S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Relatos (y poemas) breves de la Guerra Civil española y la posguerra |
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UN POEMA DE MIGUEL HERNÁNDEZ, CUYO TITULO DEBIÓ SER: EL GENERAL PITIMINÍ, PARA VITUPERAR Y SATIRIZAR A FRANCISCO FRANCO
El texto es el mismo que aparece en Obra Completa citada, en sus págs 668 a 630, aunque en ella carece de título
El poema está datado el 28 de febrero de 1937, en Valencia, sin título, en la magistral edición de Obra Completa, realizada por Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira con la colaboración de Carmen Alemany, publicada en la editorial Espasa Calpe, en 1992, y se transcribió, según una copia mecanografiada. El prestigio de los responsables de la edición y las características estilísticas de la composición hacen indubitable su atribución a Miguel Hernández, y, de su contenido y significado se deduce que el inspirador de esta composición no es otro que el que había sido designado máximo jefe de la sublevación militar que ensangrentaba España y la titulación que le hemos asignado es adecuadísima a su texto y al personaje que lo inspira. Al denominado por sus partidarios Caudillo de España por la gracia de Dios se han dedicado otras composiciones, en las que igualmente se le vituperaba y se le acusaba de los más horrendos crímenes. Entre las más conocidas figura el poema de Pablo Neruda titulado, El General Franco en los infiernos, en el que asignan al dictador los más espantosos y estridentes calificativos en contraste con el afecto y el respeto que el poeta manifiesta ante las víctimas de la invasión fascista. Sobre el general golpista, al que se denomina “gallina de sepulcro, pesado esputo y cifra de traición”, Pablo Neruda desea que caiga una lluvia de la sangre que se ha derramado por su causa. León Felipe también aludió a la orfandad y soledad del autócrata que había perdido la canción, ahora patrimonio de los derrotados y exiliados, y, ya desposeídos del canto, los vencedores no podrían recoger el trigo ni alimentar el fuego. Por su parte, en uno de sus sonetos, Don Antonio Machado pide la horca para el facineroso general, diciendo:” Que trepe a un pino en la alta cima/ y en él ahorcado que su crimen vea/ y el horror de su crimen lo redima”. Carlos Castilla del Pino también escribió unos versos en los que incide en uno de los lugares comunes con los que Miguel Hernández define al dictador, diciendo:”Pene no tuvo ¿Te cabe alguna duda? / Pellejo vano entre sus ingles cuelga. / Que usó para mear certeramente.” El poema de Miguel Hernández se inicia de manera allegable a las expresiones que el psicólogo cordobés dedicó a Franco, diciendo:”Tu famosa, tu mínima impotencia/ desparramar intento/ sin detener el paso ni un instante”. Sobre la debatida cuestión de la incapacidad sexual del general se han derramado ríos de tinta, señalar, tan sólo, que un biógrafo del autócrata, tan prestigioso como Paul Preston, apoya la veracidad del que fue un secreto a voces. En este orden de cosas, José María Zabala ha publicado una biografía de Ramón Franco, titulada Franco el republicano, la vida secreta de Franco, en la que llega a afirmar que Carmen Franco no era hija de Francisco Franco sino de su hermano Ramón, aludiendo así al carácter monórquido de Francisco Franco, que había perdido un testículo como consecuencia de las heridas recibidas cuando combatía al mando de la legión en la sangrienta guerra de África. A lo largo de los sesenta y seis versos que integran el poema, Miguel Hernández va construyendo un retrato moral del tirano, una auténtica y precisa etopeya, mediante la metaforización de los rasgos físicos y morales que el imaginario de los republicanos le atribuía, así, en la segunda estrofa, considera que su destino no ha de ser “el manicomio” sino “el tonticomio” recordándonos aquella definición que lo designaba como “el más Pérez y Pérez de todos los Pérez”. En la tercera estrofa, se refiere a la imperiosa necesidad del dictador de ser adulado afirmando “necesitas de la alabanza diaria/ y descosido en la alabanza explotas”. En cuarta agrupación estrófica, ridiculizando su menguada estatura, le llama “Cocodrilito pequeñito, ñito”, coincidiendo con la definición de Paul Preston que lo caracteriza como “vulnerable, pequeño e inseguro”, incidiendo en el hecho real de su menguada estatura, también aludida en el título. La utilización en la quinta estrofa de palabras esdrújulas cuya específica fonética y sus significaciones de contenidos despectivos (“mierda inválida, sarcófago enigmático”) impregna estos versos de una apreciable efecticismo, sin duda, pretendido y conseguido por su autor. La sexta estrofa se dedica a denunciar su fingido carácter democrático, denominándolo “demócrata de dientes para fuera” e instándolo a abandonar sus reflexiones de “topo y madriguera”. En el verso 31 de la séptima agrupación estrófica se califica al general rebelde como “humo soberbio”, invitándolo a “disolverse y desparecer”. Personificando la patria, tal como lo hace en otros de sus poemas, en la octava estrofa, afirma que España no precisa de “su vaciedad de calabaza hueca”. La sangre de los trabajadores que aparece en el primer verso de la agrupación estrófica novena, aludiendo al carácter de lucha de clases, que según Miguel Hernández, caracterizó a la guerra civil, no toca al que ya había sido designado como jefe del Estado implantado en los territorios ocupados por su ejercito, y estaba aplastando las organizaciones obreras, las muertes de cuyos integrantes tampoco salpican su chaleco. Continúa, en la estrofa décima, comparando los ojos del general con los de sus víctimas, constatando que los suyos, queriendo hacerse dueños de las cosas, avanzan por sus sienes, mientras que los de sus víctimas derraman raíces amorosas. Tal como se expresa en la undécima estrofa es imperiosa la necesidad de incienso e incensario para el que era, por la gracia de Dios, el Jefe del Estado y entraba bajo palio en los templos en los que los jerarcas de la Iglesia lo recibían haciendo el saludo fascista. En la doceava estrofa, acusa, sin ambages al protagonista del poema de llevar a un pueblo al precipicio, precisamente cuando las esperanzas puestas en el régimen republicano habían posibilitado su emancipación. La utilización de la simbología animal, tan presente en la obra poética de Miguel Hernández, aparece con toda su fuerza en la estrofa decimotercera, en la que el parto de la madre del rebelde general no es sino un rebuzno, que da vida a un ser con cara de escobilla fiera y vieja zorra avara, cuya plástica imagen evoca las reales facciones de Francisco Franco. Finalizando su composición con la catorceava estrofa, en la que pronostica que no llevará “el pueblo a la derrota”, denominándolo finalmente “dictador fracasado” y “rey confuso” que caerá “por la punta de su bota/ sobre sus flacos días puesta en uso” expresando así su deseo del fracaso y de la derrota militar de la sublevación y de la muerte del que la encabezaba que caería por la punta de su bota. Miguel Hernández, en la fecha que escribió en el poema, se encontraba en Valencia, ya que estaba trasladándose desde el frente de Madrid hasta el de Extremadura, para continuar allí las tareas de propaganda a favor de la causa republicana, y su situación de transito hacia otro destino explicaría la aparición de esa copia olvidada en Valencia. Ante la ausencia de título del poema, convencido de su dedicación a Francisco Franco, intenté localizarlo dentro de los testimonios de aquellos que habían convivido con Miguel Hernández y encontré unas palabras de Carlos Morla Lynch, encargado de negocios en la embajada chilena, en las que afirmaba que “había escrito un folleto, lleno de odio, en extremo funesto para él ante la situación que se avecinaba, titulado Franco traidor”, que, aunque en cuanto al odio hacia Franco, era coincidente con el contenido del poema, el denominarlo folleto, parecía referirse más a un texto en prosa, y el calificativo (“traidor”) que no aparece explícitamente , y no es por lo tanto en el que se centran las descalificaciones para el autócrata, hacían absolutamente desaconsejable el titularlo con idéntico rótulo al llamado folleto. En esta situación, es decir, sin poder asignar un título al poema, cuando ya no confiábamos en encontrarlo, encontramos en la página web de la Fundación Miguel Hernández, dentro del espacio asignado al legado de Juan Guerrero Zamora, un documento mecanografiado, original de este autor, con el título Proceso a Miguel Hernández, en el que incluye datos que no aparecieron en su libro con idéntica titulación, concretamente existe una alusión a Diego Romero Pérez, que fue el primer abogado que se ofreció para defender a Miguel Hernández, este letrado era también alférez provisional y, como tal, tuvo acceso a la documentación depositada en el decanato de defensa en los actuantes consejos de guerra, entre los que se encontraban las pruebas aportadas por el fiscal, el cual se refería a un poema satírico, referido al General Franco, titulado El general Pitiminí que, al parecer, se había publicado en alguna de las revistas existentes en la zona republicana, pero que, según Juan Guerrero Zamora, no había sido posible localizar. Evidentemente, en este caso, la coincidencia entre el título del poema que asignamos a la composición que carecía de titulación y su contenido es absoluta, es decir que el poema al que se refería el fiscal, muy bien podría ser el que hallamos en la edición que hemos utilizado y a la que reiteradamente nos hemos referido. El sintagma citado en la referencia del letrado Diego Romero Pérez y que hemos asignado al poema que comentamos no deja de producir una relativa y, sin duda, pretendida sorpresa, sobre todo si tenemos en cuenta que aquellos con los que el vocablo “pitiminí” se utiliza de modo más habitual ( “flor de pitiminí” y “rosa de pitiminí”), teniendo en cuenta además que el término pitiminí, es el resultado de unir petit (pequeño) y mini (mínimo), es decir que designa a algo doblemente pequeño o reducido, por lo que al presentarlo tras El general, transformándolo en una especie de adjetivo, evidencia la contradicción entre aquel que es simultáneamente el general, el que ostenta el máximo poder en un ejercito, y así mismo el más pequeño, mínimo e insignificante. En este sentido, la exaltación y las alabanzas que Miguel Hernández dedica a los combatientes se personifican en la Elegía segunda, dedicada a Pablo de la Torriente, en cuyo final se evoca y refleja la dimensión física de este comisario politico muerto en comabate contra las tropas franquistas, con versos tan concluyentes como :”porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan/ aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”. Sin que podamos dejar de ahcer notar que también en el primer verso aparece la palabra mínima intensificando aún más la sensación de pequeñez que nos quiere trasmitir el autor del poema, y la plausible adjudicación de su título. En este punto, no podemos menos que recordar las palabras con las que, según un misterioso Luis F.T. y recogió Claude Couffon, en su libro Orihuela y Miguel Hernández, respondió Miguel Hernández a un sacerdote que, cuando ya había sido operado en la cárcel de Alicante, y se encontraba, por tanto, con su salud muy deteriorada, le instó a escribir poesía mística recordándole su auto sacramental ,diciéndole :”usted debe saber que cuando se escribe, se escribe lo que se siente”, y , ciertamente , en el caso de Miguel Hernández, como en el caso de todos los poetas auténticos, la poesia nace del corazón y es inimaginable la escritura de una obra que no haya sido sentida desde lo más profundo de su personalidad, por lo que tan sincero fue Miguel Hernández cuando escribió sonetos a la Virgen como cuando satirizó y vilipendió a Francisco Franco. A desentrañar, clarificar y determinar las causas y las etapas de su trayectoria ideológica y estética hemos dedicado una buena parte de nuestro trabajo, nos gustaría pensar que su lectura habrá proporcionado satisfactorias respuestas.
MANUEL PARRA POZUELO |