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Testigo directo en Brunete

Un teniente de la 11 División

Publicado por Historia y Vida nº 50. 1972

No, Brunete no fue para nosotros, los leales a la República, una derrota. Atacamos y nos contuvieron, eso es todo.

-Pero ustedes pensaban cercar las tropas nacionales que asediaban Madrid por el Oeste y por el Sur, y no lo consiguieron. 

-Cierto. No lo conseguimos, pero los nacionales habían fallado, poco antes, en dos intentos análogos en el Jarama y en Guadalajara. ¿Cuántas veces se consigue en la guerra el objetivo propuesto?

Soldados de la 11, descansando a la fresca en Brunete.

-¿Por qué se detuvieron ustedes en Brunete? ¿Por qué no siguieron?

-Hombre... Ese es un problema complejo. A Brunete llegamos a las seis de la mañana. A las siete y media, el pueblo estaba ocupado. Sabíamos que había poca gente, pero nos sorprendió la falta de resistencia. Entró en el pueblo la Brigada Cien, recientemente constituida, mientras que la Primera esperaba al Norte, dispuesta a intervenir si era necesario. La Novena, por su parte, desbordó el pueblo por el Este y se detuvo. El paso siguiente había de ser, como es sabido, alcanzar el puente de la carretera de Villaviciosa; pero este cambio de frente no podíamos hacerlo con garantía de éxito, hasta que no estuviese asegurado el flanco derecho. Para ello se mandó un Batallón de la Brigada Cien a Sevilla la Nueva y Navalcarnero. Mientras se realizaron estos preparativos, la Brigada Nueve no se movió. Cuando quiso hacerlo se encontró con el enemigo. Hubo un forcejeo inicial y se llegó a la conclusión de que había que lograr el paso aplastando la resistencia. Se lanzó un ataque que no tuvo éxito. Faltaba fuego, pero la artillería y los tanques  estaban en Quijorna, con el «Campesino», rebotando una y otra vez contra la resistencia del enemigo. Por la tarde, el problema se complicó notablemente. Nuestro Batallón de Sevilla la Nueva había sido rechazado por fuerzas superiores, y, además, moros, que minaron bastante la moral de los recién incorporados reclutas de la Cien Brigada. Por otra parte, sobre la carretera a San Martín de Valdeiglesias también encontramos enemigos, cerca de Brunete; legionarios  en este caso. Con estos antecedentes se emplearon al día siguiente seis Batallones en romper la línea enemiga, pero no fue bastante; faltaba fuego. El enemigo, para ese día, había recibido refuerzos considerables, además de artillería. Nos paró, pero ya no porque intervinieran los santos, como se ha dicho por ahí, sino porque reunieron en un día tanta gente como la que podíamos dedicar a atacarles, y eso sin tener seguras nuestras líneas de comunicaciones con la retaguardia, lo que nos obligaba a mantener en cualquier caso una fuerte reserva.

El Campensino despachándose a gusto con los novatos de la 101 BM

-Perdida la oportunidad inicial de llegar al Guadarrama, siguiendo la carretera de Villaviciosa, ¿cómo ve usted el problema de la lucha en su sector en los días siguientes?

-Podemos establecer tres períodos: ofensiva nuestra, neutralización y ofensiva enemiga... Nuestra ofensiva no puede lanzarse en serio hasta que no recibimos los tanques que tenía el «Campesino» frente a Quijorna, ya que las dos compañías que habían de actuar con las dos Divisiones de primera línea -la Once y la Cuarenta y seis- son dadas a la que opera en el flanco derecho. La artillería la recibimos el día siete y, el mismo día ocho, montamos un fortísimo ataque con seis Batallones. Insistimos al día siguiente, ya con algunos tanques, y logramos copar una compañía, pero no abrirnos camino. La resistencia se había endurecido. Según informaciones muy comprobadas, teníamos enfrente cuatro Batallones en primera línea y había reservas que serían empleadas. El día diez, y sobre todo el once, hacemos un gran esfuerzo que sólo logra mejorar nuestra línea de contacto, pero no el ansiado paso a Villaviciosa. La neutralización se extiende a lo largo de dos períodos de tiempo: el primero, del doce al diecisiete; el segundo, del diecinueve al veintitrés. El primero de ellos es el resultado de la paralización de nuestro ataque. El segundo es consecuencia de la detención del primer contraataque general enemigo. La ofensiva enemiga tiene también dos partes: la parcial, del día dieciocho, que fue detenida, y la general de los días veinticuatro y veinticinco, que rompió nuestras líneas.

Asensio se fuma un cigarrito a la sombra...

-¿En qué estado se encontraban sus fuerzas los días que precedieron a los contraataques nacionales?

 -Nuestros intentos de ruptura los días ocho, nueve, diez y once nos costaron un importante  número de bajas, pero supongo que al enemigo le saldría aún más caro. Pero el ataque de éste, el día dieciocho, elevó nuestras pérdidas, en números redondos, a unos cinco mil hombres, aproximadamente, la mitad de los efectivos iniciales de la División; la mayor parte muertos, dadas las especiales y duras condiciones del combate. De esta manera, el día veinticuatro contábamos en Brunete con menos de cinco mil hombres de la División, reforzados con cuatro Batallones de la División Treinta y cinco (dos de la Once Brigada Internacional y dos de la Ciento ocho Brigada), todos ellos muy mermados en sus efectivos.

Panorámica tras la batalla.

-¿Por qué cayó Brunete?

-Brunete cayó por desbordamiento. El día dieciocho habíamos perdido una posición esencial para su defensa, un cerro que se eleva como a dos kilómetros al Este, cota seiscientos sesenta. Con esta altura como base de partida, y aprovechando que la Dieciséis Brigada Mixta, que estaba a nuestra izquierda, retrocedió, el enemigo avanzó profundamente en nuestro flanco Este con evidente peligro de embolsarnos. Centramos entonces la defensa un poco más al Norte, sobre el cementerio y Brunete, y sus ruinas cambiaron varias veces de manos, para acabar por la noche en las del enemigo.

-Se ha hablado de que la Catorce División, formada poco antes con las Brigadas Setenta y Noventa y ocho, había de relevar a la Once en sus posiciones. ¿Por qué no sucedió así?

-El porqué, no lo sé. Lo que sí puedo afirmar es que el relevo había sido prometido a nuestro jefe por el general Miaja, que mandaba el Ejército de Maniobra. Parece ser que se quería relevar a las dos Divisiones de primera línea por las dos de reserva formadas durante la batalla. La División de «El Campesino», la Cuarenta y seis, fue relevada, en efecto, por la División Durán en la noche del día veintidós. La Catorce tenía que relevar a la nuestra en la noche del veinticuatro, pero el ataque enemigo lo impidió. 

-¿Cree usted que las cosas hubieran ocurrido de otra manera si la Once División hubiera sido relevada a tiempo?

-Es imposible saberlo, pero no cabe duda de que donde se metió gente nueva, en el sector de Quijorna, no logró nada el enemigo. Claro que en nuestro flanco izquierdo se vino abajo la Dieciséis Brigada, y por ese boquete se hubiera podido también derrumbar la Catorce, como se derrumbó la Once.

-¿Por qué no fue efectivo el contraataque de la Catorce División?

-En el contraataque de la Catorce División hay que distinguir dos partes. En la primera, obtuvo cierto éxito, que impidió que el avance enemigo, desde el Guadarrama, llegara a desbordar Villanueva de la Cañada. En la segunda, se vio contenida por las fuerzas de la Trece División enemiga, que avanzaba rápidamente a lo largo de la carretera al pueblo citado. Fue entonces cuando la Catorce en masa se acogió al abrigo del bosque al norte de Brunete, bien para establecer una línea defensiva, bien para realizar un nuevo contraataque de conjunto. Pero la aviación enemiga se dio cuenta de su situación y la aplastó materialmente con una serie de bombardeos durísimos.

La torre de la Iglesia.

-¿Es cierto, como se ha dicho, que hubo pánico, que las unidades huían en masa hacia la retaguardia, que sólo mediante el enérgico empleo de tropas blindadas y de caballería se pudo contener la retirada?

-Sí, es cierto... La Catorce, agobiada por un bombardeo que duró varias horas y arrasó la zona en que se encontraba, abandonó desordenadamente la línea y se dirigió a retaguardia. La Once, reducida a poco más de un cuarto de sus efectivos, hizo lo que pudo para conservar sus posiciones sobre la loma del cementerio, pero la huida de los otros la obligó a replegarse hacia el Norte para ocupar y perfeccionar unas fortificaciones en las inmediaciones de Villanueva de la Cañada. El ataque enemigo, una vez más, fue contenido por los hombres de la Once en la zona de mayor peligro y a pesar de que el Dieciocho Cuerpo de Ejército se había derrumbado en nuestro flanco izquierdo, y la Catorce División en nuestra retaguardia.

Las marquesas Larios, capturadas en Brunete, ponen cara de circunstancias mientras la prensa madrileña las entrevista, y el Comisario que las vigila sonríe con aires de que aquí no pasa nada. Las canjearon.

-¿Podría darnos una idea más concreta de las bajas sufridas por la División en los veinte días de lucha en Brunete?

-Hablar de bajas es siempre difícil... En el caso de esta batalla lo es aún más, porque hubo un momento en el que todo falló y ni siquiera pudo atenderse a su recogida y clasificación. No faltaron los desertores, hubo prisioneros y los enfermos igualaron en número a los heridos. Entre  los enfermos hubo casos  patéticos de trastornos psíquicos como consecuencia de la notable tensión nerviosa de aquellos inolvidables veinte días. También las enfermedades gastrointestinales dieron un elevado número de bajas. Había hombres que se vaciaban literalmente en una colitis imposible de cortar. En estas condiciones, el número total de bajas, según las más optimistas apreciaciones, se elevó a seis mil al final de la batalla. Para una fuerza de diez mil hombres, como me parece que ya he indicado, el número parece quizá excesivo, pero, a poco que reflexionemos sobre datos oficiales, de garantía probada, esta cifra (¡seis mil bajas de diez mil hombres!), quizá resulte optimista. Los datos a que me refiero están tomados de los partes diarios de la Sanidad del Ejército de Maniobra y arrojan un total, entre las tres Brigadas (Una, Nueve y Cien), de dos mil quinientos cuarenta y siete bajas, según detalle que le adjunto.
El total de bajas es, pues, de dos mil quinientos cuarenta y siete. Ahora bien, si estimamos que el número de enfermos era casi tan grande como el de heridos, podemos calcular, por bajo, dos mil enfermos. Si por otro lado tenemos en cuenta que, según el propio jefe de División, Líster, la mayor parte de las bajas eran muertos, no parece aventurado cifrar el número de éstos en dos o tres mil, digamos dos mil. Si a esto, finalmente, unimos un porcentaje pequeño, del orden de un diez por ciento, entre huidos del frente, desertores y prisioneros, nos quedamos en definitiva con el terrible hecho de que la Once División sufrió pérdidas superiores al setenta y cinco por ciento de sus efectivos. Es decir, que fue materialmente destrozada. »De lo que sí tenemos datos, que parecen exactos por proceder del mismo Líster, es de las pérdidas de jefes y oficiales, y éstas sí que no dejan ningún resquicio a la esperanza de que los cálculos hechos sean exagerados. Los datos son los siguientes: siete en el Estado Mayor divisionario; cinco en el escuadrón de Caballería; veintitrés en el Batallón Especial; cinco en la Sección de Antitanques; doscientos dos en la Primera Brigada; ciento sesenta y ocho en la Novena; doscientos seis en la Cien, y más de cuarenta comisarios.

Un gazpacho para reponer fuerzas...