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El incidente de Rubielos de Mora

El Teniente coronel de Carabineros Andres Nieto Carmona

En marzo de 1937 se le dio el mando de la 87 B.M. al mayor de carabineros Andrés Nieto Carmona que había ingresado en el cuerpo desde un mando de milicias (mayor). Venía Nieto de una larga tradición socialista y estaba muy bien considerado en el PSOE extremeño y nacional , pues le avalaba la diputada por Badajoz, Margarita Nelken. Además era al estallido de la guerra alcalde de Mérida. Como alcalde había destacado por mejorar la ciudad con importantes enfoques a la recuperación de los restos romanos de la ciudad. A Nieto se debe la puesta en marcha como teatro del teatro romano de Mérida. Cuando se perdió Mérida se encontraba en Madrid y sin dudarlo se integro en la novísima tercera Brigada Mixta que mandaba el comandante del cuerpo de Carabineros José María Galán y que estaba compuesta principalmente por guardias de esta institución. A Nieto se le dio el mando de un batallón de esta brigada. Nieto no tenía experiencia militar que se sepa. Pero todos los partidos metían a sus cuadros más carismáticos como jefes de unidades milicianas o regulares (la brigada estaba recién creada). El PSOE, con Negrín como Ministro de Hacienda y responsable último del Cuerpo de Carabineros, cuidaba mucho esta institución y se colocaban a militantes como Nieto para suplir vacantes cuando no hubiera oficiales y mando de Carabineros. La 3 Brigada Mixta tuvo actuaciones dignas de mención y hay autores que dicen que fue realmente quien salvó Madrid de la ofensiva de Varela para cruzar el Manzanares, gracias a su ataque de través que desorganizó precisamente este ataque. A finales de otoño fue retirada del frente para su reorganización y tras un periodo en el frente andaluz, regresó a Madrid donde participó en otras ofensivas. Negrín redactó decretos por los que oficiales y mandos de milicias con experiencia pudieran pedir el ingreso en el cuerpo de Carabineros. Posibilidad que tuvo mucho éxito y a la que se acogió Nieto. Le fue dado el mando de la 87 brigada de Carabineros formada con guardias provenientes de Andalucía. La brigada fue afecta a la 40 división de Carabineros que mandaba José María Galán y que estaba en reserva en el frente de Teruel. Una bomba cayó en el puesto de mando de la 87 brigada hiriendo a Nieto. Las heridas no fueron graves, pero sufrió perforación de tímpanos y quedó sordo al 95%. De hecho quiso tramitar un expediente invalidez.

La 40 división de Carabineros iba a participar en el plan H de Rojo de colapsar el frente de Teruel. Formaban la división en ese momento las brigadas: 82, formada por voluntarios de la CNT y del POUM y soldados del ejército regular, la 84, formada por restos de unidades de la cenetista columna de Hierro, de muy mala fama en el Levante y con otros voluntarios de otras adscripciones políticas de la región de Valencia. En estas brigadas, la 82 y la 84 la militarización había calado escasamente. La otra brigada en Teruel, era la 87 de carabineros que mandaba Nieto que mantenía una disciplina excelente pues se trataba de miembros del Instituto, tropa valiente y disciplinada. De hecho, esta brigada fue siempre el núcleo de la 40 división. División, que salvo el incidente de Mora de Rubielos a cargo de tres batallones de la 84 Brigada Mixta, siempre tuvo un comportamiento ejemplar. En septiembre de 1937 en consideración a sus virtudes militares se había ascendido a Nieto a teniente coronel, gozando entre sus mandos de muy buena opinión.

En diciembre de 1937, Galán marchó para el Ejército de Andalucía para mandar el XXIII Cuerpo. Nieto tomó el mando de la 40 División, adscrita al XX Cuerpo. La división tuvo una actuación extraordinaria en los inicios de la batalla de Teruel, todas las brigadas acometieron sus objetivos con gran éxito. El único suceso reprochable fue cuando la división se retiró de Teruel el último día del año 1937, incapaz de soportar las condiciones climatológicas. Ni los rebeldes cercados, ni las fuerzas franquistas que se preparaban para retomar la ciudad se percataron del movimiento en medio de aquella nevada que las frenó en seco. El mando consiguió que la brigadas recuperaran sus posiciones en Teruel. Y el asunto, que podía haber sido muy grave quedó sólo en grave pues solo se perdió la posición de la Muela que los rebeldes fortificaron. El Alto Mando rebelde no se enteró en realidad. En la desbandada estaban implicadas varias brigadas de distintas divisiones, y el espectáculo de masas de soldados en retirada, muchos sin sus armas, fue demoledor para los comisarios y oficiales que intentaron impedirlo. El Ejército de Levante no había asimilado del todo la militarización, y para muchas unidades esta era su primera acción. (1)

Rojo se alarmó, y movilizó las reservas, a la par que dictaba una serie de órdenes muy severas contra los desertores, los derrotistas, los emboscados y los bulistas, y de hecho se fusiló esos días a seis desertores, acusados de agentes del enemigo, con una severidad desconocida hasta entonces en el E.P. En un mensaje telegráfico al Ministro de Defensa, Prieto, Rojo le aseguró que iba a someter al comandante de la 40 división a juicio sumarísimo. De paso, Rojo pasó la 40 división al XXII Cuerpo.

En efecto, Nieto fue amonestado en primera instancia, y a su vez hubo de transmitir a sus oficiales que ya no había sitio en el E.P. para las desbandadas de la época de las milicias populares. Lo cierto es que en este caso, el pánico se inició en brigadas de otras divisiones, pero como la 40 división ocupaba el centro de Teruel, fue el más peligroso, pues se podía haber perdido lo que tanto sacrificio costó capturar la semana anterior. Nieto reunió a sus oficiales y sin prisas pero sin pausas la división retomó sus posiciones en la ciudad cuatro o cinco horas después. Parecía que no había pasado nada. Pero sí había pasado, Nieto comprendió que no se podía permitir otra. El resto de los mandos también lo entendieron, Rojo les amonestó duramente con severas advertencias.

Estas medidas, junto con la gran nevada que impedía toda actividad conjuraron la crisis de Nochevieja del 37. Además, las operaciones se concentran en la periferia de Teruel, especialmente en la Muela donde los hombres de Duran, músico pero competente mando de la 47 División lucharon en inhumanas condiciones contra los mejores soldados rebeldes, la 1 brigada de Navarra, ahora ya división. El 7 de enero se rendían los rebeldes cercados en el centro de Teruel con muy buena actuación de la 40. Nieto fue nombrado comandante militar de la plaza. Y todos parecían felices. Rojo retiró al V Cuerpo y otras tropas que quería reservar para su plan P (2).

El incidente de Rubielos

Pero los rebeldes atacaron de nuevo y las divisiones en línea flaquearon produciéndose una peligrosa situación de cerco para muchas unidades republicanas. Para la 40 que apenas llevaba un par de días de descanso acuartelada en un Monasterio bastante a la retaguardia de Teruel, la orden era tajante, recoger los bártulos y salir pitando para el frente. Todos fueron gruñidos y protestas como es habitual en la tropa que lleva demasiado tiempo en el frente. Llegados a las posiciones encomendadas, la 84 brigada recibió orden de ocupar el cementerio de Teruel. De los cuatro batallones de la brigada, el 335 quedó en reserva y el 333 y el 334 recibieron orden de atacar. Sin moverse de sus posiciones, la tropa que eran los antiguos voluntarios de batallón Largo Caballero y del batallón Azaña más anarquistas de la columna de Hierro, consideraron que habían alcanzado su límite, que ellos eran voluntarios, y que les habían prometido permisos y ascensos cuando tomaron Teruel.

Mandaba la 84 brigada el mayor Benjamín Juan Iseli Andrés, que había nacido en 1908 en Valencia. Iseli era de origen suizo, hijo del cónsul de este país en la ciudad del Turia. Se trataba de un hombre culto con amistades intelectuales y aficionado a la poesía. Estaba afiliado a I.R de Valencia. En diciembre de 1937 era, como decimos, el mayor de milicias que mandaba la 84 Brigada Mixta para la batalla de Teruel. La 84 BM llevaba al menos cinco comandantes en los últimos seis meses. Estaba exhausta, desmoralizada y el ambiente era muy malo con pequeños líderes murmuradores que soliviantaban a la tropa con reivindicaciones de tipo miliciano que no tenían cabida en un ejército regular, ni siquiera en el Ejercito Popular.

En el incidente del 20 de enero de 1938 en Rubielos de Mora, Iseli no estuvo a la altura y se limitó a comunicar a su superior el teniente coronel Nieto, jefe de la 40 división de carabineros, que dos de sus batallones se negaban a combatir, alegando extenuación y promesas de permisos y ascensos que el mayor Marquina les había asegurado a cambio de su excelente comportamiento en la toma de la ciudad de Teruel. Todo eso estaba muy bien si las cosas hubieran ido bien para el Ejército de Levante tras la toma de Teruel, pero no fue así y los franquistas amenazaban con recuperar la ciudad, y el mando ordenó que todas las unidades en reserva volvieran al frente. Nada extraordinario en los ejércitos sorprendidos por una exitosa ofensiva enemiga y que consiste en: reservas al frente, todos los permisos suspendidos y la policía militar vigilando las carreteras.

Los hombres de la 84, casi mayoritariamente se negaron a volver al frente. Habían luchado como jabatos en el centro de la ciudad contra los certeros francotiradores rebeldes, casa por casa, escalera por escalera, a bombazo de mano limpio. Uno de los batallones había sido deshecho en La Muela promontorio estratégico para controlar la ciudad, y además habían pasado tantas penurias, frío, hambre, piojos, sarna, sabañones, congelaciones, falta de ropa de recambio que parecían un ejército de mendigos, precisamente sin medios para higienizarse y comiendo rancho frío desde hacía un mes. Lo único que querían era una semana en casa, que además estaba bien cerca, pues la mayoría eran de la zona Levantina. Iseli no fue capaz de pulsar el alma de estos soldados en el límite de la condición humana. Este mayor no sabía que en todo soldado hay un pozo sin fondo de fuerzas, donde siempre se puede sacar otro ataque donde siempre puede morir más gente. Además, el mismo quería irse a casa también. De modo que junto con el resto de los mandos de su batallón se mantuvo a la expectativa en una actitud ambigua implorando internamente que el comandante se apiadara y sacara los refuerzos de alguna otra unidad.

Pero eso era un grave error de escenificación Ni el comandante Nieto ni el comisario de la división, Simarro, que ya habían tenido que tragarse los sapos y culebras que el jefe del Cuerpo, Menéndez, el del Ejército, Saravia y el propio Rojo les habían encarado muy severamente, por culpa de la desbandada que la división, y especialmente la 84 B.M. habían protagonizado en la Nochevieja de 1937. Y lo que más temía Nieto se le vino encima. Tras escuchar las airada reclamaciones de la tropa ordenó al cuarto batallón el 336, que relevara a los amotinados. Cosa que la tropa del 336 se negó a hacer.

La situación se volvió endiablada. Pero Saravia ya les había dado la receta. Simarro el comisario de la división le aconsejó a Nieto que aplicara el reglamento. Motín en guerra, en campaña y con armamento. Eso autorizaba un juicio sumarísimo de la División y podría suponer la ejecución sobre el terreno. Seguro que Nieto buscó alguna solución menos drástica. Pero no la había (3). Llegado Nieto al convento que oficiaba de cuartel y para evitar incidentes armados entre los amotinados y el mando ordenó formar a la tropa y pidió a los hombres que se negaban a combatir que entregaran las armas para ser relevados. Como así hizo un numeroso contingente. El resto de la tropa fue conducido a dependencias anexas para su encausamiento más adelante. En realidad serían enviados a batallones de castigo. La Brigada sería disuelta y sus soldados repartidos entre otras unidades. Todos los oficiales y suboficiales fueron degradados como escarmiento. De los amotinados que habían entregado sus armas, se seleccionó a los más significados, 46, y con guardias leales, se les fusiló el día 20 de enero de 1938 en un lugar llamado Piedras Gordas, levantando acta de guerra el propio Nieto. Se supone que Simarro escribiría su propio informe. Como decimos eran 46 entre suboficiales y tropa. Unos 130 fueron enviados a pelotones de castigo, parece que por deseo expreso de Vicente Rojo sólo se condeno a este centenar y pico. El resto de los hombres del batallón fueron enviados a reforzar otras unidades.

Nieto actuó severamente, sí, pero tenía órdenes para ello y legislación militar al caso de obligatorio cumplimento (4), como todos los ejércitos del mundo en combate cuando las cosas van mal sea la Werhmatch en Rusia, los italianos en Caporetto, los americanos en Bastogne, los ingleses en El Alamein o cualquiera de las centenares de ejemplos donde la tropa reculó y sus mandos optaron por medidas disciplinarias con ejecuciones sumarísimas sobre el terreno.

Y a ningún historiador, se le ha ocurrido poner en cuestión la dura disciplina de combate de los ejércitos de todos las épocas de la humanidad. Pero el mando del Ejército Popular no tenía ese derecho al parecer, no podía aplicar medidas de este tipo con amotinados sin ser unos asesinos. Los franquistas sí. Ellos podían asesinar sobre el terreno a más de 200 soldados republicanos presos que se fugaron del fuerte San Cristóbal en Navarra en mayo de 1938. O los 600 milicianos fusilados por Varela en Santa Olalla, caídos prisioneros después de una resistencia heroica y con el periodista John Whitaker como testigo. Y tantos otros... Y ni una queja en el corral... Al parecer algún historiador afirma que el mando republicano tenía que haberle dado a la 84, mantas y rancho caliente y mandarlos a casa. Y al día siguiente no habría quedado un sólo soldado republicano en la línea de fuego. Nadie quiere ir a la guerra, allí te matan. Y por ello los ejércitos se hacen con férrea disciplina, militar o revolucionaria, pero ninguna de las dos es una broma. Y el Ejercito Popular, el escudo de la República, no estaba invadiendo un país, estaba defendiendo el suyo.

¿Que tenían derecho a un juicio justo? Sí, como en las películas. Si Nieto los hubiera retirado del combate, en el siguiente Consejo de Guerra Sumarísimo por amotinamiento y cobardía ante el enemigo, ¿se les hubiera perdonado la vida a los 46 amotinados? Pues teniendo en cuenta que era el primer caso de "disolución"  que se estaba produciendo en el Ejército de Levante, estaba claro que el mando republicano, y con razón, no lo iba a consentir. Les hubieran fusilado igualmente unos días más tarde. El Alto Mando estaba que fumaba en pipa.

Estos 46 pobres soldados republicanos que ya habían tenido otra anterior en la Nochevieja de 1937, habían sufrido mucho, sí, pero desde luego muchos menos que los hombres de Duran de la 47 división en La Muela, que no solo mantuvieron la posición sino que recuperan las antiguas trincheras abandonadas por la 84 BM. El frío, el hambre, los sabañones, el tifus, los piojos, la gangrena, todo eso era igual para todos, voluntarios o forzosos, veteranos o novatos. Y la diferencia se encontraba precisamente en la disciplina y el espíritu de cuerpo de las unidades y el carisma de sus mandos y comisarios. Y además, el Ejército Popular defendía al gobierno legítimo del ataque de una parte del ejército español en rebeldía con grandes apoyos internacionales que quería destruir la democracia. Y por ello, no se podía chaquetear, y mucho menos amotinarse en los momentos en que peligraba todo el frente turolense. (5)

Lo que fallaba en la 84 Brigada Mixta pasaba en muchas unidades del ejercito de Levante y en el del Este. También había pasado en el Ejercito del Centro a sus inicios. Naturalmente con excepciones. En realidad se trataba de voluntarios poco fogueados que tuvieron buenos momentos en el ataque a Teruel al estilo miliciano del verano del 36, pero que tenían poca disciplina para superar los duros momentos de la vida en campaña y que por ello entraban en pánico con facilidad y lo peor, sus mandos inmediatos, suboficiales y oficiales que eran de la misma tesitura y carecían de impronta sobre la tropa. Esta tropa entraba rápidamente en modo "agravio" muy corriente en las milicias libertarias y del POUM que siempre se veían perjudicados por los malvados comunistas. Al pobre Nieto lo tacharon de estalinista. Al parecer los estalinistas mandaban a morir a las unidades libertarias contra el enemigo más fuerte para que los asesinara, con pocos hombres y menos armamento, y sin apoyo aéreo ni artillero y además los profesionales del E.M. de Tierra era todos filocomunistas. ¡Pues si que estaban enterados de lo que se cocía en el E.M. de Valencia! Estos mantras derrotistas tuvo que soportarlos el Mando del Ejército Popular y las fuerzas de choque de la República durante toda la guerra. Pero veamos otras diferencias.

Lister sí, Nieto no.

La desgracia de Nieto es que no era Lister, que se negó a que su tropa, tan extenuada o más que la 84, pues la 11 División lo había pasado en la intemperie, volviera al fuego y mandó a paseo a Ibarrola, jefe del XX Cuerpo, cuando en idénticas circunstancias se le ordenó tomar posiciones en primera línea. Ibarrola llamó a Rojo y para sorpresa general, Rojo aceptó la decisión de Lister. Y unos días después lo ascendió a teniente coronel. Parece que Rojo sabía muy bien quién funcionaba. (6) ¿Por qué Rojo no le hubiera permitido a Nieto mantener a su división en retaguardia y sí se lo permitió a Lister?

Pues por el historial de sus comandantes. A Lister no se le podía decir nada. Estaba protegido por el Partido Comunista y su división, se había reconstruido ya al menos varias veces tras sangrientos choques que el mando ordenaba y que Lister acometía tratando de preservar en lo posible sus mejores cuadros. Nieto no tenía nada de eso y además había irritado extremadamente a todos los jefes de Cuerpo del Ejercito de Levante, al propio jefe del Ejército Saravia, y al Estado Mayor de Tierra, el mismo Rojo. De modo que Nieto y su comisario, Simarro sabían que no les quedaba otra si querían salvar su puesto, y quizá algo más. Así que no se habló más del tema, y por lo demás, Rojo suavizó las sanciones una vez ejecutados los amotinados para dar otra oportunidad a la tropa. Pero la tropa estaba perdida. Le fue ordenado a los otros batallones de la 84 brigada recuperar una posición, pero fue imposible. La tropa y sus mandos completamente desmoralizados no tuvieron ninguna eficacia en el ataque y Rojo decidió disolver la brigada y mandar a sus miembros a cubrir huecos, rompiendo así la mala influencia de los lidercillos del "agravio". Era lo mejor.

La 40 división recibió dos nuevas brigadas, la 97 y 222, conservando la 87. Nieto siguió al mando y fue adscrita al XIX Cuerpo luchando valientemente en la ofensiva franquista que terminó con la pérdida de Teruel. Tras el corte de la República en dos zonas, la 40 pasó al Ejército de Levante que recogió muchas de las unidades del Ejército de Maniobra que quedaron a la margen derecha del Ebro. En la ofensiva franquista contra Valencia, la 40 se distinguió y fue condecorada con la medalla del valor colectiva, aunque poco tenía que ver con la división que liberó Teruel. Nieto fue ascendido a coronel.

Al final de la guerra apoyó el golpe de Casado y embarcó en el HMS Galatea en Gandia. En Londres parece que tuvo dificultades con las autoridades sanitarias y fue internado en un sanatorio mental durante bastantes años (esto está por confirmar) Una vez libre recorrió distintos países y recaló en España, siempre malviviendo y ocultando quien era. En 1967 se afinco en España. Murió en las Palmas de Gran Canaria en 1976.

 

Notas.----------------------- 

(1) ¿Qué había pasado? Los testigos contaron que esa mediodía (día 31) de repente el cielo se oscureció, la temperatura se desplomó y todos adivinaron que se avecinaba otra gran tormenta. La luz se hizo espectral y el escenario se convirtió en pesadilla para todos los combatientes. Los hombres de Varela quedaron clavados y no avanzaron para tomar Teruel, pese a que sus mandos se hartaron de decir que ya estaban en Teruel. Los rebeldes cercados no podían ir a ningún sitio y no fueron conscientes de la situación, y los soldados republicanos cayeron en un contagioso trance de pánico escénico, pues allí iban a morir todos, congelados o baleados, qué más daba. La primera oleada de pánico se produjo a mediodía según la mañana oscurecía y se conocía que los hombres de la 68 división en el flanco izquierdo habían abandonado sus posiciones en la Muela y también otras unidades en el mismo sector. Y el pánico generalizado estalló en la tarde noche de aquel oscuro día con temperaturas hirientes por debajo de los 20 bajo cero. Dicen que Nieto, alarmado y para evitar el copo, ordenó la retirada de la 82 y la 87 sin haber recibido permiso para ello. Por eso, en la ciudad, la retirada no fue propiamente una desbanda, sino que se hizo con cierto orden. Nieto y su staff, aunque de los últimos, se retiraron a 7 Km, nada menos, de su puesto de mando inicial en el casco viejo. Le habían precedido sus brigadas como decimos.

(2) El staff del general Rojo en Valencia, estaba compuesto mayoritariamente por leales geográficos que de haber estado en zona rebelde el 18 de julio, hubieran estado sirviendo en este ejército sin ningún problema. Como no fue así, unos fueron leales a sus juramentos, cómo Rojo y otros hicieron como que sí, como Matallana y más de un centenar de oficiales de E.M. a los que el miedo sujetó en zona republicana y que incluso puede que durante el año 1937 sirvieran con cierta lealtad. Republicanos de verdad, como Federico de la Iglesia Navarro, contados con los dedos de una mano. Por ello, no son nada fiables, y que me perdonen los admiradores de Rojo, todas las operativas, planes, ofensivas y demás que salieron del E.M. Valencia. Y yo personalmente, a riesgo de ser tratado de lo que no soy, me explico así todas las barbaridades que los E.M. del Grupo de Ejércitos Centro (GERC) les hicieron hacer a los soldaditos republicanos desde Belchite, en Teruel, las marchas y contramarchas contra todo lógica militar en la Serena, y en la sangrienta ofensiva contra Brunete en 1939 del traidor Casado, etc... Por ello, nadie se asuste, el que Rojo se lance a la conquista de una pequeña ciudad de provincias para quitarle la iniciativa estratégica a Franco tras la pérdida del Norte, era una apuesta muy arriesgada. Siguiendo con la política de ofensivas gubernamentales que inició Prieto con tan malos resultados para el Ejercito Popular, Rojo que sabía perfectamente en que estado se encontraban las tropas del Ejército de Levante, mal armados, mal instruidos, poco disciplinados y pésimamente preparados para el invierno. Todo esto mayormente a causa de su escaso bagaje bélico, de sus reticencias a la militarización, y de la penuria logística republicana del finales de 1937. Y en la misma tesitura se encontraba una importante parte del Ejército de Maniobra al que no se pudo surtir de ropa de abrigo, ni instruir adecuadamente para la guerra de invierno. Y como digo, eso lo sabía el E.M. de Valencia perfectamente. Si Franco se concentraba para atacar Madrid por el mismo sitio que habían sido derrotados los italianos, y en invierno, buscando Franco la batalla decisiva, no había mejor oportunidad de herir mortalmente a las tropas de choque rebeldes que volver a defender Madrid con los fogueados Ejercito del Centro y con los cuerpos veteranos del Ejército del Maniobra. La guerra no se podía ganar, pero Madrid bien podía ser una batalla que le diera las tablas a la República. No, en vez de eso, jugaremos a grandes estrategas con un ejército mayoritariamente de papel (Alpert dixit) a ver si suena la flauta por casualidad (Modesto dixit), y encima, si no suena, resulta que hemos cambiado el eje estratégico rebelde, poniéndole a un paso de Cataluña y de Valencia que se demostraría letal para el Ejército Popular en la ofensiva de primavera de 1938 en Aragón, una de las pocas veces que Franco parecía saber lo que hacía. Rojo, no, Rojo nunca supo lo que hacía en Teruel, distribuyó las unidades de manera poco realista, retiró dos veces sus mejores tropas pensando que la batalla estaba ganada, ¡qué bien conocía a Franco! y no supo prever que perdida Teruel, su flanco derecho estaba protegido por soldados sin experiencia, sin moral y lo peor, sin armas, municiones y alimentos. Una división de caballería (Monasterio) una vez que la aviación franquista aflojó la moral a los pobres soldados republicanos, y desfondó la poca resistencia abriendo un amplio corredor para que días después se produjera la carga de unos miles de jinetes contra las posiciones de todo un cuerpo de ejército (XIII). La batalla más vergonzosa para el E.M. de Valencia que no para la tropa. Nadie supo organizar una defensa en el río Alfambra.

(3) Sí la había. Hacer lo que Lister le hizo a Ibarrola. Negarse Nieto, como jefe de la división asumiendo la responsabilidad de la situación. Como Rojo estaba furioso, sin duda hubiera sido cesado fulminantemente y con grandes posibilidades de terminar en Consejo de Guerra donde le hubieran caído buenos años de prisión. El mando de la brigada pasaría a otro oficial, pero el contexto bélico ya habría cambiado. Y es más que probable que Nieto hubiera sido rescatado por su partido a penas menores. En todo caso es una especulación...

(4) Decreto de la Presidencia de la República del 19 de junio de 1937 que autorizaba al mando a aplicar penas a los culpables de deserción, motín, desobediencia en el combate o encabezar una retirada no autorizada. Las penas iban desde la citada pena de muerte a severas penas de cárcel. Léase con sumo cuidado el artículo octavo para determinar si Nieto estaba en su derecho:

MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL

DECRETOS

La necesidad de asegurar la disciplina a todo trance, lograda en las filas de los defensores de la República con la organización del Ejército Popular, exige su afianzamiento, mediante las normas, penales de orden militar necesarias para que en todo momento tengan su adecuada sanción las infracciones de la disciplina que se cometan.

Por lo expuesto, de acuerdo con Consejo de Ministros y a propuesta del de Defensa Nacional, Vengo en decretar:

Artículo primero. Será considerada deserción frente al enemigo:

a) La falta de presentación, al ser llamado a filas, de cualquier recluta, dejando transcurrir las tres listas consecutivas de ordenanza.

b) La ausencia, durante las tres listas consecutivas, de su cuartel o residencia, por parte de cualquier soldado o clase del Ejército, salvo orden superior que acredite fehacientemente la legitimidad de la ausencia.

c) La ausencia de filas, no hallándose en actos del servicio, durante tres listas consecutivas de ordenanza.

Artículo segundo. Los reos de deserción comprendidos en el apartado a) del artículo anterior serán castigados con la pena de seis a veinte años de internamiento en campos de trabajo, sin perjuicio de su servicio militar en la actualidad, que cumplirán en batallones disciplinarios.

Artículo tercero. Los reos de deserción comprendidos en los apartados b) y c) del artículo primero serán castigados con la pena de doce años de internamiento a la de muerte, sin perjuicio, los que no sufrieran esta última pena, de su servicio en filas en la presente campaña, que habrán de prestarlo precisamente en batallones disciplinarios.

Artículo cuarto. El militar que mandando o formando parte de una guardia, patrulla, avanzada o de cualquiera fuerza en servicio de armas, quien prestare servicio en un aparato telegráfico o telefónico militar civil, de señales, estafeta o cualquier clase de comunicaciones al frente del enemigo o de rebeldes o sediciosos, en campaña o en zona de guerra, y, sin orden expresa para ello, abandone su puesto, incurrirá en la pena de veinte años de internamiento a muerte, sin perjuicio, los que no sufrieran esta última pena, de su servicio militar en batallón disciplinario.

Artículo quinto. El Oficial que abandone su destino o residencia, o no se presente en los mismos, una vez cumplida la licencia y dentro del plazo de tres días, será castigado con la pena de veinte años de internamiento a muerte.

Artículo sexto. El militar que se inutilice voluntariamente para eximirse del servicio militar, o que con males supuestos o cualquier otro pretexto se excuse de cumplir sus deberes, no se conforme con el puesto o servicio a que fuere destinado, será castigado a la pena de veinte años de internamiento a muerte, sin perjuicio, los que no sufrieran esta última pena, de su servicio en filas en la presente campaña, que habrán de prestarlo precisamente en batallón disciplinario.

Artículo séptimo. El facultativo que librare certificado falso de enfermedad, lesión o inutilidad, con el fin de eximir a una persona del servicio militar, será castigado con las penas de dos a seis años de separación de la convivencia social y multa de mil a diez mil pesetas.

Artículo octavo. El que encontrándose en acción de guerra o dispuesto para entrar en ella fuere el primero en volver la espalda al enemigo, incurrirá en la pena de muerte y podrá en el mismo acto ser muerto, para su castigo y ejemplo de los demás.

Artículo noveno. El militar que en actos del servicio de armas o con ocasión de él maltratare de obra o de palabra a un superior en empleo o mando, cualquiera que sea el resultado del mal trato, será castigado a la pena de doce años de internamiento a muerte, sin perjuicio, para los que no sufrieran esta última pena, de su servicio militar, que habrán de prestarlo en batallón disciplinario. En igual pena incurrirá el militar que en actos del servicio o con ocasión de él maltratare de obra o de palabra a un superior en empleo a mando.

Artículo diez. El militar que al frente del enemigo, de rebeldes o sediciosos, o en cualquier clase de actos del servicio, sean o no de armas, desobedezca las órdenes de sus superiores, relativas al servicio, o deje de observar las que se le den, sufrirá la pena de veinte años de internamiento a muerte, sin perjuicio, los que no sufrieran esta última pena, de su servicio en filas en la presente campaña, que habrán de prestarlo precisamente en batallón disciplinario.

Artículo once. En caso de rebeldía, de los presuntos responsables de delitos a que se refiere este Decreto se seguirá el procedimiento con arreglo a los trámites vigentes.

Artículo doce. Del presente Decreto, que comenzará, a regir desde el momento de su publicación en GACETA DE LA REPUBLICA, se dará cuenta en su día a las Cortes.

Dado en Valencia, a diez y ocho de Junio de mil novecientos treinta y siete.

MANUEL AZAÑA

El Ministro de Defensa Nacional

INDALECIO PRIETO Y TUERO

(5) No se de ninguna unidad alemana que se amotinase en Stalingrado, ni unidad rusa que hiciera lo propio en Leningrado. Tampoco los paracaidistas americanos lo hicieron en Bastogne. Y en estos sitios sí que lo tuvieron crudo, bastante más que los hombres de la 84, que en realidad guerra de verdad apenas llevaban un mes. Díganselo al Sexto Ejército, a la guarnición de Leningrado o a los hombres de la 101 Airborne, todo ellos con años de dura lucha en su haber.

(6) Además, si Lister hubiera ordenado a su división marchar al frente, ni dios se hubiera atrevido a protestar. La 11, como las brigadas navarras, no chaqueteaba. Y Lister era un padre para los valientes, sobre todo si eran comunistas, y tenía muy mala leche para los flojos y los emboscados. Las brigadas de la 11 división llevaban bregando prácticamente desde el otoño de 1936, y desde la matanza que padeció su división en Brunete, Lister se cuidaba mucho de meter a su división ligera de choque, que es lo que era la 11 división, se cuidaba mucho, digo, de meter a sus hombres en berenjenales de los que no se pudiera salir. En Belchite, la 11, para desesperación de Lister, montada en camiones por la carretera de Zaragoza estuvo a punto de volver a ser destruida cuando la artillería rebelde la enfiló con su obuses de largo alcance y la aviación italo-alemana fue para rematar la tarea. La 11 salió del brete y todo el staff de la división aprendió la lección. De modo que en Teruel, Lister, después de haber visto como se les congelaban los pies a los centinelas en las trincheras de Concud, (la lista de amputaciones por congelación superaba el medio centenar en la división) y de ver también con qué alegría daba por terminadas las batallas el E.M.C., es decir Rojo, Lister sabía que si volvía a Teruel perdería la división como casi le pasó a Valentín González y su 46 división...

M.B.