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Periodistas y corresponsales extranjeros en la Guerra Civil española.

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Ralph Bates (1899-2000)

Escritor británico especializado en temas españoles que vivía en España desde principio de los años veinte. Bates provenía de una familia obrera con conciencia social. Su afición por España venía de su bisabuelo, del que la familia contaba historias pues había sido capitán mercante que recalaba en el puerto de Cádiz, y de hecho allí estaba enterrado en el cementerio de los ingleses. De modo que el joven Bates siempre quiso visitar la tumba de su bisabuelo. Deseo que pudo cumplir tras haber combatido en la Gran Guerra y a la sazón enrolado como marino en un mercante. Una vez en España abandonó el prematuro oficio de marino y se puso a recorrer el país tanto como su peculio se lo permitía, con ayuda, eso sí, de su capacidad para interpretar los múltiples oficios que le reportaron beneficio en la tierra española, todos ellos de habilidad mecánica y técnica. El chico era un trotamundos de excelente salud y colmado de energías que le permitían viajar, relacionarse con las fuerzas progresistas y obreras. Hábil para los idiomas, se hizo pronto popular entre sus camaradas quienes le llamaban cariñosamente "El Fantastico". En 1923 se afilió al partido Comunista Británico y comenzó su carrera literaria. Dos cosas amaba Bates en la vida, la política y la literatura y en las dos se puede decir que triunfó personalmente. Mientras tanto hacia de corresponsal de la New Republic, un semanario que a veces apoyaba a la República española con colaboradores de lujo. En 1933 publicó su novela Sierra y dos años después Lean men.

El estallido de la Guerra Civil española le permitió poner todas sus energías al servicio de la causa. Con André Malraux se fue a América para recaudar dinero para las Brigadas Internacionales. También se puso al servicio de las publicaciones de las Brigadas Internacionales, y fue nombrado redactor jefe del Voluntario de la Libertad, una de las más importantes. Pero también quiso combatir y se enroló en batallón Lincoln donde fue nombrado comisario uno de los puestos  de más riesgo en el Ejército Popular y más aun en las BB.II., donde si caías prisionero de los franquistas eras hombre muerto en el acto  luego de una brutal paliza. Bates luchó por la República en Brunete al frente del tercer batallón de la XV B.I., concretamente el batallón Spanish. Estuvo presente en la muerte de Gerorge Nathan, unos de los jefes más paradigmáticos y valientes de las Brigadas Internacionales, que fue alcanzado por la artillería rebelde y que pidió a sus hombres que le cantaran para ayudarle a morir. Quizá Bates cantó a Nathan bajo los olivos de Brunete. Era el 16 de julio de 1937.

Bates en un descanso del frente con uniforme de comisario político de las Brigadas Internacionales

Bates había participado en la crisis de mayo de 1937 apoyando sin fisuras al gobierno legítimo contra las algaradas anarquistas y poumistas en Barcelona y que superaban todo lo que un gobierno legal y en guerra se podía permitir (1). Cargó duramente contra el POUM y sus líderes obedeciendo las instrucciones del PCE que en este tema seguía a su vez las de los rusos. Sus crónicas en New Republic contenían afirmaciones que en la actualidad son discutidas pero que para un intelectual comunista en guerra no estaban tan claras como hoy en día. Un mes antes había participado en el II Congreso de escritores en apoyo de la cultura de Valencia. Ya en 1936 había publicado Campos de olivos (The Olive Field) sobre la situación de los jornaleros andaluces. Situación que conocía muy bien. El libro tuvo buenísimas críticas en América, aunque eran otros tiempos. También publicó un libro sobre la legendaria división mandada por "El Ezquinazau", la 43 división cercada en Bielsa en la primavera de 1938. Al fin de la guerra, no entendió el pacto ruso-germano conocido como Molotov-Ribbentropp y se dio de baja en el partido Comunista Británico. Afincado en Nueva York desde 1941 daba clases en su universidad de Literatura creativa. Murió a los 101 años y fue muy recordado por la prensa neoyorquina.

(1) En realidad se trataba de traición, una rebelión armada en Barcelona para detener la pérdida de poder de la CNT-FAI, con la excusa de que el gobierno era en el fondo contrarrevolucionario. Poder que la CNT y la FAI detentaban en Aragón y Cataluña mediante milicias armadas de retaguardia, que no sólo detraían el poder gubernamental legitimito sino que impedían igualmente el desarrollo industrial de guerra con sus irresponsables mediadas, mientras derrochaban materiales escasísimos, camiones y chapas de acero en proyectos inútiles. A mi parecer, el error de la República fue no haber podido impedir el secuestro y asesinato de Andreu Nin, en vez de acusarlo de traición, dado que era el agente principal de esta rebelión contra la República, y haberlo juzgado con sus compañeros de algarada.