S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Relatos (y poemas) breves de la Guerra Civil española y la posguerra |
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Nil Thraby
Diálogo entre Gerda y Robert IIEscena: Vila Engracia, Les Masies. Celebración del 65º aniversario de la despedida a las Brigadas Internacionales. En el patio del antiguo balneario, justo donde estuvieron los miles de Brigadistas el día 25 de octubre 1938, están los espectadores. Los actores se encuentran en una especie de terraza en forma de U que rodea el patio. Están situados cada uno en un brazo de la U, dejando el público en medio y creando una especie de tenis teatral. Personas: Robert Capa, fotógrafo de guerra (1913-1954) que fotografió el acto original en el 1938. Murió en Indochina, habiendo pisado una mina. Gerda Taro, fotógrafa de guerra (1910-1937). Murió en la defensa de Madrid aplastada por un tanque en huída de los aviones de guerra. Afirman que ella ha sido el gran amor de Capa y que nunca superó su muerte. Situación emocional: Robert Capa y Gerda Taro ahora forman parte de una supuesta vida después de la muerte. No se han visto desde hace mucho tiempo y el encuentro les resulta sumamente embarazoso. Actúan como una pareja que no han logrado separarse bien y que se encuentran por primera vez después de mucho tiempo. Ligeramente agresivos, intentan disimular su malestar bajo una capa de ironía y sarcasmo.
GT: (muy poco entusiasta) Si este no es Capa, el fotógrafo famoso. ¡Hola, Robert! ¿Qué te trae por aquí? RC: Ay, ¡Gerda Taro! Tan guapa como siempre, ¿eh? Acabo de llegar... GT: Tarde como siempre. RC: ...y todavía no me sitúo. ¿Me he perdido algo? Hace un montón que no venía por aquí y me he perdido en el camino. La última vez que estuve me trajeron en un jeep, así que no me fijé en cómo llegar. En fin, lo importante es que llegué. Bueno, ¿y tú? ¿Qué tal? ¿Cuánto hace que no nos vemos, darling? GT: Falta poco a los setenta años, diría yo. Felicidades, por cierto. El miércoles hubieras cumplido los noventa, ¿no es así? Faltan exactamente, espera... (calculando para sí) me mataron en el ’37, el 25 de julio, así que hace... 66 añitos, para ser exactos. RC: Uy, ¡qué barbaridad de tiempo! Verás, quería venir a visitarte, pero ya sabes cómo va el mundo. Siempre para ayer, siempre por allí, siempre, siempre corriendo. Últimamente no tengo nada de tiempo, y no te enteras y ¡zas! ya han pasado los años. El tiempo vuela, es verdad lo que dicen. GT: (para sí) Especialmente en los brazos de chicas guapas. ¿Y ahora para quién haces las fotos? RC: Ah, nada especial. La revista “Death” me envía. Todo pagado, se entiende, y en principio con chofer y todo, sólo que en el último momento le pasó algo... Bueno, a ti sí lo puedo contar. Verás, ayer estuvimos dándole a las cartas, lo de siempre, y al final el pobre chofer no tenía nada más que el coche que poner. Se lo gané. Así pues que esta mañana me puse yo detrás del volante y ya sabes como conduzco. Es que no he mejorado en esto, darling. Menos mal que los muertos no podemos morir otra vez. Después del accidente le volví a regalar el coche al chofer y me largué volando. Nunca mejor dicho... GT: (ríe) Realmente no has cambiado... ¿Trabajas para Death? Ya me gustaría a mí, pero supongo que no necesitan a nadie más si te tienen a ti. ¿Quién hay ahora en la revista? RC: John Morris, como en los mejores tiempos vivos. Ah, perdona, no llegaste a conocerlo, ¿verdad? Ya estabas muerta cuando empecé a trabajar para él, me parece. GT: Sí, cuando me aplastó el tanque en Brunete estábamos con otra gente. Menos página a color y más implicación política, diría yo. ¿Te acuerdas de Ce Soir y de Vu? RC: Ay, querida, ¡qué tiempos más felices! Me acuerdo con mucho cariño de aquella temporada. Sé feliz que no tuviste que vivir lo que vino después... Y hoy en día, no veas. Nadie quiere leer de guerras, ni de nada. Famosos y famosas o mejor aún una combinación de los dos, eso es lo que hoy funciona. Me sorprendió mucho que me enviasen aquí a esto de la guerra civil, porque normalmente no quieren ni oír hablar de eso. Supongo que es por toda esa gente allí abajo. Unos cuantos vendrán de aquí poco a nuestro lado. Así que estoy aquí para fotografiar a los aspirantes, para decirlo así... GT: (ríe) Ya veo que no has perdido el humor, cariño. Me gusta verte tan alegre como siempre. Es que la última vez que te vi, estabas un poco abatido. RC: (hace memoria) ¡Hombre! ¡Sí acababas de morir! Aquello fue una putadita, la verdad. Al principio no lo quería ni creer. Cuando me hablaste desde Brunete muriéndote me tapé los oídos, porque no aguanté el pensamiento que pudiera ser verdad. Por cierto, ¿qué querías entonces? ¿Tenías que decirme algo en especial? GT: (no puede contener un ataque de seriedad) Quería decirte que... (se recupera) Ah, sí es igual. Ya ha pasado tanto tiempo que no importa. Tonterías, supongo. RC: Ah, bueno. En todo caso me pillaste durmiendo. Había bebido la noche anterior y estaba cansado de muerte. De hecho fui a la peluquería a la mañana siguiente y ya sabes que esto sólo hago cuando necesito urgentemente un masaje en la cabeza. ¿Qué decíamos? Ah, sí, lo mal que lo pasé cuando moriste. En realidad no me enteré del todo hasta que vi a tu padre arrodillado ante tu féretro cantando esta canción horrible. Era el canto fúnebre judío, ¿no? GT: Sí, sí, fue algo espantoso. Me emocioné de lo mal que llegó a cantar mi pobre papá. Vi también como te viniste abajo y lo entendí. Papá nunca fue buen cantante y una persona tan sensible como tú... Ya puede uno perder la fuerza, ¿no es así, darling? ¿Y qué me dices de la bofetada tan rica que te pegó mi hermano? Puso muchas ganas... RC: Oy, sí, tu hermano. Casi me olvido de esa paliza. Su acción estuvo un poco fuera de lugar, si me permites decirlo, así delante de toda la gente... GT: (secamente) Ya. RC: Por poco me rompe una muela. ¿Siempre fue tan bruto tu hermano o se lo guardó para la ocasión, mi amor? GT: (seria) No, en realidad no era ni bruto ni mucho menos. Sólo con la gente que me llama “mi amor” sin quererme. RC: No estarás hablando de mí, ¿verdad? ¡Yo sí te quise durante toda mi vida entera! GT: ¡Anda ya, Robert! ¡Sí tu no sabes qué es el amor! La única persona a la que has querido ha sido a ti mismo. Supongo que eso no ha cambiado, ¿o voy equivocada? RC: Pero Gerda, ¡qué injusticia! Siempre he pensado en ti, incluso cuando pisé esa maldita mina que acabó conmigo. Se lo dije al soldado que me alcanzó primero y todavía con algo de vida. “Diles que siempre he querido a Gerda”, susurré con mis últimas fuerzas. Lo que pasa es que era vietnamita y no entendió ni pizca porque encima le hablé en húngaro. Es que uno vuelve a las raíces cuando pasa algo realmente importante... GT: Ay, Robert, ¡por allí no paso, eh! No me repitas a mí lo que les soplas a tus biógrafos al oído. Ellos te comprarán esa mierda, porque añade un toquecito trágico tan chic a tu vida. El hombre duro que al parecer es tan alegre, pero dentro lleva esa tristeza fatal, porque se le ha muerto el amor de su vida. ¡Uy, qué boniiiiito! RC: (frío) ¿Te has levantado un poco alterada? Si no me quieres creer, allá tú. Yo me sé lo que yo me sé. Punto. GT: (tararea la marcha fúnebre de Chopin) RC: (mira al público) Bueno, ¿y aquí qué tenemos? Unos cuantos viejos. Algunas caras me suenan de la última vez que estuve aquí, me parece. ¿Este allí abajo no es...? No, no puede ser. Tiene que ser el hijo. El padre debe de estar muerto. ¿Cómo encontraste a Negrín, honey? Entonces dijo las mismas palabras, que yo recuerde, pero tenían algo más de fuerza, ¿no crees? ¿Tal vez la situación de entonces? ¿Más emoción porque era real? Me acuerdo de los hombres llorando cuando pronunció su discurso. Sólo tenías que apuntar la cámara a sus caras y te salían unas fotos buenísimas. El otro día vi una de ellas en la portada de un libro. Todavía bonita. Lástima que no estuviste. GT: Sí, una verdadera lástima. Es que estuve todavía con lo de mi muerte, ¿sabes? Da mucho trabajo morir, ¿no es así? RC: Ay sí, es verdad. Espantoso, eso de la depresión posmortal. Muy desagradable. No quiero ni pensarlo. (Mira abajo a la gente en el patio) ¿Este allí no es Chim? Es que vine con él hace 65 años. No me sorprendería que volviese él también. Los ladrones siempre volvemos al lugar del crimen. (Ríe sólo.) Hicimos unas cuantas fotos aquí, bueno las que pudimos con la escasez de material que había entonces. Seguro que tú también habrías sacado unas cuantas buenas. De Chim no quedó sino una, no sé por qué. Deberían haber salido más.
GT: (para si) Ya tengo yo una idea. RC: (muy serio) ¿Qué insinúas? ¿Que estuve robando fotos? GT: (desafiante) Pues no sería la primera vez, la verdad. RC: (furioso) ¿Cómo? ¿Qué quieres decir? GT: (tranquila) Cariño, no te me enciendas. No sé cómo llamarías tú publicar fotos de otros u otras bajo tu nombre, o mejor dicho tu seudónimo, André. Si me permites llamarte así. RC: (vuelve a estar tranquilo, pero algo glacial) Hace mucho tiempo que dejé de ser André. Y tú lo sabes mejor que nadie. Al fin y al cabo fue idea tuya lo de Robert, ¿te acuerdas? Así que te pido que no me llames más por este nombre. Me resulta ya muy poco familiar. Con respecto a tus fotos, si alguna vez se publicó una imagen tuya bajo mi nombre fue porque los editores no ponían los pies de foto correctamente. Justamente fundé la agencia Magnum para remediar eso y otras cosas relacionadas. GT: Claro, para que salga bien escrito tu nombre. Ya lo entendí. El problema es, Robert, que no siempre fueron los editores. ¿O fue también culpa de ellos que no me mencionaste cuando publicaste el libro “Death in the making” con esta dedicatoria tan bonita? Espera que hago memoria: “Para Gerda Taro que pasó un año en el frente español y que se quedó”. Emocionante, Robert. Quedó preciosa encima de esta foto de mí con la barretina. RC: ¡Pero sí ponía que las fotos eran de los dos! Puse “Fotos de Robert Capa y de Gerda Taro” en el título. GT: Ya. Así todo el mundo pensaba qué bonito por tu parte que me mencionaras en el título. ¿Cuál foto era mía, cuál era tuya? ¿No iban a suponer que sólo cuatro fotos eran mías y el resto del mejor fotógrafo de guerra, como te titularon alguna vez? Lo correcto habría sido decir cuales eran las mías para que la gente pudiera ver si valgo o no en comparación con el extraordinario Capa. Así sólo lograste robarme las últimas fotos de las que todavía no te habías apropiado, Robert. RC: Igual podían creer que todas eran tuyas y pocas de mí. GT: No digas bobadas. Ya tenías fama tú, ya te conocían a ti. Yo en cambio acababa de salir del anonimato y de tu sombra. Si se hubiera salvado mi cámara con las imágenes de Brunete, te habría hecho competencia seria. Esas fotos eran buenísimas, de verdad. Todas de la primerísima línea de fuego. Un tesoro. Pero fueron aplastadas por el tanque igualito que su autora. Y así no llegué nunca al reconocimiento que merecía. Duele, Robert. RC: No querrás echarme la culpa de eso, ¿verdad? Acuérdate que estuve bien lejos cuando pasó todo eso. GT: Ya lo sé. Sí, estabas lejos... Habrá sido casualidad, pero la única vez que realmente te necesité estuviste lejos y quién sabe en los brazos de qué mujer guapísima. No hablemos de eso, que me pongo muy nerviosa. (Piensa un momento.) Sólo un último comentario: me pareció muy bien que querías hacerte famoso, Robert, pero no a costa de otros. Me robaste a mí y probablemente también a Chim. RC: Pero, ¡cariño! ¿Realmente piensas que necesitaba robaros imágenes cuando las mías ya valían? Hice lo que pude para que saliera tu nombre... GT: A mí no me engañas. RC: Deseé que tuvieras tanto éxito como posible. ¿Te acuerdas que era yo quien te enseñó fotografiar? GT: Sí, pero tú quisiste sólo complacer a tu niña. No te imaginabas que estabas formando una fotógrafa al menos tan buena como tú. Pensabas que iba a sacar cuatro fotos de recuerdo en las playas de nuestras vacaciones. Cuando después salía contigo al frente te hizo gracia que te acompañara tu novia guapa y que compartiera tus emociones. Además los soldados se volvían tan accesibles y dulzarrones, cuando me veían... Pero nunca creíste que simplemente por una de las casualidades de vida fuiste tú quien había aprendido sacas fotos primero. Podría haber sido yo perfectamente. Entonces te habría enseñado yo. Cuando viste que los resultados no eran tan malos como habías pensado, te asustaste, aunque no querrás reconocerlo. Y cuando empezaron a venderse, entraste en pánico. ¿De qué, si no, venía tu propuesta de matrimonio cuatro días antes de Brunete? Sí hacía tiempo que ya no estábamos juntos. Me querías comprar, ligar a tu nombre y tu persona, para que no tenga una vida propia. La estrella central quería capturar el cometa y forzarlo en su órbita. Yo te hacía gracia, tan mona como era, pero nunca me tomaste en serio. RC: (muy quieto, casi angustiado) ¿Y por eso no quisiste casarte conmigo? GT: (suave) Sí, por eso y por nada más. No pude, Robert, porque no hubo suficiente espacio en tu universo. Sólo una estrella que se comía a todos los planetas revolviéndose alrededor de ella. Quería vivir yo, no ser vivida. Quería mi propia espacio y no sofocarme en el tuyo tan estrecho. No me duró mucho, esa vida nueva e independiente, pero eso tan sólo es otra de las bromas malas que nos gasta la vida. RC: (suave) ¿Y ahora que haces? ¿Para quién trabajas? ¿Has logrado salir adelante? GT: Gracias por esa pregunta, Robert. Me hubiera gustado al principio, pero más vale tarde que nunca. Estaba a punto de dejar la fotografía para siempre, porque a mi no me daban ningún trabajo de peso. Siempre que llegaba con una idea, estaban ya tus fotos sobre la mesa. No me dieron ninguna oportunidad y eso que normalmente está mal visto emplear vivos para nuestras publicaciones. Cuando te moriste, dejé de trabajar una temporada. Era imposible conseguir nada. Sólo estaban hablando de ti. Capa, Capa, Capa. Siempre en tu sombra. ¿Cómo dije antes? Duele, Robert. RC: (serio) No sabes cómo lo siento. (Hace una pause para recuperarse y sigue en un tono forzadamente ligero) Bueno, de todo eso hace mucho tiempo. Y ahora estamos aquí otra vez reunidos. ¿Qué te parece si tomamos algo después? (Mira.) ¿Seguro que no es Chim, allí trabajando, mientras nosotros estamos charlando? Como siempre, el tranquilo de Chim, trabajo, trabajo y otra vez trabajo. No parece que sepa hacer nada más. Bueno, comer, claro. Oye, se me ha hecho un poco tarde y todavía no he sacado ninguna foto. ¿Qué te parece si seguimos esta interesantísima conversación otro día con más calma? Tal vez podríamos cenar juntos, ¿de acuerdo? Entonces hablamos bien hablado todo lo que quieras y a ver si no se pueden arreglar estos pequeños desajustes. Es una pérdida de tiempo estar resentido, me ha parecido siempre. ¿Qué me dices? Realmente debo irme... GT: Ya está bien, Robert. No pasa nada o mejor dicho todo lo que pudo pasar ya pasó. Pero espera un momento antes de marchar. Tengo una pregunta para ti. Si pudieras hablar a esa gente allí abajo reunida, ¿qué les dirías? RC: Pero, mujer, sí no podemos hablar con ellos. No nos escuchan, ¿no lo sabías? GT: Sí, sí, claro que lo sé. Pero imagínate por un momento que sí puedes y que tienes unos instantes para explicarles tu síntesis personal de la guerra civil. Un breve resumen de lo que aprendiste en las trincheras. ¿Qué les dirías? RC: Que la guerra es una mierda y que mejor que se olviden lo más rápido posible. No entiendo ese afán por mantener viva una memoria que hace daño hasta en los huesos. Como si los fusiles y los fusilamientos no hubieran dolido suficientemente. ¡Borrar, cuenta nueva y mirar adelante! Eso les diría a gritos. GT: ¿Sabes qué les diría yo? Justo lo contrario. Que no olviden nunca, que siempre recuerden que en una guerra no hay vencedores ni vencidos, ni héroes ni cobardes, sino sólo víctimas. Que cada tumba es un monumento a una madre que ha sufrido lo peor que una madre puede sufrir. Que nunca olviden que los únicos que ganan una guerra son los que fabrican las armas y los que se apropian de las tierras después. Que los que deciden entrar en estas locuras nunca caen muertos en las trincheras. Que la próxima vez que les hablen de lo grande que es la nación, del heroísmo y del honor de caer por la patria les escupan a la cara a los que todavía osan utilizar estas palabras. Que no hay motivo alguno para coger un arma y apuntarlo a tu vecino. Que aprendan del dolor pasado. Que lloren las lágrimas que haga falta, pero que también hagan algo para que nunca más tengan que llorar. Que respeten la muerte de esa gente, venida de todos los rincones de la tierra, cómo mejor se les puede respetar: dejando en paz al resto del planeta. RC: Ah, bueno, también. |