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Introducción a la historia de la Guerra Civil Española

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Biblioteca de la Guerra Civil. Editorial Folio

Los pistoleros azules. Milicias fascistas y violencia política en la Segunda República española

Por Eduardo González Calleja - Historiador

Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque ¿quién ha dicho -al hablar de «todo menos de violencia»- que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes de reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.

(José Antonio Primo de Rivera: Discurso del teatro de la Comedia, 29-X-1933.)

El fenómeno de las milicias políticas, organizaciones paramilitares adoctrinadas política e ideológicamente para el asalto al poder mediante la lucha armada, puede remontarse al siglo XIX, pero alcanza su mayor apogeo en el período de entreguerras (1917-1945) con la crisis del Estado liberal, la aparición del comunismo soviético y los movimientos fascistas. Estos últimos conciben la milicia como algo consustancial al partido, de tal suerte que es casi imposible disociar ambas entidades en la práctica. Pero la milicia de tipo fascista va más allá de una mera concepción organizativa y táctica de lucha; es un planteamiento ético profundamente inscrito en el ideal político de estos movimientos: La vida es milicia (punto 26 de FE de las JONS) será uno de los lemas preferidos por los fascistas españoles para justificar su apego doctrinal a la acción y a la violencia políticas.

La crisis política y social de España durante la Segunda República encuentra uno de sus exponentes más llamativos en la constante presencia de milicias en todos los grupos del espectro político. Desde 1931, e incluso antes del 14 de abril, muchas fuerzas piensan que la naciente República debe ser destruida por la violencia. Pero a pesar del reducido apoyo real que tenía una República democrático-burguesa, estos planteamientos fracasan, en parte, gracias a la constante amenaza de una actitud violenta menos original: un levantamiento militar que, si fracasó en agosto de 1932, acabará triunfando en julio de 1936.

Quizá -y salvo los constantes intentos de subversión anarquista- octubre de 1934 sea la fecha que más se aproxima al modelo preconizado tácticamente por las milicias de distinto signo. Al tiempo, octubre es un punto de in-flexión importante en la lucha política, en una espiral de violencia que, por vía de un cada vez más descarado pistolerismo, nos lleva directamente al 17 de julio de 1936. En el caso de los grupos fascistas españoles y movimientos afines, que Jiménez Campo (1) califica de fascistizados, los antecedentes son complejos y se remontan bastante antes de la República.

A un ambiente exterior cada vez más propicio -expansión del fascismo italiano, consolidación del corporativismo portugués, posterior subida al poder del nacionalsocialismo alemán en 1933, semidictadura de Dollfuss en Austria y movimientos análogos en Polonia, Rumania, etc.-se añaden unas raíces ideológicas y políticas más o menos claras, pero netamente españolas.

Podemos citar a los Jóvenes Mauristas, intento de réplica de los Camelots du Roi de la Action Frangaise de Maurras y Pujo, el corporativismo de la Unión Patriótica primorriverista, la violencia de los Sindicatos Libres barceloneses en los años veinte contra el anarcosindicalismo, etcétera.

Ideológicamente, la exaltación castellanista de la Generación del 98 influye evidentemente en Onésimo Redondo. El liberal José Ortega y Gas-set ofrece al fascismo español ideas muy sugerentes: militantismo contra pacifismo, jerarquía contra democracia, estilo fuerte y enérgico contra un liberalismo laxo y contemporizador, milicias imperiales contra ejércitos industriales, minorías audaces y caudillos cesáreos que mandasen... En resumen, elitismo y subordinación a un grupo activo y dirigente.

Por su parte, Ernesto Giménez Caballero es considerado el introductor teórico en España del fascismo italiano con escritos como Circuito imperial, que comienzan a interesar a grupos reaccionarios opuestos al nuevo régimen republicano que la crisis de la monarquía va perfilando.

Albiñana

En el período de crisis al cambio de régimen y durante la República, fuerzas políticas muy dispares sufren un desigual proceso de fascistización. No faltan movimientos pseudofascistas y otros con más base teórica.

Entre la extrema derecha alfonsina, Renovación Española (RE), fundada en 1933 por Goicoechea tras separarse de Acción Popular, y Acción Española (AE), creada en 1931, se fascistizan. En el exilio, Calvo Sotelo se relaciona con Maurras y después intentará ingresar en Falange.

Renovación Española trata de encuadrar militarmente a organizaciones juveniles (2) y el Bloque Nacional cuenta en diciembre de 1934 con milicias o grupos de choque juveniles. A inicios de 1935 se intenta crear las guerrillas de España, y las Juventudes de RE se organizan paramilitarmente en milicias uniformadas.

Las Juventudes de Acción Popular (JAP), rama juvenil de la CEDA, demostraban en sus actitudes rasgos ideológicos (fervor hacia el jefe, por un régimen semidictatorial) y externos (saludo con un brazo al hombro, camisa verde, cierta disciplina) de tipo fascista.

La revista FE critica el fascismo descafeinado de los japoneses (de JAP), por su menor espíritu de lucha, pero también por temor a perder sus bases juveniles. Sin embargo, el proceso será inverso: tras el fracaso derechista en febrero de 1936, miles de japistas, desilusionados y ávidos de acción, se pasan a Falange.

El extravagante neurólogo valenciano José María Albiñana (Enguera, 1883-Madrid, 1936) funda en abril de 1930 el Partido Nacionalista Español (PNE), gesticulación reaccionaria al servicio vergonzante de la aristocracia terrateniente y de los elementos más regresivos del país, según Ramiro Ledesma.

Ciertamente, Albiñana sostiene una ideología regresiva, sólo abierta al ala fascista más conservadora, representada por Onésimo Redondo. Monarquismo, ultranacionalismo, militarismo, imperialismo y antisemitismo son sus rasgos más característicos.

Sus proclamas, esperpénticas y llenas de odio, le hacen ganar cierta popularidad entre los sectores más reaccionarios. En vísperas de la proclamación de la República, amenaza con más arrogancia que sentido común: 200.000 legionarios estamos dispuestos a vender caras nuestras vidas.

En abril del 31, Albiñana lanza un desesperado grito, digno del alcalde de Móstoles: ¡Españoles, a defenderse!... ¡Legionarios! ¡Españoles! Hay que echarse a la calle para rechazar esa revolución tragicómica con que se pretende engañar a la opinión y forzar el arca del poder.

El que quiera la República que tenga el valor de conquistarla en la calle, a pecho descubierto, jugándose la vida. Pero no hemos de consentirle que empuñe la innoble ganzúa pseudoconstitucional para desvalijar la Corona de España con el más vil de los atracos...

Todo buen español que quiera sumarse a la cruzada patriótica debe acudir a inscribirse en el Centro Nacionalista Español, para recibir instrucciones y formar la milicia ciudadana. Tenemos la razón y la fuerza. ¿Cuál era esa fuerza? El PNE disponía de unos grupos de vanguardia y acción directa: los llamados legionarios de Albiñana (*), réplica de los Camelots du Roi y definidos por su creador como el voluntariado ciudadano con intervención directa, fulminante y expeditiva en todo acto atentatorio o despreciativo de la Patria (3).

Uniformados de azul claro, con himno y saludo fascistas, los legionarios, procedentes en gran parte del Tercio de Africa y lumpenproletariado, emprendieron algunas algaradas, pero no pasaron de ser unos pistoleros reaccionarios literalmente barridos por las izquierdas en 1931.

Primeras violencias

El PNE disponía de una segunda línea para cubrir bajas: servicios auxiliares (diario La Legión), batallones femeninos (legionarias) y organizaciones subsidiarias como la Unión Nacionalista Obrera (embrión de sindicato) y la Juventud Nacionalista Española.

Albiñana apoyó el golpe de Sanjurjo y fue confinado en las Hurdes. En el cenit de su popularidad, pero no de su fuerza política, logró el acta de diputado por Burgos en 1933 gracias al apoyo de la CEDA.

Al surgir Falange Española (FE), la mayoría de sus legionarios se pasaron al grupo de Primo de Rivera (4). El PNE continuó llevando una vida lánguida en el Bloque Nacional, sobreviviendo a 1936.

Ramiro Ledesma Ramos (Alfaraz, Zamora, 1905-Madrid, 1936), principal teórico del nacionalsindicalismo, colaboró en un principio en Revista de Occidente de Ortega y en La Gaceta Literaria de Giménez Caballero. El 14-3-1931 funda la revista La Conquista del Estado, cuyo manifiesto, lanzado el mes anterior, decía:

(...) Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sino minorías audaces y valiosas. Buscamos jóvenes equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil ni a la disciplina de guerra. Milicias civiles que derrumben la armazón burguesa y anacrónica de un militarismo pacifista. Queremos al político con sentido militar, de responsabilidad y de lucha...

Antes de desaparecer, La Conquista del Estado da cuenta, el 10-X-1931, de la fusión con el grupo de Onésimo Redondo en las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), adoptando como signos exteriores los gritos Arriba España y España, una grande y libre, además del yugo y las flechas y la bandera rojinegra.

Onésimo Redondo Ortega (Quintanilla de Abajo, Valladolid, 1905-Labajos, Segovia, 1936) contactó con la doctrina nazi siendo lector de español en Mannheim. Tras actuar en un sindicato remolachero, el 9-VIII-1931 crea las Juntas Castellanas de Acción Hispánica (JCAH), de ideología vagamente similar al grupo de Ledesma.

Onésimo cree que la juventud debe ejercitarse en la lucha física, debe amar, por sistema, la violencia. La violencia nacional es justa, es necesaria, es conveniente. Es una de nuestras con-signas permanentes la de cultivar el espíritu de una moral de violencia (5).

Repleto de un catolicismo hispanista con ciertos toques antisemitas, en su periódico vallisoletano Libertad asegura: (...) Bastan en cada provincia un centenar de jóvenes guerreros para dar en el polvo con ese sucio fantasma de la amenaza roja (6).

A pesar de algunas acciones en Madrid y Valladolid, Ledesma reconoce que en 1932 la actividad de las JONS ha sido casi nula, con fuerte descoordinación entre los focos de Madrid y Valladolid. En la capital, su fuerza no llegaba a 25 militantes.

La suerte parece cambiar en 1933. La subida al poder del NSDAP (Partido Nacionalsocialista alemán) y unos alborotos en la Facultad de Derecho con la FUE (organización estudiantil izquierdista) el 10 de marzo popularizan el movimiento, que recibe a 400 estudiantes.

A finales de junio se relanza la acción directa: un centenar de jóvenes dirigidos por Ramón Ruiz se organizan en escuadras de cinco individuos para dar la batalla a la izquierda en las calles (7). Estos grupos se solían reunir en los jardines de la Plaza de España.

Los hechos violentos se suceden: las JONS asaltan el 14 de junio la oficina de los Amigos de Rusia y roban el fichero. El día 22 unos 3.000 presuntos fascistas, entre ellos Ledesma, son detenidos como integrantes de un supuesto complot contra la República. Con todo, JONS mantiene una situación económica estable, favorecida por Juan March, Goicoechea y algunos industriales vizcaínos.

En agosto de 1933 (revista JONS, número 3) se lanza una circular en que se ordena:

Todas las JONS locales deben tener conocimiento exacto de la importancia de las organizaciones marxistas de su ciudad, vigilando, sobre todo, sus preparativos de violencia y el espíritu con que esperan o provocan la acción revolucionaria.

Una nueva circular en diciembre dice: Necesitamos que todos los militantes robustezcan su sentido de la acción.

Para Ledesma hay tres justificaciones a la violencia de las juventudes: ruptura de valores decrépitos, traidores e injustos; defensa contra los enemigos (marxismo, separatismo), y demostración de la entereza, capacidad y licitud histórica que mueve a los soldados de la revolución nacional. Ello veda la caída en el crimen, bandidaje o pistolerismo (8).

Pero desde octubre, las JONS tienen un fuerte competidor: José Antonio Primo de Rivera y su Falange Española.

Un mitin en el teatro de la Comedia

José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia (Madrid, 1903-Alicante, 1936) ha leído La Conquista del Estado y La Gaceta Literaria, y participado junto a Ledesma en la frustrada aparición del periódico El Fascio, el 16-3-1933.

En primavera-verano de ese año crea con el famoso aviador navarro Julio Ruiz de Alda y Alfonso García Valdecasas, antiguo intelectual de la Agrupación al Servicio de la República y creador del Frente Español en 1932, el Movimiento Español Sindicalista (MES), de corta vida.

El 29-X-1933 funda FE (en principio, Fascismo Español, y gracias a la sugerencia de Ruiz de Aida, Falange Española) en un acto celebrado en el teatro de la Comedia de Madrid. Asisten tradicionalistas, albiñanistas, antiguos miembros de la Unión Patriótica de su padre, monárquicos, Ledesma con algunos jonsistas y militares como Varela.

Su discurso es tomado en algunos sectores como una provocación, y aunque la sesión se celebra al parecer a puerta cerrada y en medio de fuertes medidas de seguridad, no faltan incidentes una vez finalizada. Falange Española nacía en medio de los peores augurios.

Los primeros enfrentamientos del nuevo partido tienen lugar durante la campaña electoral de noviembre, en la que José Antonio es elegido diputado por Cádiz (tiroteo en un mitin celebrado en San Fernando).

Ese mismo mes, Ruiz de Alda funda el Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU) con Matías Montero y Alejandro Salazar. Su primer objetivo, reconocido por Ruiz de Alda a inicios de 1934, es la destrucción de la FUE. Hay que acabar con el marxismo (9).

El SEU engloba a la militancia más joven y aguerrida de FE, y se organiza con un sistema triangular, en el que uno de sus elementos sirve de enlace. Esta distribución jerárquica, pero con cierta autonomía y que facilita la difusión de órdenes, se extiende pronto a las milicias del partido.

En estos primeros tiempos, José María Fanjul dirige una centuria compuesta por dos falanges (Ciencias y Derecho) y dos escuadras que pronto se convierten en falanges de Filosofía y Farmacia. Los demás estudiantes se integran en la centuria de Luis Aguilar. Las milicias son disciplinadas por el comandante Arredondo, antiguo legionario de Africa y upetista (de la Unión Patriótica primorriverista).

En un principio, FE es un movimiento de tendencia claramente reaccionaria. Ya desde el invierno de 1933-34 habían comenzado las infiltraciones de derechistas: upetistas, monárquicos de RE como Juan Antonio Ansaldo (aviador y amigo personal de Ruiz de Alda), el comandante Arredondo y el teniente coronel Rada, retirados por la ley Azaña.

Estos tres últimos estructurarán lo que, tras su salida del partido y bajo el mando de Agustín Aznar, será conocida como Primera Línea de Madrid o Falange de la Sangre.

El reparto de los primeros números de la revista FE provoca las primeras muertes entre los vendedores, a pesar de su escolta de pistoleros. José Antonio mantiene entonces sus escrúpulos sobre la realización de posibles represalias y la posibilidad de convertir la organización en un instrumento de terrorismo irreflexivo. Falange necesitaría, según su jefe, cargarse de razón y de luto para acudir en venganza.

Como represalia a la agresión de un miembro del SEU, la Primera Línea, al mando de Aznar y Matías Montero, asalta el 25-1-1934 el local de la FUE en Medicina, con un saldo de heridos y graves destrozos que suscita un sonoro debate parlamentario. Quizá en venganza, el 9 de febrero es asesinado Matías Montero en la calle de Mendizábal.

El debate sobre la actitud a tomar en estos casos se abre en el seno del joven partido: Mientras Primo de Rivera representa la postura moderada, Ansaldo, Ruiz de Alda Sanz, etcétera, pretenden forzar la situación y acentuar la lucha para intentar obtener ventajas políticas.

La unificación

Tras una serie de contactos previos, el Consejo Nacional de JONS discute del 11 al 13 de febrero de 1934 los siguientes puntos:

1. Actitud de JONS ante el grupo fascista FE.

2. Creación de los organismos a través de los cuales debe conseguir el partido una eficacia violenta en el terreno de la acción antimarxista.

3. Fijación de las consignas base de la propaganda de 1934. Posible radicalización de la línea revolucionaria, robusteciendo la posición jonsista entre la pequeña burguesía y los trabajadores (JONS, número 8, enero 1934).

A pesar del recelo por el derechismo de FE, la fusión es aceptada. Se mantiene la estructura jonsista de un triunvirato ejecutivo (Primo de Rivera, Ruiz de Alda y Ledesma) y sus símbolos. En el número 7 de FE, José Antonio reconoce que las JONS son la primera guerrilla del estilo nuevo, y que se ha realizado la unión para evitar un enfrentamiento violento.

En este momento los afiliados a FE (según Payne) eran unos 2.000 y a JONS menos de 300. Las primeras manifestaciones del nuevo grupo (Ruiz de Alda: ¡Estamos en estado de guerra!) apelan a la violencia (Ledesma: ¡Castellanos, a las armas!). Los mismos puntos de FE, que se ratificarían posteriormente, sancionarán esta postura:

23. (...) Todos los hombres recibirán una educación premilitar que les prepare para el honor de incorporarse al Ejército nacional y popular de España.

26. (...) La vida es milicia y ha de vivirse con espíritu acendrado de sacrificio.

No falta la violencia de hecho: el 4-3-1934 se celebra en Valladolid un mitin por la unificación, considerado por Bravo como el primer acto fascista puro. A la salida hay un intercambio de disparos que se salda con la muerte de un simpatizante falangista y la expeditiva actuación de la Primera Línea vallisoletana, dirigida entre otros por José Antonio Girón.

Los enfrentamientos se suceden y el 27 de marzo cae asesinado en Madrid el joven de quince años Jesús Hernández. FE de las JONS es acusada de corromper a menores y el Gobierno prohíbe la adscripción política a menores de dieciocho años. Para salvar este obstáculo, importante para un partido con gran masa juvenil de seguidores, éstos ingresan en las belicosas milicias del SEU.

El mismo Primo de Rivera sufre un atentado y persigue a los pistoleros por la calle Altamirano. Pero el partido aún no disponía de medios para una réplica contundente. ABC tacha a FE de franciscanismo, y Ansaldo, impaciente por entrar en acción, declara: José Antonio podría ser presidente de la Liga Mundial Antifascista (10).

Arredondo y Alvargonzález no logran disciplinar a los ardorosos falangistas, y a mitad de invierno la organización ha caído en el caos. Nombrado jefe de objetivos (virtual jefe de milicias) en abril de 1934, Ansaldo da a los grupos de choque más agresividad y primacía, creando graves problemas a la dirección política.

Cerrados casi todos los centros de FE y SEU en abril de 1934 y clausurada la revista FE, el triunvirato organiza una concentración de milicias en un aeródromo privado de Carabanchel el domingo 3 de junio. El lunes 4, el diario Luz presenta a toda plana la concentración de 20 centurias fascistas.

Diversos diarios piden responsabilidades al Gobierno por su negligencia ante la exhibición fascista, cuidadosamente planeada y que por el amplio tratamiento periodístico reporta al partido un nuevo impulso en su militancia.

A mediados del año 1934, el cuadro organizativo de las milicias de FE de las JONS está plenamente esbozado. Integran el partido adheridos y militantes.

Estos últimos pueden acceder a los grupos de acción, llamados Falange de la Sangre y después Primera Línea, dirigida personalmente por Ansaldo y su lugarteniente Manuel Groizard (gravemente herido en atentado el 1-VII-1934).

Los más veteranos integran la Segunda Línea (organización, proselitismo y propaganda), ayudados por la incipiente Sección Femenina de FE, fundada en junio de 1934 por Pilar Primo de Rivera (jefe nacional) y Dora Maqueda (secretaria nacional).

Jefes de milicias serán sucesivamente Arredondo (febrero-abril 1934), Ansaldo (abril-junio), teniente coronel Rada (julio-diciembre) y Agustín Aznar (desde inicios de 1935).

Más concretamente, las milicias se estructuran de la siguiente manera:

Para comprobar el estado real de las milicias, el 10-VI-1934 se planea una provocación a los chíribis (juventudes socialistas) en la orilla izquierda del Manzanares por la primera y segunda centurias de Madrid.

El falangista Cuéllar muere en la acción, y en la represalia, llevada a cabo espontáneamente por Ansaldo y Groizard sin consultar al Triunvirato Ejecutivo, cae la socialista Juanita Rico en la calle de Eloy Gonzalo. Los entierros de las víctimas de ambos bandos se efectúan clandestinamente y en medio de una gran tensión.

Con todo, a mediados de 1934 parece evidente que FE de las JONS no impresiona políticamente, acosada por una derecha triunfante y una izquierda luchadora en la calle. El foso entre la Falange intelectual y la Falange militante se ensancha desde que el aventurero Ansaldo se hace cargo de las milicias y de los pistoleros, con el objeto (según Payne) de ponerlos al servicio de los monárquicos.

Para ello, Ansaldo prepara una especie de golpe de los pretorianos. unos escuadristas exigirán a José Antonio una actitud más violenta o el abandono del partido.

Se piensa incluso en matarle. Cuando Primo de Rivera, sospechando la conspiración, pregunta a Ansaldo, éste lo reconoce franca y fríamente. José Antonio recaba de los otros triunviros la expulsión del jefe de objetivos. Contra la opinión de Ruiz de Aida, su amigo personal, Ansaldo es expulsado en junio y sigue conspirando por la monarquía desde Biarritz.

Concentración en Carabanchel

Después de la reestructuración de las milicias falangistas por Ansaldo, éste y Primo de Rivera organizaron una concentración en el aeródromo particular de Estremera (Carabanchel) para el domingo 3-VI-1934.

El viernes 1 por la noche, los jefes de centuria conocieron la consigna a través de los agentes de enlace con uno de los triunviros. Los jefes de centuria avisaron a los de escuadra y en la mañana del sábado se convocó a la sección de transportes.

Mediante notas secretas, los falangistas se concentraron en lugares convenidos a primera mañana del domingo, y ascendieron a autobuses y camionetas. En la carretera de Carabanchel se situó una avanzadilla para comunicar a cada uno de los jefes el punto de reunión, y de 8.30 a 9 las centurias comenzaron a salir de Madrid.

El acto estaba previsto para las 10, y se calculaba la asistencia de veintiocho centurias, aunque a última hora ocho se quedaron en Madrid por diversas causas (entre ellas, sabotajes de los chóferes).

Las veinte centurias restantes (Jato habla de 1.000 asistentes, Ansaldo de 500 a 800 y Bravo de unos 3.000 falangistas) formaron en filas de cuatro escuadristas. Los triunviros subieron por la Vereda del Soldado y fueron recibidos con saludos a la romana (el partido aún no tenía himnos ni cánticos), para pasar seguidamente revista a la formación, haciendo observaciones sobre la regularidad y disciplina de cada centuria.

A continuación, José Antonio pronunció una arenga militar: Sois pocos aún, pero ya más de los que acompañaron a Hernán Cortés en su epopeya mejicana... Un avión sobrevoló la formación a baja altura y los triunviros ordenaron el desfile de las escuadras hacia la carretera, practicándose movimientos y ejercicios de combate.

En ese momento llegó la Guardia Civil del puesto de Carabanchel, y el teniente Ramón Ossorio pidió el permiso para la concentración. Al no tenerlo, José Antonio hubo de presentarse en el juzgado de la población, donde se le tomó declaración y se redactó un atestado. A la vuelta se rompieron filas y las escuadras volvieron poco después de mediodía a Madrid por la carretera de Extremadura y la de Carabanchel Alto, donde hubo altercados con los vecinos.

Desde un chalet cercano, algunos curiosos asistieron a la concentración: los militares Martín Alonso (después jefe de la Casa Militar de Franco), Galarza, Jorge Vigón, etcétera.

Por la noche, los dirigentes del partido cenaron en casa de Ansaldo, y mientras Fernández Cuesta y Ledesma mostraban las primeras fotografías y recortes de prensa, los falangistas quemaban periódicos izquierdistas, distribuían pasquines y realizaban pintadas. La centuria de Fanjul quemó en las Ventas dos autobuses de una empresa que había boicoteado el acto.

El lunes, el diario Luz aireó la noticia, pidiendo responsabilidades a la Dirección General de Seguridad por la exhibición fascista. Lo curioso del caso es que la noticia, al parecer, fue vendida a este periódico por el propio Ledesma, con fotografías de Agripino Cormín, que trabajaba asiduamente en FE y Arriba.

En incómoda situación, el Ministerio de Gobernación impuso a cada miembro del triunvirato, Fernández Cuesta y Ansaldo, una multa de 10.000 pesetas por reunión ilegal. Pero el fin propagandístico se había logrado.

Debido a las últimas acciones, el 10 de julio José Antonio, Moreno Herrera (marqués de la Eliseda y segundo parlamentario de FE) y 67 falangistas son arrestados. Primo de Rivera aboga con tal vehemencia por los detenidos que aumenta grandemente su popularidad en el seno del partido. En agosto se funda la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS), dirigida por el ala revolucionaria del partido (Ledesma, Mateo) y concebida como una fuerza de choque antisocialista y sindicato amarillo. El día 20 de ese mismo mes, Goicoechea y Primo de Rivera firman un pacto ratificando los diez puntos de El Escorial sobre las características del futuro nuevo Estado español. Además, RE asigna una ayuda económica a FE que debe distribuirse de la siguiente manera: toda cantidad que exceda a la ayuda de 10.000 pesetas mensuales debe repartirse en un 45 por 100 a los gastos de organización de milicias, otro 45 por 100 a la CONS, quedando el resto a libre disposición del mando de la organización (punto 41. El punto 5.° sanciona de hecho un control efectivo de RE sobre la organización militar falangista: (...) con el fin concreto y fijo de comprobar el incremento que FE de las JONS pueda alcanzar merced a estas ayudas, se designa un elemento técnico que actuará en contacto permanente con el mando de FE de las JONS, principalmente en su aspecto militar y de choque. Con todo, la ayuda monárquica se mantiene sólo unos meses, pues RE se encuentra con dificultades económicas.

Asesinato de Juanita Rico

Tras la concentración de Carabanchel, se pensó en organizar un acto de provocación para evaluar la capacidad combativa de las milicias falangistas.

El ambiente en la Primera Línea estaba caldeado, pues el 9 de junio había sido tiroteado en Chamartín el doctor Luque y su esposa, al confundir los pistoleros su automóvil con el de José Antonio.

Así pues, se pensó que el domingo 10 de junio, dos centurias hicieran acto de presencia en las reuniones de los despectivamente llamados chíribis (Juventudes Socialistas) que se celebraban en la Playa de Madrid (Montes del Pardo). Ese día, unos treinta falangistas se apostaron en un montículo cercano a un grupo de jóvenes socialistas, y la provocación no se hizo esperar: A los silbidos y burlas por los cánticos revolucionarios sucedieron los insultos, los golpes con porras y vergajos y, por fin, varias detonaciones.

El joven falangista Juan Cuéllar cayó muerto, y se llegó a decir que su cadáver fue desfigurado por la saña de los rivales. Al llegar la policía y confiscar las armas, encontró en las inmediaciones del lugar a Miguel Primo de Rivera y otros amigos, quienes declararon pasar casualmente por allí.

Los dirigentes de la Falange de la Sangre Agustín Aznar, J. A. Ansaldo y su lugarteniente Manuel Groizard, planearon sin consultar al triunvirato ejecutivo una acción de represalia.

A última hora de la tarde, un grupo de socialistas descendía de un autobús en la calle Eloy Gonzalo. Sin estar seguros de que estos excursionistas fueran los implicados en la muerte de Cuéllar, tres pistolas dispararon desde un coche ocupado, al parecer, por seis personas. La joven socialista Juanita Rico resultó muerta y cuatro compañeros heridos (uno de sus hermanos quedó invalido como consecuencia del atentado).

Cuando la noticia se extendió, estalló la indignación popular, con disturbios en los barrios bajos y la Moncloa. Al día siguiente se efectuaron los entierros de las víctimas del domingo en medio de un ambiente enrarecido. Simultáneamente fue tiroteado el centro de Falange Española en la calle Marqués del Riscal, con dos heridos.

Se responsabilizó del atentado a Guitarte y Aguilar. Mundo Obrero acusó a Alberto Ruiz (alias El Cejas), Martínez, Merry del Val, Johnny Haisal y Pilar Primo de Rivera de ser los autores directos.

Parece probado que los falangistas utilizaron el automóvil de Alfonso Merry del Val, hijo de diplomático, quien dispuso de una buena coartada y fue absuelto el 19 de agosto de los cargos que se le imputaban. Pero su coche presentaba sospechosas huellas de impactos de bala... Poco después, el joven salió de España.

La contrarréplica no se hizo esperar: pistoleros de las Juventudes Socialistas hirieron de gravedad el 1 de julio a Groizard, al que consideraban responsable del atentado. Ansaldo fue expulsado de Falange poco después por su apego a la violencia, por actuar sin el permiso del triunvirato, y en especial de José Antonio, a quien repugnaba la sangrienta reputación que iba adquiriendo el partido.

La prensa izquierdista rindió homenaje a Juanita Rico como primera víctima del fascismo. El propio Rafael Alberti dedicó poesías a su memoria. El 10 de julio el centro de FE era clausurado por tenencia ilícita de armas y reunión ilegal de 64 militantes, que fueron detenidos. Por el camino cantaban unas coplas de bastante peor calidad que las de Alberti:

Nos meten a todos presos

y nos llevan en camión

por el cabrón de Gil Robles

que manda en Gobernación.

El primer Consejo Nacional se reúne el 4-X-1934 en la sede de la calle del Marqués de Riscal. A la noche, al conocerse la noticia de la huelga general, FE ordena a su Primera Línea que esté preparada para combatir.

A las 12 de la noche, Primo de Rivera se ofrece al ministro de Gobernación para luchar contra la revolución, a condición de que las milicias de FE sean armadas con fusiles y mandadas por sus jefes peculiares, a las órdenes de la autoridad.

Pero este ofrecimiento y otro análogo al jefe de Estado Mayor, general Franco, fracasan. El día 5, José Antonio obtiene el mando supremo de FE y elige como uniforme del partido la camisa azul mahón, con solapas legionarias para la Primera Línea y sin la boina negra jonsista.

El día 7, en plena revolución, se organiza una manifestación por la unidad de España desde la sede del partido hasta la Puerta del Sol.

Durante la revolución, FE colabora de forma descoordinada con la autoridad en la represión del levantamiento. Las órdenes recibidas son ofrecer ayuda al cuartel militar más próximo o, en su defecto, al de la Guardia Civil, y nunca en los gobiernos civiles. Según Ledesma, ésta fue una gran oportunidad para aprovechar la confusión reinante y haber tomado el poder.

Tras Asturias, el partido se reorganiza formulando los 27 puntos, que provocarán otra crisis. Los puntos 14 y 25 (laicismo, control de la Iglesia por el Estado) obligan a Moreno Herrera, dueño de la sede y principal financiador del partido, a dejar Falange.

Con él se marcharán en diciembre el teniente coronel Rada, instructor de milicias, que se incorporará al tradicionalismo como inspector nacional de Requetés; el comandante Arredondo y monárquicos como Tarduchy, que ingresarán en la Comunión Tradicionalista.

El partido entra en una total crisis financiera y la militancia se reduce a unos 5.000 afiliados. Pronto se produce la reacción del ala izquierda de FE: Ledesma trata de levantar a los sindicalistas de CONS contra José Antonio, que por señorito y aristócrata es incapaz de mandar un movimiento revolucionario.

Después que Onésimo y Mateo decidan mantenerse fieles a la jefatura, José Antonio interviene apasionadamente en la sede del sindicato, aplasta la rebelión y expulsa a Ledesma y otros disidentes el 15-1-1935. Estos crean unas JONS independientes, lo que provoca graves enfrentamientos y agresiones a los voceadores de la nueva revista de Ledesma, Patria Libre. Pero en febrero la crisis interna se ha zanjado.

Los sucesos de Aznalcóllar

El 29-IV-1935 cuatro falangistas parten al pueblo minero de Aznalcóllar (Sevilla) con la intención de vender el número 6 de Arriba. Un centenar de personas indignadas obligan al grupo a marcharse precipitadamente del pueblo. El jefe del servicio, Pablo Gutiérrez Tagua, da cuenta de los hechos al jefe de Sevilla, Sancho Dávila. Para hacer prevalecer su opinión, se prepara una excursión nocturna de dos escuadras, al mando de Martín Ruiz Arenado y Manuel García Mínguez, gallego y perito industrial. A las seis de la tarde salen de la cervecería Madrid de Sevilla tres automóviles de alquiler con veintiún falangistas.

Al llegar a Aznalcóllar, Martín ordena a los chóferes permanecer con sus coches a la salida del pueblo, junto a dos escuadristas de guardia. Los diecinueve restantes avanzan hacia el centro del pueblo. Diez llevan pistola y el resto porras y vergajos. Comienza el despeje de la calle principal y los fascistas vocean el Arriba. Dos guardias municipales informan del hecho al alcalde, que avisa a la Guardia Civil. Mientras tanto, una piedra abate al escuadrista Francisco Moreno, y Martín Ruiz ordena a los escuadristas armados con porras que evacuen al herido. Cada vez más acosados, los pistoleros hacen una descarga al aire. Comienza un furioso tiroteo. García Mínguez es alcanzado por una piedra. Ruiz Arenado le recoge exánime. En ese momento, cuando los falangistas tratan de alcanzar los coches, aparece la Guardia Civil y pone orden en la confusión. García Mínguez resultó muerto y dos escuadristas más fueron heridos. Entre los vecinos de Aznalcóllar hubo un muerto y cinco heridos tras el enfrentamiento. Trece falangistas fueron detenidos. José Antonio les defendió durante el proceso, que se saldó con nueve absoluciones y cuatro condenas. Primo de Rivera concedió 5 palmas de plata, 21 aspas blancas, un aspa roja y una palma de plata al banderín de la milicia provincial de Sevilla por estos servicios distinguidos.

Como colofón a la tragedia, uno de los chóferes de los taxis utilizados en la expedición fue asesinado días más tarde.

Ultimo año de legalidad

Los enfrentamientos se suceden: razzia en los almacenes Sepu, acusados de judaísmo y de explotar a sus empleados (16-3-1935); asesinato del falangista José García Vara (2 de abril); muerte en Arija del presidente de la Casa del Pueblo y dos socialistas más (8 de abril); graves enfrentamientos en Aznalcóllar con varios muertos (29 de abril)...

El 19 de mayo se da un importante mitin en el cine Madrid ante miles de personas. El acto tiene gran resonancia, por su emotividad (culto a los caídos) y por la ostentosa exhibición de las milicias madrileñas.

El 16 de junio, José Antonio convoca a la Junta Política a una reunión clandestina en el Parador de Gredos. Ante el previsible triunfo de las izquierdas en unas próximas elecciones, se acuerda intervenir en un alzamiento.

José Antonio asegura tener el ofrecimiento de 10.000 fusiles y un general (¿Sanjurjo?), previa concentración de las milicias falangistas en Fuentes de Oñoro (Salamanca). Otro proyecto es el asalto y conquista de Toledo, con apoyo de los cadetes del Alcázar, la guarnición y la Guardia Civil. Moscardó se muestra conforme, si el general Franco me lo ordena.

Ambas acciones parecen inverosímiles y no se concretan. Igualmente se analizan las diferentes fuerzas susceptibles de intervenir y la actitud de varios jefes militares. José Antonio propone sondear al Ejército a través de la Unión Militar Española (UME), que seguirá en contacto con el partido a través de la Sección Militar de FE en Marruecos, hasta 1936.

Tras un complot fallido contra Redondo, las relaciones Madrid-Valladolid continúan tensas todo el año 1935. Al celebrarse el Segundo Consejo Nacional los días 15 y 16 de noviembre, el partido intenta acercarse a la derecha mediante la propaganda de un Frente Nacional contra las izquierdas. Pero FE queda excluida al considerarse excesivas sus exigencias.

Como colofón al Consejo Nacional se celebra un nuevo mitin en el cine Madrid, el 17 de noviembre, ante 15.000 personas (según Bravo). A fines de año se compone el Cara al Sol.

El 19 de diciembre se comenta en Arriba el llamamiento de Gil-Robles al Frente Nacional: Cualquier proposición que se encamine a asignarnos el papel de guerrilla o tropa ligera de otros partidos más sesudos no será siquiera escuchada.

El atentado a Jiménez de Asúa

El 6-III-1936 han muerto en las obras de derribo de la antigua plaza de toros de Madrid los falangistas José Urra Goñi y el ex legionario Ramón Faisán, que protegían a obreros de la CONS (Central Obrera Nacional Sindicalista). En represalia son asesinados varios comunistas. En la tarde del 11 de marzo es ejecutado en la calle Alberto Aguilera, de Madrid, el estudiante Juan José Olano y queda gravemente herido su compañero de la Facultad de Derecho, el tradicionalista Enrique Valsovel.

En casa de Guillermo Aznar, el SEU (Sindicato Español Universitario), dirigido por Alejandro Salazar Salvador, prepara un atentado contra Luis Jiménez de Asúa, catedrático de Derecho Penal en la Universidad Central (donde ya había tenido altercados con los falangistas) y a la sazón vicepresidente primero de las Cortes. Asúa iba escoltado por el inspector de policía Jesús Gisbert desde que actuó como defensor de Francisco Largo Caballero en la causa sobre su responsabilidad por los sucesos que tuvieron lugar en octubre de 1934.

A las 7.30 de la mañana del día 12 de marzo, Alberto Aníbal Martínez toma el automóvil de su hermano con matrícula M-29.033 y, acompañado de José María Díaz Aguado, Alberto Ortega Arranz (tesorero de la Federación Deportiva de Derecho) y Guillermo Aznar Jarner, se apostan a las ocho frente el domicilio del profesor socia-lista en la calle Goya.

Al salir éste, el agente Gisbert recela de la actitud de los jóvenes, y pone sobre aviso a Jiménez de Asúa. En ese momento, los falangistas intentan simultáneamente poner el coche en marcha y disparar, pero el auto no arranca y algunas pistolas ametralladoras se encasquillan.

Semiagachado, Asúa corre en zig-zag entre una lluvia de cristales y consigue penetrar ileso en una carbonería sita en el número 28 de la calle Velázquez. Gisbert entra tras él y exclama:

¡Don Luis, me han matado!, y se desploma pesadamente, herido de muerte.

Tras conseguir escapar, Alberto Ortega comunica la acción a dos compañeros y logra ocultarse, pero su indiscreción motiva su detención y la de los encubridores del atentado: Ramón de la Peña, Jesús Azcona, Luis Revuelta y Manuel Valdés. Alejandro Salazar logra eludir a la policía.

La conmoción es enorme, y el 14 de marzo José Antonio Primo de Rivera, casi toda la Junta Política (salvo Alfaro y Mateo), algunos jefes de centuria y muchos escuadristas son detenidos, bajo la acusación de tenencia ilícita de armas y la ruptura de los sellos del local de la calle Nicasio Gallego, 21, cerrado por orden gubernativa el 27 de febrero. Respecto a esto, José Antonio declara con bastante poco tacto: Los sellos de la puerta los ha rasgado el señor Mallo (director general de Seguridad) con los cuernos.

El 15 de marzo, Falange Española tirotea la casa de Largo Caballero, y el 7 de abril pone una bomba en la casa de Eduardo Ortega y Gasset. El 9 de abril un tribunal condena al único autor convicto del atentado, Alberto Ortega, a veinticinco años de reclusión por asesinato y cinco años por tenencia ilícita de armas. Azcona, Revuelta y Peña son castigados con seis años de cárcel. Cada uno deberá pagar 50.000 pesetas de indemnización a los herederos de Gisbert. Manuel Chacel y Manuel Valdés son absueltos. El resto de los encausados consiguen burlar a la justicia.

Pero aquí no acaba el drama: el 13 de abril es asesinado en el paseo de Luchana, esquina a la calle Covarrubias, el magistrado del Tribunal Supremo y ponente de la causa por el asesinato de Gisbert, Manuel Pedregal.

Alberto Ortega es recluido en el penal del Dueso y morirá en la confusión de los primeros días del golpe militar.

Ya en pleno ambiente electoral, José Antonio duda entre tres posturas: una alianza con la CEDA, que fracasará por el problema de la inclusión de mayor o menor número de falangistas en las listas; la conspiración militar, o un intento de búsqueda de aliados por la izquierda, que también fracasará al finalizar sin resultados los contactos con el Partido Sindicalista de Pestaña en 1935 y con el socialista moderado Indalecio Prieto.

En febrero de 1936 parece que la Primera Línea de FE cuenta con unos 10.000 hombres. Payne da una militancia similar al SEU y 25.000 afiliados a FE.

El partido se disponía a la sublevación caso de producirse el triunfo del Frente Popular. A fines de la campaña, José Antonio dice en el cine Europa de Madrid: La Falange relegará (..) las actas del escrutinio al último lugar de menosprecio (11). Durante las elecciones, FE ataca varios colegios electorales a punta de pistola (12). Los resultados son desalentadores: FE logra sólo 50.000 votos y ningún escaño.

Ante el triunfo del Frente Popular, se ordena una actitud expectante, por si se puede seguir trabajando en la legalidad. Se recomienda evitar provocaciones y exhibiciones innecesarias, desoyendo además toda incitación a la conspiración o golpe de Estado.

Previsor ante los tiempos difíciles que se avecinaban, Bravo aconseja a José Antonio organizar eficazmente el aparato ilegal del movimiento y una Primera Línea fuerte. Unos 15.000 japistas defraudados con Gil-Robles ingresan en masa en FE.

El 1 de marzo, José Antonio pide a los miembros del SEU que se incorporen a las milicias de FE. El viraje hacia la violencia desenfrenada parece haberse tomado.

El día 5 aparece el último número de Arriba y el 11 es asesinado el estudiante Juan José Olano. Como venganza, al día siguiente pistoleros falangistas atentan contra el profesor socialista Jiménez de Asúa y matan a su agente de escolta, señor Gisbert.

Clausurado el local de la calle Nicasio Gallego, la ruptura de los sellos pocos días más tarde es la excusa para la detención, el 14-3-1936, de José Antonio y de casi todos los miembros de la Junta Política, junto con numerosos militantes de Primera Línea y otros de provincias; en total, unos 2.000 falangistas.

Desconcertados, acosados por la policía y sin dirigentes, los falangistas inician una última y desesperada espiral de violencia: tiroteo de la casa de Largo Caballero (15 de marzo), bomba en la casa de Eduardo Ortega y Gasset (7 de abril), asesinatos del magistrado Pedregal (13 de abril) y del capitán Faraudo (7 de mayo), instructor de milicias socialistas.

Clandestinidad, conspiración, alzamiento

Pese a perder a casi todos sus dirigentes, las milicias continúan reuniéndose en secreto. El trimestre previo al golpe militar, FE tiene 40 muertos y más de 100 heridos.

José Antonio envía desde la cárcel Modelo de Madrid una circular: ordena la colaboración con el Ejército en caso de alteración grave del orden público en estos días. En una carta a los militantes (21 de marzo), se les recomienda no perder contacto con sus jefes ni con sus camaradas presos. El 4 de mayo, Primo de Rivera lanza a los militantes un manifiesto, pidiendo colaboración para la sublevación. El 20 del mismo mes sale a la calle el primero de los tres números del boletín clandestino No Importa, donde aparecen las temibles listas negras de antifalangistas a eliminar. Aquí escribe José Antonio el 6 de junio:

¡Bien haya esta violencia, esta guerra, en la que no sólo defendemos la existencia de la Falange, ganada a precio de las mejores vidas, sino la existencia misma de España, asaltada por sus enemigos!

Seguid luchando, camaradas, solos o acompañados. Apretad vuestras filas, aguzad vuestros métodos. Mañana, cuando amanezcan más claros días, tocarán a la Falange los laureles frescos de la primacía de esta santa cruzada de violencia.

Se trataba ya de una guerra civil encubierta. Las milicias proclaman que de la vida del jefe nacional responde la de Azaña.

El 5 de junio, el líder de FE es trasladado a Alicante en medio de un fenomenal escándalo, y en una nueva circular del día 24 pide a los jefes provinciales que no se dejen embaucar por cualquier tipo de conspiradores que sólo consideren a FE como un elemento auxiliar de choque. Toda invitación a la conspiración deberá ser notificada al jefe nacional.

FE ya es entonces un grupo experimentado en la lucha callejera. En los incidentes del 14 de abril ha muerto el alférez De los Reyes. En su entierro, el día 16, se produce un tiroteo con víctimas.

Las represalias son de una dureza desconocida: se proclama que por cada falangista muerto se matará a 10 izquierdistas, y se pretende asaltar el Congreso de los Diputados.

Las centurias de Agustín Aznar se adueñan del centro de Madrid, pero, carentes de dirección, son incapaces de forzar la situación y arrastrar al Ejército. Es tal el clima prebélico que en la villa lucense de Sarriá se proclama el Estado fascista.

El 29 de junio, José Antonio envía una circular A las jefaturas territoriales y provinciales. Reservadísimo, sobre las condiciones para participar en el levantamiento. En síntesis, se trata de lo siguiente:

1. Cada jefe territorial o provincial se entenderá exclusivamente con el jefe superior del movimiento militar en el territorio o provincia. La contraseña será Covadonga (cambiada por Granada al ser interceptado este mensaje).

2. FE intervendrá con sus unidades propias, mandos naturales y distintivos.

3. Si el jefe de FE y el militar del territorio se ponen de acuerdo, parte de la fuerza de Falange, que nunca excederá de un tercio, podrá ponerse a disposición de los jefes militares para engrosar sus unidades.

4. El jefe territorial concertará con el militar todo lo relativo al armamento largo de las fuerzas de FE. Basta con señalar el lugar donde en un momento dado se puede dirigir cada centuria, falange o escuadra para recibir armas.

5. El jefe militar deberá prometer que el mando de la provincia o territorio no será entregado a persona civil alguna hasta tres días después de triunfar el movimiento y durante ese plazo lo ejercerán militares.

6. Desde el instante de recibir estas instrucciones, cada jefe territorial o provincial mantendrá enlace constante con las jefaturas locales, para movilizaren el plazo de cuatro horas a todas las fuerzas de primera línea, y agrupar a las fuerzas en sitios determinados, en agrupaciones de una falange por lo menos (tres escuadras).

7. De no ser renovadas, estas órdenes se anularán el 10 de julio a mediodía (posteriormente se prorrogan hasta el día 20).

El 11 de julio, un grupo de falangistas toman Unión Radio de Valencia y anuncian la inminencia del movimiento nacionalsindicalista. Este mes FE alcanza la cifra de 70 muertos desde su fundación.

El 12 es asesinado el teniente Castillo, instructor de las milicias socialistas y sospechoso de ser uno de los responsables del tiroteo durante el entierro del alférez De los Reyes. En contrarréplica, se asesinaba a Calvo Sotelo aquella misma madrugada.

Prevenido desde el día 16 de la inminencia del Alzamiento, José Antonio envía una carta a Mola: Si en 72 horas la rebelión no se desencadena, la Falange comenzará por su propia cuenta en Alicante.

El día 17, José Antonio envía un último manifiesto; no llega a ser distribuido. Por fin, el Ejército se subleva en Africa, sorprendiendo paradójicamente a todas las milicias izquierdistas en plena desorganización.

En la zona sublevada sólo el Requeté está en condiciones de combatir. Debilitada por la clandestinidad y con sus principales dirigentes en la cárcel, FE y sus milicias necesitarán cierto tiempo para adaptarse al nuevo tipo de lucha: una guerra convencional, aunque guerra civil, que durará tres años. La dialéctica de los puños y las pistolas tenía ahora la palabra, pero acarreó una dura enseñanza que Indalecio Prieto remarcó en la tristeza del exilio hablando de José Antonio: No cayó en la cuenta de que las pistolas sirven mal para prolongar diálogos. Y tras las pistolas vienen los fusiles, las ametralladoras, los tanques, los aviones; vino, en fin, el colosal fratricidio (13).

(*) Originariamente se llamarán Legionarios de España.


NOTAS

(1) Javier Jiménez Campo, El fascismo en la crisis de la II República, Madrid, 1979.

(2) Idem, página 61.

(3) Manifiesto programa del PNE, cit. por J. M. Albiñana: Después de la Dictadura: Los cuervos sobre la tumba, Madrid, 1930.

(4) Stanley G. Payne, Falange: Historia del fascismo español, París, 1965, nota 2, página 35.

(5) Eduardo Alvarez Puga, Historia de la Falange, Madrid, 1969, página 24.

(6) Cit. por G. Montes Agudo, Vieja Guardia, Madrid, 1939, página 93.

(7) Payne, op. cit., página 38.

(8) Ramiro Ledesma Ramos, Discurso a las Juventudes de España, Barcelona, 1968, páginas 255-256.

(9) Alvarez Puga, op. cit., página 52.

(10) Juan Velarde Fuentes, El nacionalsindicalismo, cuarenta años después. Análisis crítico, Madrid, 1972, página 64.

(11) Arriba, número 31, 6 de febrero de 1936.

(12) Luis Moure Mariño, Galicia en la guerra, Madrid, 1939, página 217.

(13) Indalecio Prieto Tuero, Convulsiones de España. Pequeños detalles de grandes sucesos, México, 1967, tomo 1, página 144.