S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española. |
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Walter Duranty (1884-1957) Periodista inglés que trabajó para el New York Times y que fue corresponsal en Moscú durante 17 años. Llegó a Moscú en 1922 en plena NEP, la Nueva Economía Política que Lenin lanzó para paliar la escasez tras la Guerra Civil y que permitía el comercio privado. La Guerra Civil rusa, mucho más que la Gran Guerra y la revolución, fue la autentica culpable de la terrible situación en que quedó la Unión Soviética a su final. Esta situación, no lo olvidemos, fue propiciada por los Aliados, USA, Inglaterra, Japón, Francia, Polonia y hasta Grecia enviaron ayuda a los ejércitos blancos, dinero y armas, y algunos incluso tropas que llegaron a ocupar las ciudades rusas. Era un poco como la Siria actual con la misma hipocresía y las mismas mentiras para asfixiar al gobierno. Sólo que no pudieron. Cuando Duranty llegó a Moscú, las opiniones occidentales sobre la URSS estaban divididas, para los ricos se trataba de un sistema abominable e insufrible (1), para los pobres, era la esperanza en un futuro mejor. Ambos estamentos estaban mal informados. Y en esto llegó Duranty de corresponsal y puso las cosas en su sitio. Como Henry Buckley en España, Duranty contó lo que vio y se adaptó personalmente a la realidad. A Buckley le dejaron opinar libremente sobre España, ¡qué le importaba España a los ingleses y a los americanos! salvo a círculos progresistas muy localizados y a la izquierda obrera. Pero lo de Duranty era demasiado y cargaron con todo contra sus lúcidos artículos. La persecución fue implacable, aunque a Duranty se la trajo al fresco. Incluso quisieron quitarle el premio Pulitzer por sus increíbles artículos explicando el nacimiento de la Unión Soviética en los que no tomaba partido pero explicaba el nacimiento del estalinismo desde la óptica de las sufridas masas soviéticas que poco iban a llorar por el exterminio de los ricos campesinos ucranianos anti-soviéticos y ultra reaccionarios. El meollo de la cuestión era la supuesta hambruna que dicen causó la muerte de millones de campesinos ucranianos (2). Los artículos de Duranty que no era especialmente proclive ni a los rusos ni a los comunistas, son de un esclarecedor abrumador, por eso recibió un Pulitzer, y deben ser leídos para comprender por qué fue acusado de apologismo, un grave pecado en USA cuando se trata de Rusia. El caso es que las ideas que trataba de transmitir Duranty a sus paisanos eran bien sencillas. Lo primero es que a los pueblos eslavos bajo la hegemonía rusa y en este caso bolchevique no se les podía juzgar como a los europeos de entre guerras. Las masa soviéticas, como las chinas y japonesas no habían sido contaminadas por el pernicioso catolicismo mediterráneo y menos por el más peligroso aún luteranismo empresarial centroeuropeo, y tampoco por el individualismo emprendedor colonial. Estos pueblos, como el chino y el japonés, valoraban mucho más el sentido colectivo de sus vidas, (3) lo que explica en cierto modo sus rápidos éxitos sociales, industriales, culturales y militares que les han permitido derrotar (o poner al borde de la derrota, como es el caso de Japón) a grandes potencias industrializadas y en la cima de la tecnología (4). La explicación del estalinismo de Duranty chirría para una mente culta occidental. No tanto la figura de Stalin, sino cómo esta perversión del Marxismo-Lenismo prosperó a sangre y fuego con la sangre de la propia izquierda y de las nacionalidades no rusas e incluso rusas si eran minorías raciales. Las radicales trasformaciones que la sociedad rusa y soviética sufrió en veinte años tremendos, sólo podían producirse en una región eslava que podía soportar tanto sufrimiento colectivo sin pestañear. Aún soportaría mucho más sufrimiento durante la Gran Guerra Patria también sin pestañear. Pues el estalinismo no podía prosperar sin los ciudadanos soviéticos. Victimas y beneficiarios de este sistema que caló en la sociedad rusa porque podían pasearse por las frías noches rusas en la taiga y en los bosquecillos bailando el amor y la muerte del gran Prokofiev victima directa de Stalin junto a su mujer española Lina. El estalinismo era mucho peor que el pollo del restaurante Pushkin parafraseando a Boris Gruchenko cuando inicia esta danza. Sí, cierto, pero era pollo soviético. Resumiendo, Duranty trató de explicar a sus lectores por qué fue necesaria una brutalidad semejante en la Unión Soviética, en un trance tan terrible para los países que componían la Unión, con unas recetas muy similares a las que siempre se aplicaron en los imperios rusos, pero empeoradas por el zar rojo y su conspiranoia. Y además relató sin ninguna piedad las cuestiones más duras, las hambrunas, la represión de las elites, claramente pero sin las exageraciones de otros periodistas que buscaban aceptación notoria. Duranty se mantuvo en sus tesis que no gustaban nada en las alturas y así le fue reconocido por detractores y admiradores. Desde 1934, ya en Estados Unidos, escribió libros y trató de explicar la génesis de esta nación tan extraña para Occidente. Y así se lo reconocieron las autoridades soviéticas. Las hambrunas y la eliminación de kulaks rusos y ucranianos, periodo que en Ucrania se llama El Holodomor, fue muy duro, pero según Duranty los informes occidentales de la época sobre el hambre en la década de los años veinte eran propaganda antisoviética y estaban exagerados (5). Se preguntará el lector que pinta Duranty en esta página, pues bien, Walter Duranty viajó a Barcelona al principio de la guerra y escribió artículos para su agencia siendo conocido el que compara la actividad económica en la Cataluña colectivizada y la Nueva Política Económica de Lenin a principios de los veinte en Rusia. (1) Como ahora con Putin. Nada ha cambiado amigos, antes por comunistas y ahora por rusos. (2). Esta mentira de clamar por los falsos millones de muertos por hambre en países fuera de la órbita occidental y normalmente acompañado de brutales bloqueos, viene de lejos. Lo usaron en América latina, lo usaron contra Rusia y China, contra Corea, contra Cuba, contra Venezuela, y contra lo que haga falta. (3) Los propios rusos presumen en sus digitales en la actualidad de su sentido colectivo que les permite hacer mucho con poco presupuesto gracias a la colaboración social, el esfuerzo colectivo. En suma bajo una determinante dirección que prefieren a la democracia parlamentaria occidental que, como se las maravillara, para que pudiendo aparentemente escoger el pueblo, siempre gobiernan los mismos en Occidente, se ponga quien se ponga al frente del gobierno. Para eso mejor lo nuestro, dicen aun hoy. (4) Casos de Rusia aplastando a Alemania, China derrotando a Japón, Vietnam derrotando a USA. Contra todo pronóstico. (5) Pues bien, viendo cómo se mueve en la actualidad la propaganda anti rusa con patrañas tan burdas como los envenenamientos neurotóxicos de un espía ruso traidor y su hija (y que sorprendentemente sobreviven a un supuesto agente ruso mortal), pues me parece que Duranty tenía toda la razón y que escribió lo que vio, de la misma manera que Henry Buckley, periodista católico inglés, nos contó la vida y muerte de la República española como la vio, en contra de la propaganda de las biempensantes democracias occidentales. Y lo mismo le pasó a Jay Allen y a Geoffrey Cox, Louis Delaprée, Herbert L. Matthews, G. L. Steer y tantos otros buenos periodistas que no eran malvados comunistas, ni siquiera un pelín rojos, que alabaron la lucha del pueblo español contra el fascismo sin ahorrar críticas contra sus gobiernos y dirigentes españoles, que sin duda alguna se las merecían. Y un apunte para terminar, el gran Orwell cargó también contra Duranty en su viraje anticomunista metiéndole en su lista negra. |