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Xavier Lacosta

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Cristino García Granda: comunista hasta el final

Por Xavier Lacosta

 

“Allá donde haya un militante, allá estará el partido”

Lenin

“Todo español lleva dentro un guerrillero”

Dicho popular

 

Se hace difícil hoy en día evaluar la figura de Cristino García Granda tras el derrumbe mundial del comunismo. ¿Héroe o villano?¿Terrorista o combatiente por la libertad?¿Estalinista o demócrata anti nazi? ¿Guerrillero o forajido? Para la España de Franco que le ejecutó, un delincuente comunista –entonces ambos términos eran sinónimos. Para la Francia a la que contribuyó a liberar del nazismo, un héroe nacional. Para los españoles de hoy en día, un perfecto desconocido, apenas llevan su nombre un par de calles en Asturias y Alcalá de Henares. Los restos de Cristino García Granda descansan en un columbario del cementerio madrileño de Carabanchel Sur, re descubiertos hace unos años según informó el diario El País en su edición del 14 de septiembre de 2002 .

Existen pocos datos públicos de este hombre. Sabemos que nació en 1913 en Viodo, comarca asturiana de Gozón, aunque no es raro ver citado que nació en Sama de Langreo en 1914. Minero, miembro de la Juventud Comunista desde 1930, con apenas 20 años tomó parte en la revolución de Asturias. Pero en 1936 era marinero en el vapor Luis Adaro, sin duda cambió de profesión para evitar la represión contrarrevolucionaria. El 18 de julio le pilló en Sevilla, en medio de la confusión e invocando la lealtad a la República se apoderó de la nave y logró eludir el control de los rebeldes para dirigirse a Gijón.

Alistado en las filas republicanas, participó en la resistencia asturiana hasta que la región cayó bajo control de los alzados. Pudo escapar hacia Catalunya para unirse a la XI División mandada por Enrique Líster donde alcanzó el grado de teniente; en agosto de 1938 ingresó en el comunista XIV Cuerpo de Ejército bajo el mando de Domingo Ungría, con él ascendió al empleo de comandante; esta agrupación republicana tenía la misión de actuar como guerrilla y efectuar sabotajes en la retaguardia nacional en las zonas de Aragón, Andalucía, Centro y Extremadura, así como pasar a civiles republicanos atrapados y embolsados en la zona rebelde hacia la zona leal.

Cristino García cruzó la frontera rumbo al exilio en febrero de 1939 tras la caída de Catalunya, como tantos que fueron internados en los campos de Argelès sur Mer, Saint Cyprien, etc. Tras salir de estos volvió al oficio de minero. A partir del verano de 1941, los miles de soldados republicanos exiliados en Francia, en especial los restos del XIV Cuerpo que ya tenían experiencia guerrilla, se auto constituyeron en la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE) integrada dentro de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI). Como militares de la República y colaboradores de las FFI ostentaron rangos y empleos militares reconocidos por Francia, lo que siempre fue denigrado por la policía franquista ([1]).

En teoría, la AGE estaba bajo las directrices del Partido Comunista de España (PCE) pero en la práctica, y más debido a la lejanía de la dirección del PCE exiliada en Moscú –Ibárruri, Díaz, Modesto, Líster, Carrillo, etc.-, la necesidad de tomar decisiones rápidas en un clima de guerra y represión y la integración orgánica en las FFI, los guerrilleros españoles iban bastante por libre en la iniciativa y comisión de sus acciones.

De hecho se creó en Francia una dirección comunista paralela a la de Moscú, con sede clandestina en Toulouse y reorganizada por el navarro Jesús Monzón Reparaz –conocido en la clandestinidad como ‘Mariano’ por los servicios de inteligencia franquistas. Monzón era miembro del comité central del PCE, próximo a Negrín; durante la II República había sido contramaestre de la Armada, gobernador civil de Alicante desde agosto de 1937 y de Cuenca desde mayo de 1938. En Francia, para dar mayor cobertura política a la guerrilla, Jesús Monzón creó la Unión Nacional como una entidad en la que se encontraba el PCE pero que admitía a todos los políticos y exiliados de cualquier ideología que quisieran organizarse para luchar contra el franquismo y restaurar la II República.

¿Ilusión? No: la República no se había rendido ni militar ni civilmente ante las tropas de Franco. No existió un acta de rendición republicana. Francia sí se rindió ante Alemania en junio de 1940 y Alemania se rendiría ante los aliados en mayo de 1945, generándose en cada caso los documentos pertinentes con las firmas autorizadas, etc. Pero tal ocasión de una rendición firmada no se dio al final de la Guerra Civil en España. Ni siquiera el último parte de guerra de Franco del 1º de abril de 1939 -con el famoso texto: ‘En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado y ocupado sus últimas posiciones. La guerra ha terminado’- habla de una rendición militar de fuerzas contrarias, sino de ocupación de los últimos objetivos estando el enemigo ‘cautivo y desarmado’.

Y fue Franco quien nunca quiso ni oír hablar de una negociación con políticos ni militares republicanos para su rendición. Es obvio que Casado, al entregar Madrid a Franco a finales del mes de marzo, no tenía autoridad para hacerlo ni representaba la máxima autoridad ni civil ni militar republicana. En rigor, en los primeros años de la década de los 40, cualquier militar leal podía sentirse legitimado para actuar contra fuerzas franquistas dado que sus superiores, estuvieran donde estuvieran, no le habían ordenado ni rendirse ni entregarse.

Quede claro que Jesús Monzón no rompió por entonces con la dirección del PCE en Moscú, ni ésta con él pese a que existía cierta tirantez. Para empezar, Monzón había rehusado exiliarse en México como el partido le había ordenado. La iniciativa de un Monzón alejado físicamente de Moscú es un hecho ya que en el verano de 1941 encomendó a varios militantes que entraran en España para comenzar la reorganización de células comunistas, sin que ello supusiera el inicio de actividad guerrillera interna. Se trataba de volver, regresar, de resucitar la presencia comunista en el interior tras la derrota de 1939.

Eso, en la España de 1941, era poco menos que un suicidio. En efecto, a finales del verano de ese mismo año fueron detenidos en Madrid Isidoro Diéguez, Jesús Larrañaga, Eladio Rodríguez, Jaime Girabau, Francisco Barreiro y Manuel Asarta. Juzgados en Consejo de Guerra, se les condenó a muerte y fueron fusilados el 21 de enero de 1942.

Mientras tanto en Francia, bajo el mando militar de Evaristo Luis Fernández o ‘general Luis’ y el político de Monzón, ‘Mariano’, de apenas unos primeros 50 guerrilleros españoles se pasó rápidamente a 1.500. El área natural de las acciones antinazis de estos españoles fue el Sur de Francia a todo lo largo de los Pirineos desde el Atlántico al Mediterráneo, desde el ‘país cátaro’ al vasco francés, la Catalunya francesa, la Gascuña, Aquitania, etc., una muy extensa área que fue compartimentada por la AGE en siete áreas en las que actuaban otras tantas ‘brigadas’ guerrilleras, reagrupadas en cuatro ‘divisiones’ a partir de 1943.

Cristino García Granda mandaba la brigada guerrillera con base en Tarbes, en los Altos Pirineos, con el empleo militar de teniente coronel de Francia otorgado por los responsables de las FFI. Al pasar la brigada a división conservó el mando de la misma, denominada a partir de entonces como División nº 158. ([2]) Por sus acciones, se le conoce en Francia a Cristino García como ‘el libertador de tres departamentos’: Gard, Lodère y Ardeche.

Entre las actuaciones más sonadas de la AGE figura la liberación de Foix con la derrota de una guarnición de 2.000 soldados alemanes y la ejecución de sus mandos, la liberación de Toulouse por los guerrilleros bajo el mando de Luis Bermejo, la colaboración en la liberación de Limoges, etc. García Granda tomó parte en las acciones de Nimes liberando de su cárcel a centenares de franceses, Foix, La Madeleine, etc. Lo que evidencia el alcance territorial de las acciones de la agrupación nº 158, pues La Madeleine se encuentra a unos 300 Km. de distancia de Tarbes.

Y como muestra baste la reseña de sólo dos de los combates protagonizados por guerrilleros bajo el mando de Cristino García. El 13 de julio de 1944, una caravana de tropas alemanas integrada por medio centenar de camiones que marchaba entre Priveas y Aulenas fue emboscada por un grupo de 19 guerrilleros españoles al mando de Cristino en las cercanías del Col-de-Eterine. La carretera había sido minada en tres puntos que, al explotar simultáneamente, inmovilizaron la vanguardia, centro y retaguardia de la columna alemana. Tras descargar sus armas sobre los restos de la caravana, todo el grupo guerrillero se retiró sin ni una sola baja, habiendo infligido por el contrario no menos de 70 muertos.

En la acción de La Madeleine (Albi), el grupo de Cristino García de 31 españoles y 4 franceses emboscaron y detuvieron una columna de 1.500 soldados alemanes de los que 1.300 se entregaron con todo su material. La columna se dirigía desde Toulouse hacia París –de haber llegado a este destino habría comprometido seriamente su liberación por Lecrerc. El mediodía del 25 de agosto, el grupo de Cristino voló el puente entre Lézan y Anduze. El tramo fue minado cada diez metros y los resistentes se colocaron a lo largo de la vía en espera del enemigo.

La columna alemana apareció hacia las 2 de la tarde procedente de Saint-Hyppolite, iniciándose un combate hasta las 7 de la tarde cuando los oficiales alemanes accedieron a parlamentar y rendirse, pero no a guerrilleros tildados como terroristas sino a tropas de ejército regular. Lo más parecido a algo ‘regular’ era la gendarmería de Anduze. En el tira y afloja negociador se reanudó el combate, con el refuerzo para los españoles de unos 70 resistentes franceses. Pasadas las 8 de la noche, las tropas alemanas se rindieron sin condiciones tras registrar más de un centenar de muertos y el suicidio de su oficial al mando, el teniente coronel Konrad Nietzsche.

Así fue la historia de cómo menos de medio centenar de guerrilleros españoles derrotó a una columna de 1.500 soldados alemanes. ¿Es exagerado decir que desde el apresamiento de Atahualpa por Pizarro no se había visto nada igual? En un rincón del cementerio de La Madeleine hay 34 tumbas de los guerrilleros españoles y resistentes franceses muertos en esa y otras jornadas. Allí se leen los nombres de Agustín García, José Fernández, Francisco Perera, Ramón Porta, etc.

De forma paralela a la liberación de Francia, la AGE no descuidaba la labor de ‘guardar para el futuro’, y éste no podía ser otro que la liberación de España con la ayuda aliada según todas las esperanzas que entonces se concebían. Curiosamente, aunque posteriormente por sus acciones en España se les conocería con el nombre de ‘maquis’ por creer que así se les conocía en Francia, lo cierto es que en toda la documentación propia, prensa, propaganda, etc. de la época francesa se auto denominaron siempre como guerrilleros, ‘guerrilleros españoles’, etc., y jamás como ‘maquissards’.

Dentro de la obligada clandestinidad, los comunistas españoles establecían depósitos de armas, efectuaban ‘requisas económicas’ a acusados de colaboracionismo, simpatizantes con el ocupante o la Francia de Pétain, etc. En el verano de 1944, la AGE constaba ya de 12.000 guerrilleros completamente autónomos.

Pero, de manera harto paradójica. la liberación de Francia en ese mismo verano frustró la esperanza de la liberación de España. Libre de ocupantes todo el sur de Francia gracias a su combatividad, Monzón y Fernández esperaban fundadamente el respaldo aliado, la correspondencia de los franceses antifascistas en la futura liberación de España –y es que los españoles ¡carallo! habían libertado nada menos 18 departamentos de Francia-, el reconocimiento de la dirección del PCE en Moscú a tres duros años de lucha contra el nazismo, etc.

Pues bien, no. No ocurrió nada de eso en absoluto.

¿Cómo podían unos guerrilleros españoles saber que Churchill, Stalin y Roosevelt se habían repartido el mundo en zonas de influencia en las conferencias de Teherán y Yalta, y que España no se encontraría en la zona comunista? Los aliados ni siquiera se planteaban forzar una salida pacífica del régimen dictatorial imponiendo un referéndum en España, como ocurrió en Italia y que desembocó en el derrocamiento del ‘re imperatore’. Charles de Gaulle, presidente del Gobierno Provisional de la Francia liberada, mostró mucho agradecimiento a los guerrilleros españoles, concedió medallas, honores y pensiones, pero no se pasó de ahí: es que en el fondo casi todos esos españoles eran comunistas.

Es triste apuntarlo, pero en los anales de los años de la guerrilla comunista desde 1944 hasta su final, entre 6 y 7 años después no aparece el nombre de ni un sólo francés que se jugara el pellejo para combatir el fascismo en España como los españoles se lo habían jugado para echar a los nazis de Francia. No se repitió la solidaridad de las Brigadas Internacionales. Para los intereses y los políticos de USA, Inglaterra y Francia, lo que ocurriera en España y a los españoles a partir de 1945, tanto si se recuperaba la democracia como si persistía la dictadura, no les importaba en absoluto: era un asunto interno. Al contrario, el tiempo mostraría que a las democracias les importaba más llegar a acuerdos con la dictadura de Franco –caso de USA mediante el acuerdo de bases militares en septiembre de 1953 o las declaradas simpatías de Churchill- que apoyar el restablecimiento de la República.

Estas consideraciones no son en absoluto una fantasía. Según Fernando Martínez Baños –autor de Hasta su total aniquilación. El Ejército contra el Maquis en el Valle de Aran y el Alto Aragón (1944-1956), editorial Almena, Madrid, 2002-, un por entonces muy joven comandante Manuel Gutiérrez Mellado, destinado en la 2ª Sección del Estado Mayor Central del Ejército de Tierra, había sido enviado por el general Juste a Francia en el mes de julio de 1944 para conferenciar en secreto con representantes del Deuxieme Bureau respecto a la futura neutralidad de la Francia liberada con los guerrilleros comunistas. La parte francesa estaba representada por el coronel Allard, inspector de la Direction Generale des Etudes y Recherches (DGER); el encuentro se realizó con el conocimiento del general Charles de Gaulle.

El coronel Allard estaba seguro que de Gaulle siempre se mostraría contrario al comunismo, y todos los miembros de la DGER estaban en contra del ministro de Exteriores francés, Bidault, que preconizaba una política contraria al franquismo. También creían que los comunistas intentarían un golpe de Estado contra de Gaulle y que por tanto era necesario reconocer el gobierno de Franco. Gutiérrez Mellado propuso enviar un representante oficioso militar ante el gobierno golista, reforzar el servicio de información en la frontera franco-española y enviar agentes franquistas al sur de Francia.

En septiembre de 1944, las fuerzas irregulares de las FFI fueron revistadas personalmente por Charles de Gaulle en Toulouse. Los españoles de la AGE desfilaron orgullosos con la bandera de la II República -es de suponer que con esa dejadez del veterano que lleva ‘mucha mili hecha’: tres años de lucha en España y otros tres en Francia- mereciendo un comentario particular del general en sus memorias sobre su ‘pintoresquismo’.

El desfile era en realidad un funeral adelantado: el de la disolución de las FFI, de la AGE y de cualquier otra milicia irregular, en cumplimiento del decreto presidencial del 28 de octubre siguiente. En una reunión con los dirigentes de la guerrilla española, de Gaulle les expuso que “el gobierno francés no olvidaría jamás los servicios que ellos y sus hombres habían prestado, pero el acceso a la frontera pirenaica les estaba prohibido. Siguiendo mis instrucciones, el Ejército había destacado hacia Tarbes y Perpignan una sólida agrupación para asegurar el servicio de vigilancia sobre los pasos de los Pirineos”.

Pasada la desilusión inicial, los dirigentes guerrilleros optaron primero por entregar a las autoridades francesas sólo parte de las armas que poseían, y segundo por trasladar su sede desde Toulouse hasta Saint Engrace en Bajos Pirineos desde donde se podía pasar fácilmente hacia España entrando por Guipúzcoa, Navarra y Huesca.

Jesús Monzón destacó de nuevo una célula comunista al interior de España en la que se encontraba León Trilla –‘José Carlos Alarcón’-, expulsado del partido en 1932 pero readmitido en 1936. Desde finales del verano de 1944, la dirección del PCE en Moscú comenzó a inquietarse ante las intenciones de Jesús Monzón. Hoy, todo parece indicar que partió de él, y no de Dolores Ibárruri, Carrillo o Líster, la idea de la ‘operación Reconquista de España’ consistente en infiltraciones masivas de guerrilleros a lo largo de la frontera pirenaica, en especial Jaca y la Vall d’Arà. A su vez, la determinación de Monzón pudo haber sido influida por los informes de la célula comunista de Trilla sobre los ánimos en el interior de España y que se intuían como muy favorables a una rebelión amada contra la dictadura.

En el otoño de 1944, cada vez mas animado, Jesús Monzón reorganizó los efectivos guerrilleros, dispuso entrenamientos y recluta de nuevos elementos, cambió la denominación AGE por la de ‘Ejército de Liberación Republicano’, etc. En una asamblea de mandos para definir estrategias, convocada en Carcasonne, la mayoría de jefes guerrilleros se manifestó en contra de combates abiertos e infiltraciones masivas dentro de España. Monzón impuso su criterio aludiendo a la disciplina de partido: en la primera semana de octubre de 1944 se efectuaría una entrada masiva de cuatro millares de guerrilleros por diferentes puntos; parte de las fuerzas actuarían como distracción atrayendo sobre sí la represión franquista, mientras otras alcanzarían Tremp, en Lérida, para proclamar allí una autoridad provisional republicana ([3]) que actuaría como catalizadora de nuevos levantamientos antifranquistas...

En esas mismas semanas de septiembre y octubre llegaban a Francia desde Moscú Enrique Líster para encargarse de la dirección militar y Santiago Carrillo como secretario de Agit / Prop -‘agitación y propaganda’-. Es difícil establecer que Monzón actuara completamente de espaldas al PCE estando ellos presentes; lo cierto es que, cuando la dirección ‘rusa’ del partido pudo hacerse con el control de las guerrillas, tras apartar de la misma a Monzón y Fernández, impuso una táctica guerrillera completamente distinta a la de Monzón hasta que finalmente se decretó el ‘cese el fuego’ hacia 1951/52 para impulsar la infiltración en las instituciones franquistas, la creación de CC OO, etc. bajo el lema de la ‘reconciliación nacional’.

La ‘Operación Reconquista de España’ fue un fracaso. No hay por qué volver a repetir lo contado tantas veces en detalle, salvo algunos aspectos. Toda la fuerza insurgente se encuadró en la división 204 al mando del coronel Vicente López Tovar ‘Albert’ –asturiano, ex miembro de la republicana Guardia de Asalto, compañero de Valentín González ‘el Campesino’ y de Enrique Líster, veterano de la batalla del Ebro, comandante de una división de la AGE en Francia-, subdividida en 12 brigadas de a 300 hombres. El plan de Monzón era que los grupos muy numerosos, de hasta 450 guerrilleros -fuerza equivalente al de 4 compañías de un ejército regular- de una sola vez en el momento de pasar la frontera, se fueran fragmentando y dividiendo una y otra vez a medida que avanzaban, lo que en vez de sumar fuerzas las restaba. Los guerrilleros sólo llevaban consigo lo que podían cargar, acabado lo cual debían subsistir por sus propios medios.

Al agotar las municiones e intentar procurarse de repuesto mediante asalto a cuarteles, robos a soldados o agentes, etc. se dieron cuenta de que los cartuchos de España no se correspondían con la munición de sus metralletas británicas, norteamericanas ni francesas -ironía: en esos años aún se usaba en España la munición soviética que la URSS envió a la II República ([4]), y de la que carecían los guerrilleros. Faltaban apoyos internos, en 4 años de lucha en Francia no se había creado ninguna red clandestina de enlaces, pisos, refugios, depósitos, etc. en España.

Frente a Viella, el 22 de octubre, el coronel Vicente López Tovar hubo de desistir. En sus recuerdos narrados a Eduardo Pons Prades –Guerrillas españolas. 1936-1960, Editorial Planeta, colección Espejo de España, 1977, Barcelona- afirmó que el general Evaristo Luis Fernández, Jesús Monzón y Santiago Carrillo se acercaron hasta donde se encontraba con sus fuerzas –luego, ¡Carrillo entró en España en octubre de 1944!- y, tras una breve intercambio de impresiones, éste último le ordenó la retirada. Resulta significativo –aunque no lo remarque Pons Prades, resistente libertario y no comunista- que en el relato de López Tovar es Carrillo quien habla con él mientras los otros dos jefes permanecen en silencio  ¿se debía a que estaban desautorizados por el partido?

La localidad de Viella se había fortificado y la comarca de Tremp, principal objetivo de la operación guerrillera, estaba defendida por la división nº 42 del Ejército de Tierra al mando del general Marzo, según Fernando Martínez Baños. Para el mismo autor, hasta 16 divisiones del Ejército y fuerzas de la Guardia Civil fueron desplegadas por el Estado franquista bajo los mandos de los capitanes generales de Cataluña (Moscardó), Aragón (Monasterio) y Burgos (Yagüe), jefes de probada experiencia en la guerra 1936/39, lo que debía representar cerca de cien mil efectivos. Sin duda, fue el mayor despliegue militar numérico del franquismo superando de lejos las crisis de Sidi Ifni y Sahara -donde tampoco intervinieron 3 capitanes generales simultáneamente.

Entre octubre y noviembre, los guerrilleros que eludieron la captura y represión se reintegraron a sus bases francesas, habiendo registrado un centenar de bajas mortales. El fracaso de la invasión guerrillera fue también el principio del fin de la carrera por libre de Jesús Monzón. Quedó claro que Monzón había actuado sin el consentimiento del Comité Central en la organización de las operaciones. Se le echó en cara su aventurerismo, el haber sacrificado por su cuenta las mejores fuerzas guerrilleras en una acción no consentida, no evaluada lo suficiente… Fue despojado del mando político de la guerrilla y se le encomendó penetrar en España para organizar una célula comunista en lo que parece fue darle una oportunidad para su ‘rehabilitación’.

En diciembre, el comandante Manuel Gutiérrez Mellado repitió el viaje realizado en el mes de julio anterior, intercambiándose con un oficial francés que llegó a Madrid. Otro participante por parte española fue el teniente coronel Moyano. Según Martínez Baños, Mellado y él llegaron a París el día 17 y regresaron a España el día 22 del mismo mes de diciembre. En Francia se alojaron en viviendas particulares para evitar que los contactos ‘franco golistas’ fueran detectados por los comunistas franceses.

En marzo de 1945 el gobierno francés, en reconocimiento a la participación de los republicanos españoles en la Resistencia, les concedió la condición de refugiados. De nuevo Charles de Gaulle se dirigió a ellos expresando: “Guerrillero español: en ti saludo a tus bravos compatriotas, por vuestro valor, por la sangre vertida por la libertad y por Francia. Por tus sufrimientos, eres un héroe francés y español”.

Y por su parte, Bidault, ministro de Exteriores, presidente del Consejo Nacional de la Resistencia (CNR): “Francia no reconoce más españoles que aquellos que al lado de los Franceses han vertido su sangre por un común ideal de libertad”. En consecuencia se les alentó a los españoles refugiados a que se alistaran para luchar de nuevo por Francia en Indochina, en Argelia… Rafael Alberti da testimonio en La Arboleda perdida de aquellos rostros “todos, oro puro y desgraciado de España: estudiantes, profesores, obreros, campesinos, héroes…” a punto de entrar en los cuarteles de la Legión en Orán.

A lo largo de 1945, el PCE se reorganizó en Toulouse a donde se trasladó todo el aparato con sede anterior en Moscú. El partido estableció una escuela política y militar guerrillera bajo la tutela del general Enrique Líster, una empresa legal de cobertura –la famosa maderera Fernández Valledor-, imprentas en las que publicar Nuestra Bandera, Mundo Obrero, etc., la emisora Radio Pirenaica, y hasta una clínica propia, el Hospital Varsovia, en la que atender a los guerrilleros convalecientes pero también a gente necesitada de la región. Se hace largo explicar a fondo la estructura comunista en esta etapa del exilio, salvo que toda ella era conocida de los servicios de información franquistas ([5]).

De la purga contra Jesús Monzón se salvó Cristino García Granda. El partido le encomendó regresar a España con una misión muy específica: localizar a León Trilla, al que Monzón introdujo en el país para tentar las posibilidades de una rebelión popular y… eliminarle.

También debía formar la agrupación guerrillera de la zona centro. Según Francisco Aguado Sánchez, general de la Guardia Civil, esta decisión dramática partió de Dolores Ibárruri como secretaria general del PCE. Trilla, se decía, había desertado del partido para llevar una vida de delincuente, así que era obligado deshacerse de él para evitar el mal ejemplo y desánimo que causaba en la militancia –parece el argumento de El corazón de las tinieblas de Conrad.

Eduardo Pons Prades apunta que, antes de partir de Francia, Cristino García mantuvo una entrevista afable con Pau Casals, a quien debía conocer, en su exilio de Prades; ambos hablaron del pronto regreso a España. El artista le despidió afectuoso apelándole ‘comandante’. El testimonio se lo facilitó a Pons Prades el guerrillero José Álvarez de Posada, quien en su retiro hizo más de 200 poemas sobre temas guerrilleros, uno de ellos sobre el encuentro entre Casals y García Granda.

A primeros del mes de abril de 1945, Cristino García cruzó la frontera con una partida de 11 guerrilleros. En Manresa se enfrentaron con un policía, que resultó muerto. En junio fueron detectados en la sierra de Guadarrama. El día 11, un guarda forestal de la finca Las Campanillas en San Rafael se topó con una partida, que no le atacó sino que entabló conversación con él. Le dijeron que eran ‘los dinamiteros’ ya que la partida del comunista asturiano José Vitini Flores se denominaba así. Como Cristino, Vitini fue teniente coronel de la AGE, ex jefe de la División nº 102 con sede en Pau; había entrado en Madrid el otoño anterior. La partida de Vitini Flores atacó una sede de Falange en la calle Ávila de cuatro Caminos, matando a dos falangistas; detenido, Vitini fue fusilado el 28 de abril de 1945.

Uno de los guerrilleros, Cándido Mañanás ‘el Mono’, hizo creer al guarda que él era el jefe de la partida para que no identificara como tal a Cristino. Cuando marcharon, el guarda dio cuenta del encuentro a un ingeniero que veraneaba en la finca, quien a su vez dio parte a la Guardia Civil.

Dos días más tarde, el 13 de junio, en un incidente en un bar de Peguerinos (Ávila), unos desconocidos mataron al sargento de la Guardia Civil Ildefonso Navas Alonso e hirieron a dos guardias, lo que hizo sospechar que se trataba de miembros de la partida. Se inició el rastreo el mismo día con la colaboración del Batallón Ciclista de El Escorial para cercar una zona de 20 Km. de radio. Una patrulla de la Guardia Civil al mando de un sargento localizó a la partida en el Molino de las Madejas, término de Navas del Marqués. Los guerrilleros habían tomado como rehenes al molinero y a su esposa a los que retuvieron toda la noche. Fuera, bajo una lluvia torrencial, los guardias esperaron las primeras luces del alba para iniciar el asalto.

Tras la balacera resultaron dos guardias muertos y otros dos heridos, más tres guerrilleros muertos –los molineros no sufrieron daño-; un cuarto guerrillero pudo huir herido sólo para morir cerca de un arroyo. Siguiendo el rastro, los guardias dieron con un quinto miembro de la partida con vida pero herido de gravedad. Éste confesó que la partida constaba de 12 guerrilleros al entrar en España; si se descontaban las bajas en el molino resultaba que 7 guerrilleros habían podido huir del cerco.

No por mucho tiempo. El 15 de junio, guardias del puesto de Navas del Rey apresaron a otro guerrillero –‘el Zorro’- escondido en un camión que iba a Madrid; al día siguiente se detuvo a Mañanás ‘el Mono’. Los pueblos limítrofes de la capital: Robledo, Navegalamella, Fresnedillas, Zarzalejo y Valdemorillo fueron ‘peinados’ minuciosamente. En ésta última localidad, el 20 de junio, se detuvo a ‘el Pantera’ y ‘el Muga’, a quienes se acusó de haber asesinado al alcalde de Canillejas.

En tanto, en el mes de julio de 1945 la ‘secreta’ o Brigada Político Social de la Policía desarticuló una célula comunista en Barcelona. Entre los detenidos estaba Jesús Monzón, ‘Mariano’. Mientras, su propio partido, el PCE, inició el proceso para su expulsión.

Volviendo a la partida de Cristino García, tras las detenciones reseñadas quedaban todavía libres al menos él mismo y otros dos guerrilleros quienes parecían haberse evaporado. Los servicios de información dedujeron que los detenidos hasta entonces en realidad habían actuado como reclamo mientras los otros entraban en Madrid. Nada se supo de ellos hasta la primera semana de septiembre de 1945.

El día 6 de ese mes, León Trilla fue advertido de manera clandestina de que debía acudir a una cita en la madrileña calle Magallanes, donde le esperaban dos conocidos. Se les acercaron otros dos, miembros éstos de la partida de Cristino, forcejearon, y alguien le clavó a Trilla un puñal en el corazón, matándole ([6]).

Carrillo y Fidel

Según cuenta Enrique Líster en su libro Así destruyó Carillo el PCE, García Granda se abstuvo de tomar parte material en ese crimen. Narra Líster que Antonio Núñez Balsera, ex miembro del Comité Central, le contó en 1971 que fue él mismo quien transmitió la orden de realizar esta misión al jefe guerrillero, decidida por Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. Cristino García, además, no habría conocido el sentido real de su viaje hasta hallarse en Madrid.

Para Balsera y Líster, el jefe guerrillero se habría indignado exclamando: “Yo soy un revolucionario y no un asesino”. Balsera le instó a obedecer la disciplina del partido hasta conseguir que, al menos, fueran los de su partida quienes realizaran la misión aunque él no se mezclara. De manera que su azarosa entrada en España era para eso, para ser usado como instrumento de una purga interna… Los asesinos materiales, además, fueron engañados para que actuaran en la creencia de que mataban a un confidente de la Policía franquista, según indica el historiador Joan Estruch Tobella en El PCE en la clandestinidad 1939 / 1956.

Nada se volvió a saber de esta célula guerrillera hasta una semana después, el 14 de septiembre, cuando Cristino y sus subordinados atracaron una oficina de ferrocarriles del Paseo Imperial para apoderarse de 21.000 pesetas. De nuevo el silencio hasta primeros de octubre, cuando asaltaron la sede de Falange de Buenavista. Unos días después, el 9 de octubre, atracaron la sucursal del Banco Central del Paseo de las Delicias donde se apoderaron de 143.000 pesetas.

Esta situación, tan alejada de los tiempos de Francia, incomodaba a García Granda, Según anota André Sorel en Guerrilla española del siglo XX –Editions du Globe, colección Ebro, París, 1970-, comentó a sus subordinados: “El trabajo que estamos haciendo aquí en Madrid es bastante sucio, y yo no sirvo para esto. El día menos pensado cojo el macuto y me voy a la sierra, que es lo mío”.

Pero León Trilla no era el único blanco marcado en la misión de Cristino García. La Policía le implicó en un segundo asesinato de un comunista disidente, cometido el día 15 de octubre en la calle Cea Bermúdez. La víctima fue Alberto Pérez ‘César’, compañero de Trilla. Fue justamente tras cometerse esta muerte cuando Cristino García fue detenido en su huida por la Policía.

André Sorel ubica su detención a raíz del atraco al Banco Popular, añadiendo que los guerrilleros se quedaron el dinero para sí, y no hace mención, como tampoco Pons Prades, de la muerte de ‘César’. Este último autor localiza la detención en la redada de un piso franco. Para Eduardo Pons Prades, además, la partida de ‘los dinamiteros’ no tenía nada que ver con Cristino, sino que en su obra cita los hechos del molino como si fuera otra agrupación completamente distinta, y vincula ‘el Mono’ y los demás detenidos como de la partida de Vitini. Sin embargo, al contrario que hace con el resto de las partidas, Prades no cita en su obra ningún miembro de ‘los dinamiteros’.

Para las fuerzas franquistas estaba claro que todos los detenidos y muertos formaban parte de la partida de Cristino García Granda y que habían cometido los hechos reseñados, tal como narra Aguado Sánchez. Hay que remarcar, pese a todo, que ni siquiera este jefe de la Guardia Civil atribuye claramente el asesinato de Trilla a la mano de García Granda. Todos estos autores citados coinciden en que, en efecto, la misión de la partida de Cristino era la eliminación del antiguo comunista.

El consejo de guerra contra Cristino García tuvo lugar el 22 de enero de 1946 en Alcalá de Henares. Se les culpaba, a él y a otros 9 guerrilleros comunistas de los asesinatos y atracos reseñados. El abogado defensor expuso que García Granda había venido engañado a España; Cristino le interrumpió y replicó que él había venido a España perfectamente convencido para luchar contra el franquismo, y que volvería a hacerlo. Con tal desafío estaba claro cuál iba a ser la sentencia.

La noticia escandalizó a los franceses. No podía ser que el franquismo matara como a un perro a un héroe de la Liberación. No pocas voces llamaban a intervenir directamente en España. El 26 de enero, Le Patriote publicaba: “Los partisanos del Alto Garona exponen su indignación por el nuevo asesinato que prepara Franco…”; La Voix du Peuple, el 31 de enero: “Francia debe salvar a Cristino García Granda, Francia debe intervenir inmediatamente…”; L’Humanitè, 5 de febrero: “Los sindicatos piden la detención de todo apoyo económico a Franco, el asesino…”; Front National, mismo día: “¿Dejaremos asesinar fríamente por Franco los mejores hijos de España? El gobierno de la República debe conceder a Cristino la nacionalidad francesa…” ([7]).

La sentencia fue emitida el 8 de febrero: condena a muerte para Cristino García Granda, Manuel Castro Rodríguez –teniente coronel, ex comisario del V Regimiento, ex jefe de la 26ª agrupación guerrillera en Francia-, Francisco Esteve, Luis Ávila Núñez, Francisco Carranque Muñoz, Eduardo González, Antonio Medina Vega –ex comisario de la 5ª brigada-, Gonzalo González, Joaquín Almazán y Eduardo Fuertes. Aún bajo los duros parámetros del franquismo, estas penas resultaban extremas.

El 9 de febrero, el gobierno francés emitió una protesta. El Gobierno en el exilio de la República presidido por Giral protestó ante la ONU. El 15, de forma clandestina, Cristino García hizo llegar una escueta nota al exterior: “No me importa lo que digan los fascistas, pues lo que me importa es lo que diga mi pueblo, al cual me debo y nos debemos todos. Por él, por su libertad, he luchado y lucharé. Estad seguros camaradas que un modesto militante del glorioso Partido Comunista, sabrá morir como mueren los comunistas....”

Las penas de muerte se ejecutaron el 21 de febrero. Los restos de Cristino García fueron arrojados a la fosa común.

Las ejecuciones dieron lugar a un recrudecimiento de la campaña antifranquista en Francia. Al día siguiente de las ejecuciones, el diputado de Menthon, demócrata-cristiano; Jacques Duclos, comunista; Edouard Derriot, radical; junto con el socialista Maurice Lacroix, presentaron una moción conjunta que expresaba: “La Asamblea Nacional Constituyente recibe, con indignado dolor, la noticia de la ejecución de Cristino García y de sus compañeros de lucha, fusilados por el odio a la libertad que poco ha habían defendido en nuestra tierra. La Asamblea traduce la protesta de la conciencia francesa ante esta nueva aplicación de métodos de represión condenados por el mundo civilizado. La Asamblea invita al Gobierno francés a que prepare su ruptura con el Gobierno de Franco. La libertad nace siempre de la sangre de los mártires”. El texto fue aprobado por unanimidad.

El Gobierno de Francia decretó un cierre de fronteras con España que se prolongó durante casi dos años, en lo que fue el momento más áspero de las relaciones franco españolas en el siglo XX y hasta hoy en día. El 23 de febrero, France Nouvelle publicaba: “Liquidar a Franco, para nosotros los franceses, significa ejecutar a un enemigo”. Otros titulares, de Tele-Soir éstos: “La ruptura con Franco no puede dilatarse más”, “Ni relaciones comerciales ni diplomáticas”, “La CGT contra Franco”, etc.

El periódico Ataque, órgano del alto mando del Ejército Guerrillero, expresaba a primeros de marzo: “¡Ánimo camaradas!¡La hora de la libertad del pueblo está próxima!”. El 25 de octubre, el Estado Mayor de la IX Región Militar, publicó la Orden General nº 25: “Resistente desde la primera hora, dotado de un alto espíritu de organización y de combate. Se le concede a este jefe de élite (Cristino García Granda) la atribución de la Cruz de Guerra con estrella de plata”.

Al año siguiente del fusilamiento de Cristino García, el 25 de marzo de 1947, en el escenario del Vel d’Hi donde en 1941 fueron concentrados los judíos de París detenidos por el régimen colaboracionista de Vichy para ser deportados a Polonia, se celebró un homenaje a su memoria presidido por el ministro de la Reconstrucción y veterano jefe de las FFI, Charles Tillon, y el Ministro de la Guerra, François Billoux. Ante más de 25.000 personas, el general Petit hizo entrega de la póstuma Croix de Guerre concedida en el mes de octubre anterior que fue recogida por compañeros de armas del fusilado.

Diversos concejos municipales, entre ellos el Distrito XX de París, dieron el nombre de Cristino García a calles y plazas. La parisina Rue de Cristino García se encuentra cerca de la Porte de Montreuil, junto a la calle de Émile Zola y la avenida Joffre. En el gran monumento dedicado a los Muertos por la Liberación de Francia en Tornac se puede leer la inscripción: Honneur a García, Cristino, Chef de Maquis. En La Madeleine igualmente existe una placa a él dedicada.

Con el fusilamiento de Cristino no se terminó para el franquismo el problema guerrillero. El régimen hubo de dedicar enormes esfuerzos para erradicarlo, y aún así los últimos casos de ‘bandolerismo’ se registraron a mediados de los años 60 ([8]). Durante más de 10 años, Camilo Alonso Vega, ministro de Interior y director general de la Guardia Civil ([9]) organizó la lucha anti guerrillera dando cuenta de ello sólo ante Franco. Se crearon contrapartidas policiales compuestas por guardias, soldados y falangistas para amedrentar a la población civil y eliminar las simpatías de ésta con la guerrilla, se premió la delación de un guerrillero o enlace con 250 pesetas y la muerte de uno con 1.500, etc.

A lo largo de una década la España profunda vivió un clima de verdadero terror y pánico atrapada entre la guerrilla y la represión contra ésta. Como ejemplo baste decir que la población de un millar de habitantes de la pequeña localidad turolense de Gúdar  sufrió la muerte de una veintena de sus convecinos en una negra cadena de hechos violentos que ni siquiera hoy han sido completamente establecidos ([10]). En el transcurso de aquellos años el bucólico campo y las arcádicas dehesas y montañas no fueron seguras en absoluto para nadie. Según Aguado Sánchez, en ese periodo “se cometió el mayor número de crímenes de la historia española”. La censura evitó que los españoles no afectados directamente se enterasen de lo que de verdad estaba pasando en la España de Franco: que más de cinco millares y medio de ‘bandoleros’ fueron muertos en el campo ([11]) o detenidos para ser juzgados en consejo de guerra.

Aunque no es el objeto principal de esta crónica, se hace necesario referirse a la polémica sobre las víctimas de la época de la guerrilla. El balance real está aún por revelarse. Aguado Sánchez proporcionaba unas cifras que han sido siempre aceptadas como las más oficiales del franquismo por presumirse extraídas de los archivos oficiales: 2.173 guerrilleros muertos en 1.826 encuentros directos, otros 467 capturados en los mismos encuentros, 546 que se entregaron voluntariamente y otros 2.374 detenidos en otras circunstancias no especificadas. Más otros 19.444 paisanos detenidos por su colaboración con la guerrilla -de los que 12.948 serían enlaces y cómplices, más 5.428 ‘colaboradores del PCE’ y 1.068 ‘colaboradores de la CNT y otros’-; se habrían cometido 953 asesinatos, 538 sabotajes, 5.963 atracos y 845 secuestros.

Tales números y conceptos deben ser ‘cogidos con pinzas’ por sus carencias. No se nos informa de ‘guerrilleros heridos’ en las refriegas a no ser que los tales se incluyeran entre los 467 capturados, lo que ya es una cifra anormalmente baja: lo corriente tras un enfrentamiento a tiros es que el número de heridos supere el de muertos, y no al revés ([12]). También hay que tener en cuenta que el franquismo metía en el mismo saco a los guerrilleros del PCE, a los huidos y ‘echados al monte’ que no eran del partido ni seguían su estrategia y a los simples delincuentes comunes, de manera que en base a estas cifras tampoco podemos saber a ciencia cierta el alcance de la guerrilla comunista. Aguado Sánchez sí hace distinción de los pertenecientes al PCE pero sólo en el caso de los detenidos.

Llama poderosamente la atención la muy alta cifra de detenidos no guerrilleros: 19.948. Para hacerse una idea de lo que estos números significan hay que recordar que la Revolución de Asturias en octubre de 1934 se saldó con un millar de muertos y unos diez millares de detenidos, cifras que son más que dobladas en el periodo guerrillero. Además, si 12.948 no eran ni comunistas ni libertarios -conceptos que Aguado Sánchez sí diferencia del total-, ¿qué significación política tenían?.

La cifra de asesinatos, rondando el millar, viene a asemejarse a los cometidos por ETA, pero en menos de 10 años mientras que ETA ha actuado a lo largo de 40 años: luego la guerrilla fue 4 veces más virulenta que ETA.

Aguado Sánchez informa de las bajas sufridas por la Guardia Civil: 258 muertos y 369 heridos en acción. Pero tal vez las cifras hayan sido más elevadas: sólo en la jurisdicción de la comandancia de la Guardia Civil de Granada se registraron 60 guardias muertos ([13]). Además ¿debe o no incluirse esa cifra de 258 entre los 953 asesinatos citados antes?

Como orgulloso jefe del Cuerpo, Francisco Aguado informa también de las recompensas obtenidas por los guardias en el cumplimiento del deber relacionado con la lucha anti guerrillera: 908 Cruces al Mérito Militar con distintivo blanco de las que más de la mitad -596- fueron otorgadas a la tropa, 970 citaciones en órdenes generales -750 de ellas para personal de tropa- y 116 ascensos a cabo por méritos.

Por último, este general de la Guardia Civil aporta el número de armas incautadas: 7.140 -de las que sólo 24 eran ametralladoras y 516 metralletas- más 7.804 granadas de mano, sin hacer mención de explosivos como bombas lapa, minas terrestres o dinamita plástica que se sabe fueron utilizadas.

Un dato precioso que se echa en falta es saber cuántos de los detenidos fueron condenados en Consejo de Guerra y a qué penas, que con seguridad fueron muy severas pues invariablemente se condenaba al fusilamiento a los encausados en atentados por motivos políticos con resultado de muerte. No se olvide que la mera pertenencia al PCE ya era un delito que se castigaba con cárcel. Entre paisanos y guerrilleros detenidos, ¿hubo 22.831 condenas diversas relacionadas sólo con la guerrilla y en diez años?¿Una media de 2.283 condenas anuales?¿Más de 6 condenas diarias?

Para Pons Padres en su obra citada, las cifras y clasificación de éstas –obtenidas en base a su investigación personal- no coinciden con las de Aguado Sánchez. Anota 1.134 refriegas en lugar de las 1.826 de Aguado, con 1.317 guerrilleros muertos –2.173 para Aguado-, 1.592 guerrilleros detenidos –2.374 más 467 ‘capturados’ para el autor anterior-, otros 404 entregados –546 en Aguado, lo que le daba un total de 3.387 con los detenidos anteriores- y 12.421 enlaces y colaboradores arrestados –12.948 para Aguado Sánchez- que totalizan un total de 14.417 detenidos sumados con los guerrilleros, y no 22.831.

Este autor disiente también en la cifra de atentados: 356 sabotajes, 3.852 atracos y 649 secuestros; por 538 sabotajes, 5.963 atracos y 845 secuestros anotados por Aguado Sánchez. En cuanto a muertos, Prades informa de 760 por los 953 de Francisco Aguado. Pero no deja claro si son muertes atribuidas a la guerrilla o muertes de enlaces y colaboradores de la guerrilla a causa de la represión. Cifra en 199 los guardias muertos –258 en Aguado. Pero informa de un aspecto no desglosado por Aguado Sánchez: la muerte por la guerrilla de 19 alcaldes, 10 sacerdotes y 18 policías locales y guardas forestales o jurados.

Es curioso que, como el general de la Guardia Civil, el ex guerrillero libertario no hable de guerrilleros heridos en los encuentros y tampoco de los juicios en Consejo de Guerra ni de las penas impuestas de muerte o cárcel. Para resolver definitivamente la cuestión y llegar a unas cifras fiables sobre la guerrilla sería necesario cruzar los datos de los archivos del PCE, de la Guardia Civil y Policía y los sumarios y sentencias de los Consejos de Guerra.

En diciembre de 1947, para regocijo de los servicios de información franquistas, el periódico Mundo Obrero, órgano del PCE, publicó que Jesús Monzón había sido expulsado del partido “por la labor de provocación que ha venido realizando de manera sistemática desde hace mucho tiempo”. También se le acusaba de no servir a “la causa de la clase obrera” sino “a intereses ajenos al pueblo”. Se añadían otras acusaciones como la de crearse un pedestal para su promoción personal o la de facilitar información de la estructura del partido a agentes norteamericanos –como si ésa fuera la fuente de información de Camilo Alonso Vega y Carrero Blanco.

Tristes calificativos para quien, durante tres años, organizó en Francia a millares de guerrilleros españoles en la lucha contra los ocupantes nazis. En 1948, Jesús Monzón fue juzgado en Consejo de Guerra por la justicia franquista y sentenciado a 30 años de prisión. Y en Francia nadie movió ni un dedo por él.

En 1957, militantes comunistas y allegados reunieron los restos de Cristino García y los de otros fusilados y los colocaron en varios columbarios del cementerio de Carabanchel Sur.

Dos años después, tras 11 años de prisión, Jesús Monzón Reparaz fue excarcelado. Para ganarse la vida, quien 20 años antes fuera gobernador civil de dos provincias en la II República y artífice de la liberación de Francia tuvo que impartir clases de economía en centros formativos empresariales vinculados al Opus Dei (¿?) en México, Barcelona y Baleares. Sin hijos, poco antes de morir ordenó a una sobrina que quemara sus papeles, documentos y apuntes personales: un daño irreparable a la memoria de la resistencia antifranquista pero ¿podemos reprochárselo? Falleció en Pamplona el año 1973.

En su libro publicado en 1977, Pons Prades evaluaba negativamente los logros de la guerrilla comunista pues a pesar de contar con miles de militantes no fue capaz de debilitar el franquismo mediante “una sola idea acción genial y decisiva” que él comparaba con “un simple atentado, el que costó la vida al almirante Carrero Blanco, que resquebrajaría irreparablemente los cimientos del franquismo”. Y echaba la culpa de ello al PCE por llevar a los guerrilleros a un sacrificio inútil.

Medio siglo después de su fusilamiento, Cristino García fue objeto de un homenaje en su tierra natal asturiana con el descubrimiento de una placa de bronce sobre un pilar de hormigón dedicada por la Asociación de Vecinos de Ferrero, en Gozón. El acto fue presidido por Ignacio Artime, ex alcalde socialista, e intervino la veterana comunista Peregrina González la cual conoció personalmente a García Granda.

El año 2002, el técnico municipal Antonio Ortiz reparó en los nombres que aparecían en dos pequeñas placas del camposanto de Carabanchel Sur: Cristino García Granda, Alfredo Ibias Pereiras, Francisco Esteban Carranque, José Vitini Flórez. Identificaban los columbarios que albergaban sus restos.

Cristino García Granda vivió como un comunista y murió como había vivido: fue un comunista hasta el final. Pocas personas son capaces de llevar sus ideales hasta las últimas consecuencias. Cristino García Granda fue una de ellas. Algún corto texto panegirista sobre él echa tierra al asunto de Trilla, sus atracos y atentados, etc. como si no hubieran existido, presentándole poco menos que como un Robín de los Bosques.

Es absurdo. Hacerlo es camuflarlo, desfigurarlo. Endulzarlo. Cristino García era un hombre de acción y de ideales bajo circunstancias extremas, comunista desde los 16 años, y tales hombres decididos matan y mueren y hacen lo que esté en su mano al servicio del partido porque ése es su compromiso vital.  Era además un militar de la II República, un oficial, y los militares obedecen órdenes y ponen toda su iniciativa en la realización de esas órdenes para cumplirlas de la mejor manera posible. Lo que hizo Cristino lo hizo por el partido, por la II República y por España, por lo que el creía sinceramente que era la libertad.

Todos los guerrilleros infiltrados en la España franquista, Monzón incluido, hubieran podido no hacerlo, hubieran podido escoger un amable empleo en la Francia que liberaron, conseguir un puesto burocrático, disfrutar de la pensión, quien sabe si de un uniforme de gendarme o de un trabajo conseguido con influencias y contando con la admiración de sus vecinos, vivir en una democracia europea, etc.

Escogieron otro destino.


NOTAS:

[1]  Este es un rasgo muy a tener en cuenta al analizar la guerrilla. La vinculada al PCE de los años 40 y 50 fue una guerrilla militar, formada en su muy mayor parte por antiguos militares, guardias de Asalto y guardias civiles leales a la II República –caso de Bernabé López Calle, muerto en un encuentro en 1949 en Medina Sidonia- o por militantes que habían recibido su grado militar en las FFI; la guerrilla comunista actuó bajo la dirección de unos mandos (el máximo del general Enrique Líster, por ejemplo), disponía de bases en Francia desde donde sus miembros pasaban a España tras un adiestramiento militar y político con comisarios del partido, etc. en obediencia a una estrategia global del PCE cuyo fin último era el derrocamiento del franquismo. Otra cosa fueron los ‘echados al monte’ o ‘huidos’, gentes de ideas de izquierda y ácratas que, empujados por la asfixiante y peligrosa persecución política y policial franquista, con o sin militancia de partidos, pasaron en solitario o en grupo a la clandestinidad para vivir una vida de bandido romántico, auto titulándose antifranquistas porque secuestraban caciques, atracaban bancos o atentaban contra las fuerzas del orden público, etc. pero que no se sometían a un partido ni a una estrategia global contra la dictadura, ni tuvieron empleos militares ni antes de 1939 ni después. El franquismo unificó a todos bajo la denominación de ‘bandolerismo’ o ‘bandidaje’, sin distinguir unos de otros. Es obvio que, al hablar de “guerrilleros” en esta crónica, nos referimos a los vinculados al PCE.

[2] Estas denominaciones, por supuesto, no se correspondían con las de un Ejército regular en el que una sola división consta de no menos de 10.000 hombres., sino a necesidades orgánicas.

[3] Martínez Baños apunta que el objetivo de la ofensiva era proclamar la III República, pero la orden de operaciones de López Tovar no especifica ese extremo.

[4] Los polvorines y almacenes militares de la España de los 40 eran un parque temático del más variado armamento y munición. Junto a carros de asalto Stug alemanes que quedaron inservibles en un par de años por falta de recambios y munición tras la derrota del III Reich, al igual que los aviones ‘moscas’ soviéticos –la URSS no iba a suministrar repuestos a Franco, por supuesto-, se hallaban ametralladoras, cañones, pistolas y fusiles rusos, checos, franceses, alemanes, españoles, etc. La Guardia Civil fue dotada de un fusil soviético de gran longitud totalmente inadecuada para el servicio de patrulla cuya munición, también rusa, se deterioraba pasado un  tiempo. En ese maremagnum bélico, que los guerrilleros fueran a encontrar cartuchería para sus armas británicas y norteamericanas era una auténtica lotería. En cuanto pudieron, los guerrilleros se dotaron del Schmeisser MP28 o ‘naranjero’ que usaba la Guardia Civil.

[5]  Francisco Aguado Sánchez, general de la Guardia Civil, publicó un extenso estudio sobre la guerrilla titulado En torno al bandolerismo comunista. Hacia una historia general del mismo en la Revista de Estudios históricos de la Guardia Civil, a lo largo de 4 entregas iniciadas en el número 9 de la publicación datado en 1972 –en la fecha, Aguado Sánchez era teniente coronel. En esas páginas daba cuenta pormenorizada de la estructura del PCE en Toulouse apuntando incluso el nombre de los facultativos del Hospital Varsovia. En 1975 el mismo autor publicó El maquis en España, Editorial San Martín, básicamente una reedición y refundición de lo ya publicado en la citada revista.

[6]  La narración de esta secuencia de hechos está entresacada de la obra de Aguado Sánchez citada anteriormente.

[7] Los titulares de la prensa francesa son citados por Aguado Sánchez en su obra. Eduardo Pons Prades, en cambio, no otorga ni una línea a la repercusión que tuvo el fusilamiento.

[8]  Quico Sabaté, abatido en Sant Celoni el 5 de enero de 1960, no fue el último guerrillero: el 10 de marzo de 1965 fue muerto José Castro Veiga, ‘Piloto’, en Lugo, ex militar del Ejército del Aire republicano. El último guerrillero comunista fue detenido el 9 de diciembre de 1976. Se trataba de Pablo Pérez Hidalgo, ‘Manolo el rubio’, entonces con 65 años, antiguo jefe de la Agrupación Fermín Galán y compañero de Bernabé López Calle. Llevaba en el monte desde 1940 y se había escondido en solitario en 1949 tras la disolución de su partida. Fue dado por muerto en un encuentro con la Guardia Civil el 18 de diciembre de 1950 al identificarse erróneamente uno de los cadáveres. El hecho fue ampliamente publicado en su día en la prensa nacional. El veterano guerrillero que se había pasado 27 años escondido en un cortijo fue puesto en libertad sin cargos y no se le enjuició: le amparaba la Ley de Amnistía promulgada en 1975 tras la muerte de Franco.

[9]  Andando el tiempo, Camilo Alonso Vega fue el primer mentor de un joven político que descollaba entre los tecnócratas del Movimiento que ya no llevaban la camisa azul. Se llamaba Adolfo Suárez. Alonso Vega le presentó a otro joven que también iba a significar mucho en la historia española más reciente: don Juan Carlos, entonces Príncipe de España y futuro Rey –citado por Gregorio Morán en Adolfo Suárez, historia de una ambición.

[10] Según el relato de Francisco Aguado Sánchez, a las diez y media de la noche del 29 de octubre de 1947 una partida de 15 ‘forajidos’ atacó el puesto de la Guardia Civil, cuyos miembros repelieron la agresión haciéndoles huir. En su fuga, los atacantes secuestraron y se llevaron con ellos a dos matrimonios y los hijos de éstos de 7, 9 y 12 años, y a una mujer de 64 años. Horas más tarde se descubrieron sus cadáveres en un descampado. Aguado Sánchez no establece quiénes pudieron ser los autores de este crimen. Según Pons Padres, “nada demuestra que aquella matanza la perpetraran auténticos guerrilleros”, sin llegar a atribuirla a una contrapartida. Anota que de Gúdar era natural Florencio Guillén ‘el Pinchol’, quien se echó al monte y cuya esposa, detenida como represalia, se suicidó en su celda del castillo de Mora de Rubielos en septiembre de 1946, pero niega que los crímenes de 1947 fueran una venganza de ‘Pinchol’. Eleva los integrantes de la partida a 45 hombres, nadie vio a Guillén entre ellos, éstos preguntaron por ‘la casa del alcalde’ como si no conocieran el pueblo, etc. Añade que los atacantes demolieron la casa del juez y la del cura además del puesto de la GC. Al día siguiente del ataque y asesinatos, Pons Prades asegura que se escogieron a 10 personas de izquierdas del pueblo –entre ellos el panadero y un pastor de ovejas- y se les mató en el Barranco de los Arcos.

Fuertes[11] El 26 de mayo de 1948, en un enfrentamiento en la masía de Guimerans en Portell, efectivos de la Guardia Civil daban muerte a Ángel Fuertes Vidosa, ‘Antonio’ o también ‘el maestro de Agüero’, teniente coronel de la AGE, ex jefe de la brigada de Carcasonne que actuó en los departamentos de Aude, Tarn y Herault, y ex jefe de servicios de Estado Mayor de la AGE bajo el mando del general Evaristo Luis Fernández. Con esta baja junto con las de Vitini y García Granda puede decirse pues que el franquismo acabó con tres jefes de las divisiones de guerrilleros españoles de la Liberación de Francia.

[12] Esta discrepancia numérica llevaría a suponer que los guerrilleros heridos eran, por sistema, rematados. Pero en todos los autores y obras reseñados no se ha hallado ningún testimonio ni sospecha de ello, ni por parte guerrillera ni por las fuerzas del orden.

[13] Testimonio del general Manuel Prieto López, de la Guardia Civil, a Alfonso Domingo en la obra de éste El maquis. El canto del búho, editorial RBA, Barcelona, 2005

Xavier Lacosta.