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El Ejército Popular

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L 1.d) Las Brigadas Mixtas

Mike Blacksmith)

Los inicios:

En el estado actual del estudio de la formación de las Brigadas Mixtas hay algunos puntos oscuros que ni los historiadores franquistas ni los actuales historiadores democráticos han esclarecido. En los tres artículos que preceden a este, todos de reputados autores, hemos leído prácticamente lo mismo aderezado con las opiniones particulares de cada autor. Ello es:

1 - Las brigadas mixtas fueron la manera más práctica de pasar del Ejército de milicianos al Ejército Popular. Se trataba de oficializar sobre el papel la reorganización de batallones y columnas que emprendió el gobierno de Largo Caballero a finales de 1936. Se reunificaron los batallones de milicias, se agruparon, en ocasiones se fragmentaron, las columnas, y el resultado vino a ser en la mayoría de los casos, salvo señaladas excepciones, que los batallones de milicias cambiaban de nombre, a veces de mando, y algunas de sector. Muchas de ellas pasaron a la reserva y recibieron instrucción complementaria y hasta nuevo armamento, pero la verdadera racionalización fue imposible (organización de instrucción, mando y armamento), por la sencilla razón de que la reforma se hacía en vivo, esto es sobre la marcha. Las excepciones serían las seis primeras brigadas y naturalmente las Brigadas Internacionales, estas ultimas porque eran nuevas, y las anteriores porque se traban de las unidades más fogueadas y mejor mandadas del Ejército de milicianos que defendía Madrid en el otoño de 1936.

2 - La composición de las brigadas varió desde su fundación a la última reforma de 1938, pero sólo sobre el papel, en la realidad también varió pero siempre a menos. Veamos:

La Brigada Mixta nació con la pretensión de tener 4 batallones de infantería a cuatro compañías cada, una de ellas de maquinas. Además una sección de morteros por brigada, un grupo de artillería de campaña y un escuadrón de caballería para reconocimiento, que se pensaba motorizado para el futuro. Además dentro de los servicios, la brigada dispondría de una compañía de zapadores, sección de transporte, transmisiones, intendencia y sanidad. 3.700 hombres con 150 oficiales.

Se dice que sólo las primeras seis brigadas y las internacionales tenían está composición, y aún así sabemos que en estas seis brigadas había compañías enteras desarmadas esperando sus armas.

El resto de las brigadas fueron dotadas en menos proporción de armas y maquinas, dado que no las había, y debieron conformarse con el armamento de su procedencia miliciana, ello es: cuatro batallones de infantería con insuficiente dotación de fusiles, fusiles ametralladores, ametralladoras y morteros. El grupo de artillería de campaña quedaba reducido a tres cuatro piezas del siete y medio, y el escuadrón de caballería quedaba en una sección de enlaces montados. O sea lo que traían puesto las columnas cuando se militarizaron.

Dice Ciutat literalmente que: "...normalmente, se consideraba con buena capacidad combativa á la brigada mixta que tenía alrededor de 3.000 hombres con 1.500 fusiles activos, unos 20 fusiles ametralladores y 12 ametralladoras, dos o tres morteros de 60 mm y seis cañones de 75 mm."

Independientemente de que la mitad de los hombres no tienen fusil, lo que es bastante preocupante cuando hay que tirar de reservas y pasar hombres del segundo escalón al primero, dudo que esta plantilla fuera estándar en cuestión de máquinas y cañones. Esta dotación era desde luego inferior a nivel de división que las de a su contrario y a la de los ejércitos de la época.

A los pocos meses del decreto de su fundación, se diseñó una nueva plantilla: cuatro batallones, una compañía de reserva y movilización, una escuadra de caballería, una sección de autos blindados en una de cada tres brigadas y las unidades de servicios antedichos. Esto hacía más de 4.000 hombres.

De modo que las divisiones del Ejército Popular  tenía una potencia de fuego de probablemente 2/3 de las divisiones rebeldes, eso si estaban al completo. Es decir, peor armadas y demasiados efectivos en retaguardia. Ello nos lleva al punto siguiente.

3 - La proporción entre los  escalones de combate y los de retaguardia era desproporcionada para las tareas de la brigada. Había demasiados hombres en los servicios. Soldados que no combatían y que no tenían fusiles. A poco que se conozca el funcionamiento de los ejércitos, vemos que las unidades de los escalones de retaguardia, eran el chollo deseado por todos los soldados del mundo, derecho legítimo del recluta a enchufarse como fuera (emboscarse se decía entonces)  para rebajar las probabilidades de caer como un héroe.

4 - Pese a todo, la militarización del Ejército de Centro, y del resto más adelante, fue un éxito rotundo. La república construyo un Ejército lleno de defectos sí, pero que fue su Escudo, como dice el profesor Viñas, que le permitió resistir más de 1.000 días de fiera lucha.

Hasta aquí lo que todos los historiadores nos cuentan. Quedan los misterios. Por qué Brigadas Mixtas y no regimientos, sobre todo a medida que la guerra avanzaba, ¿y los comisarios?, ¿por qué?, ¿era realmente regular el Ejército Popular?, ¿no había realmente varios ejércitos dentro del Ejército Popular? Responderemos a esas cuestiones en este capítulo y siguientes.

Una decisión acertada.

La primera cuestión misteriosa alrededor del Ejército Popular es por qué los arquitectos de este Ejército optan por la Brigada Mixta, una brigada por cierto, pese a los numerosos antecedentes en la historia militar de España, de nueva creación. Que no es la Brigada Mixta de Asturias que mandaba Aranda, ni las columnas de África, ni los regimientos rusos con unidades de servicios. La Brigada Mixta es novedosa y a la vez es obligada. Sus proyectistas seguro que sopesaron las razones de los asesores soviéticos, también sopesaron otras estructuras foráneas, dado que España siempre se inspiró en el Ejército Francés, y por seguro que valoraron las experiencias en ese sentido del Ejército anterior al 18 de julio. Alpert, en su estudio sobre el ejército republicano, ya lo aventura, era la forma más práctica de militarizar las columnas de milicianos. Nosotros afirmamos más, era la única, y era además la más correcta políticamente, el primer pasito para molestar poco militarizando mucho a las variopintas unidades milicianas, extremadamente sensibles a cualquier cambio que oliera a ejército tradicional, es decir, el militarismo contra el que precisamente estaban luchando.

Así que los proyectistas del Ministerio de la Guerra sacaron sus lápices y diseñaron una arquitectura militar que pusiera orden en las maltrechas columnas que defendían Madrid y permitiera de una vez por todas crear unidades de combate cuyos mandos pudieran controlar eficazmente, es decir, cadena de mando, sin tener que pelearse con la decena de jefes accidentales que mandaban los batallones de milicianos de tan románticos nombre pero de poquito valor militar pese a su probado valor individual.

¿Y por qué? Porque no había otra, como todo el mundo sabía, y Rojo cuenta en "Así fue la defensa de Madrid", pero ningún partido o sindicato quería iniciar las militarizaciones pues perderían el poder político que le daban sus milicias, salvo las excepciones conocidas, las del Quinto regimiento, no siempre tan inocentes. Era cierto, no había otra. Madrid se salvó gracias a las Brigadas de nueva creación, incluyendo las internacionales. Por fin se podían exigir responsabilidades de verdad, por fin una unidad podía abordar maniobras complejas (de momento en teoría), por fin se podía pensar en racionalizar el armamento y el municionamiento, por fin se podía pensar en crear escuelas de oficiales y suboficiales. Por fin se podía organizar la guerra de verdad. De haber hecho caso a las voces que clamaban contra la militarización, la guerra se habría perdido a finales de noviembre con ayuda rusa o sin ella, por la sencilla razón de que no se podría haber repetido el milagro del 11 noviembre por segunda vez con las unidades que lo consiguieron ese día. Era militarmente imposible afrontar la embestida rebelde sin esta reforma al galope, si no era por el centro de Madrid, hubiera sido por la carretera de la Coruña, o por el Jarama, o por la misma Guadalajara, ninguna de las ofensivas rebeldes del teatro de operaciones de Madrid se hubiera resistido sin la militarización. De la misma forma que El Jarama exigió la formación de divisiones y cuerpos, Madrid exigía la creación de brigadas mixtas, que se llamaran como se llamaran, agruparan y controlaran a las magras y supervivientes fuerzas milicianas con los nuevos reemplazos sin que el sistema hiciera crisis. Eso es lo que consiguió la creación de la Brigada Mixta, y en concreto, las seis primera brigadas mixtas y las dos internacionales salvaron Madrid incluso llegando hasta la batalla del Jarama. De modo que el primer misterio está resuelto por la simpleza de su razón de ser. Los diseñadores del Ejército Popular acertaron de todas todas y salvaron Madrid y con ella La II República. La ayuda rusa vino bien, pero los tanques rusos no pudieron evitar que los rebeldes alcanzaran el Manzanares, y a fuer de sinceros, tampoco las incipientes brigadas mixtas que actuaron en Seseña y otros lugares pudieron contenerlos, pero era el principio del victorioso (a la defensiva) Ejército del Centro.

De modo que los constructores del E.P. se ponen a la faena, a la par que Largo Caballero, dispone el decreto de creación del E. P. para a continuación nombrarse Jefe del Ejército (como también hizo Aguirre con el Euskogudarostea), reformar el E.M. del Ministerio, crear el Consejo Superior de Guerra (políticos controlando el Ejército) y ordenar la creación de las seis primeras B.M. y dos internacionales. De paso se disuelven los organismos que controlaban las milicias y se crea un nuevo reglamento, saludo militar obligatorio incluido y para evitar la suspicacia que tal acción significaba para las milicias, el saludo se hace con el puño cerrado, no con la mano abierta como los ejércitos tradicionales. La cosa quedaba un poco rara al principio y molestó a todo el mundo, a los oficiales de carrera porque dejaba claro por dónde iban las cosas, y a los milicianos porque les obligaba a reconocer la autoridad de los oficiales, bastantes de los cuales provenían del Ejército anterior al 18 de julio. Pero según se adentró la guerra, el saludo quedó de lo más natural, significando que se militaba en un ejército popular muy lejos de los ejércitos tradicionales de normal trufados de militarismo reaccionario.

Retiradas a retaguardia las fuerzas milicianas que constituirán las nuevas seis brigadas, más las aportaciones de otras unidades no milicianas, Líster organiza la primera con batallones del Quinto regimiento y soldados del Ejercito voluntario (las milicias del anterior gobierno).

Jesús Martínez de Aragón que había mando fuerzas milicianas, crea la segunda en Ciudad Real con fuerzas regulares de la guarnición de Madrid y milicias extremeñas.

La tercera se creó en Alcázar de San Juan con fuerzas del cuerpo de Carabineros al mando de José María Galán, hermano del Fermín, y miembro del cuerpo.

La cuarta se creó en Albacete (base de los batallones de voluntarios de Giral) con efectivos regulares de la 3 División Orgánica (Valencia).

La quinta se formó como la tercera, con fuerzas de Carabineros en la base que este cuerpo tenía en Villena y al mando del comandante Sabio.

La sexta se creó en Murcia con fuerzas regulares de la 3 División Orgánica y la mandó el capitán de infantería Gallo.

Estos nombramientos levantaron críticas, incluso entre los partidarios de Largo, pero los nombramientos era de cajón, se trataba de mandos fiables (los de milicias por supuesto, y los tres profesionales eran leales declarados), tenían experiencia en el mando de combate y estaban por la labor que le interesaba al gobierno. La tropa era mitad veterana y mitad novata, mitad regular y mitad miliciana. Era un buen comienzo y de hecho estas seis brigadas fueron de las mejores del E.P. Por tanto, este comienzo fue un acierto del Ministerio de Largo Caballero y de Asensio. Estas brigadas, al poco de su entrada en acción se distinguieron, especialmente la tercera que fue decisiva en la defensa de Madrid, cuando atacó de través a las columnas rebeldes los días 7 y 13 de noviembre. La primera de Lister tuvo menos fortuna en su estreno en el segundo contraataque en dirección a Illescas en octubre y que se materializó en la acción blindada sobre Seseña, donde los hombres de Lister no fueron capaces de seguir a los tanques rusos del capitán Arman, y estos se dieron un tour sobre la retaguardia rebelde aunque con importantes pérdidas. La acción demostró que los tanques sin infantería pueden dislocar la retaguardia enemiga pero no consolidan el terreno. Asimismo quedó en evidencia que las brigadas sabían defender el terreno pero no estaban preparadas todavía para el ataque ofensivo.

Sin embargo, la salvación de Madrid fue la confluencia de varios factores, militares y políticos. Los políticos están claros, el gobierno se las piró y dejó Madrid en manos de Miaja y de un grupo de jóvenes voluntariosos que constituyeron la Junta (Delegada) de Defensa de Madrid que se puso a trabajar en lo fundamental sin las cortapisas del gobierno y sus burócratas. Los partidos, sindicatos y la prensa se lanzaron a una campaña de propaganda con exaltación de las virtudes patrias de resistencia numantina, tan caras en este solar. Pues los tibios y los cobardes se habían ido y sólo quedaban los valientes y los resignados. Mucho mejor.

Los factores militares eran más tangibles. La cúpula militar recibió dos cabezas importantes, Miaja, el impasible defensor, y Rojo, el paciente estratega que se encontró un E.M. (ahora llamado Estado Mayor de la Defensa) con cabezas de lujo al que supo alimentar de forma admirable. Y lo más importante, todo el ejército de la República en la zona Centro, nuevas brigadas, y antiguas columnas estaba al alcance de la mano en un teatro de operaciones optimo para la defensa. Otra más, ya no había terreno para retroceder y otra más, había aviación y había tanques, aunque faltaban, como siempre, fusiles, ametralladoras, municiones y cañones.

La toma del casco urbano de Madrid era prácticamente imposible para las fuerzas africanas de Franco, aguerridas y profesionales, pero poco numerosas para una ciudad de un millón de almas. No obstante, Franco, cuando su E.M. le dijo que la toma era imposible con las fuerzas disponibles, no se amilanó y llamó a Varela y le dijo: inténtalo tu que tienes siempre suerte. Un órdago al azar, pero no se jugaba al mus. Este factor también influyo, pues esas buenas fuerzas quedaron atrapadas en su propia ofensiva, mientras que hubieran sido temibles en otros teatros del perímetro madrileño. Para más suerte, los carabineros de Galán destruyeron un carro italiano donde encontraron una copia del plan de operaciones rebelde que prontamente llevaron al E.M. Miaja y Rojo pudieron reforzar el sector de la Casa de Campo y retirar fuerzas del sur, dónde la lógica militar hacía pensar iba a ser la ofensiva. Además el primer día de esta ofensiva, 7 de noviembre, la tercera brigada de Galán contraatacó por el flanco de la columna de Castejón y la paró en seco. Y en el centro de la batalla ocurrió lo mismo, los republicanos se defendían casa por casa. Madrid se había salvado, aunque todavía quedarían días decisivos. El papel de la nuevas brigadas y de las internacionales es fundamental en esta hazaña. Varela no tuvo tanta suerte esta vez

La militarización había funcionado y tenía en su haber parte del éxito de la defensa de Madrid. La tarea debía continuar y tras la creación de estas brigadas, se puso en marcha otro plan para la organización de diez nuevas Brigadas Mixtas y tres internacionales. El asunto iba a todo tren. Madrid se defendía bien, pero eran previsibles grandes batallas en su perímetro. Era necesario crear más unidades y más grandes.

Queda claro pues que una militarización basada en regimientos tradicionales (terciarios) no hubiera servido a la militarización con la misma eficacia y rapidez que las brigadas. De hecho había bastantes regimientos en las milicias, si bien eran regimientos sólo de nombre. Una organización basada en regimientos hubiera obligado a numerosos y bruscos movimientos de armas y unidades. Con las brigadas, las unidades conservaron mayoritariamente sus máquinas y su artillería, sus vehículos y sus servicios, la organización regimental hubiera obligado a repartir más drásticamente los efectivos. Lo que hubiera dislocado las fuerzas. Esa es la explicación de una militarización que se hizo sobre la marcha.

Los Comisarios.

No vamos a perder el tiempo con este tema que por cierto hemos explicado en el prologo de este proyecto. Los proyectistas del E.P. aceptaron a los comisarios porque de hecho ya existían en las milicias en forma de delegados políticos y porque de no hacerlo los partidos políticos patrocinadores de las milicias hubieran puesto el grito en el cielo, clamando contra el militarismo del Ministerio que de un plumazo les quitaba el control de la unidad. Esta era impensable. Así que los comisarios aseguraban una cierta fidelidad a un patrocinador y se cuidaban del bagaje político del soldado, de su bienestar y de otras cuestiones menos militares. Pero la pregunta que surge es, ¿beneficiaron los comisarios políticos al E.P., o como aseguran algunos historiadores, lo lastraron?

La respuesta es evidente, donde de verdad tuvieron influencia los comisarios políticos fue en las unidades de choque. Los comisarios, oficiales políticos, elevaban la moral del soldado, por las buenas o por las malas, y suplían lo que en los ejércitos regulares cumplen los sargentos, esto es, el recluta le tiene más miedo al sargento que al enemigo. Lo cierto es que los buenos sargentos brillaban por su ausencia en las milicias, así que, sin ser ésta la intención, sirvieron también de sargentos cuando la cosa se ponía cruda. Naturalmente, la proporción de comisarios eficientes era la misma que la de oficiales eficientes.

Muchas inexactitudes se han escrito por parte de propagandistas e historiadores franquistas sobre este tema, e incluso por historiadores democráticos. Un ejército popular no puede existir sin comisarios, y un ejercito rojo mucho menos. Y para refrescarles la memoria a tanto incredulo traigo a colación que el ejercito que le dio badana al mejor ejercito del mundo, la Wehrmacht, fue el ejercito soviético, cuajadito de comisarios políticos.

De modo, querido lector, que la cosa era obvia, lo menos rechazado de la militarización por los voluntarios de las milicias eran precisamente sus oficiales políticos, o sea sus Comisarios políticos. Otra cosa es cuando más adelante los reemplazos llenaron los huecos provocados por las terribles pérdidas de Brunete, Belchite y Teruel. Pero en la fundación de las BB.MM. la figura del Comisario fue el menor de los problemas. Es como cuestionar los capellanes del requeté.

M.B.