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Imágenes de la historia de España

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26. ENTRE REPÚBLICAS

1.- TRAFALGAR

"Trafalgar significa la muerte de la marina ilustrada española del siglo XVIII" ¡Eran militares que leían! Astrónomos, matemáticos, ingenieros, naturalistas. Respetados en toda Europa por sus tratados científicos. Y todo eso se fue pudriendo primero por la dejadez de los Gobiernos, canallas de ministros, bajeza de reyes. Sólo quedaba la fachada, los barcos, que eran cascarones vacíos, como lo era toda España. Las pagas de los oficiales no llegaban. A Churruca, recién casado, le debían nueve, y tenía que dar clases para conseguir algo de dinero. Los comandantes pagaron de su bolsillo, empeñándose, la pintura de sus barcos para no tener que avergonzarse de su estado delante de los franceses. Trafalgar es la lápida sobre el siglo XVIII, la Ilustración, las ideas. Es el fracaso de esa España que pudo ser y no fue. Por eso emana de la batalla una tristeza tan grande, aparte de la derrota y de los muertos. Fue el final de una casta ilustre de marinos valientes, quemados en esa hoguera sin sentido". (Pérez-Reverte)

26.1.1.- Cabo San Vicente. Fue el 14 de febrero de 1797, 25 navíos españoles mandados por el Almirante Córdoba (que sería posteriormente degradado) contra 15 de almirante Jervis. El capitán Nelson en una acción arriesgada (contraviniendo órdenes) y en cierto modo parecida a la que emplearía en Trafalgar fue decisivo. Los españoles perdimos 4 navíos que se rindieron pese a los actos heroicos individuales (como siempre los españoles).

26.1.1.1 El Pelayo (Capitán Cayetano Valdés) acude al socorro del Santísima Trinidad.

26.1.2.- Cabo San Vicente. Rendición del Navío San José al capitán Nelson.

26.1.3 Nelson explica sus capitanes la maniobra para la batalla que se avecina. El famoso "toque Nelson".

26.1.4 Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber. Las, también, famosas señales que enarboló el Victory de Nelson antes de la batalla. ¡Perfecto!  No se puede ser más preciso.

26.1.5 Veintiuno de octubre 1805. Cabo Trafalgar. Disposición táctica inicial de la flota inglesa y de la combinada (Francia-España).

La flota Hispano-francesa contaba con 33 navíos y 7 fragatas, de los que 18 navíos eran franceses y 15 españoles. El almirante Villeneuve era su comandante en jefe. Nelson contaba con 26 navíos y 9 buques menores. La escuadra francesa no contaba con buques de tres puentes. La española tenía el mayor buque del mundo, el Santísima Trinidad, de cuatro puentes, y tres navíos de tres puentes, el Príncipe de Asturias, el Santa Ana y el Rayo. La flota de Nelson tenía seis navíos de tres puentes, el Victory, Temeraire, Neptune, Britannia, Royal Sovereing, Dreadnought y el Prince. Los ingleses acababan de renovar prácticamente toda la artillería de sus grandes buques y sus tripulaciones eran capaces de efectuar las complicadas maniobras de carga y disparo en un minuto. Sus oponentes necesitaban tres. Y además, los buques franceses y españoles no se encontraban en sus mejores condiciones de uso pues la flota combinada acababa de pasar una temporada bloqueada en la bahía de Cádiz, tras una travesía por el Caribe que desgastó considerablemente hombres y barcos. El bloqueo de la flota en Cádiz, era en cierto modo, como señalaban los mandos españoles relativamente favorable a la alianza franco-española, pues obligaba a las flotas inglesas a mantenerse en activo y sufrir por tanto desgaste y averías. La política naval franco-española, es decir, la de Napoleón, era un tanto fantasiosa, pues tenía la pretensión de invadir Inglaterra y para ello necesitaba alejar a la flota inglesa de la Metrópoli, y en esta línea se había movido el inútil periplo caribeño. Esta fantasía napoleónica era a todas luces imposible pues las distintas flotas inglesas componían una armada infinitamente superior al conjunto de Francia y España.

En los días previos a la batalla, el almirante francés había recibido de Napoleón (desengañado de su aventura inglesa) órdenes de concentración en Cartagena, para librar del bloqueo inglés los ocho navíos españoles allí bloqueados, y luego apoyar las futuras operaciones del emperador en las posesiones austriacas en Italia. Villanueve no se había movido de Cádiz ni cuando la flota de bloqueo inglesa la componían media docena de navíos y sin la presencia de Nelson. Las relaciones entre los mandos españoles y el almirante francés eran malas y tenían su origen en el combate del cabo Finisterre, donde la flota combinada había perdido dos barcos españoles por la negativa de Villeneuve a socorrerlos. La flota aliada recaló en El Ferrol y pese a las órdenes que Villeneuve tenía de dirigirse al Canal, al poco,  ordenó levar anclas con rumbo a Cádiz. En el Mediterráneo estaba Nelson que al conocer el rumbo de Villeneuve preparó con tiempo su oportunidad de dar el golpe decisivo que la flota inglesa llevaba buscando.

Se dice que el almirante francés tomó la decisión de salir de Cádiz, (con una tempestad en puertas), porque sabía que iba a ser sustituido en el mando por Napoleón. La flota combinada, en el ínterin, no había podido reponer sus bajas ni aprovisionarse correctamente debido a la reciente peste amarilla que había asolado en Andalucía a hombres y ganado y por ello los buques, en especial los españoles, estaban más bajos de dotación y de repuestos que lo habitual.

Pese a todo la flota combinada salió al encuentro de Nelson que se había retirado unas treinta millas. A la altura del cabo de Trafalgar, Villeneuve ordenó virar en redondo a toda la línea, de modo que la vanguardia se convirtió en retaguardia. Esta era la maniobra clásica de combate en alta mar de los navíos de línea de la época, donde la artillería iba en las bordas. Tenía la ventaja de que toda la línea podía hacer fuego a la par, pero tenía las serias desventajas de alejar la vanguardia de la retaguardia, la pérdida de la formación por las lentas maniobras de viraje,  y por ello la pérdida de control de las alas por el almirante, y por supuesto la de quedar supeditados a los avatares del mar, vientos, olas, etc... que podían dejar a determinados navíos merced del enemigo. Los historiadores dicen que Villeneuve tomó esta decisión para tener el viento a favor en caso de tener que refugiarse en Cádiz. Empezaba con buena moral, para eso mejor no haber salido.

Los planes de Nelson que tenía sus dos divisiones bien entrenadas y aleccionadas, partían precisamente de esperar esta maniobra de Villeneuve (que la hizo en el combate del cabo Finisterre), y su "toque" consistía en dos divisiones en fila que atravesaran el centro de la flota combinada como un cuchillo la mantequilla. "El toque Nelson". Esta estrategia les obligaría a estar bajo el fuego enemigo durante todo el tiempo de aproximación que en Trafalgar fue de casi media hora, pero les daba la ventaja de la superioridad en el centro y la segura pérdida de la formación de la combinada. Era una maniobra muy arriesgada y Nelson lo sabía, pero era la única maniobra que le garantizaba una gran batalla donde Villenueve no pudiera escapar. Nelson, también era consciente de que esta maniobra no hubiera sido posible contra la flota de un único país en condiciones técnicas y morales parejas a las inglesas, pues sin duda, una flota así hubiera convergido sobre el centro y hubiera convertido la flota inglesa, atrapada precisamente en el centro en un autentico tiro al blanco. Pero los barcos ingleses estaban mejor dotados, las tripulaciones mejor entrenadas, alimentadas y con mucha mejor moral, tras las reformas que la marina británica había sufrido muy pocos años atrás. De modo que en el centro de la batalla, los ingleses tuvieron superioridad numérica, a más de técnica. Como Nelson esperaba, la vanguardia de la flota combinada (al mando del almirante francés Dumanoir se mostró indecisa, sino renuente a combatir cuando vieron que hicieran lo que hicieran, el centro estaba perdido, la excepción de esta División la pusieron tres navíos españoles, Neptuno, San Francisco y San Agustin, y el buque francés Intrepid. El capitán del Neptuno, Don Cayetano Valdés, ordenó echar las barcas al agua para dar rapidez a la maniobra de virar en redondo, y al ser preguntado por Dumanoir sobre qué rayos hacía, le contesto con lacónica expresión: ¡Voy al fuego! Estos navíos llegaron demasiado tarde al centro y fueron presa de la retaguardia inglesa.

26.1.6 En la imagen, la División de Nelson, corta el centro de la flota combinada. Al fondo, la División de Collingwood hace lo propio con la retaguardia de la combinada al mando de Gravina.

La retaguardia de la combinada, al mando de Gravina, había estado manteniendo duros combates con los barcos de Collingwood de resultado incierto, pero poco a poco, los buques ilesos del Nelson cayeron en su ayuda y Gravina ordenó izar la señal de reunión y poner rumbo a Cádiz. La tempestad que poco después se desató, fue todavía peor para las tres flotas. Cinco de la combinada se hundieron a poca distancia del lugar y seis ya cerca de Cádiz. Los franceses perdieron un total de trece navíos. De los navíos españoles sólo llegaron a Cádiz, el Príncipe de Asturias, el Santa Ana, el Montañes, el San Leandro, y el San Justo.

26.1.7 Todo ha terminado en el centro de la batalla, donde la superioridad inglesa se puso de manifiesto.

Fue un desastre sin paliativos para Francia y sobre todo para España, que no pintaba nada en aquella guerra. Y, además, era la tercera vez en pocos años que flotas inglesas derrotaban a flotas españolas, si recordamos la del Cabo San Vicente, donde se combatió sin ningún entusiasmo, y Finisterre,  donde Villeneuve abandonó a los barcos españoles rodeados por la flota inglesa. Tras la batalla de Trafalgar y a la llegada de los buques supervivientes a Cádiz, se extendió por la ciudad y luego por toda España una terrible desolación y una no menos terrible desmoralización. Era el fin de España como potencia naval, y a todos los efectos como potencia. En 1805 España  tiene 41 navíos de guerra, en 1811, 26, en 1820 se tienen 17, y en 1835 sólo 3.

Las causas de esta decadencia naval, para lo que la península había sido en cuestiones marineras, están bien grabadas en nuestro pasado imperial. Las clases dirigentes, la monarquía, la Iglesia, la nobleza salida de la edad media, reaccionaria, ignorante y soberbia, no reparó en que un país come de sus agricultores, (pese a que expulsaron a los 800.000 campesinos moriscos), se viste de sus artesanos y comerciantes, (pese a que expulsaron a los judíos). Y en un país, donde las medidas de protección de los bosques maderables para embarcaciones, eran la excepción, donde la protección de las forjas, astilleros y demás profesiones menestrales necesarias para la faena de la construcción naval, tampoco existían. Lo único que quedaba era la plata y el oro americano. Pero estos nunca se quedaron en España, había que importar casi todo, pagar a los Tercios, españoles y extranjeros,  y mirar  para otro lado, pues la nobleza no pagaba impuestos, y mucho menos cultivaba sus tierras. Y mientras, nuestros acreedores se iban convirtiendo en nuestros enemigos y los estamentos más reaccionarios del estado se dedicaban a perseguir toda voz renovadora o heterodoxa, y el país, no salía de una bancarrota que entraba en otra, ruinas, que además siempre venían parejas con las hambrunas provocadas por la subidas de los precios. Con el último Austria, Carlos II, se tocó fondo. La llegada de los Borbones no mejoró las cosas, si exceptuamos algunos destellos fugaces con Carlos III, pero a la sazón, con Carlos IV y Godoy, las cosas no podían haber caído más bajo en cuestiones navales. 40 navíos de línea, con algunos excelentes capitanes e ilustres mandos de la Armada, pero tripulaciones de fortuna, mal entrenadas, mal pagadas y sobre todo,  maltratadas. ¿Cómo se explica esto? Si nuestros capitanes y almirantes eran buenos, como parece demostrado en Trafalgar, si nuestro valor estaba probado, ¿cómo se explica esta debacle? Pues muy sencillo, poco de lo dicho era verdad. Nuestros navíos no eran los mejores del mundo, como se dice por parte de reputados autores. Había de todo. Por ejemplo, el Santísima Trinidad, orgullo de la marina española, era un buque muy pesado, que nunca navegó bien, y al que hubo que someter a variadas reformas. En cuanto a nuestros marinos, no tenían el espíritu de cuerpo de los capitanes ingleses. Primaban las envidias y las zancadillas.  Eso sí, las excepciones eran de lujo, como siempre en España, Churruca, Valdes, Álava, Malaespina, eran de lo mejor del mundo. Aún así , muy pocos tenían conciencia del desastre que se avecinaba y aunque todos barruntaban lo peor en aquella estúpida guerra, colegían que la Armada siempre se había recuperado de los golpes del pirata inglés. Se equivocaban casi todos. Hay pozos de los que no se sale fácilmente. Y Trafalgar fue el abismo de la Armada española. Jamás volvimos a tener flotas como entonces. El cuerpo de oficiales de la Armada trataba de sobrevivir como podía en el viciado mundo de la monarquía borbónica y la nobleza española, aristocracia casada para la eternidad con la Iglesia Católica, pareja de amantes que jamás dejó a este país un pequeño momento de respiro, de libertad, para que las ansias del pueblo, de las fuerzas de la ilustración y de las nuevas ideas, prendieran en el país y aligeraran la presión sobre las clases menestrales, los que trabajaban para alimentar a la pareja de amantes dicha. España, era pues, un país pobre, ignorante y descreído, un país decadente, con pasado no tan glorioso como se le hacía creer a las gentes, pero al que la autocomplacencia oficial, montura de la incompetencia,  llevaba al desastre.

Y por ello, el pueblo marinero, se negaba a servir al rey, se negaba a enrolarse, si no era a la fuerza, sabedor de que los magros dineros que se les debían podían tardar años en ser pagados. Que muy probablemente morirían de enfermedades, o quedarían terriblemente mutilados y sin sustento para la vejez. Que estarían años sin ver a sus seres queridos, y que uno nunca sabe lo que se va a encontrar en casa cuando ha pasado largo tiempo embarcado. Y encima, un trato inhumano, una instrucción detestable, y unas condiciones marineras y salutíferas, desastrosas. Esto también pasaba en la marina real francesa e incluso en la republicana, hasta que Napoleón puso orden. También había pasado algo así en la marina real inglesa, donde la alimentación antes de Trafalgar era francamente mala y la disciplina durísima, posiblemente la más severa de todas las flotas. Pero la flota inglesa tuvo suerte en este aspecto, una serie de motines se sucedieron durante la primera guerra contra Napoleón en 1797-1798, que abarcó a todas las flotas inglesas y que puso en peligro a la propia Metrópoli. El Almirantazgo inglés comprendió que sus hombres tenían razón, y a regañadientes (la represión fue durísima), pero con el convencimiento de las cabezas más preclaras de la flota, se reformaron los reglamentos, y se mejoró la alimentación y el peculio. La flota de Nelson en Trafalgar, iba bien vestida, bien alimentada y pletórica de moral, justo lo contrario que la española y un poco menos en la francesa. Así se pierden y se ganan las batallas. Dando a la gente sus derechos se les convierte en patriotas, todo lo contrario que la marina española de la época, mandada por aristócratas, a veces héroes, otras pusilánimes. En Trafalgar, una parte de las dotaciones había sido apresuradamente reclutada, a la fuerza, entre marginales y presidiarios. Estas tripulaciones lucharon bravamente, pese a que sólo podían aspirar a sobrevivir. Esa es la grandeza de Trafalgar, la sempiterna grandeza de este pueblo que siempre supo morir por unos dirigentes que no se lo merecían.

PERSPECTIVAS DE LA BATALLA

26.1.8 En primer plano el Redoutable, ya desarbolado, emparejado al Victory y al Bucentaure. A la derecha y prácticamente desarbolado, podría tratarse del Santísima Trinidad al mando de Uriarte, atacado por el Temerarie.

26.1.9 El Victory en el centro de la batalla, enfrentándose al Bucentaure y al Redoutable y con el Temerarie acudiendo en su ayuda.  Fragmento del cuadro de Willian Clarkson Stanfield "La batalla de Trafalgar"

26.1.10 Pintura de Auguste Mayer, Trafalgar: el Redoutable y el inglés Temerarie

26.1.11 El Victory en Trafalgar. Cuadro de Willian Turner de 1822.

26.1.12 Desde la cofa de Mesana del Redoutable, un tirador francés abate a Nelson que se había empeñado, pese a las objeciones de sus oficiales, en salir a cubierta con su uniforme de gala que le distinguía de todos los demás. Nelson, que había tenido una vida movidita llena de incidentes y de ignorancia de órdenes recibidas, era un tipo audaz al que su valentía le costó primero la visión de un ojo en el combate de Calvi en 1974 y la mitad del brazo izquierdo en el intento de desembarco de Santa Cruz de Tenerife (su única derrota) en febrero de 1797. La victoria de Trafalgar le costó la vida. Un héroe inglés fabuloso al que cada victoria se le llevaba una parte de sí. Cuadro de Denis Dighton "Caída de Nelson".

26.1.13 Cosme de Churruca a bordo del San Juan Neponucemo,  brigadier de la armada española en Trafalgar, cae herido de muerte, y con la pierna derecha prácticamente arrancada de un cañonazo, pudo aún gritar: "Esto no es nada, que siga el fuego...". En Trafalgar murieron, sin duda, los mejores de ambos bandos. Imagen: Cuadro de Eugenio Álvarez Dumont. Museo del Prado.

26.1.14 El Santa Ana, navío de tres puentes y 112 cañones al mando del capitán de navío Gardoqui con la insignia del teniente general Álava  (segundo de Gravina) y que se batió valientemente contra el Royal Sovereing de Collingwood que en una primera acción le causó graves daños al cañonearle por la popa mientras el inglés cortaba la línea de la combinada. Pese a ser capturado por los ingleses, se rehizo y pudo llegar a Cádiz dónde fue remozado, participando posteriormente, esta vez contra los franceses, en la acción de Rosily en 1808. Destinado a La Habana, se hundió en el propio puerto en 1816.

26.1.15 El navío de cuatro puentes y 140 cañones Santísima Trinidad, el Escorial de los Mares. Botado en la Habana y reformado en el Ferrol y Cádiz, donde se le añadió el cuarto puente, participó en muchas acciones, destacando la del Cabo San Vicente dónde se enfrentó al navío del propio Nelson. El Santísima, que era un buque de pobre navegación, pronto se encontró en apuros y se rindió con el incompetente almirante Córdoba a bordo. Y fue el valiente capitán Cayetano Valdés el que acudió en su ayuda con el Pelayo, secundado por Hidalgo de Cisneros al mando del San Pablo, consiguiendo entre ambos liberar al coloso de los mares, que regresó a Cádiz tras una singladura llena de incidentes. En Trafalgar iba mandado por Hidalgo de Cisneros con Uriarte como capitán de Bandera. Fue capturado por los ingleses que trataron de remolcarlo a Gibraltar, pero la tormenta que se desató tras la batalla terminó por hundirlo con las bodegas repletas de heridos españoles. Descansen en paz en el natural cementerio de los marinos de guerra, el fondo del mar.

26.1.16 Manuel de Godoy, valido de Carlos IV, amante de la sangre real y mal llamado Príncipe de la Paz, que participó activamente en la alianza contra natura con Napoleón que tantos males trajo a nuestra patria. Godoy no era un reaccionario pero sí era un tirano. Fue responsable de ordenar a Gravina obediencia ciega a Villeneuve. Sufrió las iras y las conspiraciones del príncipe Fernando (futuro Fernando VII), que era un tipo malvado que conspiraba contra su padre, su madre, y el propio Godoy, y a los que a todos ellos, burló Napoleón de manera ridícula. A ultima hora, Godoy, parece que comprendió sus errores, pero ya era demasiado tarde. Imagen: Cuadro de Goya en la Academia de San Fernando de Madrid para conmemorar la victoria de la guerra de las Naranjas contra Portugal.

GALERÍA DE MARINOS ILUSTRES DE LA ÉPOCA

 26.1.17 Cosme de Churruca, brigadier de Armada Española y héroe del combate del Cabo Trafalgar. Churruca se acababa de casar, se le debían nueve pagas y sobrevivía dando clases particulares. Churruca era un extraordinario marino y científico. Había sufrido grandes penalidades en sus varias expediciones y tenía la salud frágil lo que le daba un aspecto muy particular. Pero como diría Pérez-Reverte, los tenía bien puestos. En el navío San Juan Nepomuceno, que mandaba en Trafalgar, nadie se atrevió a arriar la bandera hasta que Churruca murió.

26.1.18 Federico Gravina. Capitán General de la Armada Española, que murió de resultas de las heridas de la batalla de Trafalgar. Gravina, que era de origen italiano, refinado, culto e inteligente, cumplió las ordenes que recibió de Godoy, tras algún enfrentamiento dialéctico con Villeneuve, y salió con la flota a sabiendas del desastre que se avecinaba. A otro insigne marino español, Cervera, le pasó lo mismo noventa y tres años después en Santiago de Cuba.  Y es que esto de salir al matadero por mor del honor es muy español, lo malo son los marineritos españoles que siempre la palman.

26.1.19 Dionisio Alcalá Galiano, brigadier de la Armada,  que al mando del Bahama murió en el combate de Trafalgar. Su navío se batió furiosamente contra tres navíos enemigos. Alcalá Galiano fue herido repetidas veces durante la lucha hasta que una bala de cañón le destrozó la cabeza, muriendo en el acto. El Bahama se rindió, pero el temporal lo estrelló contra la costa.

26.1.20 Francisco Alcedo Bustamante, capitán del Montañés, murió en Trafalgar en duro combate con navíos ingleses.

26.1.21 Cayetano Valdés, marino de enorme valor, destacado en todas las acciones en las que participó. Fue muy resolutivo en la del Cabo San Vicente, donde con la Ayuda de Hidalgo de Cisneros sacó de apuros al mismísimo Santísima Trinidad. En Trafalgar, con el Neptuno, integrado en la división de Dumanoir, se negó a seguir sus órdenes y acudió junto con otros buques de esta división en ayuda del centro, donde se batía el Santísima Trinidad, el Santa Ana, y los franceses Bucentaure, Redoutable y el Fougueux. No pudo socorrerlos pues fue interceptado, y tras duro combate fue herido, y perdido el conocimiento, su segundo rindió el Neptuno. Tras su liberación, luchó contra los franceses en Cádiz, pero tras la llegada de Fernando VII, como tantos otros militares liberales, fue encarcelado. Finalmente se exilió, regresando con la amnistía que a regañadientes concedió la regente María Cristina, ocupando posteriormente cargos militares y políticos.

26.1.22 Hidalgo de Cisneros, jefe de escuadra, al mando del Santísima Trinidad con Uriarte como segundo. Fue herido, apresado y posteriormente liberado.

26.1.23 Ignacio María de Álava era teniente general del mar y segundo de Gravina. Enarboló su insignia en el Santa Ana. Fue herido y el navío apresado, pero retomado el barco por la tripulación y remolcado por una fragata francesa consiguieron llegar a Cádiz.  Sucedió a Gravina en el mando de la maltrecha flota española. Era marino ilustre, hombre de ciencias y buen administrador.

26.1.24 Francisco Javier de Uriarte capitán del Santísima Trinidad que puso en graves apuros al Victory. Mantuvo el coraje y la calma debidas en su buque pese a la desolación de los cadáveres y la sangre corriendo por la cubierta. Fue herido y apresado. Tras su liberación combatió contra los franceses.

26.1.25 Un insigne marino, Alejandro Malaespina,  que realizó expediciones científicas y descubrimientos de gran valor pero que fue olvidado por la historia por su enemistad personal y política con el dictador Godoy. Era liberal y tenía ideas muy claras sobre el futuro de las colonias españolas caso de no hacer concesiones políticas. Desterrado a Italia, donde había nacido, murió en 1809. Imagen: Museo Naval de Madrid.

ADENDA 2013

26.1.26 Pintura de Francisco Sans Cabot "Episodio de la batalla de Trafalgar", alusiva al naufragio de muchos barcos españoles tras la batalla, debido a la tempestad que se desató a las pocas horas del fin de los combates y naturalmente al mal estado de los navíos tras el intenso fuego a que habían sido sometidos. La escena representa a los supervivientes del navío Neptuno, que tras su heroico comportamiento en la lucha, se rindió cuando el brigadier de la armada Cayetano Valdes que oficiaba a petición propia de capitán del navío, herido de gravedad, delegó el mando en sus segundos, que tras ver la encerrona en que se encontraba metidos, luchando contra cuatro navíos ingleses, decidieron rendirse. Remolcados, la tempestad soltó las amarras, y libres, largaron el trapo que les quedaba para intentar llegar a Cádiz, Allí estaban casi, cuando embarrancaron en las rocas del castillo de Santa Catalina de Cádiz a dos pasos de la bocana del puerto.

Versión 1.0 - 01-2000 - Revisión 1.1 - 12-2013