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Ortiz de Echagüe: bellos, pero tristes paisajes.

Traemos a colación en este capítulo de imágenes, a dos grandes. EL primero, José Ortiz de Echagüe, uno de los padres de la fotografía española, que público su obra más conocida, "España, pueblos y paisajes" en 1938, pero que ya había publicado en 1929, "España, tipos y trajes", y en 1930 y 33, diversos álbumes de contenido parejo, hasta que en 1943, y en una España, que sin duda le acompañaba de grado o no en la tesitura, su personal obra, "España mística".

Echagüe era, sin duda, un místico, por mucho ingeniero aeronáutico y piloto que fuera, amen de ser el primer Director General de la empresa C.A.S.A. fundada en Getafe en 1923. Cada vez que apretaba el disparador, algo de su alma viajaba al carrete y le daba ese tono sereno, quizá triste, pero cargado de espiritualidad, de su incomparable quehacer.

La espiritualidad de Echagüe, nada tiene que ver con la religión a nuestro parecer, en realidad ignoramos sus creencias. No, no. Es la mística de la tierra, la que el maestro capta, la mística del lugar y de los lugareños, es la mística de España, la que nos alzó a los cielos de la santidad y nos arrojó a las hogueras de la Inquisición y que siempre nos trajo de cabeza para bien y para mal. Ese ánima de la tierra despoblada, a veces árida, otras verde y madura, y también quemada, pero siempre bien regada de sangre hermana, desde lo más profundo de nuestra historia, cristianos contra moros, comuneros contra imperiales, catalanes contra castellanos, carlistas contra liberales, rebeldes contra republicanos, maquis contra franquistas. Esa fuente inacabable de conflictos en las Españas que ha tallado nuestras barranqueras, es la que hace que a Echagüe le salgan unos bellos pero tristes paisajes, pues al artista le tocó sacarle el alma a la castigada España alfonsina, a la esperanzada España republicana, y a la desolada España franquista. Y en todas ellas alcanzó la cumbre.

Nosotros tenemos la novena edición (1966) de "España, pueblos y paisajes", que heredamos de nuestros ancestros. Esta edición tiene la novedad de acompañarse de 32 planchas en color, como se decía entonces, amen de 380 reproducciones en huecograbado, muchas de las cuales provenían de antes de la guerra. El libro trae un prólogo de Azorín (1942) y un índice comentado (español-inglés) de todas y cada unas de las fotografías.  Los comentarios, son sabios, aportan información sobre el lugar y su pasado y sitúan al aficionado fácilmente en el escenario. La lástima es no haberlo compuesto de forma que comentario e imagen fueran juntos, pues el trafago de páginas es a veces cansino. Pero ese es el único defecto que tiene el álbum y al que probablemente estaba obligada por la foto-composición de la época, que se veía en la necesidad de separar textos de imágenes, por meras cuestiones de las calidades de los papeles usados.

Luis Castañeda, el fotógrafo que lo enfocó todo.

Bueno, quién del mundillo de la fotografía no conoce a Luis Castañeda, este fotógrafo cubano que pasó por España desde 1979 a 1985, recibiendo, por cierto, el premio Ortiz de Echagüe. Realizó todo tipo de trabajos, pues trabajó de free-lance durante mucho tiempo. Lo curioso del asunto es que, por motivos que no vienen al caso, cayó en nuestras manos un curioso álbum de fotografías de Luis Castañeda, titulado, "Sentir España" y que fue publicado en 1989 en edición limitada para conmemorar el lanzamiento de la colección Sharon 4000 de la casa Lovable, que creo que se dedicaba a la ropa interior y similares. Las imágenes, 268 espléndidas instantáneas a todo color, están también comentadas y bilingües, ignorando si lo hizo el autor, si bien la obra incluye un epílogo dónde se especifica como comentario del autor y dónde Castañeda explica la necesidad de sentir España para componer fotografía artística.

Pues bien, lo curioso del asunto, es que a Castañeda le sale una España completamente distinta, en apariencia, a la Echagüe. Claro que Castañeda sacó sus imágenes en la primera mitad de los años ochenta, con muchas más posibilidades técnicas. Pero no es eso, la España que siente Castañeda, no es la de Echagüe. Y la fuerza y la alegría de Castañeda, están ausentes en Echagüe. Castañeda captó nuestra belleza como nadie, dispuso de materiales que, incluso realzaban este aspecto, pero el alma del pasado, lo que captó Echagüe y si me apuran, el mismo Kurt Hielscher en 1915, no parece estar en la obra de Castañeda. ¿Sí? ¿Seguro? Hasta que nos fijamos bien, y descubrimos con estupor, que aunque Castañeda, no quiso llevarse eso en su cámara (¿por qué iba hacerlo?), en realidad, si el lector se fija, ahí estaba, ese alma, el toque "Echagüe" que a Castañeda no le interesó, pero al que su cámara no pudo sustraerse en infinidad de instantáneas. Vea el lector.


Epilogo oportunista:

De modo que no es la cámara, quizá el artista, pero es sobre todo la tierra. La tierra que nos vio nacer, que nos verá morir, y a la que tan mal trato hemos dado los españoles. Habitantes incluidos. Una tierra que jamás fue entera de nadie, salvo por la fuerza. Y uno de los pocos lugares del mundo regado de fosas comunes de miles y miles de compatriotas nuestros a los que sus descendientes jamás pudieron hacer duelo. Que endureció los corazones de unos y de otros y que dejaron a España, por supuesto, bella, pero muy triste, tan triste como fue siempre. En la actualidad la marea del ladrillo nos impide ver ningún paisaje, ni triste ni alegre, aunque estén ahí, como el viajero sabe. Pero es lo que tiene la codicia, que primero te deja ciego y después te hace un cobarde de mierda. Casi, que viva la crisis.

M.B.