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Biografías de republicanos

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Antonio Beltrán Casaña

por Antonio Gascón Ricao

Antonio Beltrán Casaña (Canfranc, 1897 – México, D. F., 1960) participó en casi todos los acontecimientos resonantes de su época. Emigrado siendo casi un niño a Nuevo México en busca de fortuna, se comprometió brevemente en la revolución mexicana, al participar con las tropas de Pancho Villa en el asalto a la ciudad norteamericana de Columbus en 1916.

Perseguido posteriormente por los norteamericanos y después de deambular un tiempo por las Rocosas, regresó a Europa durante la I Guerra Mundial al enrolarse como voluntario en la Legión Americana, con la que combatió en Francia y de la que desertó a causa de unos problemas personales con un oficial, regresando a Jaca en 1918.

Unos años más tarde, después de casarse en 1926 con Teodora Bescós en aquella misma población, y tras  aposentarse el matrimonio en Francia al año siguiente, en 1928 ambos viajaron a Argentina en busca de trabajo, lugar desde donde regresaron a Jaca en los finales de 1929. 

Al regreso, de forma casi fortuita, Beltrán se convirtió entonces en uno de los personajes principales de la sublevación republicana, protagonizada en Jaca por Fermín Galán y García Hernández el 12 de Diciembre de 1930. Momento en que se hará popular su apodo familiar de El Esquinazau, y más aún tras su detención, junto a García Hernández y Sediles, por las tropas monárquicas en la ermita de Cillas, próxima a Huesca, y su posterior proceso donde se pidió para él en concreto la  pena de muerte.

A su salida de la prisión, con motivo de la proclamación de la República el 14 de abril del año siguiente, Beltrán fue nombrado por el naciente gobierno republicano administrador general del poblado de Los Arañones, cargo que conllevaba inherente al mismo el de administrador también de la estación internacional de Canfranc, lugar donde le sorprendió la sublevación militar del 18 de julio de 1936, lo que le obligó  a tener que pasarse a Francia y de allí a la Barcelona republicana donde se alistó como simple miliciano. Mientras que su esposa Teodora y sus dos hijos pequeños, Esther y Roentgen, apresados los tres por los nacionales, permanecerán toda la guerra en diversas prisiones hasta junio de 1939.

Con un grupo de jacetanos, huidos igual que él a Barcelona, Beltrán regresó al Alto-Aragón en agosto de 1936, haciéndose cargo en septiembre del mando del llamado “Grupo Alpino de Sabadell”, unidad dependiente de la Generalidad de Cataluña, desde donde pasó en el mes de febrero de 1937 a mandar el Batallón “Cinco Villas”, siendo ascendido al jefatura de la 72 Brigada Mixta de la 43 División en septiembre de aquel mismo año, mes en el cual ingresó oficialmente en el PCE.

En marzo de 1938, al producirse el hundimiento del Ejército del Este republicano, y ante la defección y huída del jefe orgánico de la 43 División, Beltrán fue ascendido a teniente coronel pasando así a dirigir la división en su retirada hacía Bielsa, lugar donde aquella unidad resistirá casi tres meses, hecho conocido como la Bolsa de Bielsa. Tras la retirada a Francia y su posterior regreso a España, la 43 División, al mando siempre de Beltrán, participó en la Batalla del Ebro y en la retirada de Cataluña, pasando definitivamente la unidad a Francia en febrero de 1939 junto con los restos del Ejército del Ebro.

En abril de 1939, Beltrán fue trasladado por el PCE a Moscú junto con otros muchos  oficiales del derrotado ejército republicano, todos ellos comunistas, pasando a ingresar en la Academia Superior del Ejército Rojo, “M. V. Frunze”, lugar donde permanecieron hasta el final de la II Guerra Mundial, aunque en su caso acompañado de su segunda compañera desde la guerra de España Elena Legáz que le dará en 1944 una hija: Olga.

Beltrán, segundo por la izquierda, en esta imagen tomada en la academia Frunze. Insólita imagen del núcleo duro del E.P. A la izquierda de Beltrán y por orden, Romero Marín, Mateo Merino, Lister, Artemio Precioso, Modesto, Tagüeña, etc... Las carnes se han apretado, las miradas se han endurecido aún más, y se diría que son auténticos rusos.

Destinado posteriormente por el PCE a Francia durante los principios de 1946, pasó a formar parte de la guerrilla antifranquista en la clandestinidad, asumiendo la responsabilidad del llamado “Aparato de Pasos” del Pirineo central. Temerariamente crítico con los métodos de trabajo del PCE, particularmente con algunas indiscriminadas eliminaciones físicas de algunos de sus camaradas, abandonó tormentosamente el partido a finales de 1947, sufriendo punto seguido dos intentos de asesinato por parte de sus antiguos compañeros, que ante el fracaso, hicieron correr el bulo de que era un agente infiltrado del NKVD soviética, lo que le reportó el ser detenido y deportado por las autoridades francesas a Córcega en 1950, acusado de ser un agente comunista.

Liberado de su destierro en Córcega a mediados de 1952, y tras regresar a Francia, Beltrán pasó a colaborar con Julio Just al servicio de la República en el exilio. Actividad que al final le obligó, forzado por la Sureté francesa, a tener que huir a América Latina en el año 1953 en un eterno peregrinaje, pues tan pronto lo reconocían era obligado a saltar de un país a otro, teniendo al final que regresar a Europa y más concretamente a Bélgica en 1954, desde donde pasaría de nuevo a Francia, donde continuó con su labor clandestina seguido muy de cerca por los servicios de inteligencia franceses, que lo forzaron en 1957 a tener de nuevo que emigrar a América.

Durante su viaje marítimo camino de Río de Janeiro, y más concretamente durante la escala en Lisboa, entraron en contacto con él los servicios norteamericanos, interesados en contactar con Indalecio Prieto, con la pretensión de que Prieto se entrevistara en USA con el secretario de Estado Foster Dulles, y en particular para conocer su opinión sobre España y Franco.

De Brasil, Beltrán pasó a Argentina y de allí a México, donde al final fue aceptado como exiliado político en mayo de aquel año. A su llegada, transmitió el mensaje de los norteamericanos a Prieto y a su vez a Félix Gordón Ordás, a la sazón presidente de la República en el exilio. Pero el fracaso posterior de aquellas mismas conversaciones forzó a Prieto a acusar injustamente a Beltrán una vez muerto, de ser un agente norteamericano infiltrado desde la época de Córcega.

Acusación que nunca hizo suya el presidente republicano Gordón Ordás al conocer mucho mejor que Prieto su andadura, puesto que en realidad había trabajado durante mucho tiempo para otro presidente, en su caso, para Martínez Barrios y más concretamente aún para Julio Just, ministro de Acción en el Interior y en el Exilio .  

Ya en México, después de desempeñar los más diversos trabajos, Beltrán junto con su primo Lázaro Beltrán, pasó a explotar un rancho en San Luis de Potosí, al que pusieron por nombre “Canfranc”. Enfermo de una dolencia gástrica, que ya le venía dada desde su estancia en la Unión Soviética, ingresó en él Hospital Español de México, donde lo cuidará hasta su fallecimiento Carmen Parga, esposa de Manuel Tagüeña.

A su entierro en el Panteón Español de México, asistieron numerosas personalidades españolas exiliadas, entre ellas el presidente de la República española Félix Gordón Ordás, Manuel Tagüeña o su viejo amigo Julián Borderas.   

 Bibliografía: A. Gascón, Beltrán, El Esquinazau, Jaca, 2002.