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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Alfred Kantorowicz (1899-1979)

Editor, escritor y periodista alemán nacido en Berlín muy comprometido con la causa antifascista que había ingresado en el KPD (Comunistas alemanes) en 1931 y que editaba el Vossische Zeitung hasta que en 1933 fue expatriado por su doble condición de judío y comunista, bastante frecuente entre la intelectualidad alemana de entreguerras. Kantorowicz estaba entre los primeros cien judíos expulsados de Alemania por indeseables. Y de eso estaba bien orgulloso. Kantorowicz no era un comunista al uso, ingreso en el KPD convencido de que era el único partido radicalmente enemigo del nazismo, pero se trataba en realidad de un intelectual de izquierdas defensor de la libertad individual y los derechos humanos y poco amante de lo colectivo como forma de Estado.

En Paris continuó su lucha antifascista junto con otros muchos exiliados alemanes, la mayoría judíos. Para desagraviar la quema de libros nazi, Kantorowicz fundó la Biblioteca de Libertad Alemana en el aniversario de estos hechos bárbaros. Era una especie de biblioteca de libros quemados a la que había que enviar ejemplares de los mismos libros quemados por los nazis. Se reunieron decenas de miles de ejemplares en unos pocos días. Ni que decir tiene que cuando los alemanes entraron en Paris en 1940, destruyeron la librería. ¡Qué contumacia!

En los años que precedieron a la Guerra Mundial, ya en París, Kantorowicz había perdido su voluntad militante en el Comunismo, ideología que chirriaba con su visión política personal, pues para nuestro protagonista el KPD había sido una plataforma del combate antifascista más que una partido de militancia y dicen sus relatores que estuvo a punto de dejar el partido. Además trabajo particular no le faltaba, con sus artículos, su librería y la presidencia de la Asociación de Escritores Alemanes en el Extranjero. Y en esas estaba cuando estalló la Guerra Civil española y la Komintern solicitó voluntarios para las Brigadas Internacionales. Para los exiliados alemanes de todo el mundo era una oportunidad extraordinaria de combatir al fascismo. Casi cinco mil alemanes marcharon a España como voluntarios durante caso dos años para incorporarse a su lucha, primero en batallones de primera hora, como el Thaelmann, y luego como brigadas internacionales del Ejército Popular. ¡Había tanto por hacer! Encuadramiento, Propaganda, instrucción, etc...

Fue encuadrado en el batallón Chapayev, nombrado así en honor del héroe de la Guerra Civil rusa, Vassily Chapayev, un guerrillero de mucha fortuna. En el batallón había 21 nacionalidades según cuenta el mismo Kantorowicz. Con su experiencia en artes gráficas fue nombrado editor del principal órgano de las Brigadas Internacionales, "El voluntario de la libertad", experiencia que relata en su libro "Diario de guerra"

Combatientes y amigos alemanes de la República Española

Con la repatriación de los Brigadas Internacionales a finales de 1938, Kantorowicz regresó a Paris y gracias al trabajo de su esposa Friedel y a la solidaridad de otros escritores con mejor economía pudo afrontar la ocupación de Francia por los alemanes, huyendo a la zona de Petain, donde fue detenido e internado, pero consiguiendo fugarse por el puerto de Marsella en 1940 rumbo a los Estados Unidos con su familia. Durante la guerra trabajó para la CBS. Y al final de la contienda regresó a Alemania. Decidió irse a la zona rusa, suponiendo que los comunistas alemanes (los supervivientes) construirían un país mejor que los americanos. En la RDA, Kantorowicz nadaba entre dos aguas. Aquello no era lo que esperaba, menos para un comunista tan atípico como él. Sin embargo no llevaba mala vida, era profesor en la universidad Humboldt de Berlín. Su labor era importante, publicó trabajos sobre la literatura alemana en el exilio y reeditó las obras de Heinrich Mann y nadie se metía con él pese a que todos conocían sus dudas.

Pero tras la invasión de Hungría en el 56 y los rumores de que se iba a purgar y encarcelar a los disidentes en la RDA, huyo a Occidente, que no le recibió con los brazos abiertos, todo lo contrario, era sospechoso de dirigente comunista, y además se negó a delatar a sus compañeros de las Brigadas Internacionales que se encontraban en situación parecida pasando además penurias, pues la democrática República Federal les negaba la tarjeta de refugiado, indispensable para la asistencia social. Curiosamente este era el motivo por el que muchos comunistas disidentes permanecían callados en la RDA, allí tenían pensión y servicios sociales. En 1969 recibió el premio Dehler a su labor editora y comenzó un lento proceso de rehabilitación, rara avis de la guerra fría, cuando no colaborabas con la CIA, como es el caso de Kantorowicz. Desde este momento su vida cambió al ser aceptado por la comunidad intelectual de la RFA. Murió en 1979 en Hamburgo.