid, con las periodistas francesas Andrée Viollis y Simone Tery, mujer e hija de Gustave Tery, fundador del diario parisino L'Oeuvre.

En el Casal de Carlos Marx, sede del Partido Socialista Unificado de Cataluña, habla con la periodista holandesa Fanny, activísima militante, que fue heroína anónima de las aciagas jornadas barcelonesas de 19 de julio de 1936, detrás de una ametralladora frente a la Capitanía General y en las Atarazanas. La comisario Fanny, instructor en el campamento de instrucción militar de Pins del Vallés, enseñó a los futuros soldados del Ejército Popular el manejo de la ametralladora, con la que se había ganado el título de Fanny, la de las máquinas. La Nelken nos descubrirla también las aventuras de la andaluza Anita Carrillo, capitán de una compañía de ametralladoras.

A principios de febrero de 1938 se celebró en la abadía de Montserrat un pleno de las Cortes Republicanas. Al acto asistió Margarita Nelken y otras protagonistas de nuestra guerra: la Pasionaria y Victoria Kent.

La última etapa de la guerra la vivió la Nelken en Barcelona, en donde sus reportajes fueron siempre fiel reflejo de su activa militancia. En un artículo titulado «Nuestras compañeras de Barcelona», subrayaba el heroísmo de la mujer catalana. Porque cree que es preciso contar cuánto hicieron para librar a Cataluña de «La ola de locura» fascista. El 15 de enero de 1939 con el ejército rebelde camino de Barcelona, todavía daba la Nelken una conferencia, en el Ateneo barcelonés: «Picasso, artista y ciudadano de España». Como una premonición volvía hacia lo que, en adelante, iba a ser su medio de vida en el exilio: los temas de arte. Cuando pocas semanas después salía de España, en uno de los éxodos más trágicos que registra nuestra historia, no podía imaginar que nunca más volvería a esa España que la vio nacer: Margarita Nelken murió en México el 9 de marzo de 1968. Allí, en México, desarrolló una relevante labor en el campo de la literatura y de la crítica de arte en las columnas del «Excelsior». España perdió en ella a una clara inteligencia y el «verbo encendido» de una mujer capaz de provocar justas e inconmensurables reacciones, despertando en su pueblo una conciencia ciudadana plena y heroica.

A.R.