S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Federico Angulo Vázquez (1893 - 1938) La vida por un ideal por José Luis de Saralegui Rodrigo - 2005 |
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En ocasiones puede suceder que habiendo leído y estudiado acontecimientos y circunstancias de las muchas que se sucedieron durante nuestra guerra civil, estemos lejos de pensar que alguno de los personajes que en ellos intervinieron pueda estar mucho más próximo a nosotros que lo que simplemente se pueda deducir de unas pocas líneas en algunos libros, o en el mejor de los casos, alguna fotografía que pueda haberse realizado en cualquiera de las muchas confrontaciones que padecimos en esos tres años. En mi caso, esa circunstancia se ha presentado y personificado en la figura de Federico Angulo, motivo por el cual he tratado de ahondar en el conocimiento de su trayectoria vital, principalmente en lo relativo al periodo 1936-1939. Trabajo, por otro lado, muy gratificante, más aún pensando que la investigación me ha permitido llegar a conocer a una persona íntegra y que en todo momento supo ser consecuente con sus ideales, al igual que el haber sido el nexo de unión en la aproximación y conocimiento de numerosos familiares que de otra manera muy posiblemente no se hubiera producido. Sin duda fue uno más de tantos -y esa era su mayor pretensión- que optaron por seguir el mismo camino. Valgan aquí estas líneas introductorias para dar paso al pequeño estudio que sobre su vida he podido realizar, no sin antes dejar constancia de mi agradecimiento a cuantos han podido prestarme su ayuda: Dª Juana Lamoneda Izquierdo, su hermana Dª Marxina, D. Juan Luis Hernández Basave, D. Manuel de Angulo Montaño, a su hijo, D. Federico Angulo Hernández, testimonio vivo de los sucedido en aquellos trágicos momentos, y a los amigos del foro de “gce_euzkadi”. Federico de Angulo Vázquez nació en la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo el 27 de septiembre de 1893, en el segundo piso del número 1 de la Calle Gigantes. El 11 de octubre, en la Iglesia parroquial de “El Sagrario de la Catedral”, fue bautizado por el Capellán propio del “Regimiento de Infantería del Príncipe”, D. Manuel Rodríguez Pérez. Los distintos destinos de su padre obligaban al continuo traslado familiar, y la mayor parte de su juventud la pasó en el País Vasco. El 22 de julio de 1918, en la Iglesia Parroquial de San Francisco de Asís de Bilbao, contrajo matrimonio canónico con la señorita Emilia Hernández Ardanza, hija de Valentín Hernández -destacado militante socialista y fundador en Bilbao de los diarios “La Lucha de Clases” y “El Ruido”-, con la que tuvo tres hijos: Federico, Enrique, y Soledad. Al objeto de pasar directamente a los años correspondientes a la guerra, tan sólo dejar constancia que Angulo se alistó en el tercio de Extranjeros el 16 de noviembre de 1921, en el Banderín de Santander, en el que sirvió en Marruecos a lo largo de dos años, licenciándose el 8 de noviembre de 1923. El Socialista Tras su experiencia legionaria, Angulo se instalaba de nuevo en el País Vasco. Primero en la capital vizcaína, donde residían su esposa e hijos, y luego en San Sebastián, donde conocería al que sería su introductor político, personaje un tanto peculiar y conflictivo: «Angulo, en la vida política se formó al lado de Manuel Andrés». En la vida política, y a lo que parece, también en la revolucionaria e insurreccional. El levantamiento de diciembre de 1930, conocido principalmente por su foco más representativo en la localidad de Jaca con la sublevación de los capitanes Fermín Galán y García Hernández, también tuvo en la ciudad de San Sebastián su protagonismo, aunque en mucha menor medida. Durante los primeros tiempos republicanos decide su traslado a la capital e ingresa en la plantilla de uno de los más veteranos periódicos españoles. El diario madrileño “El Socialista” -semanario desde su aparición en 1886 y ya diario desde 1913- era el órgano principal del PSOE. Su auge y máxima tirada se produjo a partir de 1932, en que toma la dirección Julián Zugazagoitia. En esos años, uno de los redactores políticos del diario era Federico Angulo, que seguramente haría suya la opinión de J.M. Arribas al recordar que «Para nosotros, redactores de este periódico tan querido, tan metido dentro de nuestra alma, los recuerdos nos conducen a la calle de Carranza, y por una escalera obscura de vivienda de comienzo de siglo, a aquel piso modesto, donde, entre penurias y agobios económicos, se fue levantando esta institución espiritual iluminadora de rebeldías y serenas orientaciones que es El Socialista». Dentro de ese modesto piso, tenía un pequeño despacho. En él, Angulo «... apartaba las mil incidencias de la política cominera y trivial, que era fárrago de estulticias en los demás periódicos. Angulo, con un sentido vivo de la política, solo daba en El Socialista, fiel a la más alta tradición del periódico, aquellas noticias que significaban un anhelo, una aspiración, un propósito recto o una útil realidad lograda». El fárrago político que se vivía en el Congreso obligaba a la adecuación necesaria del propio carácter y función profesional. En esta, Angulo «... todo cordialidad y compañerismo, era seco y áspero con los hipócritas y los falsos. ¡Cuántas veces, en los pasillos del Congreso, Angulo, con un gesto de elegante desdén, se apartaba de corrillos de periodistas, turba de Judas de menor cuantía que se apretujaba alrededor de los hombres de la República!. Fernando Vázquez Ocaña, redactor-jefe del diario -labor que compaginaba con la política ya que salió elegido diputado por Córdoba en las elecciones de noviembre de 1933, siendo posteriormente director en Barcelona de “La Vanguardia”- también recuerda los buenos momentos de la redacción en general, y de Angulo en particular: «... Bien avanzada la noche -¡aquellas noches de “El Socialista”, cargadas de presagios!- caía por la Redacción y se ponía silenciosamente a trabajar. Luego le entregaba a Zugazagoitia un esquema perfecto de lo que oyó y no creyó en los pasillos del Congreso o de labios de algún político. “Zuga” alzaba un momento la vista de la cuartilla, donde con letra mínima ordenaba ideales máximos, y cambiaban una broma o una leve protesta. Era el tono de la casa. Albar, dentro, clavaba su fuerte dicción aragonesa en el oído de Cruz Salido. Todos veíamos allí que la República se iba amustiando, falta de riegos vitales. Los disparos de los grupos de acción punteaban nuestras reflexiones. Recuerdo que cuando mataron a Calvo Sotelo, alguien dijo: “Esto se aproxima”. Nadie, entre los presentes, lo puso en duda. Angulo se fue hacia la puerta y añadió: “Por si acaso, voy a despedirme de mi romanticismo”. Sabíámos de lo que se trataba, de una sonrisa que inexorablemente no volvería a ver jamás». El haber estado a diario en contacto directo con los políticos responsables de la marcha del país, y conocido de primera mano sus declaraciones y decisiones, le hizo ver claro que los derroteros que estaba tomando la situación comenzaban a ser muy peligrosos. Durante los días previos al Alzamiento, Angulo «... ardía de indignación ante la frivolidad de los más, ante el espectáculo bobalicón de quienes en el centro mismo de la tormenta no acertaban a medir su alcance». Tras el asesinato la madrugada del día 13 de julio del líder monárquico José Calvo Sotelo, Angulo creyó oportuno comentar la situación con su amigo y director de “El Socialista”, Julián Zugazagoitia: «La situación se ha hecho muy tirante. Esto no puede prolongarse mucho tiempo. El atentado se lo imputan las derechas al Gobierno y no parece que piensen en represalias de tipo individual, lo que me hace suponer que se disponen a quemar las etapas preparatorias de su movimiento. Tal es mi impresión después de haber hablado con uno de los redactores de “El Debate”, que no está menos asustado de lo que podamos estarlo nosotros. Otra cosa: tienen conocimiento de las personas que han realizado el atentado. A lo que parece, uno de los que han intervenido en el hecho, no sé bien si el coger del carro, ha declarado ampliamente. A estas horas debe haber varios detenidos, guardias de Asalto de una misma compañía». El día de la sublevación Angulo se encontraba como cualquier otro cumpliendo con sus obligaciones profesionales, que sin saberlo iban a ser las últimas horas que pasaba como periodista: «Los pasillos del Congreso, a media tarde, a la luz opaca de las claraboyas, parecían inundados de una atmósfera cargada de presentimientos. Cuando aún se comentaban con indignación los últimos sucesos que habían ensangrentado las calles de Madrid, empezaron a circular de un corro a otro las primeras noticias de la sublevación. Los redactores políticos iban del Salón de Conferencias a los despachos de los ministros y presidente de las Cortes y volvían a los grupos de diputados, tratando de averiguar las magnitudes del levantamiento. Entre ellos estaba Federico Angulo». El momento para él había llegado. El «hombre de duras convicciones liberales, un carácter por encima de todo» tendría la oportunidad de ir en busca de su propio destino, en ese anhelo continuo de lucha que formaba parte de su propia constitución. Inicio de la guerra. Somosierra En julio de 1936, una vez iniciada la guerra, los artículos periodísticos dejaron paso a los fusiles. De la redacción del diario se encargaban principalmente Zuga y Fernando Vázquez, ocupándose Angulo de tareas de más “actividad”, siendo la primera de ellas y aunque suene a chanza, el intento que llevó a cabo para desalojar a los vecinos del edificio de la calle Carranza nº 20, sede del Partido y redacción de El Socialista. Intento fallido ya que el poder de decisión del “Alto Mando” del edificio, o sea, la portera de la finca, Doña María, pudo más y animó a los vecinos que ya estaban medio convencidos a que no abandonaran sus domicilios. El mismo 19 de julio, Zuga recibió del Ministerio de la Guerra orden de reclutar a cien hombres, que convenientemente armados se colocarían como complemento a los guardias civiles en la glorieta de San Bernardo. La recluta y educación técnica de los cien hombres, la mayoría de ellos con nulo conocimiento armamentístico, corrió a cargo de Angulo, que les adiestró en el manejo de los fusiles una vez llegaron a su poder. Con tanta vehemencia se tomó su cometido que a las dos horas se quedó afónico, teniendo que ser Zuga el que estuviera en contacto telefónico en el Ministerio. Tan solo unas horas después, Angulo se erigía en la cabeza de mando de cien fusiles pero sin munición, que no había sido suministrada. Como diría Arribas, compañero en el diario, «El militar en potencia que era Angulo, se impuso. Con energía unas veces y con cariño y emoción otras, constituyó su guerrilla». En la redacción tomaban como principal responsable de esa vital falta de munición a Juan Simeón Vidarte, que lo único que pudo hacer fue firmar una orden de entrega de esos cartuchos. Zuga recuerda la visceral reacción de su redactor y recién estrenado militar cuando finalmente pudieron volver los enviados a recoger la munición: «Como no cumpliese lo prometido, Angulo me pedía que le gritase toda suerte de violencias y anatemas feroces». Por la calle de Carranza distribuyó Angulo a sus hombres, encargados del registro y detención de los automóviles que pasaran, con el único poder de la intimidación que pudiera ofrecer un arma descargada. Como entre ellos se llamaban así, desde esa noche, Federico Angulo se convirtió en el capitán “Kalaka”. Vidarte recuerda que «Una de las primeras llamadas que recibí en la tarde del 19 fue la del capitán Kalakas. Su nombre me sorprendió, pues no lo conocía. Le saludé con cierto recelo, pidiéndole disculpas por no reconocer su nombre y oí por teléfono grandes carcajadas. Era Angulo, el redactor político de El Socialista, al que todos queríamos y admirábamos por sus magníficas cualidades humanas» ... «Nadie podía decirme en aquellos momentos que aquel joven salido de la redacción de El Socialista habría de convertirse en un aguerrido y competente jefe militar que escalaría las más altas cimas del heroísmo y del martirio». Seguidamente, la milicia de “El Socialista” se dirigió casi al completo hacia las inmediaciones del Cuartel de la Montaña para ver si conseguían hacerse con la munición necesaria y entrar en combate. El ministro de la Guerra, General Luis Castelló, habiéndoles citado previamente y elogiando su conducta, nombró a Federico Angulo y Enrique Puente, jefe de la Motorizada socialista, capitanes del ejército republicano, partiendo inmediatamente hacia Somosierra. Allí fue herido en un par de ocasiones, obligándole la segunda de ellas a su hospitalización. Así lo atestigua una fotografía en la que se le puede apreciar el brazo en cabestrillo, al igual que el propio Angulo, en unas declaraciones realizadas al reportero del semanario “La Estampa” y publicadas el 21 de julio, en las que alababa la actuación de sus hombres: »- ¡Si los hubieras visto, muchacho!... –me contaba Angulo en el hospital de la Princesa, a donde le llevaron herido de dos balazos-. ¡Eran unos leones!... Los facciosos tiraban a cazarnos. Pero nosotros íbamos por ellos. El grito de “¡Adelante los Calacas!” rebotaba alegre en los cascotes de la Sierra. »- ¿Cuándo te hirieron? »- Me persigue la mala sombra. Cuando ya se había acabado todo, con nuestra victoria, los rebeldes se rehicieron y empezaron a “paquearnos”. Mandé contraatacar, y cuando enfilábamos la cuesta que hay cerca de Somosierra, una bala me atravesó la mano derecha, y otra, el brazo del mismo lado. »- ¿Y qué hiciste? » - Morderme los labios para contener un grito y arengar a los míos con nuestro grito de guerra: “¡Adelante los Calacas!” Dos horas después me recogieron. “Les hemos hecho correr. Ya no queda ni uno” –me dijeron-. Y, satisfecho de haber cumplido mi deber, me quejé por primera vez. “Llevadme al hospital, estoy herido”».
Aun con heridas de diversa consideración, su alta moral y optimismo le hacía despreciar los riesgos y tomarse poco menos que a broma las lesiones sufridas. Como no podía ser de otra manera, le pudo más el sentido del deber y la causa que estaba defendiendo que no su propia integridad y estado de salud. Las visitas que recibía en el Hospital de la Princesa, donde estaba convaleciente, de sus compañeros del periódico eran para él poco menos que reconvertidos emisarios que transmitían las noticias de sus hombres y le permitían estar conectado a la situación que se vivía en aquellos momentos. Arribas era uno de ellos: «... ¿qué hacen?, preguntaba. Te esperan... Los he acuartelado en el Palacete de la Moncloa. Hemos conseguido correajes, dos fusiles ametralladores y algunas granadas de mano». Esas últimas palabras de un compañero de la milicia que se había erigido en provisional cabeza del grupo bastaron para que Angulo tomara la decisión: «Arrancó el alta al médico, bajo palabra de presentarse todos los días en el hospital a curarse». Palabra que no cumplió ya que seguidamente se presentaba en el Ministerio de la Guerra para solicitar su destinación hacia Extremadura, llegando ante Medellín al frente de su milicia. Las fotografías dan fe de su presencia allí todavía con el brazo en cabestrillo. La valía militar y las dotes de mando las justifica Zuga al decir que «Nuestro cronista de guerra decía de él que tenía genio para el servicio de armas y sus soldados, algo todavía más diáfano: que era un jefe. De familia de militares, habiendo hecho la guerra en Marruecos como soldado de la Legión, el descubrimiento de su temple y capacidad me parecía natural. Lo postizo en él era su vocación periodística». En efecto, en su círculo familiar tenía antecedentes más que sobrados de dedicación a la vida militar. Su padre, Manuel de Angulo Sánchez-Usero, nacido en Madrid en 1854, ingresó en la Academia de Infantería en 1874 y tuvo un papel destacado en las guerras carlistas del año siguiente, motivo por el cual fue ascendido a Teniente por méritos de guerra, integrándose en el año 1884 en el Cuerpo de Carabineros en el que alcanzó el grado de Comandante. Su hermano José, que curiosamente fuera compañero de la XIV promoción en la Academia de Infantería de Toledo del propio Francisco Franco –en la orla de la promoción aparece el tercero a la derecha del posterior Jefe del Estado- también formó parte del Cuerpo de Carabineros. Otro de sus hermanos, Manuel, Capitán de Navío, tomo parte en el desembarco de Alhucemas en 1925 y durante la guerra militó en las filas nacionales encargado de la vigilancia de los puertos en las Islas Baleares. Uno de sus tíos maternos, Luis Vázquez del Valle –de gran influencia y apoyo en los años legionarios de Federico-, era Teniente Coronel de Caballería, y dos primos-hermanos, Sebastián y José Vázquez Gorjón, también siguieron la carrera militar, aunque estos se encuadraron en las filas nacionales al iniciarse el alzamiento. Su propio hijo mayor, Federico Angulo Hernández, de tan solo 17 años, también inició de forma inevitable su carrera militar. El Alzamiento le sorprendió en Bilbao, donde estudiaba, decidiendo entonces combatir a los sublevados. Ya a finales de agosto de 1936 participó en la campaña de Guipúzcoa, defendiendo el avance nacionalista que comandaba el coronel Beorlegui. Eduardo Zamacois nos cuenta cómo en Medellín, Federico recibió noticias de su hijo e hizo partícipes de su lectura a todos los compañeros: «El capitán Federico Angulo nos da a leer una carta de su primogénito, que a los diecisiete años está peleando en las fragosidades de Oyarzun, y lleno de optimismo le escribe hablándole –como un veterano pudiera hacerlo- de las alegrías de la guerra y de “las bellezas del paisaje vasco”». Todavía menor de edad, ya encontrándose su madre y hermano en Valencia, fue reclamado por ella para que abandonara la lucha en el País Vasco y se reuniera con ellos. Se negó. Tal y como hubiera hecho su padre, decidió quedarse y seguir «combatiendo a los fascistas». Casi setenta años después, tiene claro que esa decisión cambió su vida y que seguramente fue un error. Defendió Bilbao y fue capturado junto a su padre en Santander, siendo condenado a cadena perpetua por “rebelión militar”. El otro hijo de Angulo, Enrique, estudiante en la Universidad Complutense, participó en la defensa de Madrid durante los primeros días de la guerra. Con motivo del traslado del gobierno a Valencia, marchó hacia allí junto a su madre y familiares más próximos, e ingresó en la Escuela Popular de Guerra de Paterna como alumno en la séptima promoción, siendo promovido en marzo de 1938 al grado de Teniente en campaña del Arma de Infantería. Emprendieron seguidamente el camino del exilio, primero a Francia, donde su madre trabajó de secretaria en el Consulado español de Tarbes, y luego a México, donde se establecerían. Enrique Angulo, fallecido en México DF en 1974, contrajo matrimonio con Dª Juana, una de las hijas del significado socialista y Secretario General del PSOE Ramón Lamoneda. Pese a esa dedicación exclusiva e inmediata provocada por la nueva situación, Angulo no dejaba de pensar en lo que sería la vuelta a su ocupación, su trabajo en la redacción política del periódico que es la que verdaderamente sentía como propia: «Mi espada es cosa pasajera; mi pluma, permanente. Acudo ante ti (Zuga), que eres el director, para que no lo olvides. Volveremos, ¿te acuerdas?, a Marly. Tendremos el periódico hecho, y Albar, Vázquez, Cruz, tú y yo, comentaremos para nosotros, o cuando más, para Pascua y Méndez, que también este último se había aficionado a nuestra casa. ¡Y Cruz que quería hacer una lumbre con todo aquello! ¡Ni idea tiene de lo que vale, pese a su apariencia de no valer nada!». Eduardo Zamacois, en su libro “Asedio de Madrid, incluye a Federico Angulo en una lista de «... los adalides más gloriosos del ejército proletario», en la que figuran, entre otros, Durruti, Lister, Modesto, Cipriano Mera o “el Campesino”. El frente de Extremadura. Medellín Como quedó enunciado anteriormente, Angulo y su columna de “El Socialista”, hecho su bautismo de fuego en la sierra madrileña, deciden trasladarse al frente de Extremadura para tratar de contener el avance de la “Columna Madrid”. Al mando del entonces Teniente Coronel Juan Yagüe, y a sus órdenes, los coroneles Asensio, Delgado, Barrón y Tella, y el comandante Castejón, comenzó su movimiento en dirección norte. El 10 de agosto tomaban Mérida, el 14 entraban en Badajoz, donde Yagüe ordenó una cruel represión al día siguiente. El 20 de agosto se ponían de nuevo en marcha, esta vez con dirección a Madrid. Tella se dirigió hacia Trujillo y Navalmoral de la Mata, que ocupó el día 23, y Asensio y Castejón más hacia el este, siendo en la ciudad de Medellín donde serían objeto de una sonora derrota. El 17 de agosto la tropa comandada por Castejón llegaba a la población de Santa Amalia, lugar donde encontraron fuerte resistencia de los milicianos, a la que hay que añadir el bombardeo sufrido por parte de tres aviones que tenían base en don Benito. Tras este primer encuentro, la fuerza miliciana se replegó hacia Medellín para establecer una posición fuerte de defensa. El teniente coronel Navarro comenta en su informe la organización y previsión acerca del ataque nacionalista a Medellín: «En este momento –las 11 de la mañana del 17 de agosto-, el enemigo se encuentra a kilómetro y medio del puente, como es natural presionando. Por ahora resiste la línea principal nuestra, aunque no creemos que por mucho tiempo. Se ha ordenado que en caso de tener que evacuar esa línea, se vuele el puente sobre el Guadiana, pues está preparada la voladura y de esta manera se tendría margen para organizar la segunda línea principal sobre Don Benito». Seguidamente analiza la debilidad de su situación y hace mención al número de hombres de que dispone y la calidad de los mismos, siendo la de Angulo una de las unidades que verdaderamente se batieron en la defensa de la ciudad extremeña: «Aparte de la superioridad numérica de personal y material en el enemigo, tenemos en contra la desmoralización de la mayor parte de nuestros hombres. Las milicias de Ciudad Real, por ejemplo, han salido huyendo esta mañana. Han huido a la desbandada. Hasta ahora las milicias que responden son las que enviaron de Madrid, juntamente con la Guardia Civil e infantería».
Al comando de su sección de milicias y de una de Guardia Civil, y bajo las órdenes del comandante Ruiz Farrona, Angulo abandonaba el promontorio en que se alza el castillo de Medellín en el que estaban emplazados en misión de vigilancia, para dirigirse y acometer la defensa del puente que cruza el río Guadiana. Con la ayuda de dos tanques y dos piezas de artillería se logró defender la entrada del puente y contener el ataque hasta que por fin recibieron ayuda aérea. Esta resultó ser la fuerza definitiva que rechazó la ofensiva, la cuadrilla comandada por el famoso escritor francés André Malraux, que descargó todo su potencial sobre el II Tabor de Regulares de Tetuán, ocasionándoles importantes bajas y pérdida de material y vehículos. Esa misma noche, el Ministerio de la Guerra de la República publicaba el parte oficial, y aunque muy posiblemente de forma exagerada, se refería a la defensa de Medellín en los siguientes términos: «En el Frente de Extremadura nuestras fuerzas han rechazado un fuerte ataque del enemigo sobre el puente de Medellín. Los facciosos abandonaron 300 prisioneros y más de 30 camiones. La Columna enemiga estaba compuesta de más de 300 coches. La aviación republicana intervino eficazmente». Lo que sí está claro es que al día siguiente las tropas de Castejón retrocedieron de nuevo hacia Santa Amalia, no insistieron en la toma de Medellín, y encaminaron su avance hacia las localidades de Miajadas y Trujillo, ya en la provincia de Cáceres. El enviado especial del diario “El Socialista”a Medellín, Gutiérrez de Miguel, conversaba a última hora de la tarde de ese día 18 de agosto con los dos principales responsables de la acción defensiva llevada a cabo, Angulo y Ruiz Farrona. El hecho de que Angulo llevara «... vendada la mano derecha, vendados los dos brazos y vendada una pierna» no fue obstáculo para que fuera distinguida su intervención por su superior, a pesar de que esa felicitación incluía una severa amonestación por el exceso de temeridad, seguramente insensatez, del antiguo redactor periodístico, que declaraba de forma un tanto optimista su buena estrella hasta el momento: - Les aseguro que el capitán Angulo no hace más locuras como la que ha hecho hoy. En el centro del puente, sin ocultarse un momento, sin preocuparse del fuego del enemigo. No lo volverá a hacer más. Angulo, retrepado en la butaca reía agradecido al celo casi paternal del veterano comandante, y nos decía: - A mí me dan las balas pero no me hacen daño. Dos disparos me alcanzaron en Somosierra, y sólo estuve tres días hospitalizado. A doscientos metros de Mérida, una ráfaga de ametralladora me agujereó el pantalón, me atravesó la pierna por la pantorrilla, y me rozó la rodilla. Otra bala me hirió en el brazo que me quedaba sano. Lo único que siento es que no podré disparar.
Tras la defensa comentada anteriormente, Angulo se desplazó a Madrid gracias al permiso concedido para descansar y tratar de sanar las heridas. El 27 de agosto, en el Palacio de la Moncloa, convertido en cuartel general de la milicia de “El Socialista”, se llevó a cabo el acto de imposición de insignias de ascenso a los milicianos más destacados que tuvo Angulo en Extremadura bajo su mando. Los homenajeados fueron: alférez Ciriaco López; sargentos Ramón García, Victorio Garcés, Antonio Flores, José Balaguer, José Rodríguez Villarín, Julián Carralero, Manuel Pérez, Moisés Dorado, Enrique Mercado, Francisco García, y los cabos León Díaz, Jesús García, Francisco Pérez y Florián Muñoz. De forma emocionada, el capitán Angulo dirigió unas palabras a sus hombres en honor al merecimiento de sus ascensos y al resto de la milicia: «En estricta justicia, cuantos estáis aquí presentes merecíais estas recompensas que se otorgan a unos pocos compañeros. Estos compañeros simbolizan el comportamiento de todos, y para todos es el honor que los ascensos puedan representar, y que no son, en fin de cuentas, sino un estímulo para seguir combatiendo por la libertad». Merecieron una mención especial dos de los ascendidos, Ramón García y Victorio Garcés, que murieron en la defensa de Medellín, acabando Angulo su alocución con un viva a la República y al socialismo. El sábado 29 de agosto, a las cinco de la tarde, todos los componentes de la milicia de Angulo que gozaban de un merecido permiso fueron convocados en la Moncloa para organizar el siguiente destino. Al día siguiente, tras celebrar una comida multitudinaria en el exterior del Palacio de la Moncloa, Angulo, al comando de 120 hombres de la milicia de “El Socialista”, partía en tren de nuevo hacia el frente extremeño, siendo su destino Villanueva de la Serena. En ese viaje les acompañó el escritor Eduardo Zamacois, que divulgaría posteriormente en sus crónicas las vivencias de aquella milicia, y que tras convivir con Angulo todos aquellos días, llegó a definir su entrega como «... el valor ciego, que es ímpetu rabioso, frenesí desesperado, acometividad sin brida, llama en los ojos, espuma en los labios y nervioso tremar en los músculos, y el valor reflexivo, frío, ecuánime, lleno de ponderadas elegancias...», llegando a la conclusión de que el capitán de aquella milicia era perfectamente capaz «... de ambas manifestaciones del desprecio a la vida». En ese segundo viaje a Extremadura, Angulo «... todavía lleva el brazo derecho en cabestrillo. Es un hombre de rostro pálido, largo y flaco, animado por unos ojos negros que miran indiferentes, como si para ellos la muerte no tuviese importancia, y que dentro de su uniforme de color caqui tiene el andar ágil, suelto y rápido de los aventureros nacidos para el asalto». Sigue relatando Zamacois la salida y traslado de la columna Angulo: Más de cien hombres componen la columna; toda gente veterana que sabe disparar y acercarse al enemigo a rastras y burlarse de las bombas enemigas tirándose al suelo, porque la tierra a los que se estrechan contra ella les defiende mejor. Un rebullicio crudo, violento, genuinamente militar, domina el estrépito del convoy. Son pocos los que duermen. Los milicianos van de unos vagones a otros y en todos los coches se canta, se charla a gritos, se comen fiambres y se bebe, y al regocijo de ir a defender el ideal que amamos el vino añade su jocundidad. .................... A las diez de la mañana llegamos a Villanueva de la Serena, y echamos pie a tierra. El tren no pasa de allí. Desorientados, preguntamos a un miliciano: -¿Y ahora qué hacemos? -Esperar –responde- los camiones que han de transportarnos a Medellín. -¿Tardarán mucho? El se encoge de hombros. -En tiempos de guerra –dice- nunca se sabe nada... Para distraernos nos dedicamos a recorrer las calles inmediatas a la estación. El pueblo, ganado recientemente a los facciosos, muestra las huellas de la violentísima pugna que se libró en él. Muchas casas del extrarradio fueron tomadas una a una, y nuestros heroicos dinamiteros las redujeron a escombros. Devoradas por el fuego, de algunas de ellas sólo subsiste la fachada. Fatigados de andar, regresamos a la estación. Es mediodía. El sol extremeño, más duro que el de Castilla, nos abrasa la nuca, y a través del cáñamo de nuestras alpargatas sentimos el calor de la tierra. Los milicianos se han fraccionado: unos sosiegan su apetito comiendo sandías; otros duermen tendidos a la sombra de algún muro; quién se pasea solitario con su fusil al hombro. Transitoriamente la estación se ha convertido en vivac. De súbito, sin motivo, los durmientes se incorporan, disciplinados por un repentino sobresalto. ¿Qué sucede? ¿Por qué no llegan los camiones?... Los que comían también se levantan. A la vez todos se reajustan su correaje y empuñan sus armas. Parecen inquietos, y desconfiadamente se entremiran. ¿Ocurrirá algo sospechoso en Medellín?... Alguien pregunta: -¿Dónde está el capitán Angulo? Nadie lo sabe, nadie le ha visto, y esta ignorancia siembra en la masa un nuevo malestar. Bruscamente resuena a lo lejos un confuso latir de motores. Los milicianos claman: -¡Ahí están!... ¡Por fin!... Y en tropel, riendo, cantando, empujándose, corren al encuentro de los camiones. Ciriaco López se adelanta también. De repente –cual si acabase de recibir una orden- la multitud se detiene, se aquieta y calla. ¿Por qué?... Miro y comprendo: es porque el capitán Angulo, mudo, lívido, severo y elástico, sobre la blancura de sus alpargatas, acaba de pasar. Rechazado el avance sobre Medellín y estabilizado aquel punto, la unidad comandada por Federico Angulo decide trasladarse hacia el Norte. El rápido avance de la “Columna Madrid” provocó una concentración de fuerzas republicanas en Talavera de la Reina, y tras estar en la localidad de Los Navalmorales, su columna intervino en ese frente para detener el paso de los sublevados. Pese a ello, una rápida acción acabó con la resistencia y el día 3 de septiembre era ocupada Talavera. Ante la imposibilidad de retomar Talavera, las fuerzas gubernamentales -Angulo y su milicia entre ellas- se replegaron hacia la ciudad de Toledo. Tras la caída de la capital y la ocupación del Alcázar, seguirán días de relativa calma. A pesar de que el diario “El Socialista” organiza en el mes de octubre una segunda milicia con objetivo de apoyar a la primera dirigida por Angulo, éste y sus hombres deciden ingresar en las Brigadas de choque del Cuerpo de Carabineros, recibiendo el 17 de noviembre de 1936 el ascenso a Comandante de Carabineros. El frente del Sur. Málaga «Por eso apareció en Málaga, donde no tenía obligación ninguna que atender, supliendo con su bravura cobardías y deficiencias ajenas». El 17 de enero de 1937, Queipo de Llano entraba en la provincia de Málaga e iniciaba una ofensiva con objeto de ocupar la capital. Al Cuerpo de Ejército del Sur se le unieron los “camisas negras” italianos, con apoyo de la Fuerza Aérea Legionaria. Tanto en número como en munición, la parte nacional superaba ampliamente a la republicana. En ésta, no solo la desorganización sino la dejadez a su suerte demostrada por el Gobierno republicano hacía suponer una caída rápida e inminente de la capital. No se llevaron a cabo las debidas medidas defensivas, la gran mayoría de milicianos –con gran predominio de la CNT- no tenía preparación militar y obediencia a mandos superiores, y su armamento era muy deficiente. El 3 de febrero comenzaba ese ataque a la ciudad y a primeras horas de la mañana del día 8 caía en poder de los nacionales. En la capital andaluza comenzaba el éxodo de miles de personas que decidieron abandonar sus hogares ante la ocupación de la ciudad por parte de la columna del general Borbón y las fuerzas italianas comandadas por el general Roatta. Todas las fuentes coinciden en afirmar la inhibición y error de cálculo del coronel Villalba, Jefe del sector, en el momento de la caída de Málaga, creyendo que ya se había producido la entrada de los nacionales en la capital cuando todavía no lo habían hecho, y su falta de iniciativa para llevar a cabo la evacuación. Zuga habla de un hombre hundido al delegar el mando en Angulo: « No sirvo, véame usted, no sirvo. Estoy derrumbado. Encárguese usted de organizar esta derrota y de ver dónde rehace la línea si puede recuperar a los hombres» ... «después de su deserción se borra y oscurece»; Salas Larrazábal, en su Historia del Ejército Popular, se refiere a Villalba como « totalmente desbordado y desmoralizado»; y Alcofar Nassaes indica que « ... parece ser que abandonó el puesto de mando desoyendo órdenes personales del ministro». Aupado a su nuevo y oficioso nombramiento, Zuga comenta la actitud de Angulo en aquellos difíciles momentos: «... hace oír sus voces y obedecer sus mandatos. Se irrita, se desespera, golpea a unos, desarma a otros y hace cuanto humanamente puede por facilitar la evacuación de la masa doliente que, sin palabras, con miradas, pone su esperanza en él. No les defrauda. Toda su violencia de militar se disuelve en una congoja humana, y aquellos camiones que iban a evacuar los valores y metales de Málaga sirven para transitar a Almería mujeres, niños y ancianos». Pese a ser una opinión totalmente subjetiva debido a su amistad, creo que tratando de separar el tinte novelesco del párrafo parece muy probable que uno de los principales responsables de la organización de la salida de la ciudad por la carretera de Almería fuera Angulo. Efectivamente, las circunstancias llevaron a que lo que iba a ser un traslado de la plata custodiada en Málaga para que no cayera en manos nacionales –según las fuentes socialistas por orden directa del ministro de Hacienda en aquellos momentos, Juan Negrín-, se convirtiera en un eficaz medio de transporte para los miles de personas que en esos momentos abandonaban su hogar. Trabajos que hubo de realizar bajo enorme presión, y además, como de ello se quejó, recibiendo órdenes contradictorias de Villalba y del comisario Cayetano Bolívar, diputado comunista. La salida de Málaga comportó innumerables problemas por la falta de organización efectiva y precipitación. Muchos de los evacuados caerían en esa carretera de Almería al ser objeto de un cruel e inhumano bombardeo por parte de la aviación nacional. Una vez ocupada Málaga, el ejército nacional continuó la persecución en dirección Este. Los milicianos presentaron una mínima resistencia en Torre del Mar, Vélez-Málaga y Almuñécar, intentando consolidar la resistencia en la ciudad de Motril: «La retirada adquirió caracteres de desastre. Villalba intentó constituir un centro de resistencia en Motril y nombró comandante al periodista socialista Federico Angulo, que había ingresado en el cuerpo de Carabineros con el empleo de teniente coronel y que contaba con el batallón de Ortiz de Zárate y con fuerzas de la brigada de Motril, a medio armar, mandadas por Diego Madolell». Salas Larrazábal se hace eco de la opinión del propio Villalba, que elogiaría posteriormente la intervención de Angulo y de Madolell en lo que resultaría una resistencia poco menos que testimonial: «... gracias a su acción personal y a la del comisario se logró que quedase alguien en Motril y unos 500-600 en la zona Almuñécar-Nerja, pero que la gente arrolló la cortina de vigilancia establecida en la carretera y marchó en masa a Almería». Gerona... y destino voluntario al Frente del Norte Tras la caída de Motril, en lugar de retornar a Madrid, le es designado un nuevo destino, completamente apartado de las zonas por las que hasta el momento se había ido moviendo: Ministerio de Hacienda Ilmo. Sr.: Este Ministerio ha acordado nombrar Jefe de la Comandancia de Carabineros de Gerona, en plaza de superior categoría, al Comandante de dicho Instituto don Federico Angulo Vázquez. Lo que se comunica a V.I. para su conocimiento y efectos consiguientes. Valencia, 3 de Marzo de 1937. J. NEGRIN Su cometido es la organización, control y disciplina de todos los puestos de Carabineros emplazados en la frontera francesa, con objeto de evitar «la situación caótica» en que se encontraba aquella zona y hacer frente y presentar « ... guerra al contrabandista que hasta entonces había vivido en un paraíso de facilidades que le consentía osar a todo: armas, hombres, pliegos de información, valores artísticos, dinero...; todo, absolutamente todo, era materia de evasión y beneficio para los centauros catalanes del Pirineo». Desde su puesto en la jefatura de la Comandancia de Figueras, tratará Angulo de combatir todos y cada uno de los delitos que enumeraba Zuga anteriormente. Encontrándose en Cataluña, con antigüedad de 21 de mayo de 1937, será ascendido al empleo de Teniente Coronel de Carabineros. Poco tiempo más permanecería en Cataluña. Angustiado por un lado por la reducida actividad que mantenía en el Pirineo, y por otro, viendo cómo se combatía en el Norte, principalmente en Bilbao, su tierra de adopción, decidió pedir el traslado a su superior y amigo, el Director General de Carabineros, D. Rafael Méndez: « Pido ir a Bilbao.... Si algún favor podía yo pedirte, es este: que me mandes a Bilbao. Puedo ser útil y tengo allí, combatiendo, a uno de mis hijos». Los días de espera del avión que le trasladaría al norte los aprovechó para despedirse de sus amigos, alguno de los cuales llegó a tener la sensación de asistir a una despedida definitiva, como así fue. La comunicación oficial de su nuevo destino quedaría publicada en la “Gaceta de la República” el 5 de julio, al igual que posteriormente lo haría el “Boletín Oficial del Instituto de Carabineros” en su número 9, de 2 de septiembre de 1937: Ilmo. Sr.: Este Ministerio, conformándose con lo propuesto por el ilustrísimo señor Director general de Carabineros, ha resuelto que el Teniente Coronel de dicho Instituto don Federico de Angulo Vázquez pase destinado como Jefe de las fuerzas de Carabineros del Norte. Lo que se comunica a V.I. para su conocimiento y fines consiguientes. Valencia, 2 de Julio de 1937.
Santander, su detención ... y prisión «Defendiendo Santander, Angulo, que pudo haber salvado la vida, se quedó allí sin municiones, sin medios de defensa, pero con el fusil en la mano, defendiendo el Palacio de la Magdalena, que la República, al convertirlo en Universidad, le había dado más prestigio que la realeza mientras lo tuvo por habitación». Tras la caída de Bilbao el 19 de junio de 1937 ante la ofensiva nacionalista, las fuerzas republicanas tuvieron que replegarse hacia Santander. La caída del País Vasco supuso la pérdida de ánimo y voluntad de lucha del Ejército Vasco al ver que ya no estaba defendiendo su tierra, sembrando dudas en el resto de unidades acerca de cuál sería la actitud que tomarían sus hombres. El Euzko Gudarostea veía sin ninguna convicción el seguir luchando por la República ya que no por Euskadi. El pacto de Santoña, por el cual las fuerzas vascas ofrecerían su rendición a cambio del respeto a la población civil y ser considerados los militares vascos como prisioneros de guerra bajo la soberanía italiana, supuso la pérdida de la que podría haber sido una eficaz ayuda en la defensa del Frente Norte. Mientras se decidía la suerte de Santander, el Ejército vasco se limitó a adoptar posiciones defensivas y no colaboró con el resto del Ejército republicano del Norte comandado por el general Mariano Gamir. El comentario del lehendakari Aguirre no justifica la acción desconsiderada hacia el resto de combatientes republicanos: «Principalmente, los elementos nacionalistas, desde la caída de Bilbao, sufrieron en todo su ser la sensación de que ya para ellos todo estaba perdido. Los demás partidos tenían una continuidad política en los demás territorios. Ellos, no. Se atravesaban las fronteras de nuestro pueblo donde la gente hablaba otro idioma. Trágica realidad que hay que saber vivirla para comprenderla». Federico Angulo llegaba a Santander el 9 de julio precedido de su fama y capacidad de lucha. El periódico “República. Diario del pueblo” hacía pública su bienvenida a Angulo junto al teniente coronel de la Guardia Nacional Paco Galán, hermano de Fermín, uno de los primeros mártires republicanos tras su levantamiento en Jaca en diciembre de 1930: «El cuadro de jefes que actúa en el Norte a las órdenes de nuestro ilustre general Gamir Ulibarri, se enriquece con la aportación de estos hombres que nos traen su entusiasmo y su experiencia de esta lucha. Bien venidos sean a esta tierra, en la que empiezan encontrando amigos y compañeros leales y hallarán pronto soldados del pueblo dispuestos a probar que su temple no cede al temple heroico de los hombres que hasta hoy mandaron». Desde su llegada a Santander, tendrá Angulo una intensa actividad. Para la reorganización de las unidades, será el principal responsable de conformar una Brigada de choque de Carabineros, y a tal efecto recorrerá pueblos y ciudades, publicando pasquines y haciendo llamamientos en la Prensa, resolución que obtendrá grandes resultados. Ya el día 14 se hacía mención de los « trescientos hombres antifascistas que en dos días han acudido a las oficinas de la Comandancia de Carabineros a presentar sus instancias», hecho que llenó de optimismo a todos para tratar de proseguir con éxito esa recluta de soldados. El número de voluntarios presentados ascendería alrededor de 600, aunque pese a las explicaciones y condiciones tan claras expresadas por el jefe de Carabineros en los comunicados de prensa, se presentaron solicitudes cuyas intenciones no concordaban estrictamente con lo que se necesitaba. Para evitar males mayores, Angulo tuvo que salir al paso para dejar todavía más claro su requerimiento: «Nadie venga a la Brigada de Choque con la intención de perseguir un empleo burocrático en la retaguardia. Aquí no se engaña a nadie. Necesitamos hombres viriles que empuñen la bayoneta para defender la independencia de la Patria». Por si no hubiera quedado suficientemente claro, el 19 de julio publicaba una advertencia oficial que pretendía ser ya la definitiva: JEFATURA DE LAS FUERZAS DE CARABINEROS DEL NORTE. Advertencia Se reciben en esta Jefatura numerosas instancias de aspirantes a ingreso en las unidades de Carabineros de choque en formación, algunas de las cuales revelan en sus firmantes un concepto equivocado respecto a lo que estas fuerzas son. Para que el error no se extienda y ninguno de los que solicitan ser admitidos pueda ser víctima de aquél, esta Jefatura se apresura a rectificarlo. En la convocatoria de recluta hecha pública el 10 del corriente mes, se advertía que dichas Unidades de Carabineros en formación «serán empleadas, en su totalidad, en el frente de combate». No hay, pues, motivo para pensar en que puedan ser utilizadas en servicios de retaguardia, perfectamente cubiertas con los carabineros veteranos que, por su edad no puedan ser combatientes de primera línea. A todos los solicitantes y a cuantos piensen serlo, esta Jefatura les advierte, una vez más, que las Unidades en formación serán de PRIMERA LINEA, como corresponde a unas auténticas fuerzas de choque, sin que sus componentes puedan aspirar, en ningún momento, a desempeñar otras misiones o servicios que no sean los que corresponden a unas tropas esencialmente combatientes. Todos aquéllos que no estén dispuestos a rendir el máximo esfuerzo y a combatir con absoluto desprecio de sus vidas, harán bien en no solicitar su ingreso en las Unidades de Choque de Carabineros. Santander, 18 de julio de 1937.- El teniente coronel jefe, FEDERICO ANGULO. En el momento de iniciarse la campaña de Santander, 14 de agosto, la moral del ejército republicano es muy baja. Tras la caída de Bilbao, las continuas defecciones de personal civil y militar, y la confusa actuación de los militares vascos fueron condiciones importantes que hicieron dejar en segundo plano el pensar en la victoria, importando en mayor medida el hecho de calibrar que, en caso de derrota, quedaba el mar a sus espaldas y con un número muy reducido de embarcaciones disponibles, lo que suponía que esa vía de escape sería accesible para sólo unos pocos, ó si no, la última solución, que era la salida hacia Asturias, hecho que tan sólo supondría retrasar un poco más un final del Frente Norte que se adivinaba inminente. En ese estado, el complejo de inferioridad que sentían las fuerzas republicanas era notable. Y así mismo lo veía el Gobierno. Zuga recuerda que «Santander no tenía nada que esperar del Gobierno. En verdad, no tenía nada que esperar de nadie. Su destino era conocido». El teniente coronel Angulo estaba al mando en esta campaña de la 182 Brigada Mixta. Sus fuerzas participaron en la defensa de Reinosa, que caía el 16, y en Arija, y tras abrir los “flechas negras” italianos el frente por la costa y la conquista del Puerto del Escudo, las fuerzas republicanas emprendieron la retirada hacia la capital, con objeto de posicionarse para acometer la defensa de Santander. Sin embargo, poco duró la resistencia. A las 17.30 h. del día 23, el general Gamir daba la orden de evacuación de la ciudad: «Al producirse el aconchamiento de los batallones nacionalistas vascos, que no cumplen órdenes, sobre Santoña y Laredo, se ha desmoronado el plan de las 72 horas de resistencia, para agotar, hasta lo humanamente posible, la posesión de Santander». Es entonces cuando se produce la desbandada general, la huida desenfrenada a la que se acogen la mayor parte de autoridades y algunos jefes militares. Otros, como Angulo, lejos de hacerse merecedor de calificativos que hubieran sido vergonzantes, no sólo permanece en su puesto si no que además persiste en el empeño de reunir las fuerzas dispersadas por la ciudad para continuar con la lucha. Se le presentó la oportunidad de abandonar Santander en una motora, pero inmediatamente la rechazó declarando que «Tengo la obligación de correr la misma suerte que corran mis hombres. No soy un teniente coronel para los días fáciles, sino también para los difíciles». Junto al comandante José Gallego, que también sería finalmente detenido y fusilado, se dedicó durante 48 horas a recorrer las calles y a convencer a los soldados que encontraba de la necesidad de volver a empuñar el fusil. El día 25 de agosto se encontró con un grupo de milicianos borrachos, y pese a seguir manteniendo la serenidad y el control, estrelló una caja de botellas de vino contra las escaleras de la Casa de Correos, diciéndoles a continuación: «¿Es que no estáis, camaradas, dispuestos a defender la ciudad, ó preferís morir como corderos?». Ni siquiera le contestaron. Desalentado, dirigió sus pasos hacia el Ayuntamiento, donde en compañía de Ramón García, un maestro nacional que tenía un cargo en Milicias de Cultura, pistola en una mano y cigarrillo en la otra, hizo sus últimas tentativas de reorganización. A las seis de la tarde de ese día 25, los que se encontraban por esa zona ya no le vieron más. Sus últimos esfuerzos y su última resistencia, en compañía en todo momento de su hijo Federico, la presentó en el Palacio de la Magdalena. El agotamiento de munición y el hecho de no poder esperar ningún nuevo suministro ni ayuda, entonces sí, determinaron la inevitable rendición de Angulo y sus hombres. Una reseña periodística que hace referencia a un testimonio directo de aquellos momentos relata que «Un capitán asturiano, evadido recientemente del otro campo, y que con él hizo la breve y dura campaña de aquellos días, está asombrado aún de lo que él llama la pasmosa serenidad del Teniente Coronel Angulo. Y relata que al ser hechos prisioneros, Angulo, dueño de toda esa serenidad de la que él solo podía hacer gala, únicamente puso sobre el dolor de la situación esta rúbrica emocionante: “Hay que morir como se nace: de cara a la vida”». Mientras la mayor parte de sus hombres fueron internados en campos de concentración, Angulo fue inmediatamente trasladado a la prisión de Larrinaga, en Bilbao, en la que ingresó el 24 de septiembre. Testimonios de la Causa seguida contra él hablan de su actitud imperturbable y orgullosa ante el Consejo de Guerra que le juzgaba, así como de la declaración del propio fiscal, que tras pedir la pena de muerte para el encausado llegó a decir al Tribunal: «Pido una sentencia justa, pero lo hago con pena porque el procesado es un caballero español a quien podemos testimoniar nuestro respeto», a lo que Angulo, con la serenidad e integridad que le caracterizaba, respondió: «No me sorprenderá vuestra sentencia. Me sorprendería vuestra benevolencia. Os he combatido, y, devuelto a la libertad, os volvería a combatir. Soy socialista, y mi vida, militar o civil, sólo tiene un sentido: venceros. Espero vuestra decisión». No se acaban de entender las razones por las que Angulo, después de su condena a muerte, permaneciera preso sin que se llevara a cabo la sentencia, que finalmente se ejecutaría transcurridos casi catorce meses tras su detención. Los largos meses pasados en la prisión bilbaína de Larrinaga dieron lugar a una abundante correspondencia, siendo igualmente numerosas las tentativas de canje que sus amigos y correligionarios socialistas plantearon, desgraciadamente sin resultado positivo. Uno de ellos, sin muchos visos de éxito ya desde su planteamiento, fue el cambio de Angulo por Rafael Sánchez Mazas, uno de los fundadores de Falange Española, pero el que sí parecía tener más posibilidades fue el de Careaga, piloto del ejército nacional derribado por la artillería republicana el 2 de enero de 1938 en el frente de Teruel. Careaga, hijo de una importante familia monárquica de Bilbao, fue el elegido tanto por Prieto, ministro de Defensa Nacional, como por Zuga, ministro de Gobernación y amigo personal, como moneda de cambio del teniente coronel de Carabineros detenido en Larrinaga. Tras su detención, Careaga fue instado a que escribiera a sus padres indicando claramente que únicamente podría retomar la libertad si llegaban a buen puerto las negociaciones que condujeran a la liberación de Angulo. La resolución de Prieto era clara: «con su vida respondía de la de Federico Angulo». Desgraciadamente, las gestiones que pudieran realizar los padres de Careaga no surtieron efecto, y tanto Angulo como Careaga siguieron en prisión, el primero en Bilbao y el segundo en Barcelona. Fueron varias las misivas que cruzó con sus compañeros Julián Zugazagoitia, Ramón Lamoneda, José Luis Gascón, Fidel Díaz..., siempre con el ánimo de saber si existía posibilidad de producirse un canje de prisioneros con el que recobrar la libertad. Libertad, eso sí, que Angulo pretendía para todos y cada uno de sus hombres allí recluidos. Actitud que le honra como militar y como persona, y que posiblemente fuera la que le costara la vida. La primera carta conservada es del mes de abril y en ella se dirige a Zuga con propósito de arreglar la cuestión del canje: Prisión de Larrinaga, 8-IV-1938 Querido Zuga: ¿Llegó a tu poder mi anterior carta? Espero que sí. Si tienes un minuto de calma ¿quieres escribirme?. Necesitamos noticias ciertas. Comprende nuestra situación: condenado a muerte hace seis meses y sobre esto las noticias catastróficas de esta prensa miserable. Es un milagro que esta gente admirable mantenga su moral magnífica, que causa verdadero asombro. Pero nos es necesario que se nos diga algo, que se nos informe de la verdad. ¿Quieres hacerlo? Escribo a Negrín rogándole que el Gobierno resuelva la cuestión del canje, si es verdad lo que las radios francesas dicen: que solamente falta la conformidad de la República para que pueda funcionar la Comisión británica encargada del intercambio de prisioneros. Te pido en nombre de los miles de compañeros que tienen cifradas todas sus esperanzas en verse entre los suyos, que hagas cuanto puedas porque esto no se demore más. Confío en ti, porque sé que lo harás. Un abrazo de tu amigo y compañero, Federico Angulo Prisión de Larrinaga, Sala 8ª-Galería 2ª. Aunque no está fechada, en carta manuscrita Zuga contesta dándole ánimos y trata de hacerle ver que el Partido está haciendo todo lo posible para que se produzca el canje. Finalmente, se despide transmitiéndole su apoyo «... dad por cierto que nos sentimos ligados a vuestra suerte, que en ningún caso, en ninguno, podrá enfriarse la admiración que sentimos por todos los camaradas que cayeron en el combate o, como vosotros, han perdido la libertad después de jugarse limpiamente la vida». En el mes de junio de 1938, los prisioneros ya son mucho más escépticos y empiezan a preocuparse seriamente por la falta de solución al problema. Angulo se dirige a Lamoneda en estos términos: Hoy 22-VI-38 Querido Lamoneda: acuso recibo de tus cartas. Muchas gracias por los elogios que, en nombre de la Ejecutiva, diriges a los prisioneros. Pero, sinceramente he de decirte, reflejando el sentir de todos, que hemos echado en falta aquellas noticias que te habíamos pedido: noticias concretas, de la guerra y de nuestra situación. ¿Crees, por ventura, que era necesario decirnos que el Partido se preocupa vivamente por nosotros? Eso lo dábamos por descontado; en ningún momento os hemos agraviado con el pensamiento de que podíais olvidarnos. Sabíamos entonces, como lo sabemos ahora, que, como socialistas, sabéis cumplir vuestro deber de modo ejemplar. Lo que deseábamos era que nos transmitiéseis aquellos informes que considerárais prudente. Como hacen los nacionalistas, que son los únicos que saben al día la marcha de los problemas y a cuya solicitud debemos el estar enterados. Por ellos sabemos, ahora, algo concreto, terminante, sobre la guerra y respecto a las esperanzas que podemos alimentar de recobrar la libertad. Y conste que esto no es otra cosa sino la exposición de un vehemente deseo de que “desembuches” y nos digas algo de los “terribles” secretos que --- ---. En nombre de todos, un afectuoso saludo para ti y todos los componentes de la Ejecutiva. Y mío, un fuerte abrazo Angulo Si escribes, hazlo en papel sin timbrar y fechada la carta en Francia. El triste final: Burgos En el caso de Federico Angulo Vázquez, de 44 años, «... de estado casado, y profesión escritor» y con «... dos hijos varones, de 19 y 17 años» no llegó a tiempo el canje, o posiblemente no procedió. Previo traslado desde Vizcaya, el 26 de julio de 1938 «ingresa procedente de la Prisión provincial de Bilbao con orden telegrafica y numerica de la Superioridad, oficio y relación de la Prisión de origen que se unen al expediente de Ramón Abad Blanco. Se participa al Centro Directivo y citada Prisión» y firman la Orden de recepción del prisionero condenado a pena de muerte el Oficial, el Subdirector y el Director de la Prisión central de Burgos. Le fue asignada la celda nº 17. En el tiempo que permaneció en la Prisión de Burgos tan solo recibió una visita, la de su hermano Luis Angulo Vázquez y la mujer de éste, Rosa Montaño. La incomunicación era tal que fue necesario el permiso del Jefe del Servicio Nacional de Prisiones para dar el permiso. No deja de causar cierta desazón y tristeza la lectura de las últimas líneas de Federico en las que dispone la descripción y distribución de sus objetos personales, muy reducidos y principalmente utensilios básicos de higiene y vestimenta, así como cierta pequeña cantidad de dinero. Sería su hermanos Luis el destinatario y encargado de recoger esas últimas pertenencias.
Aproximándose ya el día de la ejecución, que en este caso no se realizaría de forma individual ya que Federico se vería acompañado en ese último momento de dos personas más, se desplegaba todo el proceso administrativo. Serían tres los fusilados ese día en Burgos. El propio Federico Angulo, y junto a él, José Sanmiguel Saenz, guipuzcoano de 56 años, y Francisco Hernández Gaya, bilbaíno de 45 años. El día anterior a la ejecución, el Juzgado Militar número 16 de Burgos, Sección “B” decretaba:
En sumarisimo num. 995 de 1.937 por el delito de rebelión militar contra Federico Angulo Vazquez tengo acordado dirigir a V.S. el presente a fin de significarle que en el dia de mañana y hora de las seis y media se procederá a la ejecución de la pena de muerte impuesta a Federico Angulo Vazquez. Lo que participo a V.S. para su conocimiento y se avise al Sr. Capellan de ese Establecimiento Penitenciario para que proceda a asistir en los auxilios espirituales al reo si los pidiere. Dios guarde a V.S. muchos años. Burgos 2 de Octubre de 1938. III Año Triunfal. El Juez Militar Desconozco, ya que no hay constancia, si pidió ó no ese auxilio espiritual. Prescindiendo de creencias religiosas, la persona que cree plenamente en la rectitud y necesidad de sus acciones no creo debiera sucumbir a esa última invitación que la Iglesia Católica ha creado como última vía para redimir los pecados y salvación del alma. Al igual que la palabra reo empleada por la justicia militar es totalmente errónea por no existir en la concepción de un militar que defiende, según su entender, lo que cree justamente establecido y objeto de agresión, el concepto de delito, tampoco bajo esas mismas circunstancias debería considerarse, repito que creencias aparte, como pecado las obras llevadas a cabo con justicia y de manera noble y leal. Seguramente muchos de los que se llenaban la boca invocando a Dios fueran muchísimo más inmerecedores de su misericordia que otros, por no creyentes que fueran. Sin embargo, ya se sabe que el posicionamiento de la Iglesia a favor de lo sublevados redimía inmediatamente a los ejecutores de innumerables acciones, por muy indecentes e incalificables que fueran. La última anotación registrada corresponde al mismo día de la ejecución, 3 de octubre, y en ella se consigna la entrega de los prisioneros: EJECUCION DE LA PENA DE MUERTE.- A las seis horas y veinticinco minutos del día de hoy, se hace entrega al Oficial de la Guardia civil que manda el Piquete de ejecución del titular de este expediente para ser conducido al lugar designado para la ejecución de la pena de muerte que le ha sido impuesta en causa sumarísima nº 995 de 1937, en virtud de Orden del Excmo. Sr. General Jefe de la VI Región que se une. Reacciones y recuerdos Llevada a cabo la pena, no quedaba sino levantar acta del hecho a cargo del Juez Instructor Militar que consignaba el fallecimiento en la partida civil correspondiente causado por heridas por arma de fuego, siendo trasladado su cadáver al cementerio de San José de la capital burgalesa, que es donde recibió sepultura. Con bastante demora se conoció su fusilamiento en la zona republicana. No hubo comunicación oficial alguna, tan solo llegó la noticia en cuanto salió a la luz en una publicación burgalesa a raíz de la cual se hicieron eco inmediatamente los periódicos republicanos: “ABC. Diario republicano de izquierdas”, con el encabezamiento de “Un crimen más”, o “La Vanguardia”, que además de transcribir el artículo de El Socialista publicaba un breve en el que repasaba someramente sus actividades durante la guerra y comparaba el trágico final con el de otro periodista: «Como Sirval, ha caído envuelto por el odio feroz de sus enemigos». Y por supuesto, “El Socialista”. Sus amigos de periódico, el sábado 15 de octubre de 1938 publicaban dos artículos glosando la vida del que fuera su compañero de letras y abanderado de armas. El título de “Fortuna y adversidad de Federico Angulo” encabeza la dedicatoria, siendo Fermín Mendieta, seudónimo del director de “El Socialista”, Julián Zugazagoitia, y J.M. Arribas los firmantes de los artículos que en su memoria publicaron. En la memoria de todos los socialistas amigos de Angulo quedó grabada la idea de injusticia de su fusilamiento y la necesidad de tributarle un recuerdo emotivo en artículos y actos públicos. Ejemplo de ello ocurrió el domingo 16 de octubre en el Teatro Chueca de Madrid, en un acto organizado por el Grupo Sindical Socialista de Artes Gráficas madrileño, en el que se celebraba una multitudinaria reunión del Partido Socialista, siendo el motivo principal de ella dar a conocer los importantes acuerdos tomados por su Comité Nacional. Ramón Lamoneda, Secretario General del PSOE, aprovechó para pronunciar públicamente palabras de elogio hacia su compañero que fueron recibidas con una fuerte ovación por todos los asistentes: «... era uno de aquellos hombres que, a título de socialista a secas, trabajaba en el grupo de redactores de nuestro periódico EL SOCIALISTA, y procurando precisamente en aquellos días llevar a todos la sensación del terrible peligro y de la grave amenaza que sobre todos se cernía. Federico Angulo, pluma bien cortada, conciencia bien limpia, espíritu bien animoso, tiró la pluma en Carranza, 20, y con un grupo de compañeros cogió el fusil para crear las Milicias de EL SOCIALISTA. ¿Qué importaba ya el texto de la hoja volandera si lo que se jugaba en la calle era el porvenir absoluto del país, del Partido, de todo? Y Federico Angulo fue una revelación, primero como militar; después como hombre. » Como militar, por su valor, por su pericia, por su arrojo no exento de serenidad, como quieren los cánones socialistas. Luchó en torno a Madrid y se aprestó a defender ese norte geográfico de España, que ha sido siempre para nosotros, los socialistas, norte espiritual, y allí, en su tierra, le atenazó la derrota, y cuando Federico Angulo compareció ante unos titulados jueces militares, que le pidieron qué tenía que declarar en su favor, Federico Angulo contestó: “Soy un teniente coronel del Ejército de la República; yo no os puedo decir más que una cosa: que vosotros no tenéis derecho a juzgarme a mi, que soy yo quien tiene derecho a juzgaros a vosotros”; y el propio fiscal reconoció que en aquel militar, a su juicio “militar rojo”, no había sólo un hombre inflamado por un espíritu revolucionario, sino que había un caballero. » Así hacen patria con los caballeros los hombres de Franco. ¡Con su pan se lo coman, que nosotros nos quedamos con el ejemplo de Federico Angulo para decir que sí, que tirando la pluma y cogiendo el fusil es como los hombres de más temple de nuestro Partido quieren conservar su pasado, cuidar su presente y asegurar su porvenir! ». Otro redactor del periódico, Juan de Córdoba, en un artículo más visceral y directo glosaba las circunstancias de su «... compañero de traza romántica, de mirada viva, de ideal noble y hondo», pensaba el efecto que causaría la noticia de su muerte en personas muy allegadas a él y que combatieron a su lado: «... me imagino cómo habrán rodado lágrimas como piedras por las mejillas anchas de aquel teniente a quien llamábamos por su estampa maciza y dura Pancho Villa. ¡Cómo habrán apretado los puños el teniente coronel Farrona y el coronel Navarro!», también cómo debió enfrentarse moralmente a sus jueces, con «... el tesón con que al oírse llamar traidor gritó que los traidores eran ellos», y finaliza su emotivo escrito con un «Responso y promesa. ¡Camarada Angulo! ¡Compañero Angulo! ¡Teniente coronel Angulo! Aún quedamos algunos. Y los que quedamos no tenemos más que una aspiración: buscar la muerte en trance igual al que tú la buscaste. Y sin saber concretamente cómo saliste a su encuentro, si en la cruzada por España y por la libertad he de encontrarla, quiero conservar arrestos para recibirla con tu porte, con tu gesto y con tu aire». Ya fallecido, se le consideraba merecedor de un nuevo nombramiento oficial. A título póstumo fue ascendido al grado de Coronel según Orden Circular publicada el 24 de octubre de 1938 por el Boletín Oficial del Instituto de Carabineros. A propuesta de su Director General, el Ministerio de Hacienda y Economía: ASCENSOS Ilmo. Sr.: Este Ministerio, haciendo uso de las atribuciones que le confiere el decreto de 2 de Septiembre de 1937 (Gaceta número 246), en relación con el de 12 de Octubre de 1936 del Ministerio de la Guerra (Diario Oficial número 210), y en vista de la oportuna propuesta cursada al mismo por el Director General de Carabineros, Ha resuelto promover al empleo de Coronel al Teniente Coronel de dicho Instituto don Federico Angulo Vázquez, con la antigüedad de 22 de Abril del presente año y efectos administrativos a partir de la revista siguiente, en consonancia con los preceptos de la Orden del Ministerio de Defensa Nacional número 7.002, de 24 de igual mes (Diario Oficial núm. 101), por los extraordinarios méritos contraídos y servicios prestados a lo largo de la actual campaña en aquellos mandos que le fueron confiados especialmente; quedando con esta recompensa cancelados cuantos hechos hubiera realizado dicho Jefe en relación con la presente campaña, hasta la fecha de esta Orden. Lo digo a V.I., para su conocimiento y cumplimiento. Barcelona, 21 de Octubre de 1938. F. MENDEZ ASPE Conclusión «El recuerdo del compañero que ha dado su vida heroicamente por sus ideales nos acompañará siempre y su apasionado amor a la libertad será para todos un magnífico ejemplo». En efecto, la vida de Angulo más pareció estar guiada por esos ideales que no por las necesidades vitales de cada momento. Resiguiendo lo que fue su vida, se tiene la sensación de asistir a un combate continuo consigo mismo en busca de situaciones y experiencias que pudieran satisfacer ese anhelo de aventura, de justicia. En suma, tal y como apareció acompañando una fotografía suya en un viejo boletín de la Federación Gráfica Española del año 1943, «un gran romántico». Hasta parece que la sublevación militar del 36 viniera a cubrir y colmar los deseos y necesidades de alguien cuyo propio temperamento le impedía conformarse con la época que le tocó vivir. Creo que una buena manera para finalizar estas líneas pudiera ser la transcripción de un párrafo que el mismo Angulo escribió a Julián Zugazagoitia desde la cárcel de Larrinaga, fechada el 22 de junio de 1938. En él deja patente su sobriedad, humildad y entereza, y sus líneas traslucen un modelo de valentía, integridad y compañerismo hacia los que el destino puso a su lado a lo largo de los trágicos años de nuestra guerra: «Quiero rogarte que hagas presente al Gobierno mi gratitud por el interés que pone en mi canje. Pero al mismo tiempo deseo que mi caso no se particularice. Mi mayor alegría será correr la misma suerte que los demás, recobrar la libertad y el derecho de vivir y a luchar por la República al mismo tiempo que los demás prisioneros, o a morir con ellos. Yo no soy, solo, nada; con estos hombres que la desgracia ha hecho mis compañeros, más aún, mis hermanos, estoy seguro de ser útil. Así, pues, nada de canjes particulares que me beneficien: todos o ninguno. He visto caer asesinados hombres de verdadero mérito, mucho mejores que yo, como el pobre Gallego, y me daría vergüenza vivir si, librándome yo de la muerte, otros muchos, mejores, más útiles, con más méritos y con historial de sacrificios superior al que yo puedo ostentar, quedasen aquí sometidos a tortura y bajo la amenaza de ser asesinados». Sirva este pequeño trabajo como reconocimiento y homenaje a su figura. José Luis de Saralegui Rodrigo (Barcelona, abril de 2005) http://josesaralegui.blogspot.com/2012/02/1938-la-prision-central-de-burgos.html |