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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Louis Delaprée (1902-1936)

Delaprée era un periodista francés que trabajaba para lo que llamamos prensa popular, que sin llegar al amarillismo, daba informaciones de escasa profundidad sobre temas supuestamente de interés general, que en realidad no tenían ningún interés para nadie. Personalmente, Delaprée era un superviviente de esa infancia francesa huérfana por la matanza de padres de la Gran Guerra. Desde joven desarrolló inclinación por el reporterismo, y pese a épocas duras y sin trabajo, a principios de los treinta fue contratado por Paris-Soir: el vespertino sensacionalista, con noticias de impacto, bien acompañadas de imágenes y de frases inquietantes. Y sobre todo, nada de política, o si acaso, a favor del gobierno. El caso es que Delaprée marchó de corresponsal para España, en un flete que su periódico se marcó a lo grande al asociarse con el  rotativo inglés Daily Express que envió a Sefton Delmer. De modo que cuatro días apenas después de iniciada la sublevación, aterrizaban en Burgos, el centro de la insurrección (1). Ambos reporteros se dieron de bruces con la cruda realidad de la retaguardia franquista. Aún así, Delaprée envió sus crónicas con su ameno estilo característico. A los pocos días y ya sabedor de lo que se cocía en las cárceles y en los cementerios de la región castellana, envió un crudo artículo denunciándolo, haciéndose eco también de las noticias de la represión republicana que naturalmente se publicaban hasta la exageración en la prensa burgalesa, pero centrándose él en la terrible represión de la cárcel de Burgos. Naturalmente, su periódico no la publicó, pese a la nota que había insertado Delaprée que conocía el percal, asegurando que los hechos relatados eran verídicos.

Delaprée se volvió incomodo para las autoridades rebeldes burgalesas, más después de los escándalos que las crónicas periodísticas de periodistas extranjeros, portugueses y americanos, pero también un francés, habían desatado en la Europa bien pensante. Por este motivo fue brevemente detenido y pudo entrevistar a los presos que esperaban su infortunio en prisión. Liberado por la intercesión de su periódico, declarado favorable a Franco, marchó a París con la intención de pasar a la zona republicana. A mediados de agosto ya se encontraba en Barcelona informando del proceso al general traidor Goded. Después marchó a Valencia y tras llegar a Málaga, volvió para Toledo. Se dio un tour por el Alcázar y se encaminó a Madrid. Allí debió ser recibido con alguna hostilidad por parte de la Oficina de Prensa, dado que reportaba para un periódico beligerante con la República, aunque parece que se llevó bien con Barea el censor de la Comisaría de propaganda de la Junta una vez que el gobierno se fue para Valencia. Otros corresponsales en Madrid le tenían en buena estima. Y algunos voluntarios franceses, como Malraux, también. Aún tuvo tiempo Delaprée para visitar el frente de Oviedo y describir a los valientes dinamiteros asturianos. (2) Volvió a Paris y no tenía previsto regresar a España pues como a la mayoría de los periodistas de raza, la España republicana te fracturaba el alma y el corazón te lo dejaba helado y bien helado. Pero Madrid parecía a punto de caer, (sobre todo para los interesados en este hecho que confundían sus deseos con la realidad), (3) y resulta que el corresponsal en Madrid de Paris-Soir estaba sufriendo un ataque de nervios por los bombardeos y había que sustituirle. Y para allá se fue el bueno de Delaprée para ser testigo de dos cosas, la resistencia republicana y los bombardeos aéreos y artilleros de la sufrida ciudad.

Los cambios en la ciudad impresionaron a Delaprée. El voluntarismo desorganizador de los milicianos del verano de 1936 había dado paso en el inverno de 1936 a una sombría, hosca y silenciosa determinación, donde un disciplinado ejército de milicianos en trance de constituirse en ejército se pegó al terreno y con los pocos medios que tenían aguantaron la avalancha hasta que llegó la ayuda de las Brigadas Internacionales y el material de guerra ruso. Las crónicas del periodista fueron mutiladas o completamente ignoradas. Lo que escribía Delaprée espeluznaba a los editores de France-Soir. Y viendo Delaprée lo que pasaba con sus artículos, trató de mandárselo a otra publicación más proclive a la República. Pero ni así le respetaban el texto. Le estaba ocurriendo la transformación psicosomática conocida como "el toque republicano" o "Spanish syndrome", especie de epifanía que convertía a los reporteros justos en incondicionales del pueblo español en su lucha por la supervivencia, y que le había ocurrido a muchos corresponsales, y que quisiera o no, para Delaprée había empezado en Burgos y se había agudizado en plena batalla por Madrid con masacres diarias de civiles nunca vistas antes en Europa occidental. Dicen los relatores del personaje que las crónicas de Delaprée se volvieron más propias del final de los tiempos, Armagedon y Apocalipsis en la boca de un periodista completamente dado la vuelta de sí mismo. En su periódico trataron de sacarlo de Madrid con una jugosa oferta de trabajo más acorde con lo que había sido como periodista sólo hacía unos meses. Dicen que Delaprée sufrió un ataque de ira al enterarse y que decidió partir para París para que le oyeran sus jefes.

Delaprée había intimado con Arturo Barea, a la sazón censor de la Junta Delegada de Defensa de Madrid. En el edificio de la Telefónica comentó con este futuro escritor que iba a tener unas palabras con sus jefes en Paris y no contento con esto, mando el siguiente telegrama:

"Ustedes sólo han publicado la mitad de mis artículos. Lo sé. Están en su derecho. Pero hubiera pensado que, por amistad, me habrían ahorrado un trabajo inútil. Llevo tres semanas levantándome todos los días a las cinco de la mañana para que ustedes puedan incluir las noticias en las primeras ediciones. Me han tenido trabajando por amor al arte y para la papelera. Gracias. El domingo tomaré un avión, a menos que corra la misma suerte que Guy de Traversay [corresponsal de L’Intransigeant, fallecido en Mallorca el 17 de agosto] lo que estaría muy bien ¿verdad?, porque así ustedes también tendrían su propio muerto. Mientras tanto, no les enviaré nada más. No vale la pena. La matanza de cien niños españoles es menos interesante que un suspiro de la señora Simpson, puta real".

Se refería a que las portadas de todos los periódicos sensacionalistas, incluido el suyo traían imágenes de la señora Simpson la divorciada por la que el rey Inglés renunció a su trono, ignorando el drama español que sólo importaba a unos pocos.

El Potez donde viajaba Delaprée y otros pasajeros y que tras el aterrizaje forzoso capotó.

En un avión Potez reconvertido de bombardero en comercial que fletaba la embajada francesa y acompañado de otros seis pasajeros y dos tripulantes despegaron para Francia. Al poco del despegue sobre tierra alcarreña, dos cazas republicanos lo interceptaron confundiéndole con una avión enemigo y lo derribaron. Los pilotos franceses pudieron hacer un aterrizaje de emergencia y aunque capotaron pudieron salvar a casi todos, excepto Delaprée que había recibido dos balazos y otro pasajero que resultó herido de bala también. Delaprée murió en el hospital, el otro pasajero que resultó ser un alto representante de la Cruz Roja, organismo más hostil con la República que con los rebeldes. Esta situación quitó protagonismo a las crónicas de Delaprée y la noticia evolucionó peligrosamente entre el aprovechamiento que el Partido Comunista francés quería sacar a la historia de un periodista ametrallado por los aviones fascistas, otra historia más como la del compañero de Delaprée, Guy de Traversay del Intransigent que fue fusilado en Mallorca por los rebeldes. Y como no, la contrapartida de La Cagaoule, la delirante historia que la extrema derecha francesa contaba sobre que aviones rusos habían querido asesinar al delegado de la Cruz Roja para evitar que sacara las fotos de Paracuellos, (como si en Paracuellos hubiera habido fotos de los hechos) y más todavía como si los rusos hubieran tenido algo que ver que estos fusilamientos. El gobierno republicano lo negó todo y se empecinó. El gobierno francés mandó una discreta nota de protesta sin relevancia internacional pues no quería quedarse en medio de la polémica entre partidos franceses partidarios de la República y la extrema derecha.

 La cosa terminó encanallándose entre unos y otros perdiendo el pobre Delaprée el protagonismo de su historias. Historias, por cierto llenas de pasión escritas por un conservador que como espectador de las tragedias alcanzó un grado de empatía con las victimas que iba mucho más allá de simpatizar con uno un otro bando en liza. Martín Michom recopiló todos los trabajos de Delaprée en unos y otros periódicos y fueron publicados bajo el título Morir en Madrid en 2009.

Notas.-

(1) Donde pocos días antes y en plena calle un conocido aristócrata local había descargado en plena calle su semiautomática tiro a tiro sobre un borrachín por gritar al parecer "Viva España" y que por su voz estropajosa se entendió como "Viva Azaña", y que el aristocrático asesino acompañó cada tiro con un: "Este por tu puta madre...", "Este por el cabrón de tu padre...", ante el horror de los transeúntes y las sonrisas estremecedoras de la cuadrilla de falangistas que lo acompañaban en su tareas de limpieza humana. Escena verídica presenciada por el relator que nos la transmitió en la  larga noche franquista, cuando todo lo que hacíamos por nuestra historia era tomar notas de los testigos antes de envejecieran.

(2) Los mineros asturianos dieron oficio a una nueva profesión militar en el Ejército Popular, en todos los frentes, no sólo en el Norte, el dinamitero, tipo avezado y experto en la dinamita, bombas de mano caseras o manufacturadas, y todo lo relacionado con explosivos. No había unidad militar republicana que no contara con su sección de dinamiteros. Ocupación muy peligrosa, como le ocurrió a Rosario dinamitera, que perdió una mano en sus afanes.

(3) Militarmente era muy difícil que con esas fuerzas Franco tomara una ciudad tan grande, a poco que resistieran los republicanos. Y como se resistieron con uñas y dientes, milicianos, prontamente Ejército Popular, y pueblo. No solo Madrid no cayó sino el que cayó con todo el equipo fue Franco y los suyos que tuvieron que pasar del ataque frontal a la aproximación indirecta con la intención de cerca la la ciudad. Pero eso también fue imposible.