S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Introducción a la historia de la Guerra Civil Española |
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Fermín Galán y Antonio Beltrán, “el Esquinazau”, durante la Sublevación de Jaca Por Antonio Gascón Ricao
Introducción Con indiferencia de la ideología del autor, o de que el autor se llame Salvador Sediles Moreno, Antonio Graco Marsá Balcells, Miguel Maura Gamazo o Emilio Mola Vidal,[1] en su caso los cuatro testigos cualificados de los sucesos de Jaca de 1930 que nos atañen, se debería tener conciencia de lo subjetivo que resulta cualquier libro de memorias, de ser tomado como punto de referencia histórica. Del mismo modo que resulta comprensible el hecho de que los historiadores tomaran a los autores citados como punto de referencia, al darse por supuesto que por mediación de los mismos resultaba factible poder explicar lo acaecido en Jaca durante aquellos trepidantes días, aunque olvidando en ocasiones que sus relatos eran interesados, al haber sido a la vez, en mayor o menor medida, implicados directos en dicho hecho. A las anteriores fuentes, las únicas impresas y dignas de mención durante la época republicana,[2] añadimos la obra pionera editada en 1984, La sublevación de Jaca, de José María Azpíroz y Fernando Elboj.[3] Puestos a sumar, añadimos la de Esteban C. Gómez de 1996, La insurrección de Jaca. Los hombres que trajeron la Republica,[4] advirtiendo que a la inversa de la anterior, la obra de Gómez resulta subjetiva, prueba de ello, entre otras muchas, es el uso abusivo que hizo el autor de “diálogos” extraídos de las susodichas memorias antes citadas, y con la clara intención de hacer creer de que eran históricos (sic).[5] Por tanto, de hacer balance, la historia de la sublevación de Jaca sigue pendiente de revisión, y que en caso supuesto de volver algún día sobre ella, con la pretensión de llegar a una veraz aproximación de los motivos que desencadenaron aquel fracaso revolucionario del 12 de diciembre de 1930, las herramientas deberían ser la frialdad, el distanciamiento y el correspondiente método. Un fracaso militar y revolucionario, que intentó explicar Salvador Sediles en 1931, tras los fusilamientos de Galán y García Hernández, y tras salvarse Salvador Salinas, al ser su padre quien era, o al ser el propio Sediles el único de todos los militares implicados en los hechos de Jaca al que le tocó la dudosa suerte ser el número tres en aquella macabra rifa y por tanto condenado a muerte, cuando existían otros militares mucho más implicados que él, al haber participado en muertes directas. Pena máxima de la que fue indultado ante la presión de la opinión pública, y la primera la del pueblo de Jaca, y por tanto con una perspectiva personal indiscutible que le daba el derecho de declararlo como tal, de manera explícita, en el prólogo de su obra: “¡Voy a decir la verdad!”: “Es una confesión (la mía) con el pueblo de aquel fracaso considerado. Un fracaso que ha ido de los labios al prejuicio consubstancial. El fracaso de Jaca. Cúmpleme a mí, asesinado aquel hombre que nos llevó a la gloria de la patria, justificar lo que ha tomado carácter de fracaso”. Visto aquel radical comentario de Sediles, al que se debe sumar su angustiosa peripecia vital, ambas causas por si solas deberían ser argumentos suficientes para aceptar una parte de las razones que en su día adujo Sediles, puesto que en resumen, entre las constantes dudas y vacilaciones de los políticos del Comité Revolucionario Nacional -no existe crítica histórica o estudio alguno al respecto de sus respectivos comportamientos-, y las prisas o las improvisaciones de un puñado de militares bisoños más o menos liberales -punto pendiente también de estudio histórico-, era de esperar y suponer que la sublevación de Jaca concluyera en fracaso. Y una parte de razón tenía Sediles, ya que tanto políticos, militares, como civiles, intentaron descargar en los otros la parte de culpa que les correspondió en aquel evidente fracaso. Culpa general o individual encubierta de forma piadosa, al darse la victoria republicana del 14 de abril de 1931, con la proclamación de la II República por vía pacífica y gracia a las urnas. De ahí que precisamente por lo mismo, en principio, no se debería exculpar a nadie de dicho fracaso y aún menos a sus protagonistas principales.[6] Victoria o proclamación, según se mire, que quizás no se hubiera producido de forma tan aplastante de no haberse producido antes el sangriento fracaso militar de Jaca. Por otra parte, queda fuera de cualquier duda el interés y la buena voluntad de todos y cada uno de los conspiradores del momento, en su intento encaminado a cambiar el rumbo de la Historia derribando a la monarquía, con indiferencia de que el 18 de julio de 1936 algunos de ellos acabaron en el bando opuesto. Expuesto lo anterior, el presente trabajo tiene como objeto explicar, a grandes rasgos, lo acaecido con el capitán Fermín Galán en Jaca,[7] al ser precisamente él responsable primero de la sublevación local, y por tanto responsable en igual medida de aquel fracaso. Y a su vez tratar de dilucidar, apeados del mito, el por qué de su errática actuación personal, con la idea de que pueda servir de aproximación crítica, tanto al hecho como a sus personajes más significados. En paralelo, plantear una serie de reflexiones básicas, mediante las cuales se deberían alcanzar respuesta lógicas a las muchas de las incógnitas más significativas de aquel momento, y sobre todo explicar la vinculación existente entre el capitán Galán y civil Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, a la vista del papel fundamental jugado por los civiles de Jaca durante aquel mismo movimiento insurreccional.[8] El enigma de Jaca Sin desmerecer en nada los méritos ni el valor de nadie, y menos aún las favorables circunstancias políticas que propiciaron la llegada el 14 abril de 1931 la II República, como consecuencia de la anterior sublevación republicana de Jaca de 1930 y de su consiguiente tragedia,[9] habrá que reconocer la lucidez del historiador Manuel Tuñón de Lara, al calificar aquellos mismos hechos, de forma certera y en 1976, como “el enigma de Jaca”, al cual no supo dar una respuesta idónea al carecer de las claves precisas.[10] Hoy, aquel enigma denunciado por Tuñón de Lara no resulta tal, de conocer parte de los detalles internos acaecidos durante el desarrollo y ejecución de dicha levantamiento, y menos aún en caso de tener conocimiento de una parte de las razones personales que, según se mire, forzaron la decisión que tuvo que tomar el personaje principal de aquella historia, en aquel entonces un oscuro y desconocido capitán de Infantería llamado Fermín Galán Rodríguez, jefe de la sublevación en aquella plaza, al decidir sublevarse, por decisión propia, no un día cualquiera sino precisamente aquel viernes 12 de diciembre de 1930. Decisión la suya y la de su gente, que en caso de ser neutrales y objetivos, se podría calificar de forma llana de insubordinación o de rebeldía personal, al anticiparse Galán al plan general previsto por parte del clandestino Comité Nacional Revolucionario, y del cual formaba parte subordinada y mínima, encaminado a una sublevación general que debería producirse al unísono en toda España, con la sana y legítima intención de derribar la caduca y decadente monarquía española. Insubordinación la de Galán que pasó por incumplir directamente las órdenes superiores adelantándose al alzamiento, cuando en su caso dependía directamente por cuestiones orgánicas, de ética, de palabra de caballero y militar, de dicho Comité. Decisión la de Galán que concluyó en un aparatoso fracaso, y a diferencia de otros levantamientos anteriores, con victimas incluidas por parte de ambos bandos,[11] y cuando la sublevación general, aplazada por el propio Comité, a causa de motivos de fuerza mayor, estaba prevista en toda España para el lunes siguiente día 15. [12] Noticia al respecto a aquel aplazamiento, que Galán conoció de primera mano, por diversas fuentes directas, en todos los casos fiables, horas antes de su sublevación, sabiendo de antemano, además, lo que pensaban hacer sus iguales los militares, hasta aquel momento comprometidos con él o igual que él, al formar parte todos ellos de la misma operación, y en lo que atañía a las demarcaciones militares más cercanas a la suya como eran Huesca, Zaragoza y Lérida. Por lo mismo, conociendo Galán que en Zaragoza se inhibían de participar en su golpe del día 12, que en Huesca, su primer objetivo, sus amigos los militares estaban sumidos en la duda, y que en Lérida, militares y civiles, no tenían intención alguna de sumarse a su sublevación, aviso que le llegó aquella misma madrugada. Por tanto, decisión la suya que hoy se podría calificar casi de suicida, y más aún al saber, por testimonio directo, que obedeció al final a la particular y nada ortodoxa teoría militar de Galán “de tirar del mantel”.[13] Pero aquello no fue lo peor, pues Galán sabía, a título personal y desde el día 27 de noviembre anterior, que el Gobierno monárquico, representado en la persona del general Emilio Mola, Director General de Seguridad, conocía por sus informadores en Jaca las intenciones personales de Galán de sublevarse en aquella plaza, al haberse ido y mucho de la lengua algunos de los principales implicados, y en particular un civil en concreto, muy implicado también en el complot y al cual Mola puso nombre y apellidos.[14] Información sobre su implicación que le llegó a Galán, los “colegas” son los “colegas”, al ser, de forma sorprendente, antiguo amigo tanto de Emilio Mola, Director General de Seguridad, como del propio general Berenguer, jefe del Gobierno, en los dos casos defensores de la monarquía, mediante una carta directa del propio Mola de aquella misma fecha, en la cual y tras el pertinente aviso de amigo a amigo, planeaba la amenaza implícita por parte del Gobierno monárquico de su inminente detención por golpista a la Corona. Momento en que a Galán no le quedó más alternativa que tirar para adelante e intentar ganar, ya que la parte negativa pasaba, en caso de perder, por acabar por segunda vez en prisiones militares, a todo esto si antes no se procedía a su detención.[15] Misiva que Galán, de forma consciente u inconsciente, ocultó a sus compañeros en la conspiración de Jaca, argumentando a sus subordinados y como excusa a sus evidentes prisas por sublevarse, que “este mes o el mes que viene me trasladan de plaza”. Comentario de Galán, cuando menos incierto, al no existir la pertinente documentación militar de la época que avale aquel supuesto e hipotético traslado, y por tanto, a falta de pruebas, excusa.[16] Unido a ello estaba el grave problema logístico que padecía el plan ideado por Galán meses antes, diríamos que por imprevisión, o porque que toda su experiencia militar se resumía a la vivida en sus campañas africanas y durante su estancia en la Policía Indígena o como miembro del Tercio. Hecho que pudieron comprobar los propios conspiradores de Jaca el día 18 del mes anterior, militares y civiles, momento en que se descubrió, con sorpresa, que Galán no tenía previsto ni pensado plan alguno concreto para Jaca, sino puras especulaciones teóricas basadas en sublevar la población, para después realizar un hipotético avance con una columna militar motorizada que debería caer sobre Huesca, pero sin tener previsto, por ejemplo, los medios necesarios y precisos para poder ejecutar de manera eficaz y rápida el golpe de aquel modo.[17] Pues, de pretender Galán como pretendía adherir Jaca a la sublevación general, cumpliendo los objetivos que él mismo había negociado y pactado antes con el Comité, sublevar la ciudad, y una vez sometida Jaca marchar a ocupar Huesca, después Lérida y de allí a Barcelona, su oportunidad y la de todos los comprometidos locales pasaba, en principio y de forma básica, por el hecho de que diera la coincidencia de que el día concreto de la semana en que se debería producir dicho alzamiento general en toda España, tras la pertinente orden del Comité Nacional, coincidiera en Jaca, a la fuerza, en un viernes y no otro día cualquiera. El motivo estaba, se lo tuvieron que hacer ver a Galán en una reunión interna los propios civiles comprometidos de Jaca, en su caso Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, que el viernes era el único día de la semana en que dicha población se celebraba mercado, y por el mismo motivo convergían en el lugar, con todas sus mercancías, los comerciantes de las zonas más próximas. Circunstancia aquella propicia, apostilló Beltrán, y aquí estaba la segunda pega al fantasioso plan de Galán, para que los conspiradores se dotaran, apoderándose si fuera necesario por la fuerza, del elemento imprescindible y necesario en el cual no había pensado antes Galán, y mediante el cual se podría realizar el previsto avance rápido sobre Huesca: los camiones, pues de hecho los existentes en Jaca eran insuficientes, al no llegar a la decena. De no ser así, y de no darse aquellas dos premisas, Galán lo vio muy claro, quedaría inmovilizado en Jaca.[18] A todo ello se unió el desmesurado interés personal, más que demostrado por parte de Galán, en convertirse en uno de los protagonistas más destacados de aquella misma sublevación nacional, sabiendo después de aquella reunión que de pretender serlo, sus oportunidades únicamente pasaban, iniciado el mes de diciembre, por dos días o fechas muy concretas: el 5 y el 12, ambos viernes. [19] Y los motivos pasaban por dos cuestiones puntuales. La primera era que a partir de la última fecha se iniciarían las tradicionales nevadas, quedando por tanto Jaca aislada por carretera de Huesca, y la segunda, que en la tercera semana de diciembre se empezarían a dar a la tropa en Jaca los correspondientes permisos con motivo de las fiestas de Navidad, con lo cual la fuerza militar acuartelada quedaría reducida a la mitad. De ahí que al final Galán decidiera, por su cuenta y riesgo, sublevarse el día 12 y por tanto no esperar la sublevación general prevista en toda España para el lunes día 15 siguiente. Otro de los enigmas o misterios, y no precisamente de menor cuantía, pasó por la nunca explicada historia acaecida con el destacamento de la Guardia Civil de guarnición en Jaca. Tuñón de Lara no se explicaba, con toda la razón del mundo, el hecho de que los sublevados antes de salir para Huesca no se hubieran procedido a desarmar y detener preventivamente y en masa a la Guardia Civil local. Historia que por fortuna conocemos, con todo detalle y gracias a un documento directo e interno de la Guardia Civil de Jaca, o el extraño pacto establecido por los sublevados con los Carabineros de la plaza, después del grave incidente que acaeció. Cuerpos ambos que representaban en Jaca, más o menos, 60 hombres bien preparados y armados, y que a la marcha de las dos columnas revolucionarias quedaron a retaguardia, siendo en su caso los encargados de recobrar el pueblo al producirse el fracaso de la sublevación., reduciendo en un visto y no visto a los inexpertos sublevados que quedaron en ella destinados para su vigilancia. El siguiente enigma pasa por en el enorme retraso que se produjo en la formación, pertrecho y marcha de las dos columnas que partieron, en cumplimiento de su objetivo y con dirección a Huesca, una motorizada y la segunda en ferrocarril, de tenerse en cuenta que en la práctica la sublevación propiamente dicha se inició a las 5 de la mañana, y que la primera columna partió a las 14,30 horas de la tarde, mientras que la segunda, vía ferrocarril, no partió hasta las 16,40 horas. Por tanto es evidente que aquel retraso propició que el Gobierno estuviera muchas horas antes en sobre aviso, tanto por teléfono como por telégrafo, al tardarse horas en empezar los sublevados los cortes de las líneas, de hecho no estaban previstos, y produciéndose en el intermedio esperpénticas conversaciones con el “enemigo”.[20] Información que permitió al Gobierno tomar las medidas pertinentes y necesarias, y desde las horas 11 de aquella misma mañana, encaminadas a aplastar la sublevación tal como acaeció. Una poderosa razón que Galán, como jefe máximo y antes de partir, tendría que haber previsto y sopesado, y más aún sabiendo que nadie en Aragón o en España les estaba secundando, y menos aún en Huesca, su primer objetivo. Los conspiradores civiles de Jaca Tras el triunfo en las urnas de la República el 14 de abril siguiente, y con la euforia consiguiente que comportó, no hubo tiempo ni interés alguno, y menos aún por parte de los medios de comunicación de la época, en explicar el papel que habían jugado los paisanos jacetanos en aquella fallida sublevación,[21] minimizado aún más a causa de los desgraciados fusilamientos de los militares Fermín Galán y Ángel García Hernández el 14 de diciembre, y encubierto aún más al cobrar protagonismo personal, en mayor o menor medida y con la llegada de la República, algunos de los oficiales que habían participado en aquella fracasada sublevación, tal como la describió el oficial Salvador Sediles, uno de los principales implicados.[22] De entrar en detalles, y según el testimonio personal de Sediles, Galán en principio no tenía prevista la participación civil en la sublevación en Jaca. Sin embargo, y después de mucho darle vueltas al asunto, llegó a la conclusión de que de algún modo se debería disimular la “militarada” local que estaba a punto de producirse, en un intento por hacer creer a la opinión pública que el golpe no había sido obra exclusiva de los militares de “siempre”. Y de ahí que al final Galán decidiera aceptar la presencia de civiles en la misma, pero con la intención de hacer creer de que en Jaca había sido en primer lugar el pueblo llano el que se había sublevado, al cual había seguido de forma solidaria el propio Ejército. [23] Pensado a la inversa de Galán, el Comité Nacional Revolucionario estaba formado en su totalidad por civiles, y si dicho Comité había decidido contar con unos pocos militares más o menos liberales, era porque los necesitaba como palanca necesaria e imprescindible para poder dar el golpe, ya que dichos militares deberían ser los encargados de asumir el mando militar de determinadas unidades ya comprometidas, pero en el momento preciso de producirse el golpe dichos militares quedarían supeditados y bajo el mando directo de los miembros civiles del futuro Gobierno Provisional de la República. Al cambiar de idea, Galán inició contactos con algunos elementos civiles de Jaca, empezando por los representantes de los socialistas locales, como eran los casos de Alfonso Rodríguez, el Relojero,[24] Julián Borderas Pallaruelo, el Sastre,[25] o de Pío Díaz,[26] presidente del Círculo Republicano Socialista de Jaca, que aceptaron de buen grado adherirse a la conspiración, a los cuales siguieron Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, Antonio Mur, que años después sería alcalde Jaca, Mariano Vizcarra, Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, socio y amigo de Beltrán, Luis Duch Lacasa, Ricardo Mairal, Francisco Laclaustra, Adolfo Palacios, Vicente Malo, Ángel Sagasti, Antonio Trullas, Leoncio Villacampa, Venancio Domínguez y así hasta una cuarentena. Posiblemente, y a causa de su probada experiencia militar, había participado antes en la Revolución mejicana encabezada por Pancho Villa, y en la I Guerra Mundial con la Legión Americana, se designó como jefe de aquellos civiles comprometidos a Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, futuro comandante en jefe de la 43ª División republicana durante la Bolsa de Bielsa (abril-junio de 1938), que gracias a su labor y la de sus compañeros, permitió a Galán, entre otras muchas cosas, poder contar el día de la sublevación con la necesaria e imprescindible columna de vehículos, tanto camiones, coches, como autobuses, de los cuales se sirvió Galán para llevar a la tropa republicana al encuentro con su destino en las inmediaciones de Cillas. Galán, indudablemente fue el mártir y el símbolo, pero hombres como el Esquinazau fueron básicos para poder hacer posible que la República surgiera impetuosamente en un rincón pirenaico aquella madrugada. En Jaca, como no se subleve el Obispo... Antes del primer y último aniversario de la Dictablanda, término acuñado por el escritor Bergamín, en los últimos meses de 1930 se generalizaron en toda España los rumores que hacían referencia a inminentes motines. A aquella alarma social se correspondía en los cuarteles con una mayoritaria indiferencia por las gestiones que estaba llevando a cabo el gobierno del general Dámaso Berenguer, sustituto del golpista Primo de Rivera, antiguo Comisario en Marruecos y máximo responsable del Desastre de Annual, “obra disgregadora” en opinión de la derecha monárquica y absolutista que detentaba el poder, mientras que en el caso de una minoría, lo que empezó como un expreso y un velado rechazo a aquella misma política, en la práctica se tradujo en una serie de maniobras conspirativas que corrieron a cargo de los sectores más liberales del propio Ejército. Al proceso huelguístico reivindicativo de aquel momento, paralelo al alarmante crecimiento del paro, siguió una irresistible curva ascendente tras los años de represión de la Dictadura. Factores todos ellos que favorecieron el juego antidinástico, tanto entre militares como entre intelectuales, o entre los sectores políticos y sindicales, situación general por tanto ideal para los conspiradores republicanos que la veían con agrado, y como un medio propicio para poder lograr sus objetivos revolucionarios. El mes de agosto anterior, en la donostiarra calle Garibay, domicilio social de Unión Republicana, los partidos republicanos y nacionalistas habían firmado lo que se dio en llamar después el Pacto de San Sebastián, un acuerdo que culminó en una alianza de mutua asistencia y en el nombramiento de un Comité encargado de unificar las distintas actividades pactadas, pero del cual quedaron excluidas las fuerzas sindicales, al no invitarse a dicha reunión a la UGT ni a la CNT. A pesar de ello, en octubre los sindicalistas aceptaron prestar su apoyo al autodenominado Comité Revolucionario Nacional, comprometiéndose ambas centrales sindicales a organizar una huelga general pacífica en toda España que debería culminar, según las propias previsiones del propio Comité, en la insurrección de determinadas guarniciones militares con las que ya se estaba en contacto. En medio de todo aquello, el capitán Fermín Galán Rodríguez, que había sido puesto en libertad en diciembre de 1929, tras cumplir en el castillo militar de Montjuic tres y medio de sus seis años de condena por complicidad en la “Sanjuanada”, un complot destinado a acabar con la Dictadura de Primo de Rivera en 1926, encabezado por los generales Valeriano Weyler y Francisco Aguilera, a finales de junio de 1930, y desatendida su petición de traslado a la plaza de Barcelona, donde contaba con grandes amigos, particularmente entre la CNT, se le destinó de forma forzosa a Jaca, en concreto al Regimiento de Infantería Galicia núm. 19, unidad bajo el mando del coronel Miguel de León, que a su vez contaba como segundo al teniente coronel Julio Mangada, estrafalario personaje que al final acabó implicándose en la sublevación.[27] En contra de la opinión general generada como consecuencia del mito posterior de Jaca, Galán era en aquellas fechas un gran desconocido, y más aún para el recién constituido Comité Revolucionario Nacional. De ahí que hiciera fortuna la frase del periodista Graco Marsá, ante la pretensión de un tal Galán de sublevar aquella plaza y tomar por sorpresa la pequeña guarnición de Huesca, afirmando en plan irónico que “en Jaca como no se subleve el obispo”, pues de hecho y antes de la propuesta de Galán, el objetivo de Jaca no estaba contemplado bajo ningún aspecto en el primer plan general de sublevación, según declarará un tiempo más tarde el propio Graco Marsá.[28] De esta forma, la primera noticia que tienen de él y de su pretensión, es gracias a la gestiones realizadas por el capitán Salvador Salinas, hijo del jefe del Estado Mayor de la 5ª Región (Zaragoza), quien tras mucho insistir consiguió que Galán fuera llamado por el Comité a Madrid para una entrevista previa. A finales de septiembre o principios de octubre, según la fuente, Galán marchó a la capital de España, con la intención de poder intercambiar impresiones con el Comité Revolucionario, y en el caso de llegar a un acuerdo con el mismo, para exponerles un nuevo y audaz plan, dado que Huesca, su primitivo objetivo, se desconocen los motivos, se le había quedado pequeño y por lo mismo pretendía ampliarlo alcanzando en su objetivo final la mismísima Barcelona. Para lograr el mismo, Galán contaba sobre el papel con las fuerzas de Jaca, militares y paisanos, más el compromiso de un puñado de sindicalistas catalanes, que sublevados en Jaca, se unirían en Huesca con los ya comprometidos en aquella plaza, y todos juntos deberían marchar sobre Lérida. Ocupada ésta, debería caer sobre Barcelona, donde contaban con el supuesto apoyo de los sindicalistas, y desde allí, caso de triunfar, se pensaba en poder organizar y enviar dos columnas que marcharían, a su vez, en dirección a Madrid y Levante. El Comité escuchó atentamente el plan propuesto por Galán, pero se mostró muy reticente al mismo, visto el elevado riesgo que conllevaba aquella compleja operación, y en el supuesto caso de llevarse a cabo como pretendía Galán, y más aún al tener unos objetivos tan lejanos y a la vez tan sumamente complejos. Operación, que caso de llevarse a efecto tal cual, multiplicaría los riesgos de dar al traste con toda la operación general que ya estaba prevista y en marcha en toda España, y que bien mirada resultaba mucho más sencilla y factible, pues se trataba de sublevar determinadas guarniciones situadas en puntos muy concretos, pero en todos los casos significativas dado el nivel de compromiso de algunos oficiales, y en principio sin necesidad de marcha alguna. Sin embargo, aceptaron incluir la propuesta de Galán dentro del plan general, siempre y cuando se supeditara y acatara con todas de la ley el mando unificado y las órdenes directas provenientes del Comité Nacional, a lo que Galán se plegó sin grandes esfuerzos, siendo nombrado, según alguna fuente, Delegado del Comité Revolucionario Nacional en Aragón.[29] La única modificación que sufrió la idea original de Galán fue la de sustituir a los sindicalistas barceloneses propuestos por él, por un centenar de estudiantes madrileños del FUE de Madrid, que se le proporcionarían en su momento y cara a su marcha sobre Huesca. Posteriormente, los capitanes Juan Aiza y Salvador Salinas, anteriormente comprometidos con Galán, se pusieron en marcha, viajando el primero a Huesca y Barcelona, y Salinas a Zaragoza y Lérida, mientras que Galán recorrió Calatayud, Zaragoza y Huesca para después reintegrarse a Jaca. Los otros delegados civiles de Galán, además de Rafael Sánchez Ventura en Zaragoza, eran el sindicalista Antonio Leal en Barcelona y Ramón Acín, profesor de dibujo de la escuela Normal de Huesca y líder de la CNT en las tierras oscenses. Un hecho significativo, pues da la medida de la traición de sus propios camaradas militares, es que en aquellos mismos días Galán se entrevistó en el Casino de Zaragoza con el general Joaquín Gay del Arma de Artillería, asistiendo a dicha reunión el teniente Eustaquio Mendoza y el catedrático Rafael Sánchez Ventura, el hombre de Galán en la ciudad del Pilar. En el transcurso de la misma el general Gay prometió su total apoyo: “Esto es lo que yo necesitaba. La ‘cornetilla’ de Infantería que me ayudase a hacer la revolución...”, haciendo referencia a la divisa de los infantes. Dos meses más tarde, el 13 de diciembre siguiente y tras la fallida sublevación de Jaca, el mismísimo general Gay, ascendido a general de División, sería nombrado vocal instructor en la causa militar seguida contra Fermín Galán y sus compañeros de armas, substituyendo en la presidencia, debido a su sordera, al general Lezcano, y a la par ostentando el flamante cargo de gobernador militar de la plaza de Huesca. El Comité y Jaca Desde principios de septiembre, en Jaca, y sin todavía contacto alguno con el Comité Nacional Revolucionario, aparte del estamento militar ya comprometido, se había constituido paralelamente un Comité Revolucionario civil, que en su caso sería el encargado de prestar su apoyo a Galán, tanto físico como material, a todo lo largo de la conspiración. Formaban parte del mismo Antonio Beltrán Casaña, el Esquinazau, Antonio Mur, sin ninguna vinculación con la fonda Mur, como repetidamente se le ha atribuido en la pluma de un conocido historiador franquista, Julián Borderas, el Sastre, futuro diputado socialista por Huesca en las elecciones de febrero de 1936, Alfonso Rodríguez, el Relojero, Mariano Vizcarra, Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, cuyo apodo erróneamente le han adjudicado en ocasiones a Beltrán, y Pío Díaz, presidente del Círculo Republicano Socialista. Las reuniones previas a la sublevación tuvieron lugar en el Casino "La Alegría Juvenil", en el bar "El buen gusto", que solían frecuentar los socialistas, o en el "Café Universal", situado junto a la Catedral y sede de los republicanos radicales, donde lindas damiselas al gusto de la época interpretaban casi a diario números de destape. El martes 18 de noviembre los conspiradores de Jaca se reunieron como otras veces en la calle Mayor bajo los balcones mismos del teniente coronel Rodríguez Mantecón, jefe de los Carabineros, en la trastienda de Alfonso Rodríguez, el Relojero. A dicha reunión, convocada casi a la carrera, asistió la plana mayor: Galán, García Hernández, Sediles, Mendoza y Marín por los militares, y Borderas y Beltrán por los civiles. La primera sorpresa fue, tal era su impaciencia, que Galán pretendía sublevarse, sin más requisitos, aquella misma noche. Ante la grave y sorprendente propuesta, el encargado de disuadirlo fue Beltrán, argumentando que si después de sublevarse en Jaca, se pretendía transportar las tropas hasta Huesca, de entrada hacían faltaban camiones, y por tanto se hacía imprescindible aplazar la sublevación hasta el próximo viernes, día de mercado en la plaza, momento en que se podría confiscar los necesarios para poder organizar con garantías el convoy que debería marchar a Huesca. Tras aquel aplastante argumento, que puso al descubierto los nervios, la imprevisión, o según se mire la falta de capacidad de mando de Galán, se cerró la reunión acordándose esperar hasta el viernes día 21.[30] El motivo de aquella esperpéntica reunión de Jaca estuvo, en que después de muchos titubeos el Comité Nacional había decidido fechar aquel movimiento para el 14 de noviembre. Pero el día señalado, en Madrid se celebró el entierro de cuatro obreros que habían muerto dos días antes al desplomarse un edificio. Durante dicho sepelio se produjeron graves enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas de orden público, incidentes que se saldaron con la muerte de dos trabajadores más. Consecuencia del hecho, estalló en Madrid una huelga general que duró hasta las 6 de la tarde del día 16. A causa de aquellos mismos incidentes de Madrid, y en solidaridad, se desencadenaron entonces huelgas en diferentes puntos de España, sostenidas a remolque de los acontecimientos por la CNT y la UGT, y fue en Barcelona, y a causa de las posturas endurecidas y radicales de los obreros, lo que provocó la reaparición del pistolerismo del conservador Sindicato Libre, que dejó otro reguero de sangre con cuatro obreros muertos más. Aquellos luctuosos sucesos, que deberían haber excluido posiciones ambiguas y tibias y abocar al “ahora o nunca”, movieron de manera paradójica al Comité Revolucionario republicano a fijar una nueva fecha: la del día 26 noviembre. Aplazamiento que provocó la confusión total en la base republicana implicada. Por otra parte, la información puntual que recibía el gobierno monárquico sobre los preparativos insurrecciónales era tan correcta, que Mola, Director General de Seguridad, tenía en su poder la lista de los principales comprometidos. Por el contrario, entre los conspiradores reinaba el caos más absoluto al no entender nadie nada. Sorpresas y esperanzas Aquel viernes 21 en Jaca no se movió nadie, pero el que sí se movió fue el Comité Revolucionario, espantado tras recibir días antes una carta conminatoria de Galán en la cual les amenazaba: “Si no salen, saldremos nosotros”, dándoles ocho días de moratoria, fecha que volvía recaer en el siguiente viernes día 28. Una amenaza que rompía en pedazos el esquema general diseñado para la sublevación nacional. Por dicho motivo se decidió enviar al enclave pirenaico a unos "excursionistas" madrileños; el abogado Antonio Graco Marsá, José Rico Godoy, (padre de la famosa periodista), Fernando Cárdenas Abarzuza, Ramón Martínez Pinillos, colaborador del diario Rebelión, a los que acompañaban los militares Aiza y Salinas, provenientes todos ellos de Zaragoza. Al iniciarse la reunión, Galán empezó por argumentar que el momento era sumamente propicio dada la abundancia de huelgas, y además había tres temas que le preocupaban mucho y que parecían no ser tenidos en cuenta por Madrid. El Supremo de Guerra y Marina estaba ventilando el pleito de las escalas de Artillería, de ahí la supuesta e interesada adhesión anterior del general Gay en Zaragoza, que caso de resolverse favorablemente, como acaeció, le hacía temer la pérdida de la colaboración de aquella arma tan vital, y "además, se nos a echar encima la época de las nieves", que unido a los ya próximos permisos navideños daba como consecuencia que la operación de Jaca se podía ir al garete en cualquier momento. Por su parte, el capitán Salinas, recién llegado de Zaragoza, expuso al Comité de Jaca y a los recién llegados la situación y su última entrevista con el Comité Revolucionario Nacional, más concretamente con Marcelino Domingo, y la conclusión, más bien orden, era simple, el Comité había dado instrucciones de aplazar de nuevo la fecha. Hecho que confirmaron los recién llegados de Madrid, pasando seguidamente estos a exponer a Galán las nuevas órdenes del Comité y de las cuales eran portadores. La primera aplazar el golpe hasta nueva orden, tal como había expuesto antes Salinas, y la segunda era que Galán debería aceptar y aprobar el plan genérico establecido y previsto por el Comité Nacional para el caso concreto de Jaca, reducido en su caso a dos objetivos simples: sublevar Jaca y tomar Huesca. Galán, muy descontento, aparentó doblegarse a las nuevas órdenes, momento en que se le comunicó que dejaba de ser Delegado en Aragón del Comité, pasando a ser el responsable militar único de la futura sublevación en Jaca Después aquellas discusiones, los "excursionistas" partieron aquel mismo día 21, dirigiéndose en primer lugar a Lérida y de allí a Madrid a exponer al Comité lo hablado en Jaca. El día 24 se recibió en Jaca una tarjeta postal procedente de Lérida, su texto: "Lola muy bien. Todos muy contentos. Enviaré detalle. Abrazos. Antonio". Con aquel ingenuo lenguaje “cifrado” de la época, se les comunicaba que los militares comprometidos de la guarnición de Lérida estaban de acuerdo, y que la misma se unía a la sublevación general prevista por el Comité, en principio, todo lo apuntaba, para el miércoles día 26. En aquella nueva espera, los conspiradores civiles de Jaca continuaron ultimando los detalles en una serie de reuniones que tuvieron lugar, con el fin de no levantar sospechas, en el mesón "Esculabolsas", situado a 10 Km de Jaca. El suboficial Ernesto Gisbert Blay, encargado de la fabricación de bombas de mano, de las que los conspiradores carecían, fue acompañado en diversas ocasiones por Beltrán y Borderas a la finca "No te fíes", en la carretera de Biescas y propiedad de Pío Díaz, donde tuvieron lugar las pruebas de aquellos artefactos caseros con resultados poco o nada satisfactorios. Situación ambigua En aquellos mismos días Ramón Franco[31] se encontraba encarcelado desde el 11 de octubre anterior, por su participación en una insurrección que finalmente había sido abortada, siendo su propio hermano Francisco Franco, entonces Director de la Academia General Militar de Zaragoza, el que lo había delatado a la policía. Pero la “oveja negra” de los Franco decidió la madrugada del día 25 de noviembre, sin encomendarse a nadie, escapar de prisiones militares en compañía del ex comandante Alfonso Reyes, condenado a varios años de presidio por un delito de malversación de fondos. La situación creada con aquella sorpresiva fuga, y el escándalo consiguiente que provocó dada su fama, constituyó un excelente pretexto para que el Comité Nacional volviera, por segunda vez, a postergar el ansiado día “D”, provocando en las bases de la conspiración otra nueva confusión total. Por otra parte, la información que poseía el gobierno referida a los preparativos insurrecciónales era cada vez más próxima a la realidad, y fue entonces cuando Mola, Director General de Seguridad, escribió a Galán una misiva realmente insólita, puesto que le pedía que meditara su postura: "Sabe el gobierno y sé yo de sus actividades revolucionarias y sus propósitos de sublevarse con tropas de la guarnición...". Galán de forma irresponsable ocultó la misiva a sus correligionarios, y su confianza en el Comité civil, si alguna vez la tuvo, debió vacilar, y debió ser en aquel preciso momento o un poco más tarde cuando tomó la decisión de tirar para adelante acelerando al máximo el proceso de su sublevación, pasando si hacia falta de palabras dadas, en un camino sin retorno y antes a poder ser de que se produjera su ya más que presumible detención. Algo de ello se vislumbra, cuando volvió a enviar de nuevo a Sediles, Marín y "el Esquinazau", en el taxi de Francisco Cavero, el Taxista de Canfranc, a Lérida, donde se sus emisarios se entrevistaron en un taller de maquinaria agrícola, propiedad de Francisco Arques, con los militares Servando Marenco[32] y Jesús Pérez Salas.[33]. En dicha reunión, los militares leridanos se mostraron de acuerdo en las sospechas de que existía un cierto aroma a traición dentro de su círculo, a la vista de tantos aplazamientos, y por lo mismo coincidieron con los emisarios de Jaca en que se hacía imprescindible acelerar al máximo la sublevación antes de que se destapara todo y empezaran a rodar cabezas. Concluida la misma, Marengo partió hacia Valencia y Pérez Salas se dirigió a Tarragona, donde pensaban tantear el terreno, y con las observaciones que se recogieran de los otros conspiradores tenían la intención de dirigirse a Madrid, donde ambos deberían juntarse con un delegado previamente enviado desde Jaca, para después contactar con el Comité Nacional al que expondrían nuevamente su plan, con la intención de lograr del mismo una decisión definitiva. Por aquellos mismos días, Beltrán se presentó en su casa de la calle Fregenal con un rollo de galón tricolor encargando a Teodora Bescós, su esposa, que hiciera con él todas las "sardinetas" que pudiera. Extrañada la mujer, le pregunto por su utilidad, a lo que Beltrán respondió, con estudiada indiferencia, que simplemente eran para ponérselas en la gorra todos los amigos, como adorno, en la próxima “excursión” que pensaban realizar. Por supuesto “la excursión” a la que se refería "el Esquinazau", y de la que su esposa desconocía todo, era la asonada, y las “sardinetas” el emblema que debería distinguir el día de la sublevación a los revolucionarios de los “otros”. Otro hecho que muchos jaqueses ignoraban, es que en aquellos mismos momentos, un sastre, Lucas Biscós, del quien nadie sospechaba el más mínimo interés por la política y menos aún por la revoluciones, ya había ultimado en su taller la confección de una enorme bandera con los colores republicanos, con la cual pasará a la posteridad al portarla personalmente en la famosa foto de la lectura del bando de Galán el día de la sublevación, que concluía: “…En nombre del gobierno revolucionario queda en la ciudad de Jaca proclamada la República”, foto que captó de forma muy oportuna el fotógrafo local Francisco de Las Heras.[34] Madrid aplaza, Galán ultima Fueron pasando los días, pero ni Madrid ni Lérida daban señales de vida. Galán impaciente empezó a asediar al Comité con continuas conferencias telefónicas, y la respuesta era siempre la misma: "¡No!, ¡Hay que esperar!". Un nuevo acontecimiento forzó aún más a Galán: la aparición en el Diario Oficial de la temida autorización a los capitanes generales para conceder permisos con motivo de la Navidad. Un punto más que obligaba a Galán a tener acelerar la sublevación, puesto que en Jaca ya había demasiada impaciencia retenida y más aún en su caso particular. A todo esto la primera oportunidad del viernes 5 de diciembre ya se les había pasado. Por fin, el lunes día 8 se recibió en Jaca un telegrama de Madrid que decía: "Enviamos libros que salen hoy mismo". Es decir, pareció que era el Comité y no Galán el que volvía a tomar la iniciativa. El día 9 por la noche, llegaron a Jaca procedentes de Madrid, Cárdenas, Pinillos, Rico Godoy y el capitán Miguel Gallo,[35] que a la sazón se encontraba en Zaragoza de permiso, pero el primer comentario volvió a arrojar otro jarro de agua fría: "Fecha fija no traemos...". De aquel modo la eterna pregunta continuaba sin una respuesta definitiva, pero, eso sí, se les avisaría en el momento oportuno, mediante la visita personal de un emisario, que con dos días de antelación sería el portador de la fecha definitiva del alzamiento. Entonces fue cuando Galán impaciente impuso sus draconianas e inflexibles condiciones: "... si (el emisario) no llega el día 11, el 12 por la mañana saldremos a la calle...". La razón era obvia, el día 12 volvía a ser viernes y tornaba a haber mercado en la plaza, y por tanto aquella era la última y definitiva oportunidad que tenía Galán para poder conseguir los necesarios camiones previstos para su marcha rápida sobre Huesca, tal como le había aconsejado Beltrán, el Esquinazau, puesto que no tardarían en caer las primeras nieves, nevadas que de hecho se iniciaron el día 15. En Madrid, el Comité sabía que toda demora no hacía más que complicar aún más las cosas, y por lo mismo se estimaba que la insurrección debería iniciarse en toda España, alargando mucho, la semana que concluía el domingo 14 de diciembre, pero entonces fueron los militares de Valencia quienes pidieron al Comité un nuevo aplazamiento. En medio, Galán ajeno pero dispuesto a todo, y fiel al comentario realizado horas antes, decidió aquel mismo día 9 enviar a Madrid su famoso telegrama: "Viernes día 12, enviad libros", refiriéndose al día previsto por él para sublevarse, y al envío desde Madrid de los estudiantes de la FUE comprometidos y que deberían participar junto con él en la sublevación, que del centenar previsto quedaron reducidos a un magro puñado. Hablando de telegramas. Hasta la fecha ha sido notoria la injusticia cometida por la mayoría de los autores que han tocado el tema de Jaca, al tratar sobre el papel desempeñado en todo aquel enredo por Venancio Domínguez el telegrafista de Jaca, y por lo mismo pretendemos reparar en alguna medida el despiste general. El paisano Domínguez colaboró desde el primer día con Galán, enviando los telegramas a Madrid fuera de hora y por canales especiales, con una sola reserva: "Yo no quiero saber nada de fusiles", y por supuesto no fue él, tal como se le ha atribuido, el personaje que tan oportunamente puso en aviso al gobierno el día de la sublevación. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de la telegrafista y de la telefonista respectivamente de Ayerbe, Anita Companys y Anita Torrero, “premiadas” en enero siguiente con una pulsera de oro por el general Berenguer, jefe del gobierno, por su “estimable cooperación”. El miércoles día 10, Cárdenas y Sediles partieron para Lérida con la intención de ultimar los detalles con los elementos civiles implicados de aquella capital. La reunión tuvo lugar aquella misma noche en la clínica del doctor Benavent, y en el transcurso de la misma los implicados leridanos les pidieron a los de Jaca armas y garantías. Se les prometió lo primero, y lo segundo quedó pendiente de la llegada del emisario de Madrid, que caso de producirse, se les avisaría telefónicamente de lo convenido. Al concluir todo quedó aclarado y en la espera del día 12. Durante dicho viaje, según Graco Marsá, ocurrió un hecho vital que Sediles, curiosamente, no recoge en su libro, él sabrá por qué, al enviar Cárdenas a Madrid y desde Lérida un telegrama cuyo texto decía así: “Retrasar envío “libros” sábado”, firmándolo incluso con su propio apellido, algo completamente insólito. En Madrid, donde ya se estaba preparando la expedición civil para Jaca con la intención de salir el jueves, vacilaron ante el mensaje, puesto que daba a entender que se había producido otro nuevo retraso, y que el golpe debería producirse el domingo de madrugada. A pesar de ello optaron por continuar con el plan previsto. Aquel hecho polémico, publicado en el semanario La Calle en abril de 1931, explicaría en parte la actitud final del emisario del Comité, Casares Quiroga. La de irse a dormir tranquilo, la noche del 11 al 12 de diciembre, pensando que tenía todavía un día más para dar la contraorden.[36] La larga noche El telegrama de Galán del día 9 surtió efecto, puesto que el día 11 salió de Madrid con dirección a Jaca Santiago Casares Quiroga,[37] el delegado designado por el Comité, en aquel momento Gobierno provisional, al que acompañaban Graco Marsá, Luis Lumpuy, el doctor Manuel Pastoriza, que era portador de una nueva orden de aplazamiento para la operación prevista por Galán en Jaca, y que, además, llevaba la orden de hacerse cargo personal de la dirección civil en Jaca en cuanto se produjera el movimiento, quedando por tanto Galán supeditado, a todos los efectos, de Casares Quiroga. También aquella misma mañana partieron de Madrid dos taxis con los "esquiadores" previstos. Uno al mando del joven abogado José Rico Godoy y el otro al de Rodríguez Delgado. Al llegar Casares Quiroga y sus acompañantes a la ciudad, eran las 23 horas del jueves 11, se personaron en el Hotel Mur donde sabían todos ellos que se alojaba Galán, y donde suponían que estaba en aquel momento reunida la plana mayor revolucionaria a la expectativa de cualquier noticia, como así era, pero después de tocar repetidamente el claxon nadie se asomó a las ventanas, y cuando el sereno finalmente les franqueó la puerta, no vieron a nadie salvo a una mujer que les comunicó que no hay habitaciones libres, entonces, visto el panorama y por no levantar más sospechas, decidieron marchar al hotel La Paz, situado en la calle Mayor y al otro extremo de Jaca, y después de inscribirse se fueron a dormir. Detalle que después justificará supuestamente Casares Quiroga aduciendo “¡Cuando se ha visto que los militares se subleven (en España) a la hora convenida…!” Aquella noche, Teodora esperó inútilmente la vuelta de Beltrán al domicilio conyugal, ya que éste, a las 2 de la madrugada, estaba conversando a la entrada de la ciudad, en compañía de los capitanes Sediles y García Hernández, con el médico Benavent recién llegado a Jaca procedente de Lérida. Las noticias de Benavent no podían ser más desalentadoras, los comprometidos, a los cuales representaba, habían decidido retrasar unos días la intentona ante el inminente levantamiento, que aseguraba constarles debería tener lugar en Valencia y Tarragona el lunes próximo día 15. [38] Advertido poco después Galán por el propio Benavent, de al parecer nuevo aplazamiento, afirmó displicente: "¡Bueno! Pero eso debe estar previsto por el Comité de Madrid... Nosotros si no llega directamente del Comité orden en contra, no tenemos más remedio que empezar a las cinco ¿No es lo convenido?". A las 4 horas del día 12 llegaron procedentes de Zaragoza, los oficiales Gallo y Salinas, que confirmaron el compromiso firme de los líderes sindicalistas zaragozanos de declarar la huelga general aquel mismo día 12, promesa que después no se cumplió, pero sin aportar noticia alguna de Huesca y población por la cual habían pasado en su viaje. Ante noticias tan contradictorias, fue Galán quien nuevamente tomó la decisión: "El aplazamiento no cabe. La sublevación está definitivamente decidida". A aquella misma hora, Teodora, la esposa de Beltrán, que no ha podido, inquieta, conciliar el sueño, se levantó precipitadamente al escuchar el ruido de una llave en la cerradura para ver como entraba su marido, con su larga gabardina negra y la gorra ladeada, a recoger con brusquedad el pistolón, un Colt 45, recuerdo de su estancia en la Gran Guerra y que guardaba en el armario. "No te preocupes, no pasa nada", le dijo, y mientras sujetaba el arma a la cintura con un simple cordel la conminó: "Métete en la cama". Beltrán, a la salida de su casa se dirigió a la carretera de Huesca donde se encontraban todos los conjurados, esperando la llegada de los muchachos de la FUE de Madrid que sabían venían en taxi. Eran las 4,30 de la madrugada cuando llegó el de Rico Godoy, y con aquella arribada se inició el primer acto de la gran tragedia de Jaca. Puntualizaciones El azar quiso que Rodríguez Delgado, el otro ateneísta comisionado en su caso por Manuel Azaña, para comunicar la noticia del aplazamiento a Galán, viera incumplida su misión al sufrir su taxi una avería a su paso por Zaragoza. Imprevisto que le demoró de forma considerable, pues cuando llegó por fin a Jaca ya era el mediodía del día 12, y por otro lado tampoco no se le ocurrió a Rodríguez Delgado llamar por teléfono a Galán avisándole de dicho aplazamiento, cuando menos no consta.[39] Aquel vulgar contratiempo, junto a la supuesta flagrante inconsciencia de Casares Quiroga, el otro emisario, han sido las dos principales causas esgrimidas como excusa y a favor de Galán, argumentando que al no tener noticias directas del Comité, su prematuro adelantamiento no debería mirarse como tal, al cumplir Galán fielmente todos los pasos y con el conocimiento del propio Comité Argumento no del todo exacto, ya que, por el testimonio de otro ateneísta, José Rico Godoy, sabemos que éste, en conversación telefónica mantenida con Miguel Maura, miembro del Comité, el mismo día 11 y antes de su partida hacía Jaca, Rico Godoy ya estaba al corriente del aplazamiento, y al recordarle Rico Godoy a Maura la necesidad urgente de avisar a Galán, éste le confirmó: "Tienes razón, ahora mismo sale Casares Quiroga".[40] Resumiendo. Galán supo unas horas antes del nuevo aplazamiento por orden del Comité Nacional. Primero por Benavent, el delegado de Lérida, más tarde por Rico Godoy, informado éste en directo por Maura, y sabiendo también por Rico Godoy que Casares Quiroga tenía que llegar de un momento a otro, y que este portaba la misma orden. El hecho desconocido es si Rico Godoy sabía, además, que Rodríguez Delgado portaba también la misma orden, en su caso procedente de Manuel Azaña. A pesar de ello, cabezón, Galán despreció la noticia llegada a su conocimiento por diversos canales, al no aparecer, según sus férreas condiciones, el Delegado de Madrid, en su caso, Casares Quiroga, y contando sólo con el dudoso apoyo de Huesca, aunque sólo con Ramón Acín y sus sindicalistas, pues Gay y su artillería se había vuelto atrás el día 10, noticia que ya antes le había comunicado Salinas a Galán, y con la supuesta y vaga promesa de la huelga general en Zaragoza, de la que dependía fundamentalmente, puesto que si se paralizaba el ferrocarril, no se podrían enviar refuerzos militares a Huesca, se decidió, según sus propias palabras, "A tirar del mantel, con lo que toda la vajilla rodará por los suelos", pero como en el juego del prestidigitador, salió el mantel y la vajilla permaneció intacta sobre la mesa. Pero en el supuesto e hipotético caso de que Casares Quiroga hubiera compadecido a la cita, Galán posiblemente tampoco hubiera aplazado el alzamiento, por la sencilla razón de que ya estaba decidido a sublevarse, al ser aquel viernes 12 de diciembre su última oportunidad personal, que pasaba por conseguir aquel preciso día los camiones necesarios para sus tropas en su marcha prevista sobre Huesca, puesto que el ferrocarril, tal como se demostró en la práctica unas horas más tarde, era un medio lento, peligroso y muy vulnerable. Detalle en apariencia trivial, que zanja definitivamente el enigma de Jaca. Galán se sublevó aquel viernes porque no le quedó otra alternativa salvo la de dar marcha atrás, pero de haberlo hecho así, y en el caso hipotético de haberse producido el alzamiento nacional el lunes día 15, le hubiera impedido, no olvidemos aquí el frágil factor humano, adjudicarse el mérito de ser el primero o de los primeros, y por tanto se hubiera visto convertido en un mero comparsa más, y su adhesión a la sublevación general en puramente testimonial, al encontrarse bloqueado y sin medios de transporte, en un lejano y oscuro rincón de la geografía española situado a kilómetros de cualquier parte. La Sublevación A las 5 en punto, Galán personalmente y en compañía de los capitanes Gallo y García Hernández lograron sublevar el Regimiento núm. 19 de guarnición en el Cuartel de la Victoria, poniéndolo al servicio de la República. Seguidamente, los militares Salinas, Mendoza y Marín, marcharon a la Ciudadela con la intención de sublevar la batería de artillería allí residente, a los que acompañaban los también militares Gallo y Manzanares, con una guardia mixta de soldados, estudiantes y paisanos, portando también la grave misión de proceder a la detención del general gobernador, Alfonso Beorlegui,[41] y de todos los jefes y oficiales que tenían su residencia en los pabellones de la fortaleza. En el momento de las detenciones, nadie ofreció la más mínima resistencia. Es más, incluso se llegaron a producir escenas tan chuscas como la protagonizada por el teniente coronel Ignacio Zappino Cabrero de Intendencia, que salió de su pabellón dispuesto a "detenerse" a sí mismo, ya que tras encontrarse en el patio de la Ciudadela cara a cara con el teniente Mendoza, le dijo: "Hombre, déme Vd. unos soldados que me conduzcan al Ayuntamiento", "No hace falta, mi teniente coronel - contestó Mendoza - ¡Usted va solo!", y en dicho Ayuntamiento se fueron acumulando con las horas, en calidad de detenidos, los jefes y oficiales no comprometidos con el levantamiento. A las 5,30, Sediles, Rico Godoy y "el Esquinazau", acompañados de una veintena de soldados, se dirigieron al cuartel de los Estudios para sublevar el Batallón de la Palma. Y mientras en la puerta quedaba Rico Godoy al mando de la tropa, Sediles y Beltrán penetraron en el cuartel, no sin antes reducir a la guardia. El testimonio de Sediles es concluyente: Beltrán fue el que arengó, convenció y animó continuamente a la tropa que se había puesto del lado de los sublevados, ya que los oficiales y suboficiales presentes, en un principio, se negaron a participar en el levantamiento con lo que éste pudo concluir aquí en una tragedia. Sediles afirma: "Gracias al cariño que me tenían los soldados, y a la colaboración de Antonio y Pepe Rico, quien inflexiblemente en la puerta aseguraba mi libertad de acción en el interior, se hizo posible el milagro". A las 6, sin mucho revuelo, todo había concluido, al estar detenidos por la tropa y en el salón de sesiones del Ayuntamiento el comandante militar, general Fernando Urruela, y el teniente coronel Alfonso Beorlegui, jefe del Batallón de Montaña núm. 8, llamado de la Palma. Aclarando actitudes Historia distinta es la de la Guardia Civil, que a las 7,15 de mañana, apercibidos antes por un miembro de la Benemérita llegado del exterior, de que se encaminaban hacia su cuartel, con claras intenciones hostiles, una patrulla del Regimiento de Infantería de Galicia al mando del sargento Burgos, y ausente el capitán Félix Mínguez, jefe del destacamento, desplazado a Huesca con el guardia segundo Vicente Hijós, con la misión de recoger los haberes de la unidad, el comandante accidental del puesto, el sargento comandante Demetrio Gallego, acompañado por Francisco Oliván, sargento del Regimiento de Infantería de Galicia e hijo de un guardia del mismo puesto, salieron del acuartelamiento dispuestos a investigar. Encuentro que se saldó con el resultado de la muerte violenta del sargento Gallego, cuyo cadáver fue retirado por sus compañeros a la casa-cuartel, y dos heridos por parte de los soldados: Cruz Bobadilla y Policarpo Urruzola. El cuerpo del sargento no sería “levantado” por el juez de instrucción hasta las 8 de la tarde. . Durante toda la mañana la Guardia Civil mantuvo conversaciones con los sublevados, tanto telefónicas como verbales, con visita incluida al Ayuntamiento del suboficial del cuerpo Modesto Acín, con el fin de aclarar su posición en la revuelta.[42] Al final de aquellas conversaciones, Galán decidió, en un gesto de buena voluntad, reexpedir a los números que tenía detenidos en la estación, desde por la mañana y la llegada de los trenes procedentes de Zaragoza y Canfranc, más otro guardia más apresado a su llegada en el autobús público procedente de Hecho, alojándolos a todos en la casa-cuartel, con lo que fuerza hacía un total de 17 hombres. Sediles siempre afirmó que a su marcha de Jaca, la Guardia Civil había sido desarmada, pero no de la forma que hubiera sido la normal dadas las circunstancias, sino mediante un acuerdo diríamos de caballeros, ya que los fusiles de los guardias fueron depositados, ante los ruegos del suboficial, lágrimas incluidas, y por no perjudicar más al personaje, en una habitación independiente de la propia casa-cuartel de Jaca, quedando bajo la custodia de un puñado de soldados adictos, y en la espera del resultado positivo o negativo de la revuelta, salvándose con aquella extraña “formula” el honor de la Guardia Civil. Dicho suboficial, concluidos los hechos, y en el parte correspondiente al Gobierno Civil de Huesca, explicará a su manera aquella misma historia: "...su misión (la del teniente Cayetano Corbellini Obregón) era interesante toda vez que el elemento del pueblo con armamento del regimiento de Galicia quería atacar y asaltar la casa a viva fuerza, por amor al cuerpo, y dada nuestra actitud, evitar más derramamiento de sangre, y que permitiese que cuatro individuos y una clase vinieran al Cuartel para que en unión de la fuerza del cuerpo defendernos del ataque del paisanaje, lo que permití, pero haciendo presente que bajo ningún concepto, caso de pretenderlo, le entregaríamos el armamento...". Es resumen, según la versión del suboficial, fueron los militares sublevados los que ofrecieron a la Guardia Civil su ayuda para protegerlos de los paisanos, y Acín la aceptó sin rechistar, pero insistiendo en que en ningún momento los habían desarmado, hecho evidentemente incierto. Detalle y testimonio que descubre la realidad de lo acaecido con la Guardia Civil de Jaca.[43] Historia diferente fue la de los Carabineros, ya que despertado en su casa de la calle Mayor su jefe, el teniente coronel Joaquín Rodríguez Mantecón, a causa de los disparos con la Guardia Civil, tras advertir frente a su casa la presencia de soldados armados, y no conseguir comunicar por teléfono con nadie -la centralita no le atendía-, decidió echarse a la calle e incorporarse a su Comandancia. A la salida se topó con Alfonso Rodríguez, el Relojero, y tras intercambiar unas breves palabras ambos, eran medio amigos, quedo claro que Rodríguez Mantecón estaba “por la causa”, es decir, no pensaba intervenir con su fuerza a favor del Gobierno. Llegado al cuartel dio orden a los dos carabineros que estaban de servicio en la puerta de que macharan a dar la orden a sus compañeros, que vivían en diversas casas particulares, de agruparse de inmediato en la Comandancia. A las 8,30 de la mañana, un grupo de militares, entre ellos el sargento Burgos, pero al mando del alférez Rodríguez, acompañados de un paisano, que se estaban empleando en las detenciones de los oficiales, se topó con aquella misma pareja de Carabineros destacados por Rodríguez Mantecón. El grupo invitó a los carabineros a deponer las armas. Tras unas breves palabras y un violento forcejeo, se produjo un corto pero violento enfrentamiento entre los carabineros y la patrulla militar, y justo en las cuatro esquinas –calle del Carmen, cruce con la calle Mayor– cayeron abatidos los carabineros Sabino Ballestino y Manuel Montero, y herido el paisano Rafael Robles Soldevilla. Minutos más tarde una patrulla militar al mando del teniente Ramón Manzanares Molina, se tropezó, al final de la calle Mayor, cerca del Hotel La Paz, con el teniente coronel Rodríguez Mantecón al que acompañaban una docena escasa de miembros de aquel cuerpo, que al oír los disparos anteriores habían salido a investigar. Después dirán los periódicos que los carabineros ofrecieron una heroica resistencia, aunque la verdad fue que fueron desarmados a los pocos segundos por los hombres de Manzanares y sin disparar un solo tiro, retirándose seguidamente con su jefe a la cabeza camino de la casa-cuartel, donde quedaron recluidos hasta que todo concluyó. El final La requisa de los vehículos disponibles comenzó temprano y "por narices". Beltrán, el Esquinazau, salvo los escasos conjurados civiles que corrían de un lado para otro con Dios sabe qué objetivos, sorprendió a la mayoría de sus compadres en la cama, puesto que no habían sido avisados antes, y de ella los sacó a punta de pistola requiriendo de los que poseían automóvil que lo pusieran inmediatamente a disposición de los militares junto con sus personas, requerimiento que efectuaron de mejor o peor grado, y a quienes le habían dado en alguna ocasión un vago compromiso de colaboración, los conminó a ponerse a las órdenes de Galán, siempre, eso sí, con el arma por delante. Cuando mucho después le preguntaban a Beltrán el motivo de aquel singular trato con ellos sus amigos, él sonría zumbón: "Es que si no nadie se hubiera movido". Desde el primer momento el garaje de Esteban Bandrés se llenó a rebullir de soldados que acudían a que se les arrancaran con unas tenacillas la corona, símbolo de la monarquía, que lucían en los alzacuellos de sus uniformes. En el mismo taller se había empezado a abastecer de gasolina los vehículos que, al ser día de mercado, y confiscarse todo lo que tenía ruedas, afluían en gran número. Aquella tarea se desarrolló con gran lentitud pues el carburante tenía de ser vertido en los depósitos ¡con embudo!, puesto que en Jaca entonces no había postes de aprovisionamiento, y cuando se agotaron las existencias, 2.100 litros, Beltrán confiscó a la fuerza 22 de bidones de 250 litros sacados del Monopolio de Combustibles situado éste en las cercanías de la estación de ferrocarril. Semejante hecho explica de forma conveniente el gran retraso con que partió rumbo a Huesca la columna motorizada, y cierra las especulaciones con las que se ha tratado de dar explicación a la demora. Y mientras Beltrán, cumplida su tarea, encaminaba sus pasos hacia el Ayuntamiento, no sin antes desayunar en casa de unos parientes, su esposa Teodora enfadada se negó a dárselo, donde a las 9,10 de la mañana el capitán Ángel García Hernández y Julián Borderas, el Sastre, sin ninguna solemnidad, procedieron al nombramiento a dedo de la Junta Municipal revolucionaria que pasó a ser presidida por el republicano moderado Pío Díaz. Poco después y en la calle, tuvo lugar la lectura del bando en el que se declaraba en la ciudad el nuevo régimen, bando redactado de puño y letra de Galán y del cual, tras “convencer” Alfonso Rodríguez y Vicente Malo a Fausto Abad, dueño de la imprenta local, se imprimieron 40 ejemplares que fueron convenientemente repartidos y pegados por las esquinas de la población. El pregonero en aquella ocasión excepcional resultó ser de nuevo Alfonso Rodríguez, el Relojero, al que dio escolta el capitán Miguel Gallo, flanqueado por un Lucas Biscós exultante al lucir su última creación como sastre: la flamante bandera republicana. Bandera que fue izada en la fachada de la casa consistorial a la 11,30, con la tropa formada, el oficial en saluda y los paisanos descubiertos, mientras la banda interpretaba los sones del Himno de Riego. Detrás de ella, la cara sonriente de don Pío Díaz Pradas, primer alcalde de la República, al que flanqueaban Clemente Baras, Isidro Callaved, Adolfo Palacios, Julián Borderas, Antonio Villacampa y Aurelio Allué, al formar parte todos ellos de la Junta Provisional Republicana de Jaca. La columna motorizada, que tenía que debería haber partido hacia Huesca a las 11 de la mañana, y que a las 13 horas seguía sin concretarse, lo hará a las 14,30 cargándose en los primeros camiones dos morteros de 90 mm., varias ametralladoras, 170 fusiles de repuesto, 117.000 cartuchos, y de comida 789 raciones de pan, 400 latas de sardinas y atún y 30 kilos de chorizo. A grandes números, y de tomar como base de referencia las listas de los procesos posteriores, en Jaca participaron en la sublevación unos 670 militares en todas sus escalas y más un centenar largo de civiles, a los que habría que sumar otro puñado más procedente de los voluntarios civiles que se apuntaron al paso de las columnas por Ayerbe. De todos ellos, partieron en la primera columna de Jaca, la motorizada, unos 450 militares, 370 pertenecientes al Regimiento Galicia y juntos ellos más de 70 civiles, una parte en el papel de chóferes. Y no fue hasta última hora que finalmente se decidió embarcar centenar y medio largo de soldados –la mayoría perteneciente al Batallón de Montaña– en uno de los dos trenes detenidos en la estación desde por la mañana, que partió al mando de Sediles a las 16,40 horas con dirección a Huesca. Unas estaciones más allá, en la de La Peña, les precederá una maquina exploradora al tener noticias de un previsible levantamiento de vías. El resto, hasta un total de 120 –80 de ellos militares– quedaron destinados en Jaca encargados de cubrir los servicios tanto de custodia como de vigilancia, particularmente de los jefes y oficiales detenidos en el Ayuntamiento, un total de 18, y de los 60 carabineros y guardias civiles que, dados los pactos establecidos, quedaron atrás.[44] El final de aquella aventura es sobradamente conocido. A Antonio Beltrán, el Esquinazau, junto con Salinas y García Hernández, les cupo el dudoso honor de ser los primeros prisioneros republicanos caídos en manos del general realista Ángel Dolla en la batalla de Cillas, hecho que de por sí ya pertenece a otra historia. A modo de resumen, la en ocasiones desmemoriada Historia no pudo hurtar la mordaz coplilla popular que resumió con agudeza y en cuatro ingenuas estrofas la clave principal del enigma de Jaca:
ANEXO I: Trascripción literal del documento original y mecanografiado, redactado por el suboficial de la Guardia Civil Modesto Acín, jefe del puesto de Jaca a la muerte del sargento Gallego, y que en la actualidad está en un archivo particular. Gracias a él se pueden conocer todos los detalles inherentes a la intervención de aquel cuerpo el día de la sublevación, así como lo acontecido al día siguiente. Parte de la Guardia Civil de Jaca del día 13 de diciembre de 1930
“Excmo. Señor. Sobre las 7,15 horas de ayer oyó el que suscribe desde su domicilio próximo al Cuartel, varios disparos de arma de fuego disponiéndome acto seguido a salir con dirección al mismo y cuando lo verificaba, se me presentó el Guardia primero Francisco Olivan Estáun para darme cuenta de que una patrulla, del Regimiento de Infantería de Galicia al mando de un Sargento que se conoce con el apellido de Burgos, el que iba por las calles pistola en mano y de lo que momentos antes tuvo noticia el Sargento Comandante del puesto de esta residencia Demetrio Gallego López por un hijo del Guardia segundo José Arilla Villacampa llamado Vicente, soldado del Regimiento citado y cuyo Sargento Gallego acompañado del guardia segundo Lorenzo Álvarez Orós, salieron en dirección a una casa de prostitución donde suponía habían partido algunos disparos; dicha pareja regresó inmediatamente y cuando el que suscribe salía a la calle con el Guardia Olivan, vio perfectamente como la pareja citada era agredida con disparos de fusil, a cuya agresión respondían, y a su lado disparando una pistola reglamentaria del Cuerpo un hijo del Guardia Olivan llamado Francisco Olivan Estaún, Sargento del Regimiento Infantería de Galicia, poco antes de llegar a la puerta vio como el Sargento se desplomó herido mortalmente en la cabeza falleciendo instantáneamente pues el proyectil le había entrado por el ojo izquierdo con salida por la nuca; el que suscribe con el Guardia Álvarez en vista de que los agresores eran de la patrulla de Infantería antes citada, cogieron al Sargento por los tirantes del correaje y lo retiraron al patio del Cuartel, cerrando la puerta donde nos hicimos fuertes en espera del asalto y ataque cuya voz oyó el Guardia segundo Bernardino Calvo Solano y que iban a ejecutar. En esta actitud de defensa pedí varias conferencias con la Central de Teléfonos para comunicar con mis superiores, pero siempre me fue imposible por negarse a hacerlo el Capitán Jefe del movimiento revolucionario como él se titulaba y que dijo llamarse Sr. Galán, el que entre otras exhortaciones que me hizo me dijo que se rindiera la fuerza a lo que contesté que no podía hacerlo por varias razones y la más esencial que necesitaba órdenes de mis Jefes y que mi deber era seguir la suerte con mis compañeros que había corrido el desgraciado Sargento Gallego; entonces le interese viniera el Capitán Médico para que reconociera al Sargento y que le rogaba viniese con él, pero que lo hicieran solos y sin acompañamiento de fuerza, pues de lo contrario me defendería, llegó solo el Médico que no pudo hacer más que confirmar la muerte y al retirarse le rogué interesara del Sr. Galán viniera como me había ofrecido por teléfono, pero tampoco lo hizo, al insistir el que narra para que el citado Capitán revolucionario viniese a la casa-cuartel, era con el exclusivo y único objeto de que una vez dentro retenerlo de rehén, para que respondiéndome con su vida y desde una de las ventanas de la falsa del edificio diese orden a sus soldados y ametralladoras que estaban emplazadas a la vista se retirasen a su Cuartel ya que creía que detenido el mentado Capitán el movimiento terminaría. Sobre las 11,45 y a la llegada de los trenes expresos de Arañones y correo de Zaragoza me interesó telefónicamente el tan repetido Capitán que a las parejas de escolta de dichos trenes; que con los mismos se hallaban detenidos en la Estación férrea les ordenase (que) podían incorporarse al puesto, puesto que el encargado de la fuerza Corneta Auspicio Ansó Lisa ya había interesado del Jefe de dicha Estación les diera salida a los trenes a lo que se negó, por decir (que) solo tenía que obedecer al sargento del Ejército que con fuerzas ocupaban La Estación y que dada la actitud enérgica de dicho Corneta no los desarmaron como intentaron, ya que como entonces el Sargento, oyera al Corneta que interesaba más fuerza le comunicó permitiera comunicar con el Jefe revolucionario para entrar en comunicación con sus superiores del puesto de esta residencia, el cual llamó para ello a la Central, contestándole dicho Capitán que él dada la situación enérgica en que se había colocado, lo único que le permitía era que con la fuerza de dos escoltas se incorporase al puesto como interesaba, pero de manera alguna saldrían los trenes para sus destinos. El que narra contestó a dicho Capitán que dichas parejas llevaban la misión de escoltar los trenes, y como estos estaban detenidos ordenaría a dicha fuerza se incorporasen a este puesto, siempre que lo hicieran con el completo de sus armamentos y sin acompañamiento de fuerzas, como oyera el citado Capitán que el que suscribe, que ignoraba lo que sucedía en la Estación, le decía lo sucedido en el Puesto y que viera el medio de dar aviso a la Comandancia, me cortó la comunicación diciéndome únicamente toleraba se incorporase la fuerza al puesto en la forma deseada, lo que verificaron, resolución que tomé con el fin de reforzar el puesto, al Corneta en cuestión, acompañaba el Guardia segundo D. Félix García Valdecasas Barrachina, pertenecientes al puesto de Ayerbe y al de Arañones Guardias segundos Ramón Vera Vadavid y Francisco Rodríguez Menes, más otro Guardia de la Comandancia de Lérida que viajaba en el tren correo, llamado Jerónimo Ferrer Ros, que en uso de permiso oficial se dirigía a Francia; y dos Guardias del puesto de Arañones llamados José Ferrandes Fito y Daniel Carrasco Arranz, que con permiso regresaban a su Puesto fueron desarmados de su pistola y sable, el primero por el Capitán revolucionario a su llegada en el automóvil de servicio público procedente de Echo y el segundo en la Estación férrea donde oculto entre los viajeros del tren se hallaba por si podía regresar al puesto para dar cuenta de lo ocurrido, los que fueron acompañados hasta esta casa-cuartel. He de hacer constar la actitud correcta de un Oficial que conozco personalmente por ser aspirante a ingreso en el Cuerpo, que sobre las 16 horas, presentándose en una esquina que da vista al Cuartel acompañado de un Sargento que llevaba una bandera blanca me dijo que le abriese en la seguridad de que no haría fuego, diciéndole se acercase a una de las ventanas y me expusiera lo que pretendía, contestándome que si bien las ametralladoras estaban emplazadas para atacar la Casa-cuartel, su misión era interesarme toda la vez que el elemento del pueblo con armamento del Regimiento de Galicia quería atacar y asaltar la Casa a viva fuerza, y que el quería por amor al Cuerpo, y dada nuestra actitud evitar más derramamiento de sangre, y que permitiese que cuatro individuos y una clase viniera al Cuartel para que en unión a la fuerza del Cuerpo defendernos del ataque del paisanaje, lo que permití, haciéndole presente que bajo ningún concepto, caso de pretenderlo le entregaríamos el armamento, y en esta actitud permanecimos hasta las 20 o 21 horas que se presentó el Teniente Coronel Primer Jefe de la Comandancia de Carabineros, el cual me rogó a la vez que retiraba la fuerza por orden del Teniente, diciéndome que las tropas se retirarían a sus Cuarteles acuarteladas, que nosotros permaneciéramos en actitud de defensa, como hasta la fecha, que continuaremos, hasta que se presente fuerza del Cuerpo que con algún Jefe u Oficial resuelva, ya que estamos incomunicados y aislados completamente, no habiendo podido adquirir más noticias que dos Carabineros muertos y dos soldados heridos que se cree por nosotros, y que el Excmo. Sr. Gral. Gobernador Militar de la Plaza con varios Jefes y Oficiales se hallaban detenidos. También he de hacer constar que el Sargento del Regimiento de Infantería de Galicia Francisco Olivan Estaun hijo del Guardia de este apellido y puesto, y de los hijos del Guardia José Arilla José y Vicente Cabo y soldado del mismo Regimiento respectivamente, desde los primeros momentos de la agresión con las pistolas de sus padres propiedad del Cuerpo, cooperaron a la defensa del Cuartel y muy particular el Sargento Olivan que al lado del Sargento Gallego y Guardia Álvarez en plena calle y con la pistola hizo frente a los revoltosos hasta la muerte del Sargento. Que sobre las 20 horas se presentó el Sr. Juez de Instrucción del partido con su actuario los cuales levantaron el cadáver del Sargento Demetrio Gallego López conduciéndolo al Hospital Cívico Militar en una camilla con soldados desarmados; de la fuerza de la dotación del puesto faltan el capitán de la Compañía D. Félix Mínguez Vellón y Guardia segundo Vicente Hijos Barrios que en la tarde del día 11 salieron para Huesca con motivo de haberes y el Guardia segundo Guillermo Bueno Monreal que lo verificó en esta mañana de ayer para el asunto del servicio relacionado con el sellado de prendas y hoy he tenido noticia que dichos Guardias se habían incorporado al puesto de Biescas a los que ordené se incorporaran a su residencia por el medio más rápido que tuviesen. También he de hacer constar que sobre las 15 horas se presentó el capitán Sr. Argüelles con el Teniente de que antes hago mención para invitarme a que desistiera de mi actitud ya que sólo conseguiría que hubiera más víctimas, y que tuviera en cuenta que SM. el Rey (q.D.g.) se hallaba en prisiones, como igualmente el Gobierno y que mi deber era entregar el armamento y el cuartel, contestándole no podía hacerlo por las razones expuestas y le rogué me permitiera ir a la casa Ayuntamiento para comunicar con mis Jefes por teléfono o con el Gral. de la Plaza de quien únicamente acataría órdenes, pero con la condición de que regresaría al Cuartel, contestándome que si pero que probablemente no podría comunicar, como así sucedió, mi intención era de si me hallaba con el Capitán Galán y me negaba lo que pretendía, matarlo, pues en previsión llevaba la pistola en el bolsillo. A mi llegada salieron al encuentro el Capitán Merri y otro que sólo sé es aviador, los que me interesaban la entrega del armamento, me negué rotundamente, diciéndoles, “antes me pegaría un tiro”, y con el fin de regresar al Cuartel les dije que decidiría en él y al que regresé inmediatamente. Sobre las nueve horas de hoy se presentó el Guardia Eugenio García Jiménez perteneciente al 14. Tercio que se hallaba en esta Plaza en uso de permiso y que ante la anormalidad de las circunstancias deseaba cooperar con sus compañeros en cuanto pudiera ocurrir, si bien en esta Casa cuartel se continuó la defensa como ayer preparados hasta que a las 10 horas de este día se presentó el Jefe de la Comandancia de Carabineros con un Oficial diciéndome que había fracasado el movimiento revolucionario y que podía abrir la puerta que ellos continuaban prestando los servicios propios de su cargo; sobre las 13,30 horas me entrevisté con el Excmo. Sr. Gral. Gobernador Militar de la Plaza, después de que el que suscribe con cuatro Guardias asistió al entierro de los Carabineros muertos ayer por los revolucionarios, poniéndome a las órdenes de dicha autoridad y dándole cuenta verbal y luego el atestado de lo ocurrido. Sobre las 15 horas me ordenó dicho Gral. procediese a la detención de un sujeto que había en el Hotel de la Paz, como así se verificó y conducido con su equipaje al batallón de Cazadores de la Palma número 8 y entregado al Sr. Teniente Coronel Primer Jefe juntamente con un pasaporte expedido en 21 de agosto último que tenía escondido detrás de un cuadro para Francia y ocho Naciones más, llamándose dicho sujeto Santiago Casares Quiroga de 46 años, casado, Abogado, natural de La Coruña que dijo iba a Francia por enfermedad procedente de Madrid de donde llegó el viernes, habiéndose observado por el registro de la fonda, había dado el nombre cambiado y llegó a esta población con dos sujetos más, los que han desaparecido a raíz del suceso; sobre las 16 horas y después de quedar normalmente montado otro servicio ordenado por la misma autoridad, dejando fuerza en el Cuartel, concurrí con cuatro Guardias al entierro del Sargento Demetrio Gallego López al que asistieron un piquete de Carabineros armados, jefes del Cuerpo, autoridades y mucho público. En esta refriega se han debido consumir unos 60 cartuchos entre la fuerza del puesto. Lo que tengo el honor de participa a V. E. para su debido conocimiento. Dios guarde a V. E. muchos años. Jaca 13 de diciembre de 1930 El Suboficial
(Modesto Acín, rubricado)
Excmo. Sr. Gobernador Civil de la provincia de HUESCA”
NOTAS [1] Salvador Sediles Moreno, ¡Voy a decir la verdad! Madrid, 1931; Antonio Graco Marsá, La sublevación de Jaca, Relato de un rebelde. Madrid, 1931; Miguel Maura, Así cayó Alfonso XII. México, 1962; Emilio Mola, El derrumbamiento de la Monarquía, Tempestad, calma, intriga y crisis, Memorias de mi paso por la Dirección General de Seguridad. Madrid, s/f. [2] Descartamos en la presente relación los poemas, alguna que otra obra teatral, cierto disco o cierta película que circularon en la época, al ser todo ello pura y dura propaganda política, y por tanto sin ningún valor histórico, del mismo modo que también renunciamos a citar determinadas obras impresas durante la época franquista y por el mismo motivo.
[3]
José María Azpíroz Pascual, y Fernando Elboj Broto, La
sublevación de Jaca. Zaragoza, 1984.
[4]
Esteban C. Gómez, La insurrección de
Jaca. Los hombres que trajeron la Republica.
Barcelona, 1996.
[5] De hecho, soslayando las fotos que aparecen en la obra, al final fotos, la aportación de Gómez quedó reducida al uso de una serie de documentos que cualquier persona puede consultar en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, Fondo Ministerio de Justicia, Jaca. Material que mucho antes que él dio a conocer Louis Bertrand Fauquenot, en su artículo “Fermín Galán, verdad y mito” de mayo 1985, pero a gran diferencia de Fauquenot, Gómez no citó las fuentes, olvidando también, entre otras muchas cuestiones, dar el nombre concreto de un civil de Jaca, en un intento baldío por convertirlo en otro nuevo mito mediático similar al de Galán, cuando en dicha documentación, unida a las noticias que proporcionó el propio Mola, lo señalan, antes y después, de delator inconsciente, cuestión por tanto muy vidriosa.
[6] Un ejemplo de lo anterior, es que Miguel Maura hizo responsable del fracaso de Jaca, no al Comité, del cual formaba parte, sino a Galán y a Alejandro Lerroux, miembro igualmente del Comité, justificando que las veces que Galán estuvo en Madrid, hablando con el “director” del Comité, don Niceto Alcalá Zamora, acababa en casa de Lerroux, que al parecer daba a Galán “carta blanca” en todo. “La amistad personal de Galán con Lerroux para nada había servido, porque cada vez que salía de casa de don Niceto, con la orden de hacer o no hacer tal o cual cosa, iba a entrevistarse con él, quien le daba carta blanca. Estábamos seguros que acabaría por obrar a su antojo y provocar el alzamiento sin respetar nuestras órdenes. Y así, desgraciadamente, sucedió”. Miguel Maura, Op. cit. [7] De tener que recomendar una biografía seria y objetiva de Fermín Galán, recomendamos la de Martínez de Baños, y más aún al haber sido “vetada” su obra en determinados círculos de Jaca que se autodenominan “republicanos”, por tanto más propensos al mito y en perjuicio de la auténtica Historia republicana de nuestro país. Fernando Martínez de Baños Carrillo, Fermín Galán Rodríguez. El capitán que sublevó Jaca. Zaragoza, 2005. [8] Ramón Ferrerons Ruiz y Antonio Gascón Ricao, “El Esquinazau”, perfil de un luchador. Zaragoza, 1981; A. Gascón, Beltrán, el Esquinazau, Jaca, 2004. [9] Entre los múltiples artículos publicados sobre el tema de Jaca cabría reseñar los de Ricardo de la Cierva, “La Sublevación de Jaca”, Historia y Vida, nº 33, diciembre 1970; Manuel Tuñón de Lara, “La sublevación de Jaca”, Historia-16, nº 1, mayo 1976; J. M. Azpiroz y F. Elborj, “El mito de Jaca”, en Historia-16, nº 95, marzo 1984; R. Ferrerons y A. Gascón, “Los Hechos de Jaca y el Esquinazau”, Historia y Vida, nº 204, marzo 1985; L. B. Fauquenot, “Fermín Galán, verdad y mito”, Historia-16, nº 109, mayo 1985; Ramón Ferrerons: “Jaca: Itinerario de una sublevación”, Historia y Vida, Extra 81, segundo semestre de 1986; E. C. Gómez (seudónimo de A. Gascón), “Las horas decisivas”, Historia y Vida, nº 286, enero 1992; A. Gascón Ricao, “¿Por qué un viernes?, Trébede, nº 20, diciembre 1998. [10] M. Tuñón de Lara, Art. cit.
[11]
Al concluir la Sublevación, entre muertos y heridos, el
total de bajas fue de 29.
[12] Aunque interesada y muy durísima, resulta conveniente conocer la particular opinión de Miguel Maura, miembro del Comité, respecto a Galán: “Lo ocurrido en Jaca fue un lamentable error, la locura de un exaltado, que redimió su grave culpa dejándose matar en vez de escapar, lo que le valió entrar en la Historia por la puerta roja de los mártires, cuando, en realidad, sólo censuras merecía, por su insubordinación, por su ligereza y por su ausencia total de capacidad militar en el mando de la acción revolucionaria”. M. Maura, Op. cit.
[13]
S. Sediles, Op. cit.
[14] El gobierno tenía lógicamente más noticias procedentes de otras fuentes distintas, en su caso no citadas en explícito por Mola, pero recogidas y tenidas muy en cuenta al provenir de comentarios realizados por determinados oficiales comprometidos, que hablaban y mucho en las casas de prostitución de Jaca, pero el civil citado in expreso por Emilio Mola, como fuente principal, y no citado por Gómez en su obra, era Alfonso Rodríguez, el Relojero, que se pasaba los días, según Mola, entrado y saliendo de los cuarteles portando propaganda revolucionaria, o explicando en los bares, a quien quería oírlo, que en Jaca estaba a punto de “armarse la Gorda”, llegando incluso a la ligereza de dar las fechas concretas de la sublevación. El día de la sublevación, Alfonso Rodríguez pactará con el jefe los Carabineros su “neutralidad”, o leerá el bando de Galán. E. Mola, Op. cit [15] E. Mola, Op. cit.
[16]
S. Sediles, Op. cit.
[17] Siendo muy prudentes y respetuosos con la memoria de Galán, algo que se escapa, al no conocer su autentico perfil psicológico, son sus repetidos lapsus o sus extrañas, cambiantes y vehementes actitudes posteriores, cuando se le presuponía un frío y profesional jefe militar, con todo lo que ello conlleva, y del cual dependían, en primer lugar, toda la operación y sus propios hombres. En el mismo terreno, resulta intrigante que la ardorosa defensa de Galán, realizada de forma brillante por el capitán de Infantería José Mª Valdés Foradada durante el Sumarísimo, teniendo en cuenta que Galán se había autoinculpado, se basó en una grave deficiencia física que Galán padecía en un párpado, deficiencia auténtica que en carteles o grabados posteriores se disimuló, pero que dio pie a Valdés para argumentar que a causa de ella existía una “predisposición anormal innata o adquirida” en Galán, y por tanto se sobreentendía que malsana en el individuo, al cual, según Valdés, no se le podía condenar “sin antes examinarle facultativamente”, dejando entrever al tribunal militar, en una argumento jurídico avanzadísimo para la época, una locura temporal o congénita de Galán, que en: “el año 2000 no sería declarado responsable; (al ser) perturbador de lo establecido (anormal) , y aislable por tanto, eso sí (se sobrentiende, que en una prisión o en un asilo para dementes)”. Ver E. G. Gómez, Op. cit, pp. 350-351.
[18]
A. Gascón Ricao, “¿Por qué un viernes?”, Trébede, nº 20,
diciembre de 1998.
[19] Prueba de ello, y tras la inexplicable y cobarde huida de Galán al producirse los primeros disparos de la batalla Cillas, lugar donde dejó abandonados a su suerte a todos los hombres que le acompañaban, son los borradores escritos de puño y letra de Galán, de algunos bandos y varios decretos, así como un manifiesto al país, que encontraron las autoridades, arrojados antes por Galán en las alcantarillas de Biscarrués, lugar donde al final decidió entregarse por la tarde y después de comer, en los cuales quedaba muy claro los cargos que Galán se había asignado así mismo en aquella revolución, tales como “Vuestro comandante en Jefe”, o de “Presidente del poder ejecutivo”, cargos que se sepa nadie y menos aún el Comité le había asignado, y cuando Casares Quiroga resultaba ser la persona designada por el Comité Nacional para tomar el mando civil en Jaca, disposición que Galán no cumplió. E. C. Gómez, Op. cit. pp. 401-402, y 407.
[20]
El sistema telegráfico propio del ferrocarril, por ejemplo,
no se interceptó. Así a las 9.50, desde Canfranc Estación se
comunicó a Huesca que había dos trenes retenidos en Jaca y
de que corrían rumores de una posible sublevación militar en
la plaza. En Jaca, un anónimo contestador, y ante
las preguntas que se le hacían de todas partes, se limitó a
contestar que “Nada, no pasa nada. No hay nada”. A
las 11 de mañana –la sublevación llevaba ya 6 horas en
marcha– el jefe de Telégrafos de Huesca informó al
gobernador civil Pérez de Viondi, y este a su vez al general
gobernador de Huesca, Manuel de Las Heras, de lo que estaba
sucediendo. A partir de aquel momento se informó del hecho a
Madrid, Zaragoza y Lérida, y a la par se empezaron a
preparar los medios militares necesarios para intentar parar
el golpe, teniendo en cuenta que Zaragoza no se había
declarado la tan prometida huelga general. Aunque lo peor
fue lo de Sediles, que desde la estación de Riglos confirmó
por teléfono, ante las preguntas de Zaragoza, que estaban
hablando con el “jefe de la columna” sublevada, algo
realmente inaudito al delatar con ello su posición. Tiempo
después, Mola, con toda la razón, se mofará de él.
[21] El 18 de marzo de 1931, encausados en Jaca por la justicia militar había 45 paisanos para los que se solicitaba la pena de “reclusión perpetua a muerte”, 5 más con penas menores, y 9 prófugos.
[22]
S. Sediles Moreno, Op. cit.
[23]
S. Sediles Moreno, Op. cit.
[24] Alfonso Rodríguez Subirana, el Relojero. Nacido en Gerona y propietario de una pequeña relojería, formó parte de la Agrupación Socialista de Jaca, participando en la sublevación de 1930. Durante la guerra civil fue comisario político en Carabineros. Fue fusilado en la Ciudadela de Jaca en 1942. [25] Julián Borderas Pallaruelo, el Sastre. Nacido en Jaca en 1899 y propietario de un pequeño taller de sastrería, fue uno de los fundadores de la Agrupación Socialista de Jaca en 1928. Encarcelado por su participación en el movimiento de Jaca, fue liberado el 14 de abril de 1931. Diputado por el Frente Popular en 1936, fue comisario político durante la guerra, primero en la 130 BM y más tarde en el X Cuerpo de Ejército. Exiliado en Méjico siguió ejerciendo su profesión hasta su muerte en 1980. Su Archivo personal se puede consultar hoy en la Fundación Pablo Iglesias de Madrid. [26] Es de lamentar que exista únicamente una biografía conocida sobre Pío Díaz, y que esta resulte corta e insuficiente, cuando no muy interesada. Jesús Pedro Juanín, Pío Díaz Pradas. Un Alcalde para la Historia. 1930-2000 (70 años después). Jaca, 2000.
[27] Julio Mangada Roserhorn era, entre otras muchas cosas, “naturista” convencido, y se salvó de su implicación directa en el abortado complot republicano de 1930, a causa del fallecimiento prematuro de una hija. En los principios de la guerra civil dirigió una columna miliciana en la sierra madrileña con su mismo nombre, que alcanzó una plantilla de 4.000 hombres, los cuales lo “ascendieron” al rango de general. Apartado del mando al poco tiempo a causa de sus continuos fracasos militares, fue nombrado gobernador militar de Alicante, lugar donde pasó la mayor parte de la guerra. Concluida la contienda civil se trasladó a África del Norte. [28] Antonio Graco Marsá Balcells. Abogado, periodista, editor y gerente de la Editorial Zeus, representó un importante papel como enlace entre el Comité Revolucionario Nacional y la guarnición de Jaca. Ideológicamente evolucionó a lo largo de la II República hacia posturas mucho más conservadoras, afiliándose al Partido Radical-Republicano de Alejandro Lerroux. [29] Artículo de Luis Sainz de Morales, de abril de 1931, en el semanario La Calle. Verlo íntegro en E. C. Gómez, La insurrección de Jaca, pp. 659 a 663.
[31] Ramón Franco Bahamonde. Nacido en El Ferrol en 1896, en 1911 ingresó en el Arma de Infantería y en 1914 era oficial. En 1920 fue destinado a Aeronáutica, siendo traslado a Marruecos en 1921. Junto con Ruiz de Alda participó en el famoso vuelo del Plus Ultra a Argentina. Conspirador contra la monarquía se sublevó en Cuatro Vientos el 15 de diciembre de 1930, huyendo a Portugal. Con la República fue nombrado jefe superior de Aeronáutica Militar y diputado por Sevilla y Barcelona. En la guerra civil se unió al bando nacional, muriendo en aguas de Mallorca durante una misión de guerra. [32] Servando Marenco Reja. Comandante y amigo de Galán, era el jefe militar de la sublevación de diciembre de 1930 en Lérida. Oficial del Cuerpo de Intervención Militar, al iniciarse la guerra civil fue inspector general de Milicias y luego del CRIM. A punto de concluir la guerra civil mandó un batallón de ametralladoras con el cual cubrió la retirada de Cataluña. Después de la guerra española, y al iniciarse la II Guerra Mundial, estuvo al mando del batallón vasco autónomo de las Fuerzas Francesas Libres con base en Londres y posteriormente en Brazzaville [33]. Jesús Pérez Salas. Conspirador contra Primo de Rivera, después de lo de Jaca y tras proclamarse la República en 1931, se haría muy popular a causa de su implicación en los Hechos de Octubre de 1934 acaecidos en Cataluña, al sublevarse contra la propia República, motivó por el cual se tuvo que exiliar no regresando a España hasta 1936. Al inicio de la guerra civil, marchó como asesor militar de la columna “Macià-Companys”, unidad que continuo mandando al transformarse en la 30 División. En marzo de 1938 fue subsecretario de la Guerra. Se exilió en Méjico. [34] Dicha foto de Francisco de Las Heras, junto con unas cuantas más tiradas aquel mismo día, y que en estos últimos años vienen apareciendo en diferentes publicaciones, aparecen sin que se cite el nombre de su autor, citándose en contra como pertenecientes al archivo de un determinado escritor. A ellas debemos sumar las realizadas por Las Heras el 14 de abril de 1931, o algunas sacadas con motivo de los homenajes posteriores en Jaca. Todo ello ha sido posible gracias a la benevolencia de los familiares De Las Heras, que siempre las prestaron para su reproducción a cuantos se las pidieron, sin demandar jamás contrapartidas, y que hoy en día regentan en Jaca el establecimiento Foto Peñarroya. Quede desde aquí buena constancia de ello. [35] Miguel Gallo Martínez, capitán de Infantería implicado en la sublevación de Jaca, ostenta el triste record de haber huido en dos ocasiones frente al enemigo, pasándose en ambas a Francia. La primera tras la derrota de Cillas, al huir junto con Galán dejando ambos tirados a los hombres bajo su mando. Al proclamarse la República, como “premio” a su participación en los hechos de Jaca, fue nombrado miembro del Cuarto Militar de la Presidencia de la República. Al inicio de la guerra civil, siendo católico confeso, se afilió al PCE pasando a ser miembro del Quinto Regimiento. Mandó la 6ª BM, y en mayo de 1937 se hizo cargo de la 24ª División con la que actuó en Brunete, y por último pasó al mando del Xº Cuerpo de Ejército del Este, (Divisiones 31ª y 43ª) donde alcanzó el grado de teniente coronel. En la primavera de 1938, al producirse el hundimiento del frente de Aragón, huyó por segunda vez a Francia junto con la 31ª División dejando atrás a su homónima la 43ª División que estaba al mando de Antonio Beltrán, el Esquinazau, que a la inversa que él decidió atrincherarse en Bielsa. A su regreso a Cataluña, y como castigo a su cobarde huida se le retiró del mando activo. A la caída de Cataluña en 1939 pasó a Francia, para después regresar a la Zona Centro donde fue apresado y encarcelado con motivo del golpe de Casado. Caído en manos de los franquistas al final de la guerra, fue ejecutado en el Reformatorio de Alicante en junio de 1939.
[36] En la visión de José María Azpíroz y Fernando Elboj dicho telegrama pudo ser un invento de Graco Marsá, para justificar la responsabilidad de Casares Quiroga. Una posibilidad que desmiente la entrevista a Graco Marsá en el semanario La Calle. J. M. Azpíroz y F. Elboj, La sublevación de Jaca, Zaragoza, 1984, p. 39. [37] Santiago Casares Quiroga. Nacido en la Coruña en 1884. Abogado. Firmó el Pacto de Sebastián en 1930. Diputado a Cortes en 1936 por el ORGA, que en 1933 se fusionó con Acción Republicana de Azaña, constituyendo Izquierda Republicana. Ministro de Marina en 1931, de Gobernación entre 1931 y 1933, interino de Justicia en 1933 y de Obras Públicas en 1936. Tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, y durante la presidencia de Azaña fue nombrado presidente del Gobierno. Dimitió el 18 de julio de 1936, oponiéndose a la distribución de armas al pueblo. Murió en París en 1950. [38] Según Miguel Maura, el Comité Revolucionario aquella misma semana se transformó en Gobierno Provisional, teniendo distribuidos sus objetivos, efectivamente, para el día 15. De esta forma Alcalá Zamora y Lerroux, deberían ir a Burgos, donde el general Villegas al parecer tenía comprometida a la guarnición. Indalecio Prieto debería pasar a Asturias y Vizcaya, su feudo. Casares Quiroga a Galicia, pero que por motivos obvios acabó en Jaca. Martínez Barrios a Sevilla, Marcelino Domingo a Cataluña, Álvaro de Albornoz a Levante, y finalmente Manuel Azaña, Fernando de los Ríos y Miguel Maura tenían que tomar el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, con la ayuda del consuegro de Alcalá Zamora, el polémico y tristísimo general Queipo de Llano. Pero en la madrugada del 13 al 14, después del fracaso de Jaca, empezaron a caer los primeros, salvándose de las redadas policiales Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Manuel Azaña, y de forma sorprendente no se molestó para nada a Alejandro Lerroux, un hecho cuando menos curioso, ya que de creer a Maura este personaje había sido el que había dado “alas” a Galán.
[39]
Unos días más tarde de lo de Cillas, huido Rodríguez Delgado
junto con Rico Godoy, fueron detenidos por la policía en
Tarrasa (Barcelona), y mientras al primero se lo llevaron
para Jaca, el segundo pudo huir.
[41] Alfonso Beorlegui Canet. Teniente coronel al iniciarse la guerra civil y de guarnición en Pamplona, se puso a las órdenes de Emilio Mola, que le encargó del mando de la Guardia Civil y de Asalto, nombrándole delegado de Orden Público. Colaboró en la ocupación de Irún y San Sebastián. Herido durante aquella campaña, murió poco después en Huesca a consecuencia de las heridas. [42] Proclamada la República en abril, y liberado Sediles junto con el resto de sus compañeros de la prisión militar de Mahón, a su llegada al puerto de Barcelona la Guardia Civil que le rindió honores, cosas del destino, estaba al mando del recién ascendido Modesto Acín que intentó inútilmente dar la mano a Sediles para felicitarlo. [43] Parte de la Guardia Civil de Jaca de fecha 13 de diciembre de 1930, dirigido al gobernador civil y firmado por el suboficial Modesto Acín, Archivo particular. Ver Anexo I.
[44] El número de individuos de las Clases de 1ª Categoría (cabos y soldados) que marcharon por carretera y ferrocarril, y que fueron posteriormente procesados fueron: Regimiento Infantería Galícia nº 19: 370 hombres; Batallón de Cazadores de Montaña La Palma nº 8: 174 hombres; Regimiento Artillería a Pie nº 5 - Batería fija de Jaca: 31 hombres. En cuanto a oficiales, suboficiales, sargentos y especialistas varios procesados, su número fue de 77 hombres más. |