S.B.H.A.C. Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores |
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Las Fuerzas Aéreas republicanas |
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El Servicio de Aviación Militar y la Aviación Naval de julio a noviembre de 1936 |
El Servicio de Aviación tras el 18 de julio. Una de las mayores pérdidas del Servicio de Aviación fue la del Director General de Aeronáutica, el general de división Miguel Nuñez del Prado enviado a Zaragoza en avión por el gobierno para mediar con su amigo el general Cabanellas sublevado en la 5 División Orgánica, quien tuvo la poca gallardía de permitir que Mola, desde Pamplona, donde fue trasladado preso el general, junto con su ayudante, ordenara su asesinato. Sin su cabecera, las fuerza aérea leal a la República improvisó sobre la marcha dejándose llevar por la realidad geográfica. De modo que se formaron tres grupos operativos. El del Centro liderado por el teniente coronel Hidalgo de Cisneros con el teniente coronel Ángel Pastor como jefe nominal del Servicio de Aviación, desde su anterior puesto de jefe de la Oficina de mando de la Dirección General de Aeronáutica. El de Cataluña al mando del celebre teniente coronel Felipe Díaz Sandino, el del la zona Levante-Sur al cargo del comandante Juan Ortiz Muñoz desde la base de Los Alcazáres. Desde el punto de vista orgánico, nada cambio oficialmente. La Escuadra 1 quedó bajo mando del comandante Antonio Camacho Benítez, la Escuadra 3 bajo el mando del teniente coronel Díaz Sandino, y la 2 (originariamente en Sevilla, y casi al completo en manos rebeldes) se reorganizó bajo mando del comandante Juan Ortiz de la bases Los Alcázares-La Ribera. Los grupos y las escuadrillas tampoco variaron orgánicamente, únicamente se refundieron algunas escuadrillas para completar efectivos. El conocido ingeniero aeronáutico Emilio Herrera Linares regresó de Santander, vía Francia, donde preparaba una ascensión en globo para probar su famoso traje estratosférico, y fue nombrado para la jefatura de Instrucción y Servicios Técnicos. La aviación de Caza. La Escuadra 1. Al 18 de julio existían realmente dos grupos de caza basados en el aparato Nieuport-52 (construido en La Hispano de Guadalajara), el Grupo 11 en Getafe y el grupo 13 en El Prat de Llobregat. Existían además una escuadrilla en Sevilla del antiguo Grupo 12, y que precisamente la otra escuadrilla reforzaba al grupo 11 de Getafe. Además, una patrulla de Ni-52 se encontraba en la escuela de Tiro y Bombardeo de los Alcázares. En la base de San Javier, la Marina disponía de una escuadrilla de vetustos Martinsyde F-4 que darían muy poco juego, una vez iniciadas las hostilidades. Contra lo que se ha dicho, oficialidad y pilotos apoyaron el golpe en una proporción muy parecida a la del Ejercito. En Madrid se mantuvieron leales dentro de la Escuadra 1, el jede del grupo 11, capitán Manuel Cascón, dos jefes de escuadrilla, los capitanes A. González, e Iriarte, un teniente, y un puñado de pilotos subalternos, entre los que destacaría pronto, García Lacalle.
En Barcelona, sede de la Escuadra de caza nº 2, permanecieron leales, un capitán, dos tenientes y seis pilotos subalternos, entre los que también destacaría pronto el malogrado García Herguido. En el complejo San Javier-Los Alcázares, la situación fue peor. En la Aviación Naval, tuvieron que ser los subalternos y auxiliares los que se hicieran cargo de las instalaciones y del servicio, y Los Alcázares, dos tenientes y cuatro subalternos se hicieron cargo de la patrulla de caza de la Escuela de tiro. Iniciadas las hostilidades, el mando aeronáutico, prácticamente independiente por teatros de operaciones, Aragón, Centro-Sur y Norte, dividió las fuerzas en patrullas, con la intención cubrir todos los escenarios bélicos. Pero era una pretensión inútil, pues a medida que se adentraba el verano, la pronta ayuda italo-germana, se hizo tan superior, en cantidad y calidad, que las pequeñas unidades aéreas de caza republicanas, pronto quedaron convertidas en nada. Además, las deserciones eran notables y los oficiales de carrera que se mantuvieron leales, muchos de ellos, "leales geográficos", buscaron rápida forma de quitarse de primera línea pasando a las Escuelas de pilotos y al mando de la estructura de la futura Arma. Esto que parece baladí, tuvo importante influencia en el desarrollo de las Fuerzas Aéreas de la II República, que quizá, tanto o más que en el Ejercito Popular, potenció una casta "pata negra" de militares poco combativos pero terriblemente burocratizados, que determinarían el futuro de la Fuerza. De modo que fueron los pilotos subalternos los que realmente defendieron los tempranos cielos de la República, de los que García Lacalle es el paradigma. Y así, fue aquí, en el mismo principio de la guerra, donde la Aviación de combate republicana tuvo que asumir, como le ocurrió al Ejercito Popular, un burocracia militar y mayoritariamente derrotista, que en nada le correspondía, y que si bien pudo ser importante en el primer año y medio de guerra, luego, como en el EP, fue una rémora para las unidades de combate (1) mandadas siempre por antiguos subalternos. Las otras Escuadras. En Cataluña, La Generalitat que disponía de un servicio civil aeronáutico (Serveis Aeronàutics de la Generalitat), lo puso a disposición de la Conselleria de Defensa que además controlaba la Aviación Militar del todo el Teatro de operaciones Aragón-Cataluña Baleares. Ya en el 31 de julio se publica en Diario Oficial de la Generalitat el decreto que nombramiento como Conseller de defensa al teniente coronel, precisamente de Aviación Militar, Felipe Díaz Sandino. A inicio de octubre se crea la Escola de Pilots Militars de la Generalitat, sin menoscabo de otras escuelas patrocinadas por partidos y sindicatos, como la que auspiciaba el POUM. Esta escuela dependería ya de los Servicios d´Aeronàutica del Departament de Defensa (es decir el equivalente a la Dirección General de Aeronáutica gubernamental) . A los pocos días, se moviliza en Cataluña a todo el personal civil relacionado con la aviación, especialmente pilotos y mecánicos civiles. Algunos reciben graduación (los que tienen el título de piloto civil), y todos deben pasar por la Escola de Pilots Aviadors Militars de la Generalitat, donde los profesores eran, Canudas, Camarasa, Mari Pepa Colomer y Dolores Vives Rodon. Tras este curso, y teóricamente, para obtener el título de piloto militar se necesitaba pasar a las escuelas gubernamentales a este efecto en el complejo Los Alcázares-San Javier. .... En agosto se trajeron desarmados veinte aviones franceses del tipo Dewoitine 372 y Loire-46, a los que hubo que realizar ajustes, correcciones, cambios de motores y de trenes de aterrizaje y sobre, todo, incorporarles las armas que no traían. A la República le quedaban en las escuadrillas de caza, un puñado de Nieuport-52, un par de Furys, veinte aviones franceses, y algunos cazas exóticos sin ningún valor. En octubre, un sólo avión de caza defendía los cielos de Madrid, teniendo todo el aeropuerto de Barajas para el sólo.
(Trabajando....) El Gobierno de Largo Caballero. Las reformas de Prieto. Se crea el departamento de Marina y Aire al mando de Prieto. El Ministerio se dividió en dos Subsecretarías, la del Aire bajo mando del coronel Ángel Pastor, y la de marina a cargo del radiotelegrafista Balboa, héroe republicano, que desactivó el golpe en las dependencias madrileñas de la Flota y mantuvo informadas a las dotaciones retransmitiendo las instrucciones del ministro. En cuanto al Aire, desaparecía la Dirección General de Aeronáutica Militar y todos sus organismos pasaron a depender de la Subsecretaría, la Jefatura de Aviación Militar y su Oficina de mando (E.M.), los Servicios Técnicos, las Secciones administrativas y la nueva Secretaría Técnica. Fue nombrado jefe de la Aviación Militar el recién teniente coronel Hidalgo de Cisneros y como su jefe de la Oficina de mando, Ángel Riaño. El teniente coronel Antonio Camacho se hizo cargo de la nueva Inspección General de Fuerzas, Escuelas, Industrias y Material Aeronáutico, que se organizaba con un Secretaria Técnica y dos Secciones con sus negociados. Este organismo sustituía a organismos suprimidos, especialmente la Jefatura de Instrucción. Los motivos eran obvios, la necesidad de instruir a los pilotos voluntarios para combatir por la república hacía necesario crear un organismo de formación eficiente y controlado. Se trataba también de regularizar las iniciativas particulares de sindicatos y otros organismos del ramo que daban cursos de pilotaje a personal de tierra que quería combatir. Se decidió alejar del frente la Escuela de pilotos, y se llevó a San Javier, en Murcia. Y allí se convocó oficialmente el primer curso para Pilotos. Y en octubre en Los Alcázares el primer curso de ametralladores-bombarderos. También se convoco en Valencia un curso para mecánicos. El mando aeronáutico militar pronto se dio cuenta de la necesidad de abandonar el sistema de escuadras por otro más flexible, y se optó por Regiones Aéreas, que era un modo de reconocer la autonomía de que gozaban algunas regiones, por mucho que esta nomenclatura ya viniese en el decreto de junio de 1936. Partiendo de tres regiones, Madrid, Murcia y Cataluña, que venían a ser las Escuadras supervivientes del 18 de julio, se crearon posteriormente otras regiones, primero una cuarta para Valencia, y otras cuatro más hasta un número de ocho, según apremiaban la necesidades bélicas. (1) Un ejemplo palmario de esto fue la creación al inicio de 1938 de la famosa Escala del Aire que estaba formada por los pilotos y observadores que poseyeran el título con anterioridad a la guerra. Al resto del personal se le consideraría personal de tierra, por mucho que todos, prácticamente todos los pilotos que combatían en ese año, fueran voluntarios posteriores a 1936. Sí, la mano Prietista, había sido manejada por la burocracia militar de la retaguardia para firmar semejantes decretos que eran un insulto par los combatientes. La oleada de protestas entre los pilotos fue mayúscula según cuentan varios de ellos en sus memorias, así que el Ministerio aflojó un poco. Pero en el fondo todo era irreal. Las probabilidades de que las Fuerzas Aéreas sobrevivieran, al igual que la República eran pocas, y sin embargo una burocracia militar de 20.000 miembros, de los que combatían, aunque fueran en las DCA, ni la tercera parte, se entretenía en estas cosas. El honor de las Fuerzas Aéreas republicanas, estaba en sus mecánicos y pilotos, no en sus mandos y emboscados, como las famosas Escalas de Sobrantes, pilotos que siempre estaban en destinos de retaguardia, al parecer, precisamente, por falta de destinos. |