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Introducción a la historia de la Guerra Civil Española

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Extracto del expediente Picasso.

Información gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia General de Melilla en julio de 1921.

El Fiscal militar dice que por Real orden comunicada de 21 de abril último se remite a este alto Cuerpo para su informe la información gubernativa sobre las causas de los hechos ocurridos en la zona de Melilla en julio de 1921, instruida en virtud de Real orden de 4 de agosto de 1921. Consta esta información de diez piezas principales, con 2.418 folios y dos accesorios, uno referente al regimiento de infantería de Ceriñola, número 42, con 82 folios, y otro a las declaraciones de prisioneros, con 203 folios, y ha pasado a informe de esta Fiscalía en 24 de abril del año actual.

DIFICULTADES PARA EL INFORME

Antes de formular el oportuno informe ha de permitirse este Ministerio llamar la atención del Consejo sobre las dificultades que a su juicio se presentan para cumplir debidamente su cometido, si siempre importante, en el caso actual de una gravedad extraordinaria, pues sin exageración puede decirse que en la información y en sus consecuencias se ventilan el prestigio y el porvenir de los elementos armados de la nación, y por tanto los sacratísimos de la Patria, íntimamente relacionados con ellos, y que ha pasado de un año a esta parte por momentos tan críticos, que del juicio que se forme y resolución que sobre ellos se tome dependen sin duda alguna las páginas siguientes de la hasta ahora siempre digna historia de España y de su Ejército.

De varios órdenes son las dificultades que el Fiscal encuentra para su informe. Es el primero el social y moral, consecuencia del criterio que sobre estos aspectos domina actualmente en la nación entera, y natural, pero desgraciadamente, ha trascendido a los elementos armados. Lo que hace treinta años hubiese sido relativamente fácil —dentro de la indudable gravedad de los hechos—, juzgar y sancionar, no lo es igualmente en los momentos actuales, en los que el trastorno mundial producido por la guerra europea ha hecho aparecer criterios de dejadez, de tolerancia y, ¿por qué no decirlo?, de indisciplina y de falta de espíritu y de dignidad, que si no imposibilitan, dificultan al menos, no sólo el ejercicio libre de las funciones fiscales, sino el llevar al convencimiento de todos el sano espíritu de justicia, de subordinación y de responsabilidad, tanto en el alto mando como en los elementos sometidos al mismo, en todos los órdenes de la vida social.

Es el segundo el referente a la aparente anormalidad con la que llega este expediente a resolución de este Consejo y a informe del Ministerio fiscal. Ante la gravedad de lo ocurrido, incitado, de un lado, por la opinión pública; cumpliendo, por otro, elementales deberes y ejerciendo al mismo tiempo un indiscutible derecho, el Poder ejecutivo y, en cuanto al asunto afecta, el Ministra de la Guerra dispuso, por la Real orden que encabeza estas actuaciones, que se abriese una Información gubernativa para depurar las causas de los hechos ocurridos en la zona de Melilla.

En buenos principios de Derecho tal información parece que no podía ni debía tener más alcance por el momento que el que su propio nombre indica: informar al Gobierno, y en especial al Ministro de la Guerra, de las causas de lo ocurrido, para que si de ello se deducían responsabilidades en el orden penal; el Poder ejecutivo pasase el asunto al Poder judicial, y éste, actuando con su fundamental y esencial independencia, aplicase sus procedimientos propios y peculiares y siguiese las oportunas y correspondientes tramitaciones.

Las circunstancias sin duda, el estado de anormalidad de funciones que desde que ocurrieron los lamentables sucesos ha dominado en todos los organismos con ellos relacionados, han hecho que, sin embargo, no se siguiese ese camino natural, lógico y legal. El primer hecho extraño, y que no por entrar dentro de las facultades del Poder ejecutivo —lo que preciso es reconocer— deja de sorprender, fue la limitación impuesta al Juez instructor en virtud de las Reales órdenes de 24 de agosto (folio 411) y 1 de septiembre (folio 525), cuya limitación no sólo no ha permitido al Juez instructor deducir todas las consecuencias a que los hechos se prestaban, sino que forzosamente ha tenido que restar fuerza y vigor al brillante y concienzudo resumen que de la situación de los hechos hace dicho instructor, que, puesto en la difícil situación que tales Reales órdenes le creaba, le resuelve militar y gallardamente, obedeciendo las órdenes que se le daban; pero consignando y uniendo éstas a la información como justificante de su conducta y de las conclusiones a que haya de llegar no podrán ser las que se hubiesen deducido de haber podido aportar todos los datos a que la información se prestaba, y que habían de ser necesarios para un juicio completo sobre los sucesos.

A ello se une, para concretar la anormalidad consignada, un indudable error de concepto jurídico del Ministerio de la Guerra y el consiguiente de aplicación por parte del Juez instructor de la información gubernativa, cuyos errores han motivado que ésta haya tenido, tenga y pueda continuar teniendo en los momentos actuales consecuencias judiciales, sin haber terminado el procedimiento gubernativo y sin haber pasado por los trámites naturales que éste implica.

El error del Poder ejecutivo se halla consignado en el folio 688, cuarta pieza de esta información, en el que figura un telegrama personal y reservado del Ministro de la Guerra al Alto Comisario. Este telegrama es del 6 de septiembre —es decir, cuando el Juzgado no llevaba aún un mes actuando—, y en él se dice que, suponiendo que se habían logrado completamente, total o parcialmente, algunos de los hechos ocurridos, y aunque es propósito del Ministro que se juzguen esos tristes hechos con imparcialidad, serenidad y necesaria extensión dentro de las disposiciones que ha dictado, parece llegado el momento de que los datos obtenidos o que se obtengan se sometan a instrucción judicial, procurando, para no involucrar; formar tantos procesos cono hechos ofrezcan caracteres singulares. Para ello el Juez instructor deberá dar cuenta al Alto Comisario de cada uno de estos hechos, con su testimonio, y el Alto Comisario, haciendo uso de la jurisdicción que como General en Jefe le corresponde, designará los jueces que sean necesarios, etc.

Prescindiendo por el momento —a reserva de tratar de ello en el lugar oportuno— de la, al menos, aparente extralimitación de funciones que este telegrama personal y reservado parece indicar, contiene tal documento otro error jurídico, pues si bien en el Real decreto de 1 de septiembre de 1920 (Diario Oficial, número 196) se dice que el Alto Comisario tendrá jurisdicción de guerra, según lo dispuesto en los artículos 30 y 31 del Código de Justicia militar, es lo cierto que ni parece que la haya ejercido desde aquella fecha, radicando sólo ésta en los Comandantes Generales de Ceuta y Melilla, en armonía con los preceptos del citado Código y con el Real decreto de 11 de diciembre de 1818 (Diario Oficial número 280), ni parece que pudiera ejercerla faltándole el preciso requisito de tener asignada Auditoría, como prescribe el artículo 38 del Código.

Coaccionado anteriormente el Juez instructor por la limitación consignada en las dos Reales órdenes antes citadas, es natural y explicable que recibiendo ese documento por conducto precisamente del Alto Comisario, a cuyas órdenes venía así a resultar, incurriese también en el que, en opinión del Fiscal, es otro error importante, y que consistió en considerar que tenía carácter de Real orden ese telegrama personal y reservado, transmitido de oficio por el Alto Comisario, y no directamente por el Ministro, de quien hasta ahora parecía depender.

No terminada —no ya sólo no terminada, sino casi ni aun empezada la información, que en aquella fecha llevaba sólo días de tramitación— la información gubernativa, no habiendo pasado ésta por el trámite natural y necesario de elevarla a la Autoridad que la ordenó (en este caso el Poder ejecutivo, Ministro de la Guerra), para que ella, por sí o consultando, como al fin se ha hecho, a este alto Cuerpo, dispusiere la actuación del Poder judicial, hasta ese momento representado en África por los Comandantes Generales de Ceuta y Melilla, que tenían la Auditoría propia que exige el artículo 38 del Código de Justicia militar, o bien dejando la actuación directa de este Consejo, en virtud de las funciones propias que le competen, o, por fin, haciendo que este Ministerio fiscal ejerciere las suyas, consignadas en los casos 1.°, 3.°, 4.°, 6.° y 9.° del artículo 114 de nuestro Código; no terminada, repetimos, la información gubernativa, ni seguidos ninguno de los caminos legales que se han indicado, parece, al menos, extraño ese telegrama personal y reservado, y más aún que se haya podido interpretar que tenía carácter de Real orden.

Es cierto que con posterioridad a dicho telegrama —fechado en 6 de septiembre, como se ha dicho, y que automáticamente, y en opinión del Fiscal, con evidente error, se consideró como Real orden— se ha provisto de Auditoría al Alto Comisario por Real orden de 7 de enero del año actual; pero no lo es menos

I CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA SITUACIÓN DEL TERRITORIO DE MELILLA ANTES DE LOS SUCESOS DE JUNIO Y JULIO DE 1921

No parece discutible siquiera que para juzgar los hechos ocurridos, y a los que se refiere la información gubernativa sometida a informe, ha de ser premisa necesaria el análisis de la situación del territorio de Melilla antes y al presentarse aquéllos, de lo cual pueden y deben deducirse las causas de los sucesos, las responsabilidades en que se haya incurrido y los méritos que, como consecuencia de ciertos hechos, se hayan podido contraer.

Y como esta situación es muy compleja, pues abarca los aspectos político, militar, político-militar, moral y nacional, de ahí que sea necesario estudiarlos, o al menos indicarlos todos, con la brevedad posible, no sólo como explicación del pasado, sino como advertencia y lección para el porvenir, si no se quiere que los hechos vuelvan a repetirse, como desgraciadamente vienen repitiéndose, con una para el profano acaso extraña, pero para el profesional casi normal periodicidad. Esta misma complejidad, esa irremediable conexión que tienen esos múltiples aspectos hacen que no puedan tratarse de un modo separado, sino relacionados unos con otros, por lo cual la enumeración que se ha hecho no es más que para señalar una especie de índice, una línea general de la cadena, cuyos eslabones han de ir siempre unidos si éste ha de producir el debido efecto de sostén y unión entre España y su zona de Protectorado en Marruecos.

Ya se comprende que al hablar del aspecto político no pretende el Fiscal abarcar la totalidad de él, pues ni esta es su misión, ni está para ello debidamente documentado, ni acaso sus condiciones personales fuesen suficientes para ello. Esa alta política que implica la realización de nuestros compromisos internacionales en África es función propia del Gobierno, que la ejerce por medio de la Presidencia del Consejo y de los Ministros de Estado, Guerra y Marina, y sale de los límites de este informe y de los hechos ocurridos en julio último; es, por decirlo así, la función integral de nuestra acción en África, y, por tanto, está fuera de las atribuciones de este alto Cuerpo y no puede ser objeto de la función de esta Fiscalía. Esta ha de referirse a la política propia de la zona de Melilla, en su relación con el aspecto militar; como si dijéramos a una parte de la política general, y si se nos permite la frase, que no ha de parecer extraña en hombres de ciencia, a una diferencial de esa integral de la gran política. Y desde este punto de vista el Fiscal tiene que consignar, con harto sentimiento, que esa política del territorio era, a su juicio coincidiendo en ideas con el informe del Juez instructor , más que nula, contraproducente y perjudicial, y que a ello se debe en gran parte lo sucedido.

Se ejercía, o se debía ejercer, esa política por el Comandante General con la Oficina de Asuntos indígenas y con la Policía, y hay que suponer que de acuerdo y con la aquiescencia del Alto Comisario que a la fecha del telegrama no parece que tuviese o que pudiere ejercer jurisdicción judicial, ni que se pudiera dar tal carácter a los primeros pasos de una información gubernativa.

Así ha sido, sin embargo, y sin más reflexiones el Fiscal, una vez consignado el hecho, estima que ello explica la segunda dificultad que ha dicho que puede existir para este informe. Y como consecuencia de esa dificultad, que pudiera llamarse de pura teoría jurídica, destaca la tercera, que es esencialmente práctica, y que puede traducirse en las siguientes preguntas:

¿A qué ha de referirse el informe de esta Fiscalía? ¿Ha de limitarse al estudio de las actuaciones de la información gubernativa en cuanto a procedimientos seguidos, marcha y orientación de la misma; deficiencias, si las hubiere; petición de ampliación de actuaciones, si fuese necesario, etc.?

Parece que esto sería muy restringido y que no tendría apenas objeto, cuando, como se ha dicho, esa información ha tenido ya consecuencias en el orden judicial. ¿Ha de ampliar el Fiscal su informe deduciendo esas consecuencias por su cuenta? Entonces pudiera darse el caso de que las que este Ministerio dedujese no fuesen las mismas, en más o en menos, que las ya en tramitación. ¿No sería esto un contrasentido y una situación expuesta para el Juez instructor o para el Fiscal? ¿No sería esto una dificultad para la resolución que el Consejo hubiere de adoptar o proponer? ¿Ha de avenirse, por último, el Fiscal a aprobar todo lo hecho, sin ejercer por su parte su propia función? Esto parece aún menos admisible. En todo caso, como se ve, se trata de una nueva dificultad. No consigna, sin embargo, el Ministerio fiscal estas dificultades para eludir, ni siquiera para limitar, ese ejercicio de sus funciones, sino para explicar al Consejo la razón de tener que hacer un estudio algo extenso, tratando de vencer esas dificultades.

El expediente que ha de informarse ha dado en llamarse vulgarmente de las responsabilidades, y para poder exigir las que éstas deban exigirse, como para hacer destacar los hechos que impliquen la recompensa debida, el Fiscal ha de olvidar y procurar dominar esas dificultades teniendo en cuenta el alto honor recibido de S. M. el Rey (q. D. g.) al ser elevado a este cargo, las inmerecidas consideraciones que debe a los señores Consejeros, su propio honor y espíritu, que, como pide el artículo 42 de las Ordenanzas generales para Oficiales, han de estimular a éstos a obrar siempre bien, y con mayor motivo ha de obligar a los Generales, y por fin los sagrados intereses del Ejército y de la Patria, cuyo porvenir, como ya deja dicho antes, se ventila, sin duda, en este momento. Estas consideraciones hacen que el Fiscal tome en toda su amplitud la orden de informar, prescindiendo para ello, venciendo o procurando vencer, si sus fuerzas no alcanzan a más, esas dificultades, y tratando a fondo el asunto tal como su criterio le dicte. A tal efecto seguirá el orden siguiente:

Tal organización parece buena y lógica; pero la realidad ha probado que esa organización oficial no tenía verdadera existencia real, y además no estaba debidamente relacionada con los demás elementos del territorio. El Comandante General empleaba confidentes propios (declaración, entre otras, del Capitán Fortea, folios 467 y siguientes), aparte de los que tenían la Policía y la Oficina de Asuntos indígenas; prescindía de los informes y opiniones del Jefe de esa Policía (folios 394 vuelto y siguientes, Teniente Coronel Núñez de Prado, y folios 644 y siguientes, Capitán de Estado Mayor Sabater); permitía y autorizaba la ocupación de posiciones a instancias de las cábilas (folios 23.3 y siguientes, informe del Coronel Morales, de la Policía, y folios 266 y siguientes, Coronel Sánchez Monge, de Estado Mayor), y con designación de esas posiciones por la propia Policía (folios 1.129 y siguientes, Coronel de Ingenieros López Pozas), desentendiéndose y no contando con los propios elementos técnicos que tenía a sus órdenes (Comandancia de Artillería, Ingenieros, Intendencia, Jefatura de Estado Mayor, etc.) los cuales, por su parte, no parece que hiciesen nada para recabar el debido ejercido de sus funciones. Estos cargos que se hacen en las citadas declaraciones al Comandante General reflejan inmediatamente sobre el Alto Comisario, que, o no tenía conocimiento de ellos y aprobaba expresa o tácitamente lo que se hacía, o no los conocía, y entonces incurría en negligencia inexcusable.

La función política del territorio parece que debía ser de atracción, de protección, de justicia, de orden, de sustitución progresiva de las Autoridades europeas con carácter militar por las indígenas con carácter civil, amparados por aquéllas. ¿Se ejercía debidamente? Puede afirmarse que no. Esta finalidad que preconizan los Coroneles Masaller, de Artillería (folios 970 y siguientes), y Riquelme, de Infantería (folios 1.775 y siguientes), este último que ha servido dos veces en fuerzas indígenas, no parece que se haya intentado siquiera. El reclutamiento de la Oficialidad de la Policía era y es en realidad deficiente y poco oportuno para tal objeto. No basta para desempeñar esos difíciles cargos solicitarlos y acreditar valor material; es preciso conocer el idioma, la psicología del país, tener conocimientos históricos y jurídicos, poseer una sensatez y una pureza de costumbres exquisita, ser enérgico y prudente al mismo tiempo, justo e indiscutible, rápido en concebir y ejecutar en casos imprevistos, y tener, en fin, el valor moral de las resoluciones y de la clara y sincera exposición, y si es preciso, de la respetuosa, pero firme reclamación al y del mando. Es cierto que había y hay Jefes y Oficiales que poseen, si no todas, la mayor parte de esas condiciones, pero desgraciadamente existían también excepciones, que en forma más o menos clara consignan el P. Alfonso Rey (folio 405), el Capitán Fortea, de la 13 mía (folios 468 y siguientes), el Teniente Rucabe (folios 1.584 y siguientes), el Oficial de Telégrafos Llinás (folios 1.601 vuelto y siguientes), Verdú (folios 1.717 y siguientes), Falcó (folios 1.732 y siguientes) y el Coronel Riquelme (folios 1.775, 1.780 y 1.787), y cuyas excepciones eran bastantes para hacer inútil la labor de los buenos.

Si del reclutamiento de la Oficialidad pasamos al de la tropa, se ve que tampoco era aceptable; venían a la Policía, no los afectos a España, sino los que tenían que vengar agravios de los suyos y cobrar deudas de sangre (folio 1.603 vuelto, paisano Echevarría), o los ajenos a las cábilas, que generalmente son enemigas entre sí, o los espías de las mismas, que servían para informar de nuestro estado, organización y planes, para aprender con nosotros táctica e instrucción, para designarnos las posiciones donde a las cábilas pudiera un día convenirles, siguiendo las peticiones de protección de éstas, de modo que en un momento dado, como sucedió al fin, fuesen todas esas posiciones tan débiles y estuviesen tan diseminadas, mal situadas y dominadas, que pudiesen en unas horas ser arrasadas o tuviesen que ser abandonadas o que rendirse. La Policía, equivocando su labor política, o no apercibida de su verdadera misión, parece haber ido, no a la compenetración del país, sino a la dominación del mismo, prescindiendo de relación con las otras fuerzas nacionales, y resultando ello de tal modo desorientado que varios de sus Oficiales confiesan que no sospechaban y les sorprendió lo ocurrido, asegurando alguno que sus cábilas estaban a nuestro lado, cuando ya estaban en contra. Declaraciones de los Capitanes Longoria, 11 mía (folios 491 y siguientes) y Alonso, 9.a mía (folios 876 y siguientes), Tenientes López y García Barranellane, 7.a mía (folios 1.416 y siguientes), entre otros. Sólo los Capitanes Fortea (folios 467 y siguientes) y Cayuela (folios 981 y siguientes) manifiestan desconfianza y temor de resistencia, y el Médico Vázquez (folio 1.167), afecto a la Policía, hace constar la existencia de fuerzas enemigas instruidas y organizadas. No se percató bien la Policía de que la distribución de fuerzas que pedían las cábilas no obedecía sino al conocido refrán de «divide y vencerás», ni concretaron o apreciaron el proverbio árabe, resumen de la idiosincrasia de este pueblo, de «cuando quieras ver pasar el cadáver de tu enemigo siéntate a la puerta de tu tienda y espera», y por fin, y como consecuencia natural, la mayoría de las fuerzas de Policía hicieron defección y nos atacaron, lo que demuestra que sus Oficiales no las conocían y que estaban mal mandadas, o por rigor excesivo, o por falta del debido contacto con ellas, o por lenidad inexcusable. No permite el carácter de este informe extenderse más en consideraciones sobre la labor política que había de estar encomendada a estos elementos, y cuyas deficiencias, consignadas en conjunto, se concretan en los siguientes errores, con los cargos correspondientes:

a) Del Alto Comisario, por tolerar o no conocer ese funcionamiento.

b) Del Comandante General, por prescindir de los elementos propios y dejarse dirigir por los indígenas.

c) De los Jefes de servicio, por no recabar el ejercicio de sus funciones.

d) Del reclutamiento de la Oficialidad; y

e) Del reclutamiento de la tropa.

Si estos cargos pueden hacerse en el aspecto político, no permite tampoco el militar hacer elogios de él en cuanto a organización, régimen, instrucción y disciplina. Aparece desde luego que no se cumplían, no ya rigurosa, sino aun medianamente, ni los preceptos reglamentarios, ni órdenes como la del 2 de mayo de 1920 (folios 319 y siguientes), referente a servicio e instrucción en las posiciones y residencia en ellas de los Jefes de las circunscripciones, a pretexto unas veces de que los Jefes debían despachar en la plaza los asuntos de sus Cuerpos, y otras de cuestiones familiares; que se concedían permisos excesivos en número y en tiempo a Jefes, Oficiales y tropa, lo que al menos se pretendió sirviese de excusa para que no estuviesen en sus puestos buen número de ellos cuando ocurrieron los sucesos, y que algunos no pudiesen o no encontrasen ocasión para incorporarse a tiempo en sus destinos, perdiéndose de este modo un resorte del mando.

Las relaciones de Oficiales con permisos en la plaza que obran a los folios 2.048, 2.051, 2.070, 2.071, 2.073, 2.074, 2.119, 2.135, 2.136 vuelto, 2.149, 2.159 y 2.152, y las declaraciones, entre otras, del Teniente Coronel Vera, del regimiento de Infantería de Melilla (folio 859 vuelto); del Coronel de Intendencia Fontán (folio 955); del Comandante Astorga, del regimiento de Infantería de Melilla (folio 1.300); del Comandante de Infantería, en Policía, Verdú (folio 1.255); del Teniente Coronel de Ceriñola, Ros (folios 1.367 y siguientes); del Teniente Coronel de Ingenieros, ligarte (folios 1.382 y siguientes), por no citar más, justifican la afirmación anterior. Por otro lado, la distribución de las fuerzas no sólo tuvo una expansión que le hizo llegar al límite máximo de resistencia, extendiéndolas de tal modo por el territorio, sin segundas líneas eficaces y relacionadas ni reservas movibles y fuertes, que resultaron todos los puntos débiles en los momentos precisos, sino que la combinación de Cuerpos era tal que no resultaban ni podían resultar nunca en situación de poder ser mandados por sus Jefes naturales. Puede ello verse en los estados de fuerza que acompañan a la información, segunda pieza; pero sin necesidad de detallar todos los Cuerpos de Infantería, basta referirse a la situación de las fuerzas del regimiento de Melilla, que según declaración del Capitán Araujo (folio 536), Ayudante del mismo, se distribuían en 21 de julio en Kandusi, Sebuch Sbach, Dar Quebdani, Sidi Abdalu, Ain Mesauda, Timayast, Dar Bucián, Imarufen, Tisnimora, Ulad Aixa, Terbibin, Ras Tikermin, Ishafen, Sidi Dris, Sama, Segangan y Cheif, y las de Ceriñola, que según la información hecha por ese regimiento, y que figura en pieza separada, y la declaración del Coronel Riquelme, Jefe del regimiento (folio 1.775), se hallaban repartidas en Anual, Buy Meyán, Sidi Dris, Talilit, Igueriben, Afrau, Yebel Uddia, Izumar, posición B, pista nueva posición, plaza, Peñón de Vélez, Alhucemas, Monte Arruit, Zaio, Nador y Zeluán.

No parece preciso detallar la distribución, que era análoga a la de los otros Cuerpos de Infantería, cuyos puestos se cruzaban, y aun en algunos lados se unían los de unos con los de otros; baste la consideración hecha, y que comprobada sobre el plano pone de manifiesto la inadmisible distribución y situación de las fuerzas de este arma. La Caballería, en el territorio y en las circunstancias en que éste se encontraba, debiera haber sido empleada, más que con largueza, con profusión, si se nos permite la frase, buscando el efecto de la rápida marcha y la imprevista sorpresa, que tanto influye en el ánimo del moro; se hallaba reducida, aparte de los Regulares, al Regimiento de Caballería de Alcántara, cuya distribución tampoco parece la más acertada, pues según la declaración del herrador Pavón (folio 2.055), el 19 dejulio se hallaban: el escuadrón de ametralladoras, en Dar Drius; los tercero y cuarto, en el Zoco de Telatza; el primero en Segagan, y el quinto, en Ben Tieb; habiéndose reunido todos el 20, a las órdenes del Teniente Coronel Primo de Rivera, uniéndose luego el segundo, y teniendo entonces que tomar el mando ese Jefe (porque el Coronel estaba de Jefe de la circunscripción de Anual) precisamente en los momentos críticos de la retirada para proteger ésta, y siendo en ella casi deshecha la unidad, puesto que a Monte Arruit no llegaron, según la misma declaración del herrador Pavón, más que unos sesenta hombres y unos veinte caballos, teniendo aquéllos que hacer el servicio de parapetos.

La Artillería tiene una multitud de posiciones, cuya constitución pugna con los más elementales principios del empleo de este arma; en Abarrán se dejó una batería de montaña, retirando el ganado de ella (declaraciones del Teniente Gómez, folios 831 y 197 al 199 de la información referente a Abarrán), y con sólo 360 disparos; es decir, que se convirtió a una batería de montaña en una de posición, sin municiones bastantes para este servicio, municiones que tuvo que consumir en menos de cuatro horas; en Sammar había un Cabo y cuatro artilleros para el servicio de cuatro piezas Krupp, con 480 disparos (folio 853, declaración del Cabo Antonio Prado, de la Comandancia de Artillería). En algunas posiciones había un Sargento y diez hombres o un Oficial, y el mismo número de hombres para el servicio de una batería. Los Capitanes recorrían periódicamente las posiciones, y cuando se consideraba conveniente o se anunciaba alguna operación, los Jefes, en caso de peligro o sin él, cuando se lo permitían sus numerosas ocupaciones, según dice el Coronel Masaller, de la Comandancia de Artillería, en su declaración (folio 970), en la que también manifiesta que no se verificaban escuelas prácticas, que la dotación de fuerza era escasa, que a veces las baterías, por efecto de permisos a los Oficiales, quedaban a cargo de un Sargento. Si a esto se agrega la declaración del Coronel Argüelles, del regimiento mixto de Artillería (folio 284), de que las piezas de montaña llevaban once años de servicio en campaña, no es necesario insistir más para probar lo deficiente de la organización de este arma en el territorio. Los servicios de Ingenieros, bastante completos en cuanto a comunicaciones eléctricas y ópticas (telégrafo, teléfono, heliógrafo y radio), eran sin duda deficientes en cuanto a fortificación, en la que no sólo no intervenían en la elección de posiciones, sino que ocupadas éstas, buenas o malas, limitaban al mínimo la construcción de defensas, que en general se reducían a muros de piedra seca o adobes y ligeras alambradas. No se hizo en ninguna posición el ensayo siquiera de aljibes para evitar las aguadas a distancia, casi siempre difíciles y muchas veces sangrientas. El servicio de caminos parece también que no se intervino debidamente por este Cuerpo en la zona avanzada, pues sin que conste que se hiciese representación alguna al mando, se trazaban pistas y se utilizaban sendas, cuyas deficiencias de trazado y condiciones destacan en el camino de Izummar a Anual, que, según dice el Comandante de Artillería Martínez Vivas (folio 1.153 y siguientes), aun después de hacer la pista estaba siempre batido por las alturas en cuyas bases se apoyaba, pasando durante dos o tres kilómetros por el fondo del barranco; condiciones que sin duda influyeron en el desastre cíe la retirada de Anual. El servicio de automóviles encomendado a este Cuerpo no resulta tampoco cubierto en la forma debida, lo que acaso obedecía a la deficiencia y mal estado del material, que hace constar el Comandante Mulero en su declaración (folio 1.451 y siguientes).

La Intendencia, que según el gráfico que obra al folio 419 parece que tenía una organización perfecta, no respondía en realidad a ella, pues no sólo eran deficientes los depósitos y poco apropiada la distribución de víveres (folio 317), sino en algunos desproporcionada e incomprensible, como la de Abarrán (folio 61 de la información sobre Abarrán, en los folios 1.699 y siguientes de la general). El servicio de Estado Mayor resulta casi nulo y reducido a transmitir órdenes del Comandante General, puesto que no tomaba, o al menos no aparece en la información que tomase parte en los reconocimientos de posiciones ni planes de ocupación o ampliación de líneas, y los Jefes de Estado Mayor de las columnas no eran fijos, sino que se nombraban al salir éstas (declaración del Teniente Coronel Fernández Tamarit, folio 1.197 y siguientes).

Y, por fin, el de Aviación era verdaderamente lamentable, al menos antes de los sucesos, como lo prueba en el aeródromo de Zeluán y la actuación del Capitán Fernández Mulero, Jefe de la escuadrilla, y de los Oficiales de la misma (folios 690, 951 a 956 y 1.186), sin que parezca que pueda disculparse con su declaración el Jefe de las escuadrillas de Marruecos, Comandante de Estado Mayor Aymat (folio 937), pues, dado su servicio y los elementos que éste presta, pudo y debió acudir en cualquier momento a tomar las disposiciones oportunas. En cuanto a las fuerzas Regulares, su acción no parece tampoco la debida antes de los sucesos, y después, y antes de ellos, siguieron en parte la defección de la Polida, lo cual acaso tenga su explicación en deficiencias análogas a las señaladas en ésta. Los Jefes de Cuerpo y servicios, aunque en sus declaraciones formulan cargos sobre deficiencias observadas, y aun alguno sobre absorciones de mando, no consta que hiciesen las debidas representaciones a éste en forma oficial sobre la situación, limitándose a actuar casi como meros espectadores de todo.

Es de notar también que estando las líneas de posiciones y las columnas compuestas de fuerzas de todas armas, parece que debían haber actuado como Jefes de circunscripciones los de todas las armas combatientes, no sólo para adquirir la debida y necesaria práctica del mando del conjunto de armas, sino porque durante la temporada que estuviesen al frente de cada circunscripción hubiesen podido conocer el terreno e inspeccionar debidamente el estado de las fuerzas de su arma propia, corrigiendo los errores o deficiencias observadas, y haciendo presente al mando, en forma de debida constancia, las modificaciones a su juicio necesarias. Si los aspectos político y militar presentaban estos defectos, ellos habían de influir necesariamente en el político-militar, que además se agravaba con errores de criterio nacional y moral. El error nacional imponía el ahorro, el casi no empleo de las fuerzas europeas en la acción militar —según consta en repetidas declaraciones de la información—, sustituyéndolas por las indígenas, lo que daba a éstas una especie de superioridad, que automáticamente implicaba la inferioridad, la laxitud y la falta de práctica de aquéllas, haciéndolas, más que inútiles, perjudiciales y expuestas en momentos de peligro, como se ha comprobado en estos desgraciados sucesos.

El moral, unido al anterior, permitía que, puesto que esas tropas europeas no habían de emplearse directamente en funciones de guerra, se las ocupase en otras que ni eran las suyas ni eran las adecuadas para su preparación militar, disminuyendo los efectivos de guerra en la forma extraña que aparece en los estados de fuerzas fechados en 30 de junio (folios 170 a 189) y 22 de julio (folios 330 y siguientes y 377 y siguientes), y que exigen una declaración que no aparece en la información gubernativa, pero que el Fiscal no tiene más remedio que señalar, detallando el caso más adelante. El resultado de todo ello era que el mando se encontraba con elementos dispares para ejercer una acción que debía ser conjunta y uniforme. En cuanto a fuerzas, tenía las europeas, cuyo empleo ya se ha visto que no era el debido, y dos grupos distintos de las indígenas, los Regulares y la Policía, que aunque debían tener funciones diferentes se empleaban en el aspecto militar indistintamente, sacando a la Policía de su carácter propio y produciendo entre ellas choques y envidias, al mismo tiempo que, como se ha consignado, se desprestigiaba a los Cuerpos.

La Oficialidad, que también debiera ser uniforme, sin lo cual el criterio único —con el cual debe contar el mando, no sólo en el concepto técnico, sino en el moral y en el de espíritu— no es posible que exista —y en efecto no existió—, siguiendo igualmente un erróneo concepto nacional, se componía (como se compone en la península) de varias procedencias: escala activa, escala de reserva, Oficialidad de complemento, Oficiales moros, y dentro de ellas, aún con la diferenciación de Oficialidad de Cuerpos europeos, de Regulares y de Policía. Criterios y procedencias tan distintos ponían en manos del mando un complicado mecanismo cuyas ruedas no podían encajar ni engranar debidamente, ni marchar armoniosamente más que con una cuidadosa atención y compensación, con un constante contacto, con una prudente energía y una compenetración que permitiese regular el funcionamiento de una máquina tan delicada (hoy complicada con el nuevo elemento de la Legión extranjera). Y eso, sin duda —los hechos hablan—, no se hacía, ni parece que se haga todavía, a pesar de la dura lección recibida. Para corregir este error —no imputable concretamente a ninguno de los Comandantes Generales, sino al alto mando, puesto que es error común en toda la zona de nuestro Protectorado— se ha centralizado el mando en tal forma que, llegando al abuso, ha resultado que los elementos interiores, desde los Jefes de Cuerpos y servicios hasta los de las más pequeñas unidades, han perdido la costumbre de resolver por sí, se han acostumbrado a consultarlo todo, a no obrar más que en virtud de órdenes recibidas, sin tener en cuenta su propio honor y espíritu, y cuando ha llegado el caso de peligrosa necesidad, pocos, muy pocos, han sabido hacer frente a las circunstancias y falta de órdenes, o interpretándolas mal o cumpliendo indebidamente las que no debieron darse, y de darse, no debieron cumplirse, llegaron al triste caso de los abandonos, de las evacuaciones y aun de la rendición de las posiciones, unas veces con orden y otras sin órdenes para ello.

Otro aspecto moral antes indicado es el número y empleo de las fuerzas europeas fuera de su servicio propio. En los folios 654 y siguientes manifiesta el Coronel Salcedo, del regimiento de San Fernando, que el efectivo del Cuerpo estuvo muy reducido por atender los regimientos de Infantería a todos los servicios y necesidades oficiales y particulares, empleos, oficios, destinos, trabajos en pistas y carreteras, etc., cuya afirmación no sólo no ha sido desvanecida ni contradicha, sino que se armoniza con los estados de fuerza de la Comandancia de Melilla, de que antes se hizo mención, y cuyas cifras merecen llamar la atención. Al folio 170 y siguientes se da un estado de fuerzas de la Comandancia en 30 de junio, comprensivo de las circunscripciones de Kandusi, Dar Dríus, Telatza, Nador, Ishafen, Anual y fuertes exteriores de la plaza, que totalizado da 121 posiciones y guarniciones, 361 Jefes y Oficiales, 9.303 de tropa y 2.578 de ganado. Después, al folio 330 y siguientes, y con relación al 22 de julio, las cifras son: 144 posiciones y guarniciones, 588 Jefes y Oficiales, 16.582 de tropa y 3.592 de ganado, con unas diferencias respectivas de 23.227, 7.279 y 1.014. En los folios 377 y siguientes, las cifras, con referencia a esa última fecha, pasan a ser: 845 Jefes y Oficiales, 20.139 de tropa y 5.251 de ganado, con unas diferencias respecto a las anteriores de 257, 3.557 y 1.659, y aun con un error en la suma de la cifra de tropa.

Estas extrañas diferencias no justificadas por el envío de tropas al territorio parece que exigían una aclaración detallada y una determinación concreta de a qué obedecían y de si efectivamente estaban en sus puestos cuantos figuran en la última o sólo los que aparecen en la segunda o en la primera, y en cualquier caso si se reclamaban haberes de todos o no, y en caso de reclamarse, cómo se empleaban, lo cual hubiese implicado, no sólo pedir comprobación o rectificación de esas cifras, sino declaración y explicaciones del Interventor Jefe de Intervención de la Comandancia de Melilla, cuya declaración no aparece en la información gubernativa, a pesar de figurar en ella, como es lógico, la de todos los Jefes de Cuerpos y servicios. Ello también hubiese permitido aclarar otro punto que aparece en varias declaraciones, y es el empleo de automóviles rápidos por muchos Jefes y Oficiales, que no parece estuviesen afectos a servicios en los que hubiera tales vehículos, ni que debiesen emplear este medio de locomoción, debiendo, según el parecer del Fiscal, haberse indagado si esos carruajes eran propiedad particular o de los Cuerpos que por sus reglamentos no hubiesen de tenerlos, y en tal caso, en qué forma se había hecho su adquisición y con qué fondos se atendía a su sostenimiento.

Bueno hubiese sido también comprobar si se cumplió la Real orden de 12 de febrero de 1917, que prohibía a los Oficiales destinados en el territorio dedicarse a negocios particulares, y que se consigna al folio 477.

Y de intento prescinde el Fiscal de las afirmaciones que hacen algunos testigos, y muy especialmente el Teniente Coronel Núñez de Prado (folio 392 y siguientes), sobre que la falta de espíritu observada en la Oficialidad pudo obedecer a la falta de recompensas; tanto porque ello constituiría una falta grave de moral militar, como porque, sancionado ello por una ley, no es siquiera discutible. Sólo se consigna como un nuevo y lamentable error. Todo este conjunto de errores político-militares nacionales, y acaso morales, restaba indudablemente fuerza a los mandos y aflojaban los lazos de la disciplina, en forma tal que en el momento preciso no pudieron tener éstos la fuerza necesaria para evitar la desbandada, el pánico y el consiguiente resultado de lo que vulgar, pero gráficamente, se ha llamado el derrumbamiento de la Comandancia de Melilla.

Ni el mando podía tener confianza en sus subordinados, ni éstos en el mando. Y explicada la situación total del territorio y con ello las causas determinantes de los sucesos, pasemos a analizar los hechos, que fueron ineludible consecuencia de tales causas.

II ANTECEDENTES DE LOS SUCESOS DE JULIO

Ocupación y pérdida de Abarrán. Ataque a Sidi Dris. — Combate del 16 de junio. — Hostilidades hasta fin de junio.

Aunque la información gubernativa se ordenó para esclarecer los sucesos ocurridos en julio, no es posible llegar a ello sin hacer siquiera una breve indicación de los hechos que les precedieron, y que sin duda alguna dieron lugar a ellos; hechos que en realidad comienzan al menos en abril, y que fueron sucediéndose continua y eslabonadamente hasta el fracaso final. Al referirnos a abril nos referimos a hechos prácticos y conocidos públicamente con más o menos claridad, aunque en realidad los datos deben tomarse desde febrero de 1921, en cuyo mes se redactó por el Coronel Morales, de Estado Mayor, Jefe de la Oficina central de Asuntos indígenas y de las tropas de Policía, un informe que, aportado voluntariamente por un familiar del citado Coronel, obra a los folios 229 a 241.

De este informe se deduce claramente que existía un plan sobre la ocupación de la bahía de Alhucemas, cuyo plan presentaba la dificultad clara de la oposición de la cábila de Beni Urriaguel, dirigida por Abd el Krim, nuestro antiguo auxiliar, conocedor de nuestros medios y acaso de nuestros planes, y en la cual, como en las limítrofes, existían harcas que no sólo eran un elemento enemigo para nosotros, sino que levantaban el espíritu de esa cábila y amenazaban a las limítrofes que pudiesen intentar ponerse a nuestro lado, y las dificultades, no bien definidas, pero sí indicadas, de las cábilas fronterizas, en parte sometidas y en parte insumisas, de Temsaman, Beni Ulixech, Gueznaya y Beni Tuzín, no estando aún consolidada la de Beni Said. Ocupadas como base de avance Anual e Izumar en el centro y Sidi Dris y Azrú (en el Midar) en los extremos, opinaba el Coronel Morales que se había llegado al límite de elasticidad de las fuerzas de la Comandancia, en cuya opinión abundan otros testigos, y opinaba que la ocupación pacífica y política de Tensamán y Beni Tuzín llenaría todo el verano, y que aun así, aunque se estableciese en agosto el contacto con Beni Urriaguel, no se podría todavía pensar en pasar el Nekor antes del otoño, y eso consolidando primero los avances; parece, pues, sin que se haya podido comprobar concretamente todos los detalles, entre ellos el muy importante de que el Alto Comisario tuviese exacto conocimiento y diese o no aquiescencia a ello —pues a tal esclarecimiento se han opuesto las limitaciones que, como se ha consignado, se pusieron en la información al Juez instructor—, que existía un plan sobre ocupación de la bahía de Alhucemas, cuyos jalones eran: asentar el frente ofensivo en los límites de Tensamán, ocupación de Sidi Dris, afianzamiento de la posición de Anual para abordar la divisoria del Nekor, operando sobre el valle del Amekran o Kebir en tres líneas, para establecer posiciones en Axdir, Abarrán y otra intermedia entre esta última y la divisoria del Cabo Quilates (informe del Comandante Villar, folio 1.797); y que ese plan, según manifiesta el Teniente Coronel de Estado Mayor Dávila (folio 184), se cursó al Alto Comisario, y sobre él debieron hablar éste y el Comandante General en la bahía y plaza de Alhucemas y en Melilla, pues se dieron órdenes para que en etapas sucesivas se estudiase la ocupación de la sierra de Quilates, si bien nada se resolvió por entonces, quedando todo aplazado por haber ido a los pocos días el Comandante General a desempeñar una comisión del servicio en la península. La falta de datos consignada impide detallar fechas y circunstancias, teniendo que atenerse a rumores públicos, que afirmaban que en esa comisión acaso hablase el Comandante general del citado plan, si bien a fin de mayo, en carta del día 30, se consigna que no se realizaron las operaciones sobre el valle del Amekran, que habían sido autorizadas, y que la situación seguía lo mismo, sin que pueda tampoco afirmarse que por tal se entendiera lo que el Alto Comisario considera en su carta de 17 de abril francamente buena, en cuyo criterio abunda el teniente Coronel de Estado Mayor Dávila (folio 1.284), o la que en realidad era y tenía el Coronel Morales, y la que acaso, sin querer reconocerlo oficialmente, no podía por menos que apreciar el Comandante General. En estas ambiguas circunstancias y sin que aparezca ninguna razón clara, ninguna orden concreta y pública; sin que se hayan preparado los otros elementos del plan general; sin que se dé cuenta a los Jefes de servicios ni aun a los de circunscripciones, más que al de la de Anual, para que facilite al Comandante los elementos que designe, de un modo puede decirse que casi secreto, se encargó a petición suya al Comandante Villar (Coronel Riquelme, folio 1.775 y siguientes) la ocupación de Abarrán con una pequeña columna, cuando un Jefe de Tensamán le había manifestado que había próxima una harca de 3.000 hombres de Beni Urriaguel, que convenía emplear tres columnas fuertes, el Comandante Villar realiza la ocupación de Abarrán el 1 de junio con una columna compuesta de tres mías de Policía en vanguardia, dos secciones de Regulares, dos compañías de ametralladoras de Ceriñola, dos compañías de Zapadores, una batería de montaña, cargas de municiones, ambulancias, compañías de Intendencia, sección de Regulares y dos compañías y un escuadrón de estas fuerzas, o sea de un total de casi 1.500 hombres y cerca de 500 cabezas de ganado, fuerza insuficiente para el objeto, y al mismo tiempo excesiva para el mando de un Comandante que operaba desligado de otro Jefe.

Emprendida la marcha de Anual a la una de la mañana del 1 de junio, se llega a Abarrán a las cinco y media, y a las seis se empieza a fortificar, terminando después de las diez y emprendiendo a las once la retirada, sin haber disparado un tiro ni en la ocupación de la posición ni en la retirada de la columna. Antes de ésta, a las nueve de la mañana, se presentó en Anual el Comandante General, que enterado del éxito de la operación se puso al habla por heliógrafo con el Comandante Villar, el cual comunicó que tenía a la vista a la harca enemiga en actitud expectante, agregando una frase que por incorrecta e inoportuna no se atreve el Fiscal a reproducir aquí, pero que consta en la declaración del Teniente Coronel Ros, de Ceriñola (folio 1.367 y siguientes), y que demuestra la inconsciencia del que realizó la operación y el desconocimiento de la situación real. A pesar de ver la harca enemiga se emprendió en seguida la retirada, durante la cual ya se oyeron disparos en la posición; y en vez de detenerla y enterarse de la causa de tales disparos, para en caso haber acudido a ella, se hizo dando prisa (declaración del Teniente de Artillería Gómez, información sobre Abarrán, folios 197 al 199, 1.699 y siguientes de la información general), de tal modo que habiendo tardado cuatro horas y media en ir de Anual a Abarrán, la vuelta permitió que, habiendo salido de este último punto a las once, antes de las cuatro viesen ya con un catalejo desde Anual la pérdida de aquella posición los mismos que habían ido en la columna. La posición de Abarrán, descrita por el mismo Comandante Villar, es una loma en dirección Este Oeste, ascendiendo en esa misma dirección, y dominada, como a unos 800 o 900 metros, por otra loma situada al Norte, lo que obligó a estrechar la posición para disminuir el espacio batido, dándola unas
dimensiones de 65 por 12 metros. El frente Oeste, donde se colocó la batería, tenía enfrente un collado dominado por la posición; el frente Este es en descenso, terminando en llano, dominado por el fuego de fusil; el frente Norte da a la barrancada del macizo de Abarrán y el Sur desciende en pendiente muy fuerte. La fortificación se hizo elevando un firme de 25 a 30 centímetros, y luego colocando sacos terreros hasta 1,30 metros; al frente Sur se dejó solamente ese firme, pues si se daba mayor altura había más espacio batido por el frente Norte, y se pusieron sacos terreros en las inmediaciones de la batería. La alambrada se veía desde la posición, y el frente Sur constituía por sí mismo una defensa, según opinión del Comandante Villar, que luego, naturalmente, se vio que era equivocada, pues por allí llegó el enemigo sin ser visto, gracias a la pendiente y a la maleza y monte abajo que había entre la alambrada —sólo de dos filas y el parapeto.

Casi no es necesario hacer notar las malas condiciones de la posición y de su fortificación después de la descripción hecha por el mismo Jefe que la eligió y realizó la ocupación; si lo fuese, bastaría referirse a los consejos dados al Comandante Villar por el Hach Haddur Boaxa, que le acompañó y le indicó (folio 12 de la información de Abarrán) que el sitio elegido no era a propósito porque carecía de agua, era terreno movido y sin piedras para hacer el parapeto, y porque sabía que había inmediata una numerosa harca enemiga, y a la declaración del policía Lesaar el Gurari, que, a los folios 271 a 273 de la misma información sobre Abarrán, dice que avanzó su mía a una loma que está delante de donde se puso la posición, y que es de magníficas condiciones para la defensa, creyendo el testigo que si se hubiese establecido la posición en ella no la hubieran tomado los enemigos, porque dicha loma tiene despejados todos los frentes en bastante extensión. Al error de la elección de posición se unió el de la guarnición dejada en ella, compuesta de la primera batería de montaña, con cuatro piezas y 28 hombres; la segunda compañía del primer tabor de Regulares, con cien hombres de la 15 mía y tres hombres de la estación óptica; es decir, unos 250 hombres, de los que 200 eran indígenas, cuya actitud no debía ser muy clara ni para confiarles casi en absoluto una posición aislada, avanzada, separada por el río de las últimas nuestras y mal asentada, como se ha visto. Para esta posición, cuya distancia a Anual se recorrió por la columna en cuatro horas, se dejaron como repuesto (telegrama, folio 61 de la información sobre Abarrán) 40 cajas de municiones Mauser, aparte de las dotaciones individuales; cuatro cajas de cartuchos Remington, cinco cargas por pieza (18 disparos por carga), o sea un total de 360 disparos para la batería; el material sanitario, 13 tiendas cónicas, y ocho cargas de víveres, que, dada su constitución, hubiesen exigido convoyes en muy poco tiempo. Ni aun a esto hubo, desgraciadamente, lugar, pues apenas alejada la columna, que en su retirada marchaba precipitadamente, con poco orden y cohesión (folio 1.206), y pasado por ésta el Amekran, empezó el ataque a la posición, que debió ser tan intenso, y sin duda auxiliado por la defección de gran parte, al menos, de las fuerzas indígenas de la guarnición, que hacia las cuatro o poco más de la tarde del mismo día 1 de junio se había perdido y estaba ardiendo una posición que unas horas antes se había ocupado sin fuego, quedando muertos en ella casi todos los Oficiales, pues sólo de uno se dice que se le viese fuera de la posición una vez tomada ésta por el enemigo, y la mayoría de la tropa europea, de la que sólo pudieron declarar en la información especial dos Sargentos y un soldado, y habiéndose gastado casi todas o todas las municiones de Artillería. No es posible detallar las circunstancias de este hecho por la falta de datos, que no se han podido aportar en vista de la casi total desaparición de los defensores; sólo, como entre oscuras y lúgubres nubes, se puede uno formar idea, y entre ellas vislumbrar el sacrificio inmediato de los Oficiales que allí murieron —Capitanes Huelva y Salafranca y Alférez Fernández, citados por los testigos— o fueron heridos, como el Caid Giola, y el más lento y más cruel del Teniente de Artillería Flomestá, que, según versiones sin duda aportadas por los mismos moros, cayó en poder del enemigo gravemente herido, y no sólo se negó a ser curado, sino que se dejé morir de hambre antes de servir y enseñar a servir a los moros las piezas de Artillería que habíamos perdido en la posición. De intento prescinde el Fiscal de formular el juicio que merece la conducta del jefe de la columna, no sólo en la precipitación de la ocupación de Abarrán, malas condiciones de la posición y desconocimiento de la situación verdadera, sino en la rápida retirada y en no haber acudido nuevamente a la posición al oír disparos de cañón y de fusil en ella, lo que indudablemente hacía presumir un ataque, tanto más probable cuanto que se le había dicho que había cerca una harca enemiga. Y prescinde de tal juicio porque a ese desgraciado jefe no es posible exigirle responsabilidades, pues caído prisionero fue luego muerto, quedando así como sancionada por las circunstancias, y precisamente por el mismo enemigo, su lamentable actuación. Debe hacerse constar como último elemento de este primer mal paso dado en el camino del desastre, que el 1 de junio (folio 7) comunica el Alto Comisario al Ministro de la Guerra que había recibido un telegrama del 31 de mayo del Comandante General de Melilla anunciando la operación de Abarrán para dicho día 1, en el que por la noche le daba cuenta de haberse realizado satisfactoriamente, contestando el Alto Comisario, en telegrama del día 2 (folio 1.500), expresando su complacencia por el hecho y pidiendo detalles. Ese mismo día se comunica al Alto Comisario la pérdida de Abarrán, explicándose sin duda este retraso y el telegrama anterior dando cuenta por la noche de una posición perdida a las cuatro de la tarde por la vuelta del Comandante General a Melilla apenas hecha la ocupación, de la que daría cuenta al llegar. Esto permite suponer que la operación se hacía con aquiescencia del Alto Comisario y siguiendo en cierto modo el plan que, según se ha consignado, existía de avanzar sobre Alhucemas. Debe consignarse también que, según dice el Teniente Coronel de Ceriñola Ros (folios 1.367 y siguientes), la harca enemiga no atacó en Abarrán al Comandante Villar porque esperaba que fuese el Comandante General, que tenía la costumbre de visitar el mismo día las posiciones que se tomaban, y que si entonces no lo hizo fue por la oposición del Coronel Morales, que aun reconociendo que se había equivocado, alegó pretextos de que estaba muy lejos la nueva posición y que él no sabía el camino, lo que sin duda obedecía a que nunca estuvo conforme con la operación y temía que se realizase ese proyecto del enemigo de sorprender al Comandante General.

La caída de Abarrán tuvo, como era de suponer, inmediatas consecuencias, unas militares y otras políticas. Entre las militares, dos nos fueron resueltamente desfavorables: la primera fue el ataque por el enemigo el 2 de junio a Sidi Dris, ataque que si no fue más intenso se debió, sin duda, a que el enemigo no pretendió hacer más que acción de presencia y amenaza, pero que tampoco pudo ser evitado, ni aun dominando desde fuera, pues el auxilio intentado no pudo realizarse ante la presencia de fuertes núcleos de la harca enemiga, que alguien supuso llegó a tener entonces 11.000 hombres; la segunda fue el desistimiento de una operación proyectada sobre Beni Melul. Sólo la aproximación sin dificultades de fuerzas a Anual y la ocupación el 3 de junio de Talilit para enlazar Anual con Sidi Dris, y la de las intermedias A y B para asegurar por Yebel Uddia e Izummar las comunicaciones de Dar Drius y Ben Tieb con el mismo Anual, afirmando la línea de posiciones en esta parte del frente, dieron por el momento buen resultado en este aspecto militar y en el moral de desconcertar y contener algo al enemigo.

Pero las consecuencias políticas fueron todas desastrosas, pues no sólo se perdió el prestigio de nuestra fuerza, sino que aumentó el de nuestro ya claro enemigo Abd el Krim, que pudo obtener como Jefe organizando sus fuerzas, amenazando a los sometidos y a los dudosos y produciendo la defección completa de Tensamán y casi completa de Beni Ulixech, la duda en Beni Said y la posición franca y resuelta de Beni Urriaguel y de las otras cábilas frente a nuestra línea avanzada. Entonces parece que de repente cayó la venda de los ojos de muchos Jefes y Oficiales que hasta entonces no se habían apercibido de la situación (Teniente Coronel Gay, de Artillería, folio 1.068 vuelto; Capitán de Policía González Longoria, folio 492; Capitán de Policía Alonso, folio 867; Coronel de Estado Mayor Sánchez Monge, folio 266 vuelto, y tantos otros); entonces las confidencias acusan constantemente concentraciones y propaganda del enemigo; entonces se empieza a notar que había una preparación en espera de un fracaso nuestro; entonces se empiezan a dar cuenta de que no se había conseguido casi nada con la llamada acción política en las cábilas.

El día 4 de junio, para adquirir noticias directas de lo de Abarrán y del ataque a Sidi Dris, noticias retrasadas sin duda por la sorpresa que produjo esta situación desesperada, sale el Alto Comisario para aguas de Sidi Dris, donde conferencia con el Comandante General, que le dio cuenta en telegrama anterior de los movimientos de fuerzas antes consignados, y cuyo telegrama no recibió el Alto Comisario hasta que regresó de dicha conferencia, en la que es de suponer que se tratase de lo que en vista de los sucesos debiera hacerse.

Como consecuencia de dicha entrevista entre ambas autoridades, dice el Alto Comisario al Ministro de la Guerra el día 5 (folio 19) que el Comandante General considera la situación restablecida en el frente de Tensamán, pero que esta cábila está en total defección; que la situación está algo oscura en Beni Tuzín y en Tafersit; que Beni Ulixech parece seguir afecta y Beni Said adicta, y que las comunicaciones con el frente estaban aseguradas, sin que el golpe de Abarrán parezca haber repercutido en el interior, salvo en Kelatcha. El Alto Comisario, al regresar a Tetuán, dice el día 6 (folio 22) al Ministro de la Guerra, al volver de la entrevista en Sidi Dris, que estima que puede considerarse la situación casi restablecida y que actualmente nada ofrece que pueda ocasionar la menor alarma ni inquietud La ceguera y el absurdo parecen dominar al mando en estos momentos; el Comandante General acusa la situación difícil de las cábilas y al mismo tiempo considera seguro el frente, y en consecuencia propone desarrollar pausadamente la acción con nuevas ocupaciones que dominen Axdir, el Zoco el Jemis de Tensamán y los poblados de Tizza y Zaida, en la margen izquierda del Amekran, envolviendo a Abarrán y el Zoco de Telatza de Beni Buidir (telegrama del 4 de junio, folio 561), y al mismo tiempo el Alto Comisario, que consideraba la situación restablecida y sin inquietud, estima peligroso el plan del Comandante General e indica el movimiento hacia Midar y Metalza. La desorientación y el desacuerdo en ambas autoridades es, pues, evidente; el desconocimiento en los dos de la verdadera situación es absoluto.

En estas condiciones se decide la ocupación de Igueriben, realizada el 7 de junio, para hacer efectiva nuestra acción en Beni Tuzín, posición adelantada entre Anual e Izummar, situada en un contrafuerte natural y cerca de la loma de los Árboles o de Sidi Ibrahín, que batía los barrancos frente a Anual y permitía vigilar el valle del Amekran o Kebir. Nuevo error éste, que luego produjo la pérdida de la posición de Igueriben, que debió, o establecerse en esa loma de los Árboles, o al menos simultanearse con ella, pues desde esta loma, como se verá luego, se impidió por el enemigo el socorro a Igueriben, y por no poseerla no se pudo atalayar los movimientos del enemigo.

Al mismo tiempo, o poco después, el 11 de junio, se situó en Chaif una columna móvil de cuatro compañías de fusiles y una de ametralladoras, sacada de Beni Said. El 8 de junio (folio 642), el Alto Comisario telegrafía al Comandante General la conveniencia de abstenerse de todo movimiento sobre la línea del Amekran, y muy especialmente sobre la margen izquierda. El 9 de junio el Comandante General, en telegrama del folio 561, estima la situación algo delicada y considera hecho aislado lo de Abarrán; pero ante la realidad de la existencia de la harca enemiga se propone aprovechar una oportunidad para infligirle duro castigo o rechazarle en caso de ataque, reiterando la petición de elementos y que no parecen los precisos para hacer frente a la situación. Y en carta dice al Alto Comisario que, conforme a las indicaciones y órdenes recibidas de él, se abstiene de proponerle operación alguna contra Tensamán ni de extenderse por aquella parte; pero le somete la conveniencia de preparar la acción sobre dicha levantada cábila para dirigirla en tiempo oportuno hacia la zona costanera de Quilates.

Entretanto que en alto mando se veían estas dudas, estas vacilaciones, estas fluctuaciones de opinión, que demostraban una completa desorientación, la harca aumentaba y perfeccionaba sus medios y sus preparativos, no ocultándose para ello, sino mostrándose a la misma vista de nuestras posiciones, como manifiesta el Teniente Médico Vázquez, de la 12 mía de Policía, destacado eventualmente en Buy Meyán, y que en su declaración del folio 1.067 dice que hacia mitad de junio se notaba anormalidad en el campo enemigo, al que llegaban numerosos contingentes, viéndose un día una fuerza a pie en dirección a Amesauro, que desfilaba de a uno, ocupando una extensión de cuatro kilómetros, y que otro día anterior al 16 de junio, al salir con el servicio de descubierta y protección de aguada que se establecía en la Loma de los Árboles, vio en unos poblados, al pie de la misma, las fuerzas que supone llegaron el día anterior y a que se refiere antes, las cuales estaban formadas en tres agrupaciones como columnas de compañía, que hacían salvas y que, según supo después por confidencias, se habían reunido para prestar juramento. [127]

El mismo testigo describe el que pudiéramos llamar primer movimiento estratégico de los moros para adueñarse de la loma de los Árboles, que nuestras tropas habían dejado sin ocupar y que el enemigo, con mejor percepción, vio desde luego que era base para dominar a Igueriben y para amenazar a Anual y a toda la línea avanzada. El 15 de junio se recibe aviso de que en el morabo de Sidi Ibrahín una gran concentración enemiga intentaba oponerse a que se establecieran los servicios de descubierta y protección de aguada en aquella loma. Comprobado el aviso se manifiesta ya clara la hostilidad, y en su visita se consulta al General segundo Jefe, que estaba en Anual, si se suprimía ese servicio; con muy buen acuerdo el General contesta que se haga el servicio, y con objeto de preparar la subida al monte se abre fuego de cañón contra el mismo; fuego que se suspende por estimar que para estos servicios no se debían emplear tales medios; criterio siempre discutible, en aquel momento inadmisible, como los hechos comprobaron en seguida.

La descubierta se hizo, pues, con todas las fuerzas indígenas de la posición, que llegaron dando un rodeo y sin ser hostilizadas hasta unos 200 metros de los Árboles, en cuyo momento abre nutrido fuego el enemigo y por tres veces tuvo que retroceder la Policía, contenida a duras penas por los Oficiales, y que al cuarto intento de ocupar la loma se dispersó, no pudiendo ser recogida más que en parte en una loma a retaguardia, y replegada luego a otra próxima de Buy Meyán. En su apoyo fueron otras fuerzas de Regulares y una batería salida de Anual; pero sólo consiguieron sostenerse hasta la tarde, retirándose luego a Buy Meyán, cuando ya el enemigo cubría con sus fuerzas todo el frente de Igueriben a Buy Meyán, por delante de Anual. Ese día se perdió  definitivamente la Loma de los Arboles, que en seguida fortificó el enemigo, quedando de ese modo en su poder una llave del frente, que luego supo utilizar muy bien. Es decir, que en quince días por tres veces consiguió victorias sobre nosotros, que las circunstancias, sin duda, impidieron que pudieran ser compensadas por reacciones y rescates de las posiciones perdidas, y que aumentaron los prestigios del enemigo, engrosaron sus ya considerables huestes y acabaron de preparar el levantamiento del país, que sólo esperaba comprobar nuestra debilidad, nuestra torpeza y nuestra falta de fuerzas.

Las confidencias recibidas desde el 31 de mayo al 15 de junio pudieron hacer prever todo ello y haber orientado al mando; sin embargo no fue así, ni lo fue tampoco cuando, después de perdida el día 16 la loma de los Árboles, menudearon aquéllas, consignándose en las de los días 17 (General segundo Jefe desde Anual), 19 (Alhucemas), 24 (Alhucemas), 26 (Teniente de la 15 mía), 27 (indígena confidente) y 30 (Alhucemas) que Abd el Krim fomentaba deserciones de la Policía; que la harca tenía un cañón frente a Seddún; que había establecido una guardia de 800 hombres frente a Anual con orden de no disparar para no atraer a nuestras fuerzas; que alguna nación, Compañía o persona intervenía en el municionamiento de la harca; que los beniurriagueles, desde un sitio entre Anual e Igueriben, se proponían atacar el convoy; que la harca cobraba impuestos para la compra de material de guerra; que el poblado de Anual estaba en connivencia con la harca; que Abd el Krim había ordenado la concentración por tener noticias de que nuestras tropas pensaban atacar...

Al mismo tiempo que esto acusan las confidencias los hechos hablan comprobándolas; y así, en el diario de operaciones de la Comandancia General, al folio 600 y siguientes, se consigna que el día 16 los enemigos empezaron a quemar los poblados inmediatos a Talilit, teniendo esta posición que hacer fuego contra ellos; que en la noche del 16 al 17 fueron hostilizados Buy Meyán, Igueriben y Anual; que el 21 lo fue también la descubierta de Buy Meyán; que el 25 hubo que batir con fuego de cañón la loma de los Árboles, y el 27 tuvieron que batirse por Igueriben, Anual y Buy Meyán las concentraciones enemigas de Amesauro. Corno se ve, el enemigo pasaba progresivamente de la estrategia a la táctica, tanteando nuestras fuerzas, tratando de buscar el punto débil de nuestra línea y de descubrir nuestras intenciones, y aumentando sin cesar sus elementos y sus adictos. Hecho esto y, o no creyéndose aún bien preparado, o contenido algo por esa pequeña acción defensiva nuestra, o enterado por sus confidentes de nuestra real situación y de las dudas y vacilaciones del mando, parece cesar a fin de mes en su hostilidad, sin que se vea que por nuestra parte se aprovechase este momento para haber hecho un plan completo y meditado que corrigiese tan difícil situación, y sin que, por la falta de datos que ha implicado la tantas veces repetida limitación impuesta al Juez instructor, pueda deducirse si la responsabilidad es del Comandante General, que indicaba la necesidad de refuerzos, aunque de un modo impreciso, y no parece que los necesarios; del Alto Comisario, que en cierto modo apoyaba la petición cerca del Ministerio, dentro de las ambiguas restricciones que había impuesto a las últimas operaciones, o al Ministro, que sin resolver por sí dejaba, en telegrama de 14 de junio, a resolución del Alto Comisario lo que hubiera y como hubiera de hacerse.

Y así termina el mes de junio, y con él lo que pudiéramos llamar el prólogo de la tragedia desarrollada en julio, y cuyo último acto aún no ha terminado a la fecha de este informe.

III SITUACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL. FRENTE AVANZADO Y SU RELACIÓN CON LAS OTRAS LÍNEAS DEFENSIVAS HASTA LA PLAZA

Antes de entrar en la narración de los hechos ocurridos en el mes de julio, y para poderse formar idea exacta de ellos, parece necesario hacer una descripción del frente avanzado o defensivo del territorio y de su relación con las otras líneas defensivas y con la plaza. Y en cuanto al frente avanzado, encuentra el Fiscal tan concreta y magistralmente hecha la descripción en el luminoso y detallado resumen del Juez instructor, que prefiere copiar íntegramente esta parte, seguro de que es el mejor modo de que el Consejo quede debidamente ilustrado sobre tan esencial cuestión. Dice así el Juez instructor, a los folios 2.202 vuelto al de su escrito:

«El sistema defensivo del territorio ocupado estaba constituido en la fecha de los sucesos de autos, en su sección Norte, por una línea de posiciones que apoyándose en la costa, en Sidi Dris, asentaba en la margen izquierda del río Amekran, bordeaba las cábilas de Tensamán, Tafersit y Beni Tuzín, en sus límites con las de Beni Said y Beni Ulixech, corriendo por Talilit, Dar Buy Meyán, Anual, Igueriben, Izummar, intermedia B, Yebel Uddia, intermedia A, Tzayudait, Buhafora, Hamuda, Azrú, Izen Lassen y Azib de Midar, hasta el Kert y boquete de Midar, en una extensión de 40 kilómetros, pasando por toda suerte de accidentes, a través de abrupto territorio de su trazado, culminando en el Yebel Uddia, a 1.100 metros de latitud; haciéndose observar que en materia de cifras, no existiendo completa conformidad en los datos compulsados, se aceptan los contenidos en la carta provisional de la zona oriental del mapa militar de Marruecos, publicado por el Depósito de la Guerra recientemente. El 20 de julio fue establecida otra posición complementaria entre Anual e Izummar, que fue denominada C para asegurar más el camino de aquella posición, y aun el 22 fue proyectada y empezada a construir otra entre B y Yebel Uddia, para cubrir el portillo de Beni Assa, que la precipitación de los sucesos y caída del frente dejó en sus comienzos. En Izzen Lassen la línea se replegaba hacia el interior, siguiendo hasta Chaif la dirección y margen del Kert, en extensión de unos 10 kilómetros, y cruzando este río se internaba en Metalza, siguiendo en su sección Sur por el pie oriental de los montes de Busfedanen por Ain Kert y Carra Midar, dejando a su espalda Tamasusín y Ahesor, Llaf Tricera y Arreyen Lao, hasta el Zoco el Telata de Usad Buker, para seguir por delante de los montes de Benkidur hasta Tasarut Uzai, en el llano de Felacho y proximidad de la zona francesa, en extensión de otros 32 kilómetros; en su totalidad, 82 desde el origen de la costa.»

Por la estructura topográfica del territorio quedaban determinados en este frente tres sectores, cuales eran Anual, Drius y Telatza, punto en donde, tomando nombre, radicaban las cabeceras de sus respectivas demarcaciones, constituyendo los centros de apoyo de aquéllos y de estacionamiento de las columnas móviles de los expresados trozos.

En Chaif estacionaba además otra columna avanzada, cuya situación céntrica permitía su traslación en el sentido que las necesidades de la defensa lo exigiesen; en el territorio de Beni Said, a retaguardia de la sección Norte, radicaba otra columna móvil, que primitivamente estacionaba en Ishafen, sobre la línea del Kert, y luego fue trasladada a Kandusi, la otra orilla del mismo río, en relación con la tal delimitación de zonas el territorio estaba dividido en cinco circunscripciones militares, asignadas a los cinco Cuerpos de Infantería de la guarnición,
correspondiendo en el orden de sus números la de Dar Drius al de San Fernando, la de Anual al de Cariñola, la de Kandusi al de Melilla, la de Telatza al de África, y la quinta, de Nador, a la brigada Disciplinaria, y los Jefes de estos Cuerpos ejercían el mando territorial de las demarcaciones de referencia. Al folio 197 se une la comunicación de la Comandancia General del territorio de 16 de agosto pasado, a la que acompaña:

1º  El estado de las posiciones de toda la región mantenidas el día 22 de julio, ya por guarniciones del Ejército, ya por fuerzas de Policía.

2º Croquis complementario de la zona ocupada el expresado día, con la situación de las posiciones enclavadas en la misma y límite de las circunscripciones en que se hallaba dividida.

3º Croquis de la distribución de las mías de Policía en el territorio límite de las cábilas en que ejercían jurisdicción.

Reséñase en dicho escrito la línea de posiciones que constituía el frente avanzado, en conformidad con lo que antes se deja expuesto, así como las de apoyo y seguridad de las diferentes demarcaciones territoriales, detallando en el cuadro del folio 199 su distribución por circunscripciones, y designando, por último, las comunicaciones que relacionaban los puestos de la región. Con vista de su catálogo y plano anejo de situación se forma idea de las posiciones que completaban el sistema defensivo, concurriendo al apoyo de los sectores de contacto, a asegurar el terreno de retaguardia y a cubrir las comunicaciones indicadas; protección más nominal que efectiva en la época de los sucesos por su desguarnecimiento, según habrá ocasión de hacer observar, debido al llamamiento de las fuerzas a la línea avanzada, distendidas por la misma desproporción de los avances. Dicho conjunto de posiciones estaba guarnecido en los días críticos de los sucesos en la forma que acredita el estado de distribución de fuerzas del folio 329, con las aclaraciones de que se hace mención en el escrito de la Comandancia General con que se remite.

El simple examen de la situación de posiciones, con referencia al plano del territorio, pone de manifiesto la defectuosa distribución de los centros que se califican de apoyo, colocados en la misma línea defensiva y enlazados transversalmente, a lo largo y proximidad del mismo frente, con la línea general de operaciones, en vez de ocupar posiciones céntricas retrasadas, para no quedar de otro modo paralizadas y estar en medida de acudir a los puntos amenazados.

Abordaba la línea de comunicación al frente, en su centro, en Drius, sobre la izquierda del Kert, y estaba constituida por una carretera que por Nador, Zeluán, Monte Arruit y Batel llegaba a aquel punto, con recorrido de 67 kilómetros, según el estado del folio 1.063. Este camino estaba doblado por un ferrocarril de vía estrecha hasta Tistutin, cuyo término quedaba, por consecuencia a 22 kilómetros de Drius (18).

Desde este punto, hacia el Norte, podía hacerse el recorrido por camiones a Ben Tieb, desde donde últimamente era ya posible seguir a Anual y Buy Meyán; pero sólo los ligeros de dos y media toneladas (folio 1.451 vuelto), a media carga, por pista, o sea camino carretero sin afirmar. A Talilit y Sidi Dris e Igueriben sólo había dos caminos naturales del país, de herradura, cuyas malas condiciones en el curso de este resumen habrá ocasión de apuntar; por mas que a la última posición citada hubiese sido llevada una batería de Artillería ligera venciendo grandes dificultades, Sidi Dris, al extremo de este ramal, prácticamente era atendido por vía marítima, por ser difícil el expresado sendero de su comunicación. El camino de Anual, una vez pasado Ben Tieb y dejado el llano de Sepsa, se interna en los montes desde el morabo de Sidi Mohamed, se enfosca en las fragosidades del terreno, encajonándose en un estrecho y largo barranco, por cuyo fondo discurre tres kilómetros, dominado por espesas laderas, remontando con duras pendientes hasta el alto de Izummar —750 metros—, para descender en lazos luego a Anual —496—, y siguiendo también la estructura de un barranco hasta recaer al entrellano. Al folio 450 se une la descripción de este camino y la del de Anual a Igueriben y sus condiciones de tránsito, con los planos correspondientes y el del frente ofensivo, y completan su conocimiento, como el de las demás comunicaciones del territorio, las declaraciones del Comandante de Ingenieros Pozo (folio 1.159), Director del servicio de telegrafía, encargado de la conservación de caminos del territorio, con el plano de ellos unido (folio 1.162), y la del Comandante del mismo Cuerpo Fernández Mulero (folio 1.451), Inspector de los servicios del Centro Electrotécnico, entre ellos el de automóviles.

Desde Drius podían también transitar los camiones a Chaif, Buhafora y Azib de Midar, así como al Zoco de Telatza, por Hamán, Tamasusín y la entrada de Tizihao, a lo largo del frente. Todos estos caminos, clasificados como pistas, y que constituían el medio más general de comunicaciones (480 kilómetros en total), se entretenían en el estado que permitía la estación y el terreno, quedando intransitables para aquella clase de vehículos en caso de temporal de lluvias (folio 1.293). Las posiciones de Metalza tenían comunicación desde Batel por pista, que por el Tizi Uider, Sidi Gayub y Teniat el Hamara, salían a Guerruao, a la altura de Mesaita, por Loma Redonda, que conducía al zoco. Este camino, pasado Tizi Uider, tiene un ramal, que por la cañada del Kelatcha lleva a Haf. También desde Batel puede seguirse el camino que por Ich Usuga enlaza con la carretera de Ergada, y por el Aukel Yemel (Paso del Camello) llega a Afsó.

Una carretera, no terminada a la sazón, arrancando del kilómetro 9 de la de Arruit a Tistutin, uníase a dicho paso, y que continuada por pista seguía a Afsó y salía al Guerruao, para enlazar hacia Loma Redonda con la comunicación de Teniat en Hamara. Desde Monte Arruit, siguiendo una pista antigua, se puede enlazar con la carretera anterior. De Batel, un camino carretero afirmado conduce a Kandusi y Tsingar, y desde este punto, por pistas, conducía a las posiciones del Mauro, guiando por Chemorra a Queddani. La carretera de la plaza a Kaddur, puente del Kert, se prolongaba por camino afirmado a Kandusi, y desde este punto había pista a Drius por Sidi Aixa y Dar Azugag. En Beni Sidel existe la carretera de Atlaten a Ishafen y Beni Bugafar, la de la plaza a Samma y pista desde esta posición a Ishafen. La zona de Ulad Setut comunica con el Hazaig por la carretera de Reyem, y Zeluán con la llanura de Sebra, por la carretera, por Muley Rechid al Zaio. Se consigna luego en el resumen, que desde aquí extractamos, del Juez instructor que algunas pendientes de esos caminos llegaban al 12 por 100, y que según opinión del Comandante Fernández Mulero, para las necesidades de tráfico hubiese sido necesario un número cinco veces mayor de camiones, y que tanto los de Ingenieros como los de Artillería e Intendencia, que todos cooperaban a las exigencias recíprocas de los servicios, estaban en frecuente reparación por consecuencia del rudo trabajo a que estaban sometidos.

Se consigna también que la línea general de comunicación se apoyaba en las posiciones que la jalonaban y que debieran haberlas sostenido, situadas sobre ella en Nador, Zeluán, Monte Arruit, Tistutin y Batel, con el fortín dominante de Usuga y Dar Drius, flanqueada en su último trayecto, a la derecha, por Busaga y Dar Azugag, y a la izquierda por Uestia y Hamanen; y en cuanto al resto de las comunicaciones estaba protegida de la siguiente forma, cuyo detalle también se toma del informe del Juez instructor:

El camino de Anual estaba asegurado por la posición de Ben Tieb y protegido en su flanco exterior por las del propio frente, intermedia A y Yebel Uddia, intermedia B, Izummar e Igueriben, y por su parte exterior por Dar Mizián, cabecera de la 13 mía de la Policía, Yemáa de Nador, con su avanzada de Haland, morabo de Sidi Mohamed y Mehayast en la cima culminante de los montes comarcanos, a 1150 metros de altitud. En dirección a la de Amekran ejercía su acción Buy Meyán.

Las posiciones de Chaif, Azib (de Midar) e Izen Lassen protegían el camino de Midar. El de Batel al Zoco el Telatza estaba cubierto por los puestos de Policía de Sidi Yagú, Teniat el Hamara y Mesaita, y las posiciones de Loma Redonda, Sidi Alí y Ben Hidur.

En la carretera de Regaia la vigilancia podía ejercerse por los puestos de Policía de Ich Usuga, Ergada, Aruel y Afsó; el camino de Arruit al Haraig estaba protegido por las posiciones de Arrof, su avanzada de Tigrotin y Sidi el Bachir, el de Reyem, por los puestos de Policía de Sidi Sadik, Karn Sha y Hassi Berkan, y la del Zaio, por el de Muley Rechid. La carretera del puente del Kert estaba custodiada por los puestos de Tauriat Hamán, cabecera de la 5ª mía, y el del puente; la de Ishafen, cubierta por esta posición, y la de Sammar, por el fuerte de su nombre y el puesto de Policía de Yazanen.

Para terminar con la descripción de estas posiciones señala el informe del Instructor, y reproduce el Fiscal, las cábilas aledañas a la línea general de comunicación, que eran: sobre la derecha, las de Beni Buifrur y Beni Sidel, y al final de su recorrido, las de Beni Said y Beni Ulixech, del lado de allá del Kert, y sobre la izquierda, las de Quebdana, Ulad Setut y Beni Buyahi, con la llanura del Garet y Metalza, dilatada al Sur por el llano del Guerruao.

Resumiendo, pues, lo que ha tenido que ser expuesto con relativa extensión para poder formarse idea del conjunto, del que sin eufemismos puede llamarse teatro de las operaciones, puede decirse que éste tenía una primera línea avanzada cuyos extremos eran Sidi Dris e Izen Lassen, y cuyo centro era Anual; otra segunda línea de apoyo de aquélla, limitada por Afrau y Zoco el Telatza y centrada por I)ar Drius; una que pudo ser reserva de ambas, situada delante del Kert, desde el Mauro hasta Ain Mesauda, con los centros en Dar Quebdani y Kandusi; otras después del Kert, desde Samma a Uestia, y por fin, las estribaciones del Gurugú y la plaza por encima de la comunicación general, y las posiciones en Beni Buyahi, el Guerruao, y Ulad Setut por debajo de dicha comunicación. Este conjunto, cuya densidad puede decirse se encontró en la primera línea y desapareció en las últimas, estaba servido por una línea general, Melilla, Nador, Zeluán, Arruit, Tistutin, Batel, Dar Drius (doblada hasta Tistutin por ferrocarril), y luego dos radiales hacia el Norte, en dirección al Amekran, y hacia el sur, hacia el Igán, además de las secundarias que podían unir y relacionar una líneas y una posiciones con otras. Tal es el escenario —que, como todo escenario, tenía más de apariencia teatral que de realidad— en que se desarrollaron los trágicos sucesos de julio y agosto de 1921, de los que tenemos que ocuparnos en este informe.

IV IGUERIBEN Y ANUAL. PÉRDIDA DE IGUERIBEN. ABANDONO DE ANUAL. MUERTE 0 DESAPARICIÓN DEL GENERAL SILVESTRE Y SU CUARTEL GENERAL. RETIRADA EN DESORDEN

Ocupada la posición de Igueriben el 7 de junio, casi a raíz de la pérdida de Abarrán, fue dotada de una guarnición compuesta de dos compañías del regimiento de Ceriñola (la segunda del primero y la cuarta del tercero); una sección de ametralladoras, una batería de montaña, que luego se cambió por una ligera del regimiento mixto de Artillería, un Cabo y dos soldados de Ingenieros (telegrafistas) y un Cabo y nueve policías, siendo Jefe de la posición al perderse ésta, el Comandante de Ceriñola D. Julio Benítez.

La posición, que en este lugar era la más avanzada de la línea de contacto, con el ya enemigo decidido, aunque de mejor capacidad defensiva de otras del territorio, adolecía de los defectos esenciales, comunes a todas: defensas débiles —parapeto y alambrada de dos filas—, aguada distante, avenidas por caminos cortados por barrancos, en cuyas desigualdades pudo hacerse fuerte el enemigo, y pronunciado ángulo muerto en uno de sus frentes. Debiendo ser como una avanzada de Anual, protegida por ésta, resultaba casi aislada de ella, y para colmo cíe desventajas, además de la dominación de los flancos en las alturas que la rodeaban, estaba completamente batida por la Loma de los Árboles y de Sidi Idraín, que no se ocupó oportunamente, utilizándose únicamente como punto de protección de la aguada y de la que, posesionado definitivamente el enemigo desde el 16 de junio, le sirvió no sólo para una expugnación constante, sino para cortar los caminos de acceso, constituyendo su base para impedir la aguada y los convoyes, formalizando así un verdadero sitio de la posición, que al fin tuvo que sucumbir por agotamiento de medios y de fuerza. Según la declaración del artillero Andréu (folio 1.482 vuelto) a los pocos días de establecerse la posición era ya hostilizada por los moros, lo que resultaba comprobado por lo que se dijo de los ataques sucesivos del mes de junio, después de la pérdida de Abarrán y primer intento contra Sidi Dris. Estos ataques, que al parecer se detuvieron brevemente, desde el 27 de junio volvieron a reanudarse, según expresa el Coronel de Artillería Argüelles (folio 295), diciendo que al hacerse cargo del mando de Anual, el 2 de julio, el enemigo empezó a dar señales de vida, hostilizando más frecuentemente las posiciones del frente, teniendo que responder con el fuego de las baterías, que tiraron el día 7 sobre la loma de los Árboles, donde el enemigo había construido parapetos, y luego el 11, en cuyo día tuvieron que concertar sus fuegos a Anual, Igueriben y Buy Meyán.

Los días 13, 14 y 15 continúa el fuego, y ese día el Capitán de la 5ª mía anuncia la concentración de numerosa harca (folio 557) en Amesauro, y luego, insistiendo en la noticia, la amplía diciendo que la harca se propone atacar el convoy entre Anual e Igueriben. El día 16, el Comandante militar de Alhucemas (folio 1.960) comunica que se han encendido muchas hogueras llamando gente a la harca de Amesauro, y que se han reunido en este punto los contingentes de Beni Urriaguel, Bocoya y parte de Tensamán, según unos, para tomar decisiones pacíficas, y según otros, para resolver el ataque a nuestras posiciones, corriendo el rumor de avance para el día siguiente. Rumor que, en efecto, se confirma, pues el día 17 la harca dirige un fuerte ataque contra Buy Meyán, Anual e Igueriben, hostilizando todo el frente, intentando tomar esta última posición y cortar la comunicación con Izummar. Desde ese día comienza el sitio de Igueriben, que no hubo ya medio de romper, y desde ese día careció de agua y ya no se pudo hacer la aguada, y si se hizo el convoy de víveres y municiones llegó muy mermado y después de un rudo combate, en el que quedaron en poder del enemigo varias cajas de municiones para artillería y piezas para ametralladoras (Sargento Dávila, información de Ceriñola), quedando rodeada esa noche la posición por la harca. Ese día ya no pudo confeccionarse el rancho por falta de agua, ni volver el ganado del convoy, que quedó entre la alambrada y la posición, siendo muerto a tiros, según unos testigos, por nuestras propias fuerzas, y según otros, por el enemigo. Desde este momento la posición estaba perdida, siendo inútiles cuantos esfuerzos se hicieron para aprovisionarla y sostenerla. En la noche del día 17 el enemigo dio varios asaltos a la posición, utilizando bombas de mano, que fueron rechazados, empleando también bombas de mano. El día 18 continuó el ataque general a las posiciones; por la noche se intensificó sobre Igueriben, que pidió a Anual que con su batería ligera batiese la entrada y la alambrada, hasta la que llegaba el enemigo. A las cuatro de la mañana del día 19 pedía el Jefe de la posición urgente auxilio, y en su vista se ordenó la salida de un convoy, protegido por una columna al mando del Teniente Coronel de Regulares Núñez de Prado: pero el enemigo se opuso en tal forma, que el convoy no pudo pasar, renunciando a ello por la tarde, y acudiendo como extremo a la idea de que la compañía de Regulares del Capitán Rosel, apoyada por otras tres unidades de las mismas fuerzas, llevando cada uno tres cantimploras llenas de agua, intentase un asalto a la posición para proporcionarle algo de agua y descansar la guarnición, quedando allí como refuerzo.

El intento resultó también vano, y la retirada, con muchas bajas, fue obligada por la superioridad del enemigo y la escasa de nuestras tropas para tal acción. El día 20 llegaron a Anual el General segundo Jefe con refuerzos de Policía, pero no se renovó el intento del convoy, consultando y exponiendo dicho General al Comandante General las dificultades de ello, y agregando que el espíritu de las tropas no lo consideraban necesario para compensar la debilidad del número. El Comandante General resuelve a todo evento, y así se lo ordena al segundo Jefe (folio 1.966), que se debe verificar el convoy por humanidad y por dignidad, dando cuenta al Alto Comisario y anunciando su salida para el frente con los últimos recursos disponibles de sus fuerzas. En efecto, el día 21, al mando del General segundo Jefe en su primera parte, se intenta nuevamente el convoy a Igueriben, avanzando por la derecha las fuerzas de la Policía y las harcas auxiliares, con el apoyo de cuatro compañías europeas a las órdenes del Coronel Morales, con el intento de ocupar la loma de los Árboles, y por la izquierda los Regulares, sostenidos por el resto de las fuerzas peninsulares, a las órdenes del Coronel Manella, para ocupar las lomas dominantes del Nordeste de Igueriben, no habiendo podido ni una ni otra columna coronar las alturas, a pesar de la intensa preparación de la Artillería y sufrido muchas bajas.

Sin conseguir adelantar se llegó a medio día, en cuyo momento tomó el mando en persona el Comandante General, reiterando la orden de asalto, fracasando nuevamente el intento de ocupar las alturas, y por tanto de hacer pasar el convoy y socorrer la posición, por lo que el Comandante General comunicó a ésta la autorización para evacuarla, relevándola de prolongar más tiempo la resistencia, vista la imposibilidad de auxiliada, y atando trataban de ejecutarlo (folio 1.741) se vio que la guarnición de Igueriben la abandonaba, acogiéndose a nuestras líneas, perseguidos por los moros, lo que hizo huir y desbandarse a la Policía, teniéndose que abandonar el campo y acogiéndose desordenadamente a Anual.

Los que únicamente llegaron a Anual, procedentes de Igueriben, fueron un Sargento y diez individuos de diferentes Cuerpos (folio 897, información de Ceriñola). No parece que se tomase ninguna disposición preventiva para proteger esa retirada, ni sobre ello puede hacerse cargo concreto, puesto que se trató de un caso imprevisto, si no en el conjunto de operaciones, sí en aquellos críticos momentos. Para poder apreciar este triste hecho, que era la segunda victoria que el enemigo consiguió en poco tiempo, se hace preciso consignar lo que entretanto pasaba dentro de Igueriben y los acuerdos y comunicaciones del alto mando. La situación de Igueriben, descrita con una conformidad casi absoluta por el Sargento Dávila y el soldado Ruiz López, ambos de Ceriñola, en la información abierta por este Cuerpo, y que fueron de los pocos supervivientes de la posición, fue sucesivamente la siguiente:

Desde el día 17 carecieron de agua y muy pronto de víveres, y desde el día 18 casi de municiones; para apagar la sed machacaban y chupaban patatas, y luego tomaron para los heridos el líquido de los botes de pimientos y tomates; más tarde agua de colonia, después tinta y, por fin, los propios orines con azúcar; para conllevar el calor sofocante hacían hoyos en la tierra y se metían desnudos; las bajas aumentaban sin cesar; el hedor de los cadáveres era insoportable, cayendo los defensores agotados en el parapeto, donde los Oficiales, fusil en mano, hacían fuego, animados todos por el Comandante; veían salir los convoyes de Anual y que no podían llegar; recibieron en día 20 anuncio de que les llevarían agua, y luego de que al día siguiente se les socorrería e iría el Comandante General para abrazarlos por su heroicidad; el día 21 vieron salir la columna de Anual y su retirada, y entonces el Comandante mandó inutilizar el material, incendiar las tiendas y los víveres, y dispuso una salida a viva fuerza, muriendo todos los Oficiales.

No se consigna en estas declaraciones que se recibiese autorización de abandonar la posición; pero en las condiciones a que se había llegado, y visto que las columnas de auxilio se retiraban, cabe preguntar: ¿podía hacerse otra cosa? ¿Ni se puede pedir más a los defensores de Igueriben que haber quedado allí todos muertos? Caso análogo al de Abarrán, de sacrificio consciente, pero más grave, el de Igueriben, porque aquél fue de sorpresa para la guarnición y éste estaba previsto y fue detallándose progresivamente desde el día 17 al 21 de julio; pagaron allí sus defensores con su vida, no su impericia ni su cobardía, sino los errores del mando.

¿Qué hizo entretanto éste? Según dice el Capitán Fortea (folios 470 y siguientes), el 15 de julio recibió orden del Coronel Morales, que a su vez la tenía del Comandante General, de entrevistarse con el Coronel para hacer un reconocimiento en la loma de Tavarda, tendiendo a la dominación de Tizzi Assa, ocupando una posición a unos seis kilómetros a vanguardia de Uddia; ambos consideraron al hacer el reconocimiento, y acompañados por el Jefe Ben Chelal, la situación poco favorable. El testigo opina que la harca se hubiese contentado con apoderarse de Igueriben, pues la condición que, según confidencias, ponían los moros para sublevarse era el que se ocupase una posición defendida por cristianos. El Comandante General, al dar cuenta al Alto Comisario del ataque del día 17 (folio 1.981), le dice que persiste en sus propósitos, ajustado a las instrucciones de su autoridad; pero que cree que podría presentarse ocasión de inflingir un castigo a los rebeldes, y en tal caso, contando con probabilidad de éxito, le ruega le autorice para castigar duramente las intentonas de la harca. A tal petición contesta el Alto Comisario (folio 1.982) el día 19 manifestando que aunque en sus instrucciones hubiera recomendado una actitud defensiva, se había referido a operar sobre los contrafuertes de Tensamán, que mueren en el cabo Kilates, y sobre Beni Urriaguel, pero esto no quería decir encerrarse en una pasividad defensiva, sino que se debían aprovechar cuantas ocasiones se presentasen para reaccionar ofensivamente con el fin de restar acometividad a las hartas enemigas. El día 19 se releva al Coronel Argüelles por el Coronel Manella en el mando de la circunscripción de Anual, relevo que si por el turno establecido pudo ser reglamentario, no parece que fuere muy oportuno, cuando ya los sucesos se habían precipitado en tal forma que lo lógico hubiese sido que continuase desarrollando su plan el que lo había comenzado. Da cuenta el Comandante General al Alto Comisario el día 20 del combate del día 19, indicando ya la difícil situación y que se proponía formar barcas amigas y organizar con los últimos elementos de /aplaza, dejando a ésta indotada, una
columna para situarla en Kandusi y dirigirla sobre el río Salah, por si quedaban cortadas las comunicaciones con Anual tener allí una base eventual de abastecimiento. Termina pidiendo refuerzos para mantener las posiciones que de prolongarse la actuación de la harca considera amenazadas. Después, en el telegrama posterior, propone que los barcos de guerra hiciesen una demostración en la bahía de Alhucemas, simulando un intento de desembarco y bombardeando, dentro del alcance de sus fuegos, toda la costa, para atraer a la harca de Beni Urriaguel, concentrada en Tensamán, y pidiendo también Aviación. Al transmitir el Alto Comisario ese telegrama al Ministerio dice que ha pedido datos al Comandante General para formarse idea de la situación, conocer los refuerzos y elementos que considera necesarios y apreciar los que pudiere enviarle, en la idea de no desvirtuar el fruto a punto de conseguir en la zona occidental, y en caso los solicitaría del Gobierno; reclama también el envío de barcos.

El día 21 insiste el Comandante General, encareciendo la urgencia por lo que deprime la moral la defensiva obligada, y los reitera al Ministerio directamente en la misma fecha (folio 50).  El mismo día 21 el Alto Comisario (folio 1.987) dice al Comandante General que en vista de la grave situación pide al Gobierno elementos de embarque para enviarle refuerzos, indicándole los que necesita y prescribiéndole fortalecer la línea avanzada con posiciones y blocaos, en forma de asegurar un frente infranqueable al enemigo. En otro telegrama de la misma fecha (folio 1.989) dice el Alto Comisario al Comandante General que, conocidos como lo eran sus propósitos en cuanto a la actuación que la Comandancia debía desarrollar por entonces, y pareciendo la situación suficientemente fuerte para hacer frente a cualquier acción local, le estimaría le dijese si los refuerzos los pedía para acción defensiva o para ofensiva, en cuyo caso creía precisa su presencia en Melilla para estudiar y ver de resolver la situación sin imponer a la nación mayores sacrificios.

El Fiscal se limita a consignar este constante cruce de telegramas, y prefiere no hacer juicio sobre ello, dejando que lo haga el Consejo. Su juicio habría de ser muy duro, pues ello demuestra una inconcebible inconsciencia en el mando: el Comandante General, ciego al principio, abre al fin los ojos a la realidad, aunque no todo lo necesario, pues no llega a detallar, y es el presumir que ni a concretar siquiera en su pensamiento, la cuantía y oportunidad de los refuerzos que pide; el Alto Comisario continúa ciego hasta el final, como lo prueba el último telegrama trascrito, que es tan incongruente que no permite afirmar si se trata de una obsesión del mando o de una incomprensión absoluta de la situación.

* * *

Perdido Igueriben, en tales condiciones la situación de Anual se hacía dificilísima. El enemigo crecía en fuerza moral y en número, al mismo tiempo que por iguales conceptos perdían nuestras tropas; la Policía y los Regulares acentuaban su conducta, ya muy dudosa; el mando perdía también esperanza y confianza, transmitiendo sugestivamente este temor a todos los que estaban a sus órdenes. Sólo un verdadero destello de espíritu militar, no sólo en el aspecto moral de una gran concepción, sino en el práctico de su realización, podía salvar la situación, y si no compensar los reveses sufridos, limitarlos, al menos, al mínimo y evitar con un acertado movimiento el desastre final.

Desgraciadamente, no sólo no apareció tal destello, sino que, por el contrario, la inteligencia del mando se nubló en tal forma, que a ello, más que al esfuerzo del enemigo se debió todo lo desde aquel momento ocurrido. Y para darse cuenta, si no exacta, porque ante lo inverosímil no hay, no ya exactitud, sino ni siquiera suposiciones posibles, se hace preciso, como siempre, hacer una breve descripción de la posición de Anual y de su situación militar, pasando luego a narrar los lamentables hechos del ataque, del abandono y de la retirada. Estratégicamente, la posición de Anual carecía de condiciones como base de operaciones futuras hacia el Kebir y su cuenca, situada en un valle cerrado, sin caminos para el avance ni para relacionarse con las posiciones de retaguardia, lo que exigía posiciones auxiliares para cubrir esas comunicaciones; dominada por fin por las montañas circundantes, se reconocía que su valor estratégico era muy deficiente. No lo era mejor el táctico, pues se hallaba muy retirada con respecto al valle del Amekran, mandado más bien por la masa avanzada de Buy Meyán; se podía llegar a la alambrada en ángulo muerto por casi todos los frentes, lo que permitía al enemigo acercarse a aquélla sin ser visto; se hallaba dominada por todos lacios, y tenía la aguada en un barranco a vanguardia, batida desde el campo enemigo. Detallando la posición (folio 1.170) resulta que ésta se hallaba formada por tres colinas, en cuyo interior y declive se hallaban los campamentos. El que suele denominarse campamento general era la posición primitiva, y luego la principal se hallaba sobre una loma corta y estrecha, en cuya parte superior había un reducto donde tenía su asentamiento la batería de Artillería. En otra loma, situada a la derecha del camino que atravesaba la posición hasta aquélla, se situaba el campamento de Regulares, sin parapeto y sólo con alambrada en algunos trozos; y por fin, en otra loma, a la izquierda de dicho camino, estaba el campamento del regimiento África, también sin parapeto y con alambrada parcial, y con un reducto para compañía y batería. Dichas posiciones se enlazaban por medio de unas lunetas, en las que se establecía servicio nocturno. Todo el recinto fortificado se hallaba dominado por una loma en el camino de Buy Meyán y tenía capacidad para unos 5 ó 6.000 hombres con todos sus elementos (folio 269).

Las fuerzas concentradas en la posición en los días anteriores al abandono de ella eran, según la declaración del Coronel de Artillería Argüelles (folio 288 vuelto) y telegrama del Comandante General del 20 de julio (folio 572), las siguientes: cinco compañías de fusiles y una de ametralladoras de Ceriñola, cinco compañías de fusiles y dos de ametralladoras de África, tres baterías de montaña y una ligera del regimiento mixto de Artillería, una sección de montaña del Parque móvil de la Comandancia de Artillería, dos compañías de Ingenieros, una compañía de Intendencia, tres secciones de montaña de Sanidad, dos tabores de Infantería y dos escuadrones de Caballería de Regulares; el total aproximado era de unos 3.000 hombres.

El día 19 se incorporaron, además, dos compañías de Ingenieros procedentes de Izummar, y más tarde la columna de Drius con cinco compañías de fusiles y una y media de ametralladoras de San Fernando (dejando una en Izummar, en reemplazo de los ingenieros), una batería de montaña, una sección de ambulancia de Sanidad, dos compañías de montaña y una sección montada de Intendencia; en total, unos 1.000 hombres. El día 21 llegaron aún un tabor de Infantería y un escuadrón de Regulares, los escuadrones de Alcántara, que luego regresaron a Drius; las mías 5ª, 6ª, 10ª y 11ª de Policía y harcas auxiliares, dando en conjunto unos 470 hombres. En el camino de Ben Tieb quedaron las mías 8." y 13 de Policía sobre el puente del Morabo. Todas estas unidades venían en conjunto a reunir unos 5.000 hombres, fuerza en armonía con la capacidad antes indicada de la posición; los elementos de resistencia eran muy escasos, pues el Coronel Argüelles, de Artillería (folio 289), calcula que habría víveres, municiones y aguada para muy poco tiempo, y el Coronel de Estado Mayor Sánchez Monge concreta en cinco días ese tiempo y dice que al empezar el día 22 el repuesto de municiones era de 200.000 cartuchos de fusil y 600 de cañón.

Consignados estos datos, pasemos a descubrir lo ocurrido en el funesto día 22 de julio. Perdido Igueriben y acogidos los escasos restos de su guarnición a Anual, quedó también ésta posición prácticamente sitiada por el enemigo, que no dejó de hostilizarla durante la noche del 21. La comunicación telefónica quedó cortada, y esto acaso explique que no se prestase el auxilio que pidió la posición C ni por Anual ni por Izummar (folio 1.153). Las circunstancias fueron, sin duda, tan graves que el Comandante General —que por la tarde pedía en telegrama (folio 566), entre otros refuerzos, un batallón de Ferrocarriles para establecer una línea de abastecimiento y transporte desde Tistutin a Ben Tieb— decidió esa noche reunir a los Jefes de las unidades de la posición, sometiéndoles claramente la situación (folios 648 vuelto, 1.117 vuelto y 1.144), examinándose ésta y los partidos que pudieran adoptarse, quedando en esta reunión indicado el replegarse a una línea más retrasada, limitada a la de Ben Tieb, recogiendo las posiciones que se pudiese y esperando en la nueva los solicitados refuerzos, cual se consigna en el telegrama dirigido en la madrugada del 22 (folios 55 y 1.944) por el Comandante General directamente al Ministerio, en el que describe la situación como desesperada, y anuncia la determinación de tomar las medidas urgentísimas del caso, aceptando toda la responsabilidad de ello. La ya consignada falta de comunicación telefónica, que impediría dar órdenes a las posiciones que hubiese que recoger, y la simple inspección del plano, en que se ve que éstas habían de ser, al menos, las de Talilit, Buy Meyán, C, Izummar, B, Yebel Uddia, A, Buhafora, Tzayudiat y Hamuda, por lo menos, dejando las inmediatas al Kert y teniendo que abandonar a su suerte Sidi Dris (como al fin ocurrió), hace ver que tal proyecto, rodeadas todas las posiciones por el enemigo y cortadas por éste todas las comunicaciones, era irrealizable, y sólo pudo pensarse en un momento de incomprensión de la realidad.

Esta debió imponerse hasta cierto punto, pues se expusieron diversas opiniones, desde la que sostenía la resistencia a todo trance, a la que se oponía la falta absoluta de recursos (agua, víveres, municiones), pasando por los que sostenían la retirada en regla, a lo que el Coronel Morales objetaba que ya era tarde, y por la del abandono clandestino de la posición, para llegar algunos a proponer la inteligencia con Abd el Krim, jefe de la harca enemiga...

Descontada esta última, que la más elemental idea de dignidad, de amor propio y aun de egoísmo hacía imposible, se eligió la peor de todas las proposiciones: la de la retirada por sorpresa, que no es sino el abandono, con todas sus malas consecuencias para nosotros y todas las ventajas para el enemigo. No se detalló ni se concretó nada en dicha reunión, según dice el Capitán de Estado Mayor Sabaté (folio 649), sobre la forma de la evacuación, que sólo se trató muy superficialmente, quedando todo a resolución de la marcha de los acontecimientos y convenida a más absoluta reserva, no ya con la tropa, sino aun con los mismos Oficiales, acuerdo este último no sólo sensible, sino que comprueba lo ya indicado antes, de que el mando no tenía confianza en sus subordinados, y lo que acaso fuese origen de la desbandada que siguió a la evacuación, puesto que los mismos que habían de dirigir a la tropa que la efectuara se encontraron sorprendidos y desorientados ante un acto que ni se podía suponer, ni creemos que tenga antecedentes, ni aun que pueda tener repetición en la historia militar.

Falta es ésta no sólo imputable al Comandante General, sino a los jefes, que no supieron defender la dignidad de sus Oficiales, haciendo que éstos, ya perdida, mejor dicho, arrebatada esa dignidad por sus mismos jefes, no supiesen tampoco, en su mayoría, no ya sostenerla, sino ni aun tratar de recuperarla en la trágica retirada. Sin concepto de su misión el mando en tan difíciles momentos; sin energía los jefes, y habiéndose quitado la dignidad a los Oficiales, ¿qué podía pedirse a la tropa, ni cómo podía esperarse que las fuerzas indígenas nos acompañasen en una tan evidente derrota material y moral?

Quedóse en esa reunión en volver a reunirse para organizar la evacuación, retirada o abandono, diciendo el General, según manifiesta el Comandante General de Ingenieros, Alzugaray (folio 1.118 vuelto), que a la mañana siguiente, a las seis, se organizaría la retirada. En las primeras horas de la mañana del 22 empezó nuevamente a ser hostilizado el campamento, dominando en éste un estado de intranquilidad y aturdimiento, que todo eran órdenes y contraórdenes y confusión. Reunió nuevamente el Comandante General a los Jefes, y cambiando la idea anterior, les comunicó la resolución de mantenerse en la posición hasta esperar los refuerzos pedidos; siguiendo, al parecer, esta idea, se dieron las órdenes para la aguada y protección.

Y en este momento aparece un punto oscuro, que no se ha podido dilucidar en la información gubernativa—por la limitación impuesta al juez instructor— y a la que con tanta frecuencia nos hemos tenido que referir, y es el de que, según se desprende de unas declaraciones, avisado el Comandante General (folio 1.742) de la aproximación de numerosas fuerzas enemigas que venían sobre Anual, ello resolvió al Comandante General a cambiar rápidamente de opinión y resolver hacer la retirada inmediata; otros afirman, entre ellos el Comandante Llanes, de Regulares (folios 1.754 y siguientes), que cuando aquél estaba dando disposiciones le avisó por la radio el Alto Comisario, y mandó esperar a los Jefes para decirles la última palabra después de la conferencia con el Alto Comisario, y en seguida salió con el Jefe de Estado Mayor, ordenando la retirada inmediata.

Por otro lado existe un telegrama (folio 57) en el que comunica el Comandante General al Alto Comisario que después de tomar acuerdo en Consejo de Jefes, y en vista del numeroso enemigo y carencia de municiones, ordenó la retirada sobre Izummar y Ben Tieb, procurando llegar a este punto. ¿Cuál de estas versiones es la verdadera? ¿Resolvió por sí el Comandante General la precipitada retirada? ¿Fue siguiendo las opiniones de la junta de Jefes? ¿Recibió orden para ello del Alto Comisario en la conferencia por radio celebrada un momento antes de dar la orden definitiva? Punto es éste que, ya que no ha podido conseguirse hasta ahora, debe el Consejo pedir que se aclare, ya que con él no van ni pueden ir las limitaciones impuestas a su Instructor.

Al transmitir el Alto Comisario al Gobierno el telegrama del Comandante General, expone la necesidad del envío de refuerzos en la cuantía que estime Silvestre y anuncia su decisión de ir a Melilla. Resuelta la retirada, el Comandante General previene al Comandante del cañonero Laya su retirada, y le encarga que proteja a la guarnición de Sidi Dris y a la de Talilit, que se retiraría sobre esa posición (folio 1.995); ordena al General segundo Jefe (folio 1.995) que el regimiento de Alcántara adelante a Izummar para proteger la retirada; dispone que las guarniciones de Talilit y Buy Meyán abandonen las posiciones y se replieguen, sobre Sidi Dris o Afrau la primera y sobre Anual la segunda; y por fin, a la Policía, que proteja la retirada y cierre luego sobre la retaguardia.

Y éstas fueron las últimas órdenes dadas por el Comandante General, que ya desde aquel momento pierde, sin duda, la idea de toda realidad, y, según expone el Teniente Civantos, de la Policía (folio 1.742 vuelto), presintiendo la inmensidad de la catástrofe, parecía ajeno al peligro, y, situado en una de las salidas del campamento general, permanecía expuesto al fuego intenso del enemigo, silencioso e insensible a cuanto le rodeaba. Y desde este momento empieza un verdadero caos. Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan ni dirección, revueltas las fuerzas, confundidas, sin Jefes puede decirse, acosados por el enemigo y sin más idea visible que la de la salvación individual por la huida, vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos, siendo mutiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha, que tan impremeditadamente se había dejado desbordar. Es imposible hacer la descripción exacta de este momento de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más Que una triste impresión de dolor.

Abandonadas Izummar y Yebel Uddia y las posiciones B y C, defendiéndose única y honrosamente la posición A; ardiendo el morabo, después de aniquilada su guarnición, y desertando de Dar Mizián la Policía dle la 13 mía y la de la 11, que se hallaba en dirección de Buy Meyán, la columna fugitiva, dejando como restos muertos y heridos, material destrozado y acémilas inútiles —pues las útiles se utilizaban para huir—, llegó en tropel a Izummar. Recobradas un poco las fuerzas, después de Izummar vuelven otra vez en el barranco de bajada a desorganizarse, y ya es inútil el esfuerzo individual de algunos Jefes, Oficiales y clases para contener la desmoralización y la huida hacia Ben Tieb, que no fue en realidad acosada por el enemigo, más atento entonces a aprovechar el botín dejado en Anual y en las otras posiciones.

Ni aun estudiando, como ha procurado hacerlo el Fiscal, detenida y minuciosamente las declaraciones de los testigos de estos hechos se puede formar idea de todo lo ocurrido, pues la mayor parte de ellos se refieren a datos personales, y en muchas destaca únicamente el deseo de hacer constar el buen comportamiento del testigo o del Cuerpo a que pertenecía, disculpable lo primero y loable lo segundo; pero no comprobado, desgraciadamente, uno ni otro por el resultado a que se llegó. ¿Qué fue del Cuartel general? Las declaraciones del Teniente Médico D'Harcourt (folio 1.105), del soldado Sosa, de Ceriñola (folio 1.134 vuelto), entre otras, afirman que los Coroneles Morales y Manella murieron, éste en las inmediaciones de Anual, y aquél, después, en Izummar; el Comandante López llegó a Melilla en un rápido con el hijo del Comandante General; del Secretario de éste, Comandante de Intendencia Hernández, no se tiene noticia alguna, y, por fin, tampoco se puede afirmar concretamente si el Comandante General fue muerto o desapareció, pues si bien el Suboficial García Bernal dice en su declaración del folio 1.577 y atestado del folio 1.581 que supone que el Comandante General, con su Cuartel general, debieron sucumbir en un barranco que existe antes de la posición C, la muerte de los coroneles Manella y Morales en otros sitios no parece comprobar tal suposición. Por otro lacto, el Comandante de Artillería Martínez Vivas (folios 1.153 y siguiente) dice que un soldado de Ingenieros, a caballo, vino de Anual y dijo que evacuaban la posición y que el Comandante General iba en el coche rápido. Muerto o desaparecido el General Silvestre, es lo cierto que en este momento se eclipsa definitivamente su estrella, en la que, según declaración de un testigo, tanto él confiaba; estrella cuyos primeros resplandores aparecieron allá en las maniguas de Cuba, que luego destacaron en su actuación en Casablanca y Alcazarquivir; que sufrió un buen eclipse al ser interrumpida su campaña contra al Raisuni, para volver a brillar con sus últimos destellos al tener en África mando propio, y que en Anual se apaga por completo, envolviendo en su oscuridad en fúnebres crespones a las fuerzas que mandaba y en doloroso luto a España entera; dejando oculta por un tupido velo la duda de si lo ocurrido era debido a arranques propios y peculiares de su carácter o si estaba autorizado por el Alto Comisario, si se trataba de una lucha de gallardías o de un choque de autoridades, y quedando solamente claro, entre los últimos resplandores, el convencimiento de que la orientación y los procedimientos empleados en nuestra zona de Protectorado en Marruecos habían sido, eran y parece que siguen siendo totalmente equivocados en todos sus aspectos.

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Continuando con la narración de los hechos, es de notar que siendo el apoyo natural de marcha hacia Ben Tieb la posición de Izummar, en ésta no había más que un Capitán con 15 ó 20 hombres (folio 1.106, Teniente Médico D'Harcourt), declaración que no se sabe si contradice o comprueba la del Comandante de Artillería Martínez Vivas (folio 1.156 vuelto), que afirma que aun cuando la posición de Izummar estaba preparada para proteger el repliegue, teniendo las fuerzas en el parapeto y las piezas de artillería cargadas, no llegó a hacer fuego porque no vio enemigo contra quien dirigirlo, y cuando el Capitán Jefe de la posición creyó habían evacuado las fuerzas de Anual dispuso, de acuerdo con los demás Oficiales, destruir las municiones, inutilizar las piezas y salir con los elementos que pudieran llevar. Estas dos declaraciones tan contradictorias, tan lógicas en su principio y tan absurda en su final la segunda, dan idea, no sólo del desconcierto reinante, sino del poco valor que puede asignarse a muchas de ellas, referentes a estos críticos momentos.

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No se detiene la desordenada retirada en Ben Tieb, a pesar de los esfuerzos hechos por el Capitán Lobo, Jefe de la posición, para detener a los fugitivos y constituir allí un núcleo de defensa (declaración del Médico Peña, folio 678), y a pesar de instar a los Jefes de las unidades para que le prestasen su concurso a tal objeto, citando el Alférez de Ceriñola Guedea (folio 1.249) el caso del Teniente Coronel Marina, del mismo regimiento, que dijo que seguiría con sus fuerzas a Drius. El resultado fue que, sin órdenes de ninguna clase para hacer frente a la situación, quedó desamparado Ben Tieb y continuó la retirada a Drius, en cuyo punto tenemos que dejarla por el momento, pues habiendo cambiado el mando, ello y los sucesos consecutivos han de ser objeto de estudio separado.

V MANDO DEL GENERAL SEGUNDO JEFE. -POSICIONES DEPENDIENTES DE ANUAL. -ABANDONO DE LA POSICIÓN DE DAR DRIUS. -CONTINÚA LA RETIRADA A BATEL. Y MONTE ARRUIT. -ABANDONO, ORDENADO POR EL GENERAL NAVARRO, DE LAS POSICIONES DE LA CIRCUNSCRIPCIÓN DE DRIUS

No se deduce claramente de la información gubernativa cuándo ni cómo se encargó del mando el General segundo Jefe. El día 20 se encontraba en Anual, donde recibe la orden del Comandante General de hacer a toda costa el convoy a Igueriben el día 21; este día dirige en su primera parte las operaciones del convoy, tomando luego el mando a mediodía el mismo Comandante General. Este ordena el día 21 al segundo Jefe que el regimiento de Alcántara —que parece estaba en Drius— adelante hacia Izummar para proteger la retirada, siendo ésta una de las últimas órdenes que dio.

¿Cuándo y cómo y por qué salió de Anual el General segundo Jefe? ¿Recibió orden de quedar en Drius para preparar y sostener desde allí el movimiento de retroceso indicado en la primera junta de Jefes de Anual o proteger la retirada o encargarse del mando en caso de faltar el Comandante General? A falta de tales órdenes, ¿las dio verbales o escritas el Comandante General al verse perdido en Anual, y fueron o no transmitidas al General segundo Jefe por el Comandante López, Ayudante del Comandante General, o por su hijo, que fueron sin duda mandados por él hacia la plaza? ¿Se había tenido en cuenta el caso de una imprevista sucesión de mando como la ocurrida? ?Tenía el General segundo Jefe instrucciones para tal caso y estaba debidamente documentado en cuanto a la situación política y militar y de relaciones con el Alto Comisario y con el Gobierno? Preguntas son éstas cuya importancia no puede ocultarse, y que sin embargo tienen que quedar sin contestación, porque no se encuentran en la Información elementos suficientes para responder a ellas.

Lo único que aparece como hecho claro e indudable es que la muerte del Comandante General hizo recaer el mando en el General segundo Jefe, que hubo de asumirle el mismo día de la pérdida de Anual, al tener conocimiento —que debió tenerlo muy pronto— de la muerte o desaparición de aquél. Este hace que nos refiramos a esta época de mando al tratar de la pérdida de las posiciones dependientes de Anual, pérdida ocurrida precisamente en este período, y que si bien fuese acaso debida a las últimas órdenes del Comandante General, pudo también acaso ser corregida por las primeras que diera el hasta entonces segundo Jefe, y desde entonces primer Jefe, aunque accidental, de la Comandancia.

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No es posible ni casi necesario, dentro de la relativamente breve descripción de todos los sucesos que permite este informe, entrar en un completo detalle de la pérdida de las posiciones dependientes de Anual, pérdida, por otro lado, tan rápida en la mayor parte de ellas, que casi no permite concretar los detalles que fueran necesario y que con más extensión pueden verse en el luminoso resumen del Juez instructor, cuyo orden seguimos. Hemos de limitarnos, pues, a un breve indicación de lo sucedido en cada una de esas posiciones.

Talilit.— Según la orden recibida del Comandante General, debió replegarse sobre Sidi Dris, y así lo hizo. La guarnición, según declaración del Sargento Mariscal, de Ceriñola, se componía de una compañía de dicho Cuerpo, cuyo Capitán estaba con permiso en la plaza, y que tenía una sección destacada en la avanzadilla, una sección de ametralladoras con el Capitán Ferrer, que era el Jefe de la posición, y un destacamento de Artillería con un Oficial. Recibida la orden de evacuar, lo hizo la fuerza con el Capitán Ferrer y el Teniente García Moreno, y luego la fuerza restante con el Teniente Aguilar de Mera, quedando sin apoyo la avanzadilla, que pereció toda menos un soldado, así como el destacamento de Artillería, que quedó en la posición al salir el resto de la fuerza inutilizando las piezas. Las fuerzas retiradas fueron protegidas en su retirada por las de Policía de Sidi Dris, cuya suerte siguieron luego.

Buy Meyán.— Esta posición, que ya había sido muy hostilizada, lo mismo que todas las del frente, en los días anteriores, recibió el día 22 orden de replegarse sobre Anual, cuando ya este campamento estaba ocupado por el enemigo, y al tratar de efectuar aquello, como éste se hallaba ya en esa posición y la Policía había desertado (atestado del Cabo de Ceriñola Barambones, folio 1.72), fue la guarnición de Buy Meyán muy tiroteada desde el primer momento, llegando combatiendo hasta las inmediaciones de Anual, donde murió la mayor parte de la fuerza y cayeron prisioneros el Capitán y unos veinticuatro hombres, de los noventa que formaban la compañía. El soldado Escamel (folio 152) confirma lo anterior, y agrega que se inutilizó la artillería y se rociaron las municiones con petróleo.

Intermedia C— Dominaba los caminos que contorneaban la posición de Izummar; estaba situada en una loma en cuyo otro extremo tenía una avanzadilla, y se hallaba guarnecida por una compañía del regimiento de África, con dos ametralladoras. El día 20 pidió auxilio la avanzadilla, que no le fue prestado ni por Izummar ni por Anual, y en su vista se replegó sobre la posición. El día 22 vieron pasar las tropas en retirada de Anual, por lo que el Capitán Vallés mandó abandonar la posición, prendiéndola fuego, incorporándose a la columna y siguiendo sus vicisitudes. El soldado de África Alaejos (folios 1.422 a 1.428) dice que al pasar por la posición C, procedente de Anual, se hallaba ya esa posición abandonada, estando sólo en ella el Cabo Morante, que esperaba que alguien le ayudase a llevar los émbolos y aparatos de alimentación de las ametralladoras.

Izummar. --Colocada esta posición en un cerro de 750 metros de cota y constituida su guarnición por una compañía del regimiento de San Fernando, una sección de Ceriñola y el destacamento de Artillería correspondiente al servicio de cuatro piezas Saint Chamond de 7,5 que se montaron unos días antes de los sucesos, estaba indicada como posición de apoyo en la retirada, al abrigo de la cual pudiera hacerse el retraso del frente a la línea de Ben Tieb. 0 no se dieron órdenes en tal sentido, o no se interpretaron bien; el caso es que al darse cuenta de la evacuación de Anual, y a pesar de tener montados los servicios de protección como de ordinario y sin novedad, se decidió el abandono, y sin ser hostilizada se incorporó a la columna que se retiraba de Anual. Este abandono prematuro e injustificado resulta comprobado por el soldado Alaejos, por el Comandante de Ingenieros Alzugaray, por el de Artillería Ecija, el Teniente Médico D'Harcourt y por el Sargento Hernández (folios 1.121 vuelto, 1.145 vuelto, 1.106 y atestado número 1), que afirman que al pasar por la posición estaba ya ésta abandonada, a lo que se une la declaración (folio 1.248) del Alférez Guedea, de la sección de Ceriñola allí destacada, manifestando que al regresar el día 22 del camino para enterarse del movimiento de fuerzas en retirada, que observaba, se le dijo que habían recibido orden de evacuar, lo que hizo con su sección, que ya encontró formada.

Intermedia B.— No habiéndose presentado, ni por tanto declarado ningún individuo de esta posición (que estaba guarnecida por una compañía de Ceriñola al mando del Capitán Pérez García, y un destacamento de Policía con un Oficial), y siendo muy contradictorias las de otros testigos ajenos a ella, no es posible afirmar cuál fuere la verdadera actuación de la misma. El Sargento de Regulares Hernández, en su atestado (número 1) refiere que esta posición fue asaltada y aniquilada; el Capitán Ortoneda expone que, al pasar por allí en la mañana del día 22, el Capitán Jefe de ella le dijo que carecía de órdenes, pero que sabría morir cumpliendo con su deber; el Médico Peña manifiesta (folio 679) que esta guarnición se retiró a Yebel Uddia, y el Comandante Martínez Vivas (folio 1.156 vuelto) y el Suboficial de Ceriñola García Bernal (folio 1.582 vuelto) dicen que cuando pasaron por su pie, la posición debía estar ya abandonada.

No habiéndose, como se ha dicho, presentado nadie de esta posición, parece lo más probable lo de las dos primeras versiones.

Yebel Uddia.— Tampoco se han presentado supervivientes de ella, y dada su situación, a 1.100 metros de altitud y su escasa guarnición (dos secciones de la sexta del sargento de Ceriñola y 30 policías con un Sargento) y la afirmación del Teniente Vidal Cuadras, de Artillería (folio 1.492), de que el día 22 pudo observar desde Chaif el ataque a Yebel Uddia durante una hora; la del Teniente de Artillería Reig (folio 796) desde Buhafora, y la del Médico Peña (folio 679 vuelto) de que tiene noticias de que debió sucumbir; es de suponer que así fuese y que lo fueron combatiendo o en la misma posición, o tratando de evacuar sobre la posición A, cuya suerte corriera.

Intermedia A.— De su guarnición, compuesta de dos secciones de la tercera del tercero del regimiento de San Fernando, dos ametralladoras del primer batallón y un destacamento de Artillería al mando de un Oficial, tampoco se ha presentado nadie, lo que permite afirmar que la guarnición fue aniquilada después de defenderse durante dos días (Médico Peña, folio 1.495).

El Teniente de Artillería Reig, por noticias de los moros, de los que estuvo prisionero, dice que esta posición se estuvo defendiendo hasta el 27 o 28 de julio, y que después el Capitán de la compañía, Escribano Aguado, salió a parlamentar con los moros, pero al ver que éstos querían forzar la entrada mandó hacer fuego, desde fuera, muriendo de sus resultas el Capitán y los moros que le rodeaban, no obstante lo cual se reanudó el parlamento, acordándose la entrega de la posición y armamento; pero rencorosos los moros por la agresión anterior y por encontrar el armamento inutilizado, rompieron el fuego y acometieron al arma blanca a los defensores, que perecieron todos menos dos que deben estar prisioneros.

Tzayudait.— Guarnecida esta posición únicamente por policías, las pocas noticias recogidas hacen suponer que éstos, no sólo no se defendieron, sino que se unieron al enemigo.

Mehayast.— Colocada esta posición en un elevado monte a 1.150 metros de cota, desde el que en los días claros se veía Sidi Dris, Izummar, Igueriben y otras posiciones, y guarnecida por una compañía de la Brigada Disciplinaria, con treinta y seis hombres y dos Oficiales, vieron, según dice el Cabo de dicha Brigada Rodríguez Fernández (folio 1.646 vuelto), el abandono de Anual, la columna de evacuación y el incendio de Izummar, siendo luego rodeada la posición por los moros, por lo que se pidieron órdenes a Ben Tieb, que no contestó, y como empezaron a ser hostilizados, se contestó con fuego durante media hora, pero no siendo suficientes para cubrir el parapeto, se decidió evacuar la posición, saliendo a la desfilada, siendo en seguida agredidos y defendiéndose hasta caer muertos o prisioneros, acogiéndose algunos, como el testigo y un Oficial, a la lejana posición de Quebdani. Con esta declaración están en esencia conformes los demás individuos que han declarado con referencia a esta posición.

Tugunts.— En la noche del día 22 esta posición comunicó a la cabecera de la mía del Capitán Longoria (folio 502) que se había presentado un moro diciendo que ese Capitán ordenaba que se rindiera la posición, respondiendo que se aprehendiera y diera muerte a ese moro, a lo que contestó Tuguntz que el moro era Kaddur Hamar, y que ya se había marchado. Luego, según el mismo Capitán, supo que los policías habían abandonado la avanzadilla y que era atacada la posición; que según el Capitán Araujo, del regimiento de Melilla (folio 541 vuelto), en la noche del día 22 al 23 pidió Tuguntz órdenes a Quebdani, diciendo que era atacada, no tenía víveres, ni agua y escaseaban las municiones, y que no se le dieron esas órdenes, porque Tuguntz dependía de la circunscripción de Drius, donde estaba el General segundo Jefe. Luego el soldado Arráns, de San Fernando, dice que el día 24 tomaron los moros por asalto la posición.

Yenaúa de Nador y Halaut. —Estaba guarnecida por una compañía (la cuarta del primero) del regimiento de San Fernando y un destacamento de Artillería a cargo de un Oficial, teniendo una avanzada con un sargento y 20 hombres, y según deponen los soldados de San Fernando, Salgado (folio 1.723) y Mediavilla (folio 1.638), y el artillero Ruiz (folio 1.722), parece que se acercaron la Policía y una harca auxiliar, que el enemigo se iba condensando alrededor de la posición; el Capitán mandó salir una sección a despejar las avenidas, mientras las otras se aprestaban a la defensa del parapeto. Al salir la sección fue atacada por un grupo de Caballería, al parecer de la Policía, deshaciendo aquélla, así como las otras que salieron en su auxilio y la fuerza de la avanzada, que fue batida al abandonar el puesto para dirigirse a Drius, donde se acogieron algunos que se salvaron.

Morabo de Sidi Moharned — Sin supervivientes presentados, y habiéndole visto arder el Capitán Fortea, de Policía (folio 483 vuelto), y el Médico Peña (folio 679 vuelto) en la tarde del 22 de julio, es de creer que sucumbiera la guarnición, compuesta de una sección del regimiento de San Fernando.

Dar Mizian.— Cabecera de la 1.3 mía de Policía; todas las declaraciones permiten afirmar, y especialmente la del Médico Peña, que la mía desertó íntegramente. La Subinspección de Fuerzas indígenas se limita a consignar que al efectuarse la retirada hacia Ben Tieb la cabecera y las casas inmediatas estaban en poder del enemigo.

Ben Tieb.— Ya se ha consignado antes que esta posición —por su situación, dominando el llano de Sepsa y contigua al camino de Anual— parecía la indicada para proteger la retirada de dicho punto y en caso servir de base de una nueva línea de defensa. Y también se dijo que fueron inútiles los esfuerzos del Jefe de la posición para contener allí a los fugitivos de Anual, que continuaron precipitadamente a Drius. El Capitán Lobo, Jefe de la posición, parece —según afirma el Médico Peña — que pidió órdenes a Drius, y que dijo que si en cinco minutos nó se las daban, tomaría el silencio por orden de evacuar, lo cual, en efecto, hizo al fin, verificándose la retirada ordenadamente, desplegando la Caballería a la izquierda para llamar la atención del enemigo, mientras la Infantería desplegaba a su vez, al salir de la posición, yendo después los heridos, y en esta forma, y sin ser hostilizados por el enemigo, llegaron a Dríus, alcanzando en el camino a la cola de la columna de Anual. La guarnición estaba constituíida por dos secciones de la primera compañía del segundo batallón de San Fernando, una compañía de Ingenieros, el quinto escuadrón (voluntarios) de Alcántara, un destacamento de Artillería, dos compañías de montaña de Intendencia y el personal de este Cuerpo, afecto al depósito de acumulación y repuesto de municiones. Y este Ben Tieb es un caso típico de la desorganización y de la anomalía reinantes en el territorio. Una posición con casi cuatro compañías de diferentes Armas y Cuerpos, con un escuadrón y con un destacamento de Artillería, y en la que se halla un depósito de acumulación y abastecimiento, está mandada por un Capitán; éste, que al principio intenta contener la retirada de la columna de Anual, en el buen desempeño de su misión, después pronuncia la frase inadmisible de que si en cinco minutos no recibe órdenes, tomará el silencio por orden de evacuar, dirigiéndose al General que estaba en Drius; por fin decide, por sí, la evacuación y volviendo al estado normal y correspondiente a su clase, dirige y realiza la retirada ordenadamente y llega a Drius sin ser hostilizado, cuando, según dicen otros testigos, tan duramente lo habían sido los que le habían precedido.

Sidi Dris y Afrau.— Con estas dos posiciones llegamos a la pérdida total de las correspondientes a la circunscripción de Anual. Y ellas demuestran —y lo demuestran de un modo harto sensible por el lamentable fin que tuvieron— un nuevo error en el desarrollo de nuestra labor en Marruecos. No es preciso detallar las malas condiciones de estas posiciones completamente aisladas, con caminos que apenas lo eran, y que no sólo eran intransitables en los malos tiempos, sino que siempre están, o podían estar dominados por cualquier enemigo que tuviésemos, sin aguadas, como todas, y por fin, contando con que en el caso necesario su aprovisionamiento, su defensa y su socorro habrían de venir del mar, cuya vana ilusión y demasiado infundada idea quedó en la realidad tristemente desvanecida; no es preciso, decimos, tener en cuenta todo esto, sino sólo mirar en el mapa la situación de estas posiciones para comprender el error que implicaban y para prever el desgraciado fin que habrían de tener en el caso, que nunca debió ser imprevisto, de que pudiesen ser atacadas un día. Y como posiciones costeras y limítrofes, no sólo con nuestra zona de Marruecos, sino con el mar, lo que les daba carácter de fronterizas internacionales, la responsabilidad de su establecimiento no podía imputarse al Comandante General de Melilla, sino al Alto Comisario, que sin duda se avino a una imposición de los Gobiernos, que repetidas veces y en lugar tan público como las Cortes han manifestado algunos la idea de establecer una línea de posiciones costeras en nuestra zona de Protectorado para desde ellas ir irradiando la acción política. No se comprende de otro modo el establecimiento de estas posiciones, que militarmente era inadmisible, pues no podían considerarse, dada su distante comunicación con la línea del frente y aun con las que pudieran converger a él, como apoyos de flanco, y menos aún como bases marítimas de abastecimiento y socorro, ya que los desembarcos eran difíciles y que la falta de camino, y por lo tanto de medios de transporte, hacían inútiles tales bases. En estas condiciones no era difícil prever lo que un día u otro podía suceder, y lo que al fin sucedió a estas posiciones, abandonadas a su suerte y sacrificadas desde el momento del abandono de Anual, y aun puede decirse antes, pues atacada Sicli Dris desde el día 2 de junio quedó ya con ello indicado el peligro que un día podía correr esta posición, y con mayor motivo Afrau, que resultaba aún más aislada y lejana de nuestras líneas.
Atacada, como hemos dicho, Sidi Dris el 2 de junio, en cuyo día el enemigo consiguió ya que no se les socorriera por tierra, lo que le permitió pensar que cualquier día podría aislarla, se hizo, como única corrección de este peligro ya visto, la instalación de una posición en Talilit, la cual sólo sirvió, cuando ocu rrieron los sucesos, para replegarse sobre aquélla y complicar su situación. La guarnición de Sidi Dris estaba constituida por una compañía de Ceriñola, una sección de Melilla, una compañía de ametralladoras de este Cuerpo, destacamento de Artillería, Intendencia y compañía de Mar, telegrafistas y policías, los que unidos a los incorporados de Talilit daban un total de unos 300 hombres. Según el parte del Comandante del Laya (folio 908), al que se había dado el encargo de proteger a la guarnición de Sidi Dris, el día 22 empezó la hostilidad
contra esa posición que ya ese día no pudo hacer la aguada y cuyo Jefe pidió autorización para hacer fuego de cañón, comunicó que Afrau también había sido atacado. El mismo día 22 el Alto Comisario encargó al Laya y al Princesa de Asturias (folio 2.006) que protejan con sus fuegos a Sidi Dris, y en caso de no ser posible sostenerlo le favorezcan su evacuación, recogiendo a bordo a la guarnición. Telegramas sucesivos van marcando la situación, cada vez peor, y el Comandante del Princesa de Asturias opina que de no tener pronto un refuerzo debe ser evacuado.

El Alto Comisario, en telegrama del día 24 (folio 2.017), autoriza explícitamente la evacuación. El día 25 el Comandante del Princesa expone los peligros de la operación, consultando si debía emprenderse o desistir de ella en espera de refuerzos. El mismo día el Jefe de Sidi Dris, aun protestando del espíritu de la guarnición y del decidido propósito de arrostrar todas las penalidades por el honor de las armas, tiene luego que exponer la situación, cada vez más angustiosa. El Comandante del Princesa, al transmitir esta última, considera la posición perdida, así como sus defensores, si no llegan tropas, y que lo mismo opina con respecto a Afrau; el Alto Comisario contesta que se ve en la imposibilidad de enviar tropas, y convencido de que no podía continuar la guarnición su heroica defensa, la autoriza a parlamentar con el enemigo (telegrama del folio 2.025), y dice al Princesa que en cuanto sepa que ha sido entregada la posición vaya en socorro de Afrau. El día 26 el Comandante del Princesa comunica (folio 2.026) que el radiograma autorizando la capitulación de Sidi Dris había llegado tarde, pues de acuerdo con él se había intentado la evacuación preparada con un cañonero de la escuadra y previa una señal convenida, pero que apresurada aquélla antes de la señal, sólo se había podido salvar a unos 12 ó 14 de sus defensores, habiendo tenido la escuadra en la operación la pérdida de dos botes y bajas, entre ellas la del Alférez Lazaga. En la posición parece que quedó aún gente de la guarnición, que debió perecer luego al ser aquélla asaltada por los moros. Según las declaraciones de los pocos salvados de Sidi Dris, Sargento Mariscal, de Ceriñola (folios 1.252 y siguientes); soldado Crespo, de Melilla (folio 1.038); Cabo de Ceriñola Moreno (folio 186), entre otros, la evacuación se acordó cuando ya no había medio alguno de defensa, saliendo parte de la guarnición, que fue aniquilada por el enemigo, y entonces se mandó suspender la evacuación por el Comandante Velázquez, Jefe de la posición, que dijo que no entregaría la posición, y que era debido morir por la Patria, muriendo, en efecto, allí con todos los Oficiales y casi todos los que habían quedado, de los que pudieron salvarse muy pocos. Se consigna también que la Policía permaneció siempre fiel y observó un comportamiento valeroso.

Perdido Sidi Dris fueron, primero el Laya y después el Princesa y el Lauria, a aguas de Afrau, a comunicar a la posición (folio 2.027) la autorización concedida por el Alto Comisario para parlamentar con el enemigo si no podía evacuar la posición (folio 910 vuelto), advirtiendo al Jefe de ella la forma en que pudiera efectuarse. Situada la posición en un acantilado, se componía de una casa y un parapeto de piedra seca y sacos terreros, hallándose batida en su interior por una altura de unos 200 metros, que también dominaba a la aguada, que estaba en la playa a unos 2.000 metros. Había una avanzadilla que hubo que suprimir. Las piezas de artillería estaban asentadas a continuación de un saliente, donde se hallaban las ametralladoras, y para desenfilarlas se hizo un través con sacos de sal y harinas del depósito de Intendencia. La guarnición se componía de una compañía de 115 hombres de Ceriñola, una sección de ametralladoras de posición al mando del Teniente Vara de Rey, dos piezas Krupp, de artillería, con 18 hombres y a cargo del Teniente Gracia; destacamento de Intendencia para el depósito de víveres, y de Ingenieros para la estación óptica, y 30 policías al mando de un Sargento, que con 14 de ellos desertó el primer día de ataque. La compañía carecía de Capitán por estar éste con licencia en España, ejerciendo el mando de la posición el Teniente Gracia, de Artillería, y luego, al morir éste, asumió el mando el Teniente Vara de Rey, de cuya declaración (folio 1.079 y siguientes) se toman los detalles de esta defensa. Los más salientes son: que el día 23 se dio orden de replegar la avanzadilla, y al proteger la retirada fué muerto el Teniente Gracia, y como no había Sargento se preguntó al Cabo de Artillería si se comprometía a seguir el fuego, diciendo que sólo con la espoleta en cero y en último extremo por lo que se suspendió el fuego de artillería; que el día 23 también fondeó el Laya sin que se pudiera comunicar con él por no ser comunes los códigos de señales; el día 24 se recibió un despacho incompleto del Alto Comisario en el que se ordenaba evacuar la posición, advirtiéndole que si el Laya abandonaba las aguas en la madrugada era que se evacuaba primero Sidi Dris y luego Afrau. Así fue, en efecto, y luego volvieron el Laya y el Princesa de Asturias. Después se pudieron recoger en la posición algunas palabras de un segundo despacho, autorizando la capitulación (se unen estos telegramas al folio 1.110), autorización de la que —dice el Teniente Vara de Rey—, como es consiguiente, no se hizo uso. Se acordó la evacuación en relación con la Marina, y el día 26, al ver que se aproximaban los barcos, se dispuso aquélla, inutilizando la artillería y ametralladoras y enterrando y repartiendo las municiones. En este momento murió el Médico de un balazo. Salió la vanguardia con un Sargento, una sección de flanqueo y luego el grueso con otra sección y los heridos, cerrando la marcha el Teniente Vara de Rey con el resto de las fuerzas de la posición, quedando en ésta un Suboficial con 15 hombres y otros tantos policías con orden de mantenerse hasta recibir aviso, conteniendo al enemigo, como lo hizo con firmeza. Marcharon directamente hacia el mar, siempre batidos por el enemigo y protegidos por los fuegos de los barcos, por los que fueron recogidos unos 130, de los que más de cuarenta estaban heridos. Y así terminó la última defensa de las posiciones dependiente de Anual, escribiendo la de Sidi Dris y Afrau, y alguna otra antes citada, las últimas páginas de honor de estos luctuosos días.

La pérdida de todas ellas fue tan rápida, que no puede atribuirse sino a la falta de previsión de que pudiese ocurrir nunca lo que ocurrió, a que no estaban relacionadas unas con otras; a que, perdido el mando en Anual, no se ocupó debidamente el General segundo Jefe de sostener estas posiciones, ni darles las órdenes oportunas para ello o para concentrarse en puntos o líneas convenientes para la resistencia; si por parte de algunas posiciones hubo hechos incomprensibles —como el de Ben Tieb—, es preciso reconocer que, en general, en aquellos críticos instantes, sin mando, sin órdenes, sin previsión alguna anterior, y viendo casi todos la lamentable retirada de Anual, no podía esperarse más de lo que hicieron. Pasemos ahora, o mejor dicho, continuemos la marcha de la retirada desde Dar Drius, donde el General Navarro asume el mando, comunicándoselo así al Ministerio (folio ) y poniéndose a las órdenes del Alto Comisario (conferencia del folio 2.002), exponiendo la crítica situación y dudando de poder conservar posiciones más allá de las antiguas; exponiendo el temor de que las posiciones Tafersit y Midar, Buhafora, Azib de Midar, Ain Kert, Carra Midar e Izen Lassen no pudiesen resistir el empuje del enemigo (folio 61), estimando la moral de las tropas tan deprimida, que sólo la llegada inmediata de refuerzos podría salvar la situación, y eso reduciéndolas, en retirada progresiva, a límites más estrechos del territorio, no inspirándole tampoco confianza la situación política. Estas comunicaciones explican claramente lo que de otro modo parecería inexplicable: el casi abandono de las posiciones antes citadas, el no haberse sostenido en Drius y la continuación de la retirada a Batel y a Monte Arruit, por lo mismo que parece inexplicable y por las consecuencias que tuvieron, y aun puede decirse que tienen tales hechos, es preciso buscar una explicación a ello. Y ésta puede hallarse en varias causas: una de ellas es la de que, sin duda alguna, no había la debida relación y compenetración de ideas entre el Comandante General y el General segundo Jefe; éste se limitaba a cumplir órdenes, pero ni por uno ni por otro se debió pensar nunca en una brusca sucesión de mando en momentos difíciles que exigiesen, como los pasados, una continuación de órdenes y de ideas. Otra se halla contenida en la misma afirmación del General segundo Jefe al encargarse del mando, de que no confiaba en la moral de las tropas, afirmación no sólo lamentable, sino impropia de un General sobre el que recae la responsabilidad de ese estado, si en efecto existía, puesto que él tenía la obligación de vigilar a sus mismas tropas, de ocuparse de su estado de instrucción, de moral y del espíritu de las mismas al comprobar, como debía, el cumplimiento de los reglamentos y de las órdenes del Comandante General. Llegar a un caso difícil y no confiar en las tropas que se manda es demostrar que no se han mandado debidamente en los tiempos de paz.

Otras puede ser el que tampoco conocía el estado político del territorio ni la verdadera situación de las posiciones y el valor estratégico y táctico de las mismas, cuando habla de abandonar las del Kert, inferiores a Drius, y abandona a ésta, perdiendo con ello la cabecera de la línea general de comunicación. Todas estas causas, unidas a la sorpresa de la forma de sucesión de mando, influyeron sin duda en el espíritu del General segundo Jefe, produciéndole una visión tan contraria a la realidad y un tal trastorno de ideas, que, reflejado en el conjunto de los hechos, dieron lugar al paso brusco de procedimientos: del avance impetuoso, irreflexivo e impremeditado llevado a efecto por el Comandante General, avance de tan tristes consecuencias, pero al fin gallardo, se pasó, sin solución de continuidad, sin un momento de espera, al procedimiento contrario de la retirada continua, temerosa, irreflexiva también y también de tristes, de más tristes consecuencias.

El Alto Comisario indica al Ministerio el día 22 (folio 64) y luego el 23 al General Navarro (folio 2.004) la conveniencia de mantenerse la línea del Kert, o mantenerse, a lo menos, en Quebdani, Kandusi, Drius, Telatza. El General Navarro, que ya había decidido el abandono de Drius, parece atender esas indicaciones, pero entendiendo (folio 75) que al continuar en Drius era en espera de los refuerzos anunciados, pues de no recibirlos en breve plazo se vería irremisiblemente precisado al repliegue, ya en peores condiciones. El Alto Comisario se deja influir por tales noticias y así lo traduce al Ministerio en otro telegrama el día 23 (folio 69), y después en conferencia del 24 (folio 80), al comunicar su llegada a Melilla en la noche del 23, da cuenta de la retirada del General Navarro de Drius a Batel y de que se inicia un segundo repliegue a Monte Arruit, donde ya llegaban los restos desperdigados de la columna, sin poderse distinguir las unidades y de que las posiciones del Kert empezaban a ser hostilizadas. Dice que al tratar de organizar la defensa se encontraba con que no había nada aprovechable: los servicios desorganizados, el material casi todo en poder del enemigo, las fuerzas dispersas y sin mando; y con ser mala la situación material, lo era mucho mayor la moral, que se había perdido en casi todos los resortes del Ejército. Si esto decía el General en Jefe, que no hacía mucho tiempo había estado en Melilla, que pocos días antes había felicitado a los defensores de alguna posición, que como Jefe superior era precisamente el indicado para infundir esa moral cuya falta notaba ahora, ¿qué extraño es que el General Navarro acusase el mismo estado de ánimo?, y ¿qué podía esperarse de un ejército, grande o pequeño, victorioso o derrotado, con o sin elementos materiales, en el que no confiaban sus Jefes, los que debían haberle preparado para los buenos y para los malos días, para los éxitos y para los fracasos? Podrá algún individuo, algún grupo si acaso, en el Ejército, como en la Escuela, no responder a los esfuerzos del Jefe o del Maestro; pero cuando todo un Ejército es acusado de falta de moral por su Jefe, o toda una Escuela lo es de ineptitud por su Maestro, la falta, la responsabilidad inmensa ante el honor militar de la Patria o ante la cultura es indudable del Jefe o del Maestro.

Sigamos nuestra cada vez más lamentable narración. Bajo esa ¿por qué no decirlo? censurable idea de los Jefes y bajo la impresión del desastre de Anual llega la columna a Drius, punto natural y lógico de para da y de resistencia. Situada esta posición a la derecha de la carretera Batel, que era la línea general de comunicación, en una llanada como a 200 metros del puente sobre el Kert y a 300 de la casa de Drius, a caballo, pues, sobre el río y la carretera, es decir, llave tipo de movimientos tácticos y aun estratégicos; dominando el poblado de Dar Drius y en relación inmediata con las posiciones interiores del Kert, Chaif, Azrú, Midar e Izen Lassen y con las superiores de Dar Azugag y Kandusi, aun prescindiendo de las de Quebdani, que pudieran replegarse sobre el río, condiciones todas suficientes para poder hacer fuerte en ella, se comprende tanto menos su abandono cuanto que sus condiciones militares no eran de las peores en comparación con otras posiciones. Se hallaba formada por un parapeto de planta cuadrada de 100 metros de lado, construido con adobes, que cerraba la mitad de la posición, formándose la otra mitad por barracones aspillerados. La aguada estaba en el mismo río, como a 30 metros, agua abajo del puente. A pesar de todo ello, no se debió de pensar siquiera un momento en aprovechar tal posición.

La declaración del Sargento de San Fernando Martínez Salinas (folios 1.672 vuelto y siguientes) da idea rápida de la precipitación en el abandono. Según ella, el día 22 empezaron a llegar enfermos y heridos, y luego la columna de Anual, que se reconcentró allí; el 23, a las cuatro de la mañana, se dio aviso de que se iba a evacuar la posición, y a las ocho, contraorden; de nueve a diez llegaron los restos de la columna de Chief, 200 ó 300 hombres, protegidos por el fuego de la batería ligera y por los escuadrones de Alcántara. A las once y media se dio nueva orden de abandonar la posición, saliendo toda la fuerza menos el regimiento de San Fernando, que, arengado por el Teniente Coronel Pérez Ortiz diciendo que no se abandonaba Drius, fue a cubrir el parapeto; el General Navarro dice entonces a ese Teniente Coronel que las circunstancias obligaban a abandonar la posición, y ya entonces salen estas fuerzas, teniendo que hacer frente a la agresión del enemigo, que asaltaba la casa de Dríus, pero llegando en perfecto orden hasta el Gau, encontrando en el camino material abandonado y muchos muertos, pues en el río habían sido atacadas las fuerzas que les precedían; ya en el paso del río, la fuerza lo hizo en masa, en la que el enemigo causó muchas bajas, tratando inútilmente el General Navarro y el Teniente Coronel Pérez Ortiz de reorganizar las tropas. Comprobando en parte la declaración de este Sargento, se hallan las del Capitán Catalán de Ocón (folio 1.017), que dice en Drius transcurrieron con tranquilidad la noche del día 22 y la mañana del 23, y que careciéndose de menaje para ranchos, le mandó su Jefe a la plaza por él; la del Teniente Médico D'Harcourt (folio 1.108) afirmando lo mismo, y que el 23 le sorprendió la orden de abandonar la posición, lo cual no se podía esperar, y, por fin, la del Comandante de Intendencia Armijo (folio 1.806 y siguientes), diciendo que el General vacilaba entre continuar en Dríus o seguir a Batel, pero él, por su parte, como opinión personal, hubo de exponer la de mantenerse allí, por la mayor capacidad del campamento, disponer de aguada y la gran cantidad de municiones en él existente. Resuelta la evacuación, quedaba también resuelto el abandono de la línea del Kert y el exterminio irremediable de la columna, que al fin sobrevino. Salió la Caballería (Capitán Chicote, de Alcántara, folio 1.874 vuelto) a proteger el repliegue de las posiciones evacuadas y el camino de Batel, teniendo que combatir con el enemigo a pie y a caballo; siguieron las demás fuerzas algo deformadas, avanzando sin obstáculo hasta más allá de Uestié, desde donde arreció el ataque enemigo, abriéndose paso la columna gracias a los escuadrones de Alcántara hasta llegar al río Gau, donde el enemigo la desorganizó por completo, volviendo a empezar la retirada en huida, como había sucedido en Anual.

No es posible detenerse en detalles, que además sonrojan al leerlos y al escribirlos; pero puede encontrarlos el Consejo en las declaraciones del Teniente de Artillería Gómez López (folios 834 y siguientes), del Teniente de Infantería Bernárdez (folios 1.460 y siguientes), del Alférez de Ceriñola Guedea (folios 1.249 vuelto y siguientes) y en cuantas se refieran a este triste éxodo de la columna. Del Gau a Batel decreció el fuego y se llegó al caer el sol, pero en tal estado la columna, que toda organización parecía imposible. Se consideró a Batel sólo como sitio de tránsito y se continuó a Tistutin, y ya en este camino puede decirse que desapareció el regimiento de Caballería de Alcántara como unidad orgánica, como expresa el Coronel Fernández Pérez (folio 499) en conjunto y detallan- las declaraciones del Teniente Bravo (folio 1.380), los soldados Moreno, del quinto escuadrón (folio 138), y Chaver, del segundo escuadrón (folio 1.913 vuelto), y el herrador Pavón (folio 2.053). [...]

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