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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Arthur Koestler (1905-1983)

Artúr Koestler había nacido en Budapest de familia de origen judío. Contempló de adolescente los acontecimientos revolucionarios de su país, bajo la batuta de Bela Kun. Con la derrota de los revolucionarios y la entrada en Hungría de sanguinario almirante Horthy, huyó a Viena con su madre, donde inició estudios de Ingeniería, confraternizado con la intelectualidad judía local y la exiliada. El sionismo estaba muy en boga entre los judíos desplazados y Koestler decidió partir para Palestina, No tuvo mucho éxito al principio y malvivió en las ciudades de mayoría judía. Un trabajo ocasional en una revista política judía berlinesa le puso en contacto con el mundo de la prensa durante algún tiempo, pero que tras regresar de Jerusalén le permitió sobrevivir trabajando para el grupo de prensa Ullstein de la familia judía del mismo nombre, prensa, que por cierto terminaría en manos de los nazis a base de lo de siempre, amenazas, chantaje y crímenes varios.

El joven Koestler tenía alma de reportero y se dedicó a confeccionar reportajes por los países cercanos a Palestina, entrevistando a sus prohombres. Esto le dio alguna fama dentro de su relativa posición y en uno de sus viajes a Berlín consiguió un trabajo en Paris en una vacante de la oficina local de la agencia de la editorial Ullstein. Como el joven valía, pronto fue reclamado por sus jefes en Berlín y recibió encargos notables entre los que destaca acompañar a la expedición Polar alemana con el Graf Zeppelin. En esta empresa, rodeado de famosos aviadores y científicos alemanes de la época, Koestler destacó por su talento comunicativo y sus novedosas crónicas. La vida le funcionaba bien a Koestler en Alemania, aunque era imposible sustraerse del viciado ambiente político de la débil república y los emergentes nazis dispuestos a devorarla ante la impotencia de la supuestamente poderosa social-democracia, y los militantes comunistas (única tropa de choque que se les enfrentaba). Una novia que tenía, Eva Striker, le animó a integrarse en el Partido Comunista Alemán que era muy combativo pero completamente desnortado en su acción política. [1] Partió para Rusia con su novia, aunque el PCUS no le dio mucha cancha a los intentos de Koestler de glorificarles por escrito pero si le dejaron viajar por la Unión con compañeros como el escritor americano Langston Hughes. Un tour muy ilustrativo para cualquier viajero interesado por las tierras de Asia Central. De regreso a Berlín aceptó trabajos de propaganda bajo la supervisión de Willi Müzenberg de la Internacional Comunista y además se casó con otra comunista, Dorothy Ascher.

El joven Koestler con el poeta americano Langston-Huhges con un campesino colectivizado en Asia Central. 1932

Al estallido de la Guerra Civil española marchó en agosto de 1936 para Portugal y pasó luego a la zona franquista por encargo de la Internacional Comunista, haciéndose pasar por periodista del London News Chronicle, diario que simpatizaba con Franco. Su misión consistía en documentar la ayuda ítalo-alemana a Franco. La empresa tenía mucho mérito y demuestra el valor y la conciencia de este escritor y militante. Aunque por si las moscas, el espionaje soviético le proporcionó una pequeña jeringa con una dosis mortal de morfina en un envase cómodo y discreto (la llevará durante toda su estancia en España hasta su detención). Y además, le consiguieron recomendaciones de Gil Robles y del propio Nicolás Franco. De modo que se fue para Sevilla donde estaba en aquel momento el Cuartel General rebelde. Se entrevistó con el capitán Luis Bolín[2] que era responsable la Oficina de Prensa rebelde, un tipo muy malo, que ya las había tenido con otros periodistas extranjeros y que las tendría aún mayores también con periodistas extranjeros tras las matanzas de Badajoz de Yagüe y sus tropas coloniales. Como Bolín no tenía motivos para desconfiar de Koestler le preparó una entrevista con Queipo de Llano, a la sazón en la cumbre de su histeria criminal. Y en esas estaba y con dos maletas repletas de documentos que probaban la intervención italo-alemana a favor de Franco, cuando un periodista alemán le reconoció en el hotel y dio el chivatazo[3]. Koestler salió de la zona rebelde hacia Gibraltar y luego en avión. Ya en Londres escribió en alemán lo que en España conocemos como la "La España sangrante" además de los artículos periodísticos con los inapreciables comentarios de Bolín y las payasadas criminales de la entrevista Queipo. Cuando esto fue sabido en Sevilla, Bolín ladró que lo mataría como un perro.

En octubre de 1936, Koestler pasó cuatro semanas en Madrid, probablemente en el hotel Florida donde compartió francachelas con otros gigantes de la literatura y la prensa en la Guerra Civil española, como Hemingway y Malraux. Quizá incluso conoció a su compatriota, el fotógrafo André Friedmann, húngaro y judío y exiliado como él, y meritorio miembro de la "Escoria de la Humanidad", como Koestler llamaba sarcásticamente a los de su propia tesitura, es decir, judío centroeuropeo, si posible izquierdista y exiliado en Paris. Koestler y Friedmann incluso tenían cierto parecido en sus fisonomías. La ofensiva rebelde contra Madrid a principios de Noviembre de 1936 donde todo el mundo pensaba que la ciudad caería, le puso frente a su situación. Era un espía soviético y Bolín le buscaba para matarle y estaba además el asunto de la documentación con pruebas de la ayuda nazi e italiana. Vamos, que si le cogían estaba muerto. Así que Koestler se marchó a Londres y los otros se quedaron y lo contaron. En enero de 1937 el News Chronicle, le hizo una propuesta para volver a España de nuevo a la zona republicana. Se fue para Francia el día 15 de enero de 1937, luego a Barcelona que visitó unas horas y después Valencia terminando en Málaga donde sonaban tambores de guerra. Su misión para la Internacional Comunista había terminado y se comportaba como un corresponsal. Iba acompañado de la periodista noruega Gerda Grepp con la que había hecho amistad en Valencia. La impresión que le causó la ciudad andaluza fue aún más demoledora que la de Madrid en el otoño de 1936. La ciudad estaba perdida, el gobierno de Largo Caballero no había podido poner orden en la ciudad, ni disciplinar a sus unidades milicianas y mucho menos enviar las armas que se necesitaban para otras unidades más combativas. Tampoco envió las unidades militares, pues todas se batían en batallas muy comprometidas en los alrededores de Madrid y no había reservas. Es difícil asumir la desatención del gobierno republicano a la defensa de la ciudad de Málaga, pero es sencillísimo de entender, ¿de dónde iba La República a sacar recursos para esta ciudad? Eran los indisciplinados defensores los que tenían que haber puesto los medios para su defensa, les sobrepasara o no esta tarea y con las oportunidades de defensa que hubiera. La tarea no se abordó y todos los jefes militares, profesionales o no, que por allí pasaron sólo querían cubrir el expediente y largarse lo más pronto posible.

Koestler presenció como un ejército extranjero y tropas coloniales, la mayoría también extranjeros, acompañados de muy poca tropa española, y de eso sí, una turba de iracundos falangistas locales temporalmente exiliados de Málaga, entraban a sangre y fuego en la bonita ciudad andaluza que estaba hecha unos zorros por los bombardeos, no se nos olvide, y como detenían y fusilaban a todo bicho viviente sospechosos de simpatías para la República[4].

Koestler se había hospedado en el hotel Regina con su colega periodista noruega, pero visitó la casa de un  inglés, Sir Peter Chalmers-Mitchels que era simpatizante republicano y que había escrito varias cartas al Times defendiendo a la República, rara avis entre los sires ingleses, por cierto, y que también decidió quedarse en Málaga como testigo preventivo y con gran riesgo personal como se verá. Sir Peters era un zoólogo, ya mayor, cargado de valor y buenas intenciones que en los primeros momentos de la guerra había salvado a derechistas malagueños, entre los que se encontraba un primo del capitán Bolín y su familia, que casualmente eran sus vecinos. Los milicianos registraron la casa del inglés y detuvieron a señor Tomás Bolín, muy comprometido con la rebelión. Pero Sir Peter consiguió su liberación y también documentación del consulado para que pudiera refugiarse posteriormente con su familia en Gibraltar. Sir Peters oficiaba de cónsul honorario inglés en la ciudad aunque parece que no lo era en realidad.

Koestler no se marchó esta vez. Muchos relatores dicen que para lavar su comportamiento en Madrid, lo que parece una sandez. Si uno es un cobarde lo es siempre. Koestler no era ningún cobarde ni un pusilánime, venía de partirse la cara con las SA en Alemania, de aceptar una misión muy peligrosa como agente de la Comintern y su comportamiento durante su vida fue cualquier cosa menos cobarde. El episodio de Madrid, que nunca relató debidamente, tuvo sin duda motivos de supervivencia, qué duda cabe, pero ninguno de los corresponsales que se quedaron en el Florida y luego le criticaron corrían ni la décima parte de peligro que Koestler de haber caído en manos de los franquistas. Resumiendo, Koestler se quedó en Málaga sabiendo el riesgo que corría y que impepinablemente lo iban a trincar. Quizá el ejemplo de Sir Peter le animó en esta decisión. Pero en realidad ni él mismo lo supo nunca, o al menos eso cuenta aunque hay que tener en cuenta que Koestler tenía mucho oficio literario.

Tras intentar mandar un cable a su periódico con una crónica de urgencia y comprobar la desaparición del mando militar es cuando tomó la decisión de quedarse con Sir Peter para ayudarle como testigo. La idea era que un observador de prestigio extranjero acompañado de un periodista también extranjero, refrenara la previsible ansia asesina de la airada burguesía entrante ya vestida de falangista y liderada por un abogado rencoroso de futuro mote "Carnicero de Málaga" [5] Era una idea descabellada, un grave error de escenificación que casi le cuesta la vida.

Un día tardaron los falangistas en registrar la casa de Sir Peter y detener a Koestler. El pelotón lo componían el primo de Bolín, Tomás Bolín que iba de azul, el propio Luis Bolín que no sabemos de qué color iba, quizá caqui, y falangistas de azul mahón nuevecito. Todos llevaban en mano pistolas automáticas que les entusiasmaban, todos daban gritos aterradores y todos sonreían malignamente con la intención de provocar allí una escabechina en las personas de Peter Chalmers-Mitchell y Arthur Koestler. El relato de éste último es desgarrador y describe desde sus apremiantes pensamientos suicidas (llevaba la jeringuilla en el bolsillo) hasta el discurso que les largó recordándole a Tomás Bolín quién le había salvado la vida y rogando a Luis Bolín que no lo ejecutara delante del inglés. El caso es que funcionó, fuera como fuera la escena. Sir Peter fue dejado en paz y Koestler tras ser interrogado por Bolín en la recién Comandancia Militar rebelde, fue ingresado en la Prisión Provincial de Málaga. En su ficha de ingreso recientemente publicada en un libro sobre Koestler[6], se lee:" "Ingresa en esta prisión, procedente de Libertad entregado por fuerzas de la Guardia Civil en concepto de detenido INCOMUNICADO a disposición del Capitán de Estado Mayor (Comandancia Militar) con suplicatorio de ingreso que se une del Jefe de la fuerza y en virtud de orden suscrita por el capitán N.A. Bolín." Era el 9 de febrero de 1937. En otra casilla que pone fecha de la libertad se ve la fecha manuscrita poco ilegible del 19-¿?-1937. Cuenta Koestler que en los trámites de ingreso, dos amenazadores “gorilas” preguntaron al funcionario de prisiones, “boqueras” que decíamos en prisión, si se le apaleaba como al parecer se hacía con el resto de los presos. Cortesía de la que fue privado por su condición de extranjero. Dos días después era trasladado a la Cárcel Modelo de Sevilla, que era de las mejores de España.

La ficha de ingreso en la Prisión Provincial de Málaga que ha sido publicada en Internet

La estancia en prisión fue una experiencia muy dura para Koestler, esperando el juicio que le condenara a muerte, y viendo pasar a otros en semejante tesitura y que terminaban indefectiblemente fusilados. Con algunos hizo amistad. Con los días, la realidad de su incierto destino fue haciendo mella en el escritor. Muchos estudiosos del personaje afirman que fue una suerte de epifanía que marcaría su carácter, esto es, su destino para siempre y que plantaría en su cabeza la estructura de su novela más famosa, "El cero y el infinito". Pero allí, la desoladora contemplación de un destino encarnado en sus compañeros de prisión desapareciendo un día tras otro, se le anunciaba heladora su próxima e irremediable caída. Y como la mirada de las mil millas de los veteranos combatientes en largas campañas, el preso encausado cobra una especial mirada, la mirada de los seis metros de pared a pared que agranda los ojos, disminuye la vista y disuelve los músculos del rostro quitando poco a poco la expresión humana. Su única salvación, el secreto diario escrito en la prisión y en inglés, "Diálogos con la muerte" lo llamaría, y que más adelante junto con otros textos compondrían en el verano de 1937 su "Testamento español". Koestler, maestro del lenguaje de acción, nos recuerda una verdad que todos los luchadores y revolucionarios saben, las guerras civiles y las revoluciones se componen de un 10% de acción y el resto de puro sufrimiento.

Koestler esposado en Sevilla

Una periodista franquista al enterarse de que había un colega en la prisión de Sevilla solicitó permiso para entrevistarlo y una vez conseguido, Nena Belmonte [7], que así se llamaba, además de entrevistarlo como decimos le metió intencionadamente más miedo en el cuerpo a Koestler alegando con cinismo que no se preocupara, que el Caudillo en su conocida generosidad le indultaría seguramente y así, ¿quizá?, se libraría de la muerte. Una joyita de periodista. Sabiendo Koestler la verdad sobre la "generosidad" de Franco asumió seriamente su destino mientras esperaba la llamada del juez. Pero Koestler tuvo suerte pues en una de las primeras campañas internacionales de derechos humanos que se recuerdan, su mujer[8] consiguió movilizar al Foreing Office, y además, la familia del aviador franquista Carlos Haya, conocidísimo piloto y al servicio directo de Franco, se puso de acuerdo con la diplomacia inglesa para intentar un canje del escritor, por la esposa del piloto[9], que estaba presa por la República. Dicho y hecho y sin que la justicia militar tuviera conocimiento[10], el piloto Haya que tenía mucha mano, se presentó en la cárcel, iba de camisa negra y sin corbata, y con el único testigo del director de la prisión, le aseguró a Koestler que venía a sacarle de la prisión a cambio de que se comportara como un caballero con los rebeldes y no se metiera en sus cosas. Una milonga estupenda que quizá iba destinada al funcionario de prisiones. Más tarde se enteró de la verdad por boca del propio piloto y marido.

El dialogo con Haya mientras pilotaba el avión que le conducía a Gibraltar y que Koestler relata con maestría, no tiene desperdicio, aunque esté novelado. Las memeces que Koestler pone el boca del piloto rebelde eran muy corrientes para justificar la rebelión, ¿qué iban a decir?

Koestler, colgó al comunismo, que por cierto en esto no tenía ninguna culpa, aunque sí que es cierto que vino a España por deseo del Cominter. Koestler metió al fascismo y al comunismo en el mismo saco pues estaban ocurriendo cosas: los Procesos de Moscú. Su antigua novia Eva Striker los estaba sufriendo en su carne, en carne viva, tristemente, suponemos.

En la Europa de preguerra de 1938, este posicionamiento dejaba pocas opciones, el humanismo, el pacifismo, etc... Todas ellas del ámbito de las democracias occidentales, es decir, Inglaterra y Francia. Resumiendo, Koestler pertenecía a la raza de exiliados, “escoria de la humanidad”, provocada por la ascensión de regímenes autoritarios y reaccionarios en Europa central, Polonia, Finlandia y en el Mediterráneo, Grecia, Italia y España, etc... Esa raza, principalmente de judíos centroeuropeos, a la que el espacio vital se le quedaba cada día más estrecho y que terminaba en Inglaterra o los Estados Unidos.

Tras resultar imposible reanudar su relación marital, Koestler partió para Paris donde escribió varios libros, entre ellos "Los gladiadores" un analítico estudio de la revuelta de Espartaco, mitad ensayo mitad novela pero mirando de reojo a la Alemania nazi. Era 1938 y Koestler decidió pedir la baja en el Partido Comunista. Este periodo francés fue muy productivo para el escritor pues acabó su obra más conocida "El cero y el infinito" que fue traducido al inglés por su compañera, la artista plástica británica Daphne Hardy. Una novela impresionante, demoledora, centrada en las vicisitudes de un honesto comunista caído en una purga estalinista. La novela fue escrita con mucho cuidado, en realidad para militantes de izquierda, y que marcaría Europa de un temprano anticomunismo, que aguantaría bien la Guerra Mundial, y que terminaría por germinar con la guerra fría, cuando un enjambre de escritores talentosos, de una manera o de otra fichó por la CIA, sus falsas ONG y sus falsos congresos. [11]

Koestler tenía muchas virtudes, sobre todo literarias, pero también tenía muchos defectos. No ya en su vida personal y amorosa, o en su endiablado carácter de todo o nada, que en el fondo sólo era debilidad de carácter y falta de madurez. Mucho se ha escrito sobre ello. Lo que señalamos es que, tras pasar un corto infierno en Sevilla, nada parecido al que padecerían otros intelectuales españoles, cargó más fuerte, precisamente sobre el lado que no le había hecho personalmente nada, el comunismo, con todas las maldiciones que el estalinismo se merece, sí. El caso es que a mi parecer, Koestler tuvo miedo, aunque como decimos no era un cobarde, y soltó amarras por su lado más comprometido. Esos pensamientos de renuncia siempre atraviesan como agujas las mentes de todos los detenidos que combaten a los tiranos, que pese a ser torturados, maltratados y condenados a muerte, en general se rehacen, rechazan estos malos pensamientos y se enderezan ayudándose en lo único que les queda, su lealtad política, que no era a Stalin, o quien fuera, sino a ellos mismos, a su vida, palabras, y escritos anteriores a su detención, y sobre todo a sus camaradas.

El retorno a Europa de Koestler, primero a Inglaterra donde intentó sin éxito convivir con su esposa, artífice principal de su canje y luego a Francia donde se ennovió con otra inglesa, la artista plástica Daphne Hardy, que también le sacaría de apuros cuando la Francia en guerra aisló en campos de trabajo a los alemanes y centroeuropeos sospechosos: “Extranjeros indeseables” les denominaba la policía. Su compañera se movió y la inteligencia británica valoró positivamente pedir su liberación[12], aunque nada de entrar en Inglaterra. De modo que libre, se buscó la forma de salir de Francia. Esta escultora inglesa se encargó de traducir al inglés la novela “El cero y el infinito” a principios de 1940. Las aventuras y desventuras del escritor para llegar a Inglaterra, fueron variadas e interesantes, y su entrada en Inglaterra pensando que su mujer y su manuscrito se habían perdido en un naufragio, deprimente. Para empeorar las cosas, como entró sin permisos, fue metido en prisión otra vez, ya iban tres…

Pero Daphne Hardy estaba viva, su manuscrito intacto y fue publicado con gran éxito a principios de 1941. No tardaría en ser liberado y ponerse inmediatamente a disposición de sus nuevos anfitriones. Perfeccionó el inglés que ya sabía, con rapidez, y escribió su primera obra en este idioma, “Escoria de la tierra”, que llamaba el mismo a los exiliados como él. Su tercera obra, primera en inglés. Estaba en ascenso. Un ascenso que no cesó ya, pero que con el paso del tiempo derivó hacia sendas insospechadas para sus lectores, impropias de este intelectual sin causa, que en definitiva, renunciaba a lo que verdaderamente da vida a un intelectual, la lucha contra los poderosos que controlan la raza humana desde sus torres de cristal. Al renunciar a eso, digo, cayó en las anécdotas que llevaba en su magín y que preocupan a los seres humanos sin causa y sin ideología, estupideces, si son pobres y necedades y frivolidades si son ricos. Tras algunos años de decadencia intelectual y política Koestler se suicidó junto con su última mujer Cynthia en marzo de 1983. Acto sorprendente con el que andaba tonteando desde hacía algún tiempo, tras una buena vida que ya la hubiéramos querido para nosotros los españolitos criados en el franquismo y con inquietudes intelectuales.

El anticomunismo se presenta como una reacción ideológica ante las barbaridades estalinistas que sufrieron principalmente miles de militantes de comunistas, rusos o no rusos. Pero es mucho más que eso. El anticomunismo es la tabla de salvación de los intelectuales en primera hora o tardía en la madurez para justificar su conservadurismo esencial. Pero con todas las disculpas, el anticomunismo es peor que los males del comunismo, males muy matizables, sin negar la mayor, pero por otro lado, infinitesimales comparados con los males que nos ha reportado el poder de las clases dominantes, llámese como se llame el sistema, Imperios antiguos esclavistas, imperios medievales servilistas, imperialismos de rapiña, capitalismos explotadores o capitalismo financiero en la actualidad. Las falsedades con que los adalides del capitalismo nos han bombardeado y machacado sobre nuestras cabezas durante años y años para demonizar al comunismo, principalmente al ruso, han caído por su peso con la disolución de las URSS. Ahora resulta que no era por ser comunistas, era por rusos, o sirios, o cubanos o venezolanos, o iraníes, o todo el que no se baje los pantalones con la misma rapidez que Europa adoptando después la posición del primer tiempo del saludo militar, lo que se llama cuadrarse.

Notas.-

[1] Se trataba de un partido que pensaba que con una gran acción violenta y con el apoyo de las masas socialdemócratas, que no de sus dirigentes a los que consideraba social-fascistas, se podía acabar con los nazis. En realidad, ni los comunistas del KPD ni los socialdemócratas del SPD supieron enfocar la lucha contra el nazismo en Alemania que para empezar precisaba de un pacto político al estilo del Frente Popular propugnado por la Internacional Comunista y que vendría más tarde. Todo el mundo en Alemania pensaba que los nazis, una vez en el gobierno, fracasarían estrepitosamente, cociéndose en su propio jugo, como le venía pasando a todos los gobiernos de la República de Weimar. Pocos se dieron cuenta de las verdaderas intenciones de Hitler y sus acólitos.

[2] Periodista del ABC, habilitado como capitán que tuvo un gran papel en el vuelo del Dragón Rapide para trasladar a Franco de Canarias a África y que pasó a ser jefe de la oficina de Prensa del Cuartel General rebelde.

[3] Cuenta el propio Koestler: "Al día siguiente de la entrevista me encontré con un periodista alemán a quien había conocido años antes en Berlín. Se llamaba Strindberg (hijo, dicho sea de paso, de August Strindberg, el gran escritor escandinavo) y trabajaba ahora para los diarios nazis. De hecho, lo vi sentado en el bar de un hotel de Sevilla con cuatro pilotos nazis. Conocedor de mi pasado "rojo", que el capitán Bolín ignoraba, me denunció a él esa misma noche."

[4] Por allí andaba también otros insigne extranjero, el doctor canadiense inventor del sistema móvil de trasfusiones de sangre, que enterado del desastre que se avecinaba partió raudo con su Unidad de Trasfusiones canadiense al socorro. Otra extranjera de pro, Tina Modotti, la ítalo-americana afincada en Méjico, fotógrafa, comunista y amiga de Vitorio Vidali que junto con la española Matilde Landa dirigían el Socorro Rojo de las Internacional Comunista. Que también partieron para Málaga. Todos ellos vivieron jornadas dramáticas y arriesgaron sus vidas en defensa de los habitantes de la ciudad andaluza. También presenciaron el crimen brutal que protagonizó la marina rebelde contra los miles de malagueños que huían por la carretera de Málaga a Almería, lo que se conoce como "La desbandá" y que se calcula entre "5.000 y 10.000 muertos. Crimen, por cierto siempre negado por los franquistas y que evidencia el fondo de la cuestión. Una venganza, sin justificación militar, un mero crimen, organizado por gente horrible cargada de ideas horribles.

[5] Arias Navarro, el que sería con el tiempo futuro presidente de gobierno en el primer gobierno de la monarquía de inefable recuerdo y que actuando de fiscal en Málaga se distinguió por su saña contra todo lo republicano, personas, haciendas e instituciones, habiendo calculado algunos relatores una espantosa cifra de 4300 víctimas relacionadas con sus actuaciones judiciales.

[6] Jorge Freire: “Arthur Koestler. Nuestro hombre en España”.

[7] Se trataba de la aristócrata Matilde Llompart de la Figuera que vivía en Nueva York y que apoyaba a Franco y que llegó a entrevistarlo como corresponsal de guerra en zona rebelde.

[8] La militante comunista inglesa Dorothy Ascher.

[9] Josefina Gálvez, hija de un conocido médico de la ciudad y que había sido detenida y evacuada de Málaga como prisionera.

[10] ¡El juez militar se enteró ¡en 1941! tras percatarse que su bien guardado preso no estaba donde debía

[11] Por ejemplo, como la famosa novela “1984” publicada en 1947 de Orwell. Y que representaba el culmen literario del anticomunismo sustentado a veces por los fondos reservados de los servicios de espionaje occidentales. Por cierto, “1984”, leída hoy, se refleja mucho más que en la Unión Soviética, en esta sociedad tecnológica de falsa prensa y poderes financieros capaces de cambiar nuestras vidas con gigantescos atentados de falsa bandera que liquidan la poca democracia que quedaba en los países occidentales.

[12] La famosa agente del MI5, Millicent Bagot, inmortalizada en los libros de espías fue al parecer la mano que facilitó esta liberación. Esta funcionaria de inteligencia fue la primera en sospechar del amigo Kim Philby que trabajando para el MI6 era en realidad un agente doble del espionaje soviético.