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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Geoffrey Cox (1910-2008)


Sir Geoffrey Cox nació en Nueva Zelanda en 1910. Estudió en la Universidad de Oxford con una prestigiosa beca «Rhodes Scholarship» entre 1932 y 1935. Tras ello se hizo periodista profesional. Como corresponsal extranjero, informó sobre los grandes acontecimientos de la década de 1930. En el invierno de 1936 cubrió el asedio de Madrid. Al año siguiente sus crónicas se publicaron en Londres en un libro llamado La defensa de Madrid. Sus experiencias en este frente son muy interesantes y veraces. Incluyen crónicas de las Brigadas Internacionales y de la batalla de Guadalajara. En alguna ocasión los milicianos madrileños quisieron detenerlo, debido a su impecable aspecto que les recordaba a un aristócrata. En 2005, Oberon publicó este libro con una magnifica introducción del historiador Martin Minchom que es experto en la Guerra Civil en Madrid. Se incorporó al servicio militar en la Segunda Guerra Mundial, donde además de realizar otras funciones, fue el encargado de la Misión Diplomática de Nueva Zelanda en Washington. En los años 1950 y 1960 fue pionero del periodismo informativo en la televisión. En 1966 la Reina de Inglaterra le nombró Sir por su destacada contribución al periodismo.

Geoffrey Cox. Corresponsal de guerra del News Chronicle:

Madrid, viernes

La cuarta semana de ataques a Madrid por parte de Franco se cierra hoy con la ciudad en una posición aparentemente más fuerte que nunca. Calles que hasta hace sólo un mes contaban con unas cuantas losas en la calzada o sacos de arena amontonados como defensa, ahora tienen barricadas cuidadosamente diseñadas, trincheras profundas y armas bien ubicadas y dirigidas.

Y, más importante aún, los hombres y mujeres que las usan están ahora convencidos de que la victoria es suya.

Los rebeldes lanzaron esta tarde el ataque más duro hasta el momento, en el barrio situado detrás de la línea del Gobierno, cerca de la prisión y de la Ciudad Universitaria.

Veintitrés bombarderos trimotores escoltados sobrevolaron el centro de la ciudad justo después de las 2. Unos minutos más tarde, el cielo se encontraba cubierto de humo proveniente de edificios demolidos y en llamas debido a las bombas incendiarias.

Ataque rechazado

Es evidente que los rebeldes tratan de abrirse camino a través de las defensas situadas en el noroeste y oeste de la ciudad mediante un bombardeo intenso. Pero en el frente de Pozuelo, la victoria sigue en manos del Gobierno.

A pesar de que en los últimos cuatro días los rebeldes han emprendido el mayor ataque lanzado hasta el momento (más de 5000 hombres con tanques y artillería), no han conseguido romper las líneas del Gobierno, de la Columna Internacional y de la milicia y alcanzar la calle Escorial.

Por el momento, parece que no hay peligro en esta calle. 

Tras esta acción, el general Kléber recomendó que el batallón italiano Garibaldi de la Columna Internacional recibiera una mención especial y que su comandante, Paccardi (quien encabezaba una de las milicias de los trabajadores opuestos a los fascistas de Mussolini en 1931), recibiera un ascenso.

 Bomba alemana

Una de las bombas incendiarias lanzadas hoy llevaba inscritas las letras RhS, la marca de Rheinische Stahlwerke de Alemania. 

La policía rodeó y asaltó anoche un edificio bajo la jurisdicción de la legación finlandesa, situado enfrente de la embajada británica. Cuatrocientos refugiados, la mayoría de nacionalidad española, fueron conducidos a la sede de la policía para ser interrogados.

Se sospecha desde hace tiempo que varias legaciones y embajadas han estado albergando a fascistas (la «Quinta Columna» de Franco) y la acción de ayer fue llevada a cabo porque el martes se lanzó una bomba-lata desde ese edificio a un miliciano, aunque no resultó herido. El miércoles, otra bomba proveniente del edificio hirió gravemente a un niño.

Anoche, sobre las 3:30, la policía rodeó el edificio y el encargado de negocios británico fue informado de que tendría lugar el asalto. Tras llamar a la puerta durante una hora exigiendo que se abriera «en nombre de la República» sin obtener respuesta alguna, los milicianos decidieron entrar tirando la puerta abajo, para lo que emplearon un hacha.

En el momento en el que llegaban al final de [la calle] Fernando el Santo camino de vuelta a la embajada junto con otros dos periodistas, pudimos oír cómo el eco del derribo de la puerta resonaba en el silencio de la noche.

Tres tiros

Un robusto policía de guardia nos dio el alto y nos pidió que avanzáramos en fila dejando diez yardas de distancia entre uno y otro para no llamar la atención. Al acercarnos al edificio finlandés oímos tres tiros que provenían del interior. Entonces llegaron los llantos de las mujeres y los niños (la alarmada familia del guardia, como descubrimos más tarde).

Al pasar por las verjas de hierro de la embajada británica, que estaban fuertemente vigiladas, la primera tanda de refugiados fue introducida en un camión que les aguardaba. Se trataba de un desfile de hombres y mujeres terriblemente asustados.

Tres hombres salieron llevando a otro hombre a quien describían a gritos como un «camarada herido».